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Acaricio sus rizos con suavidad, inclinada sobre la cuna mientras dormita inclinado de un lado, abrazado a su perrito de peluche favorito. Mi índice recorre su brazo de tez morena, tan suave que parece una manta de cachemir; sus labios rosados entreabiertos.   

Es tan hermoso.

Desde el mismo segundo en el que vi su carita de ángel supe que siempre lo amaría; fue un milagro.

El móvil en el bolsillo de la sudadera vibra, haciendo que baje la mirada, frustrada porque aún a las tres de la mañana tengan que molestarme. Pero no es lo que me fastidia cuando me doy la vuelta y leo la bandeja de entrada.

                                 Sam

                      vie, 29 jun

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