En cuanto abandona la zona vecinal del barrio nos incorporamos a la autopista. Todo se pierde como si de una estela fugaz se tratara, los coches que hay a nuestro alrededor se pierden tan rápido como los árboles y las casas. Cuando el panorama comienza a darme dolor de cabeza, cierro los ojos y hundo la cara en su espalda, disfrutando de su fragancia para recordarla cuando se haya ido.
Sólo con pensar que dentro de poco volverá a marcharse provoca que ese constante peso en mi pecho vuelva con más fuerza. Esta es una de las razones por las que quería mantener las distancias con él, porque a pesar de que sólo somos amigos, sé que volver a tenerlo lejos va a ser como una constante puñalada en el alma. Sobre todo ahora que tengo toda esta nueva información. Me gustaría que se quedara más tiempo para poder aclarar todos estos sentimientos encontrados.
Nunca he escatimado esfuerzo algu
En cuanto termino con la sesión de yoga de las cinco y apago la música relajante que se supone que debería dejar mi mente en blanco, me doy cuenta de que sigo igual de cabreada e indignada que los anteriores cuatro días. Ni siquiera la ascendencia al mismísimo nirvana podría haberme puesto de buen humor, de hecho, llevo de un humor de perros desde el mismo instante en que no recibí ni una mísera llamada o un triste mensaje después de que atravesara la puerta de mi casa.Le di la oportunidad de que empezáramos con llamadas, pero ya veo cuanto le importa recuperar nuestros lazos: nada.No he hecho más que darle vueltas y más vueltas a nuestra emotiva conversación del sábado, en él, que me pedía ayuda para intentar recuperarse de sus problemas emocionales. Pero cómo narices quiere que lo ayude si pasa de mí, como si después de haber pasado toda la noche juntos, se hubiera arrepentido de abrirse por una maldita vez en su vida.Mientras enrollo la esterilla y le pongo l
La sigo y cierro de un fuerte portazo al mismo tiempo que me sostengo a la puerta por un par de segundos. Estoy hecha un manojo de nervios, pero no dejo que sea un problema, sino que me concentro en parecer animada. Me cojo al brazo de Alyssa para dos cosas: no caerme de bruces contra el suelo y que me obligue a caminar. Lo último que quiero es tener que soportar borrachos, mejor dicho, estoy para que me soporten a mí, no para soportar a los demás.Por suerte el bar no está relativamente lejos, pero caminar con estos tacones por más de quince minutos es como una bola de demolición; tendrán que amputarme los pies cuando llegue a casa.Afortunadamente son cinco minutos largos.En cuanto entro estoy tan desquiciada que no hago más que juguetear con las puntas del pelo mientras me aliso las invisibles arrugas y una y otra vez del vestido, en una especie de tic nervioso, como si cualquier imperfección pudiera verse a primera vista. No dejo de mirar de un lado a otro
Durante el corto trayecto de cinco minutos hasta el restaurante me lo paso callada y enfurruñada, pensando dónde narices se habrá metido Sam. No puedo pasar por alto que lo que hizo fue impulsivo y delatador, pero Tyler se pasó de la raya; cruzó una línea muy fina. Normalmente es un encanto y me trata como una reina, pero en cuanto Sam se aproxima a mí más de dos metros, se convierte en una persona posesiva... territorial.Me obligo a ir al paso de Jared y Tony y lo más lejos posible de Tyler, porque ahora mismo no sé de lo que soy capaz de hacer si se me acerca.Por suerte Alyssa y yo nos adelantamos al grupo.—Becca, tenéis que controlaros un poco con lo que hacéis —murmura. Me agarra del brazo y sonríe con complicidad—. Mira, no soy nadie para juzgaros, pero lo que acaba de hacer Sam es una prueba..., demasiado evidente que entre vosotros ocurre algo y debéis tener cuidado.Sólo soy capaz de mirar a Alyssa con la boca abierta hasta el suelo, sin poder asim
—Gracias, Jard —musito aún un poco conmocionada por el hecho que me esté cubriendo con Sam para que nadie nos pille.En cuanto los brazos de Jared nos sueltan, me separo de Sam, recuperando la compostura que no debería haber perdido. Me aliso el vestido y miro a mí salvador con una enorme sonrisa que él me devuelve con sus ojos azules llenos de amor y cariño.A primera vista Jared parece un chico bastante intransigente, tan alto y delgado que parece un fideo, desgarbado, pero con el cuerpo definido, de piel extremadamente pálida en conjunto con su cabello rubio platino, al punto que casi parece gris, obviamente teñido. Siempre parece serio, pero en realidad es un trozo de pan, cariñoso, altruista y el mejor amigo del mundo. Su rostro es como el de un ángel, muy masculino, pero hasta cada lunar tiene una simetría armoniosa, acompañado con unos grandes y redondos ojos azules en los que parece que puedes reflejarte.Sam mira a Jared de reojo y carraspea un poco cuando
Antes de que sea consciente de lo que está ocurriendo estoy contra la pared, y Sam me levanta los brazos por encima de la cabeza, aprisionándome con las caderas. Ni siquiera sé lo que está sucediendo cuando mi cuerpo y mis instintos toman el control, permitiendo que una de sus manos me alce por el trasero y así poder rodearle la cintura con las piernas.Nuestras miradas al fin se encuentran tras del asalto a mano armada que ha provocado en tan sólo dos segundos, y que estoy permitiendo.Le suplico con la mirada que no se detenga ahora que estoy perdida y no puedo ni tan siquiera pensar en decirle que no mientras me humedezco los labios y los entreabro por la anticipación. Estoy a punto de gritarle que lo haga, cuando al fin sus labios se estampan contra los míos con fiereza y mi boca se convierte en un auténtico campo de batalla, en el que nuestras lenguas pelean por el control, sabiendo que tengo las de pe
Mi corazón está henchido de felicidad, como si tuviera memoria. Recuerdo que se la ponía a todas horas y todos los días, también que solía bailarla desnuda por la habitación y él se tapaba la cara como si le diera vergüenza mirarme, pero en realidad siempre tenía los dedos abiertos para observarme.Son como tatuajes en mi mente: algo que me gusta llevar a todas partes y no se borran.—Te gustaba bailarla desnuda —reflexiona en alto. Su mirada se desvía de la mía y sonríe con nostalgia.Ver esa innovadora y tierna emoción en su rostro es como un chute de adrenalina adicional, dando rienda suelta a mí mente y a todo lo que quiero hacer; quiero que esta noche no termine nunca. Y empezaré mi tratamiento de recuperación con la mayor locura que cometeré en mi vida.Le cojo de la mandíbula con ambas manos y lo obligo a mi
Cuando vuelvo a abrir los ojos Sam está aparcando en un hueco bastante pequeño para un Lexus de este calibre, pero no tengo ni idea como consigue encajarlo a la perfección; ni siquiera ha pestañeado al hacerlo.Salimos del coche y las luces luminosas provocan que entrecierre los ojos y gruña por la intensidad. Por suerte sólo tenemos que cruzar la calle para llegar a donde narices me ha traído. Mientras cruzamos distingo un cartel negro con las letras luminosas en azul en el cual pone SmartBar, y sólo por la cola difiero a que debe ser un sitio solicitado. Sin embargo, reconozco el auditorio Metro, al que suelo venir con frecuencia.Todavía sigo un poco adormilada, pero Sam me coge de la mano con más fuerza y sin tan siquiera inmutarse pasa por delante de todo el cordón de gente que hay frente a nosotros. No es la primera vez que lo hace, ni la segunda, pero se me es extraño que una vez
Camino los pocos centímetros que nos separan y me pongo de cuclillas a su lado. Su cara está ladeada en mi dirección y sus labios ligeramente entreabiertos mientras dormita como un mandril. No dejo de pensar que es un delito despertarlo, pero peor será cuando empiece a vomitar todo el whisky y tequila que ha ingerido.Me acerco a su cara y le doy una leve palmada en la mejilla.—Sam, despierta —murmuro. Sus facciones no se alteran y sigue durmiendo, así que decido ir con una bofetada en toda regla, sonora y estrepitosa—. Sam, venga, joder, despiértate.Esta vez parece surtir el efecto deseado y sus ojos se abren de golpe, mirándome desorientados y desenfocados, como si no supiera donde está ni con quien.Suspiro aliviada cuando se lleva la mano al verdugón rojo y cierra los ojos por unos segundos.—Mierda, Becca déjame dormir —farfulla dejándo