Me doy la vuelta y encaro de frente al intimidante edificio. No sé cuanta gente trabajará ahí, pero debe de ser una barbaridad.
Trago saliva con dificultad y me obligo a subir las escaleras, aunque mis piernas no dejan de temblar como si de flanes se trataran. «No seas cobarde, Becca» me reprendo a mí misma. Me mezclo entre el gentío hasta que llego a la recepción, que es realmente enorme, decorada con un toque sobrio en colores blancos y grises y paredes acristaladas que le dan una presencia seria y profesional.
Con pasos seguros me acerco al recepcionista, que en el mismo instante en que nuestras miradas se encuentran sé que no tardaré en encontrar el despacho de Sam.
Adopto mi mejor sonrisa y apoyo los codos sobre la superficie pulida. El chico, que debe tener aproximadamente mi edad, me mira, aunque su mirada no tarda en desviarse hacia mis labios para más tarde terminar en mi escote.
Me he dejado embaucar con demasiada facilidad. Tal vez podría haber opuesto un poco de resistencia, pero cuando sentí el roce de sus labios sobre los míos no pude resistirme a lo que deseaba, incluso mi cuerpo le correspondió antes de que mi cerebro lo procesara.Así que no fue de sorprender que acabáramos tal como suponía.Mi plan ha salido a pedir de boca, a pesar de que algo me dice que Sam también lo deseaba. Aunque se haya comportado como un auténtico imbécil, me ha hecho disfrutar, mucho.Mi mirada se pierde por el enorme despacho, decorado con los muebles oscuros en tonos grisáceos combinado con la gran pared de cristal con vistas al resto de edificios de grandes alturas de San Francisco.No sé cómo alguna vez pude decir que esta ciudad no me gustaba, cuando es una maravilla, incluso más bonita que Los Angeles.Cierro los ojos por un par de segu
Mi mirada lo sigue, sin atreverme a decir una boca es mía por miedo a estar equivocada, pero lo reconocería en cualquier sitio, con sus andares despreocupados, su modo de vestir sencillo a pesar de que esta una prestigiosa firma de abogados, su cabello oscuro con tonos bronce que siempre parece desordenado y su sonrisa deslumbrante, haciéndolo parecer feliz y despreocupado.Va en compañía de una mujer rubia y muy bonita vestida con elegancia, con una camisa blanca de manga larga y una falda de tubo negra hasta las rodillas y el pelo recogido en una trenza.Parece muy profesional.Ambos van concentrados en unos papales, parecen estar teniendo una pequeña disputa por sus expresiones de exasperación, pero los dos son cometidos y lo hacen con mesura.Me yergo cuando se acerca sin prestarme atención, pero en cuanto desvía la mirada de su compañera, va directamente a mí. Sus ojos del m
Cuando llego al ascensor no tengo ni idea de lo que se supone que debo pensar. Es como una especie de satisfacción y decepción por todo lo ocurrido con Sam, después la expresión de Paul cuando se enteró que andaba con Sam, su cara fue todo un poema, y a pesar de que lo corté para intentar deshacerme de él estaba segura de que iba a decirme algo que me hubiera interesado escuchar.Comienzo a golpearme el dorso de la mano con el móvil de manera metódica, intentando concentrarme en nada en específico, porque pensar me está volviendo loca.Un par de segundos antes de que las puertas se cierren una chica entra en el ascensor. Desvío la mirada de las puertas metálicas y la dirijo hacia la muchacha que se coloca en el otro extremo del ascensor.La miro de soslayo, para darme cuenta de que no debe de tener más de diecisiete o dieciocho años. Tiene ese aire relajado a
Comienzo a ponerme nerviosa cuando Cole no es capaz de prender la llama del mechero, lo que hace que me desespere más que de costumbre, si es posible.Saca un poco la lengua, de ese modo que indica que está concentrándose.—¡¿Quieres darte prisa?! —le espeto con exasperación al mismo tiempo que miro por encima del hombro con impaciencia.—Coño, no sabes lo difícil que es esto —refunfuña.Pongo los ojos en blanco cuando suelta el mechero con irritación sobre la encimera. Se retira el pelo rubio de la frente y se apoya sobre la superficie con ambas manos, mirándome desafiante cuando cojo el mechero y enciendo el par de velas con una facilidad pasmosa a pesar de que casi no tiene gas.Suelto un chillido de alegría y palmeo las manos de manera infantil.—Voila —suelto con orgullo.—Como se nota que eres fumadora &md
Mi ceño se frunce, y aunque sé que no debería mirar, que no es asunto mío y que mucho menos debo traicionar su confianza de ese modo tan estúpido, algo en el fondo de mi mente me grita que mire el maldito mensaje y no permita que me coma la cabeza durante el resto del día.Trago saliva con dificultad y echo una ojeada rápida en su dirección antes de coger el aparato con dedos temblorosos. Mis ojos releen el mensaje una y otra vez, como si algo no tuviera sentido, pero sintiendo como el corazón se me encoge. Olivia &n
Una sensación de pesadez embarga todo mi cuerpo, lo que consigue que un gemido lastimero escape de mis labios cuando una mano sacude mi hombro.Lo último que quiero es despertarme, no quiero que esos pájaros en mi cabeza hagan que mis sienes exploten, no quiero pensar que anoche volví a dejarme vencer por mis debilidades y bebí en la fiesta de Neón que Jared organizó en su apartamento, hasta casi perder la razón.Y todo ello por intentar quitarme de la cabeza ese maldito mensaje.Después de que Sam me dejase sola en aquel callejón todo fue un caos de alcohol, bailes desenfrenados y luces que aún me levantan dolor de cabeza.De nuevo, la mano que antes golpeó mi hombro vuelve al ataque, pero esta vez con la voz que no quiero escuchar en mil años luz.—Becca, levántate de una puta vez. Tenemos que irnos —espeta con dureza.—Que t
Correr.Correr se había convertido en el único modo de expulsar mis frustraciones de un modo que no fuera nocivo para mí salud y peligroso tanto para mí integridad como para la del causante.El dolor en los músculos de mis piernas es mucho más soportable que la daga que está alojada en mi pecho desde que me di cuenta de que el hombre por el que había pisoteado mi orgullo me ha estado tomando el pelo desde el principio. Todo aquello que alguna vez me dijo, toda esamierdaque ahora son el ácido con el que alimento mi remordimiento y se han convertido en los alicientes para que adelante una zancada más veloz que la anterior.La música a todo volumen y la sensación de sudor, calor y el sol californiano en la piel me ayuda a mantenerme concentrada en la sensación. Porque ahora soy incapaz de sacarme de la cabeza a esa misma mujer, que a pesar de que me ha ro
Casi media hora después de cenar, como si todos fuéramos una pequeña familia feliz, Cynthia— que suele hacerle de canguro a Vera con bastante frecuencia—, llegó con cinco minutos de retraso. No negaré que me sentí traicionada cuando vino a saludarme con un efusivo abrazo y esa sonrisa suya tan natural, pero también me di cuenta de que no puedo culparla cuando tampoco ella debe saber cuál es la relación que me unía a Sam.Ahora ninguna.No puedo culparme más que a mí misma por haber caído en un juego que nunca podría ganar. Pero ya no me haré más reproches, simplemente he comprendido que Sam se acabó para mí, porque aunque tenga que renunciar a él y a todo lo que representa, pienso hacerlo con tal de que siga teniendo lo que tiene.Supongo que en eso consiste amar y madurar, en saber cuándo has perdido y retirarte