—¿Cómo te llamas? —preguntó y sonreí ante la ironía.

—Me mandó matar y ni siquiera sabe mi nombre —respondí burlona. 

El hombre me miró furioso ordenando que dijera mi nombre. 

» Soy Alicia Grullol —respondí— y no me da gusto conocerlo. ¡Entrégueme a mis hijos! —ordené a uno que me miraba de arriba abajo.

—¿Grullol? —preguntó descolocado y lo miré confundida. 

Sabía que mi apellido era raro, pero no para dejar perplejo a alguien.

—Quiero a mis hijos conmigo ahora —repetí—. Esto es secuestro —anuncié sacándolo de sus pensamientos.

—Ellos son mis nietos —dijo.

—No, no lo son.

—Lo son —aseguró—, las tres pruebas de ADN resultaron positivas.

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