Después de terminar con todas las botellas por preparar más orgasmos, me invade la tristeza y me dan ganas de llorar de nuevo.
—Ay no, Serenity, por favor no llores —Me consuela mi amiga, haciendo pucheros.
—No puedo creer que estoy completamente sola, dediqué mi vida entera a mis hijos y a Tomás, y ahora ellos son felices y ni siquiera se acuerdan de mí —Logro decir entre lágrimas.
—Si se acuerdan, te llamaron para felicitarte —asegura—. Pero los orgasmos te están nublando la mente.
—Los extraño.
—¿También al bufón?
—No, a él no.
—Menos mal —resopla—. Además, todavía puedes rehacer tu vida, eres joven y hermosa —Intenta animarme.
—Conforme mis hijos crecían, me di cuenta que mi matrimonio iba de mal en peor, el distanciamiento cada vez se hacía más evidente entre nosotros, pero, ¿sabes qué? —Me quedo pensando unos segundos—. No lo culpo, yo estaba tan agotada, que cuando llegaba, lo único que quería era ver que llegó bien para irme a dormir, fueron tantas comidas en soledad que poco a poco perdí el entusiasmo de esperarlo.
—¿De verdad no tenían sexo? —insiste.
Suspiro y me dejo caer en el sillón.
—Lo teníamos, unos cuantos besos, la posición tradicional y era todo, aunque era en contadas ocasiones, ni siquiera puedo recordar la última vez.
—¿Y te sentías satisfecha?
—Algunas veces, pero no siempre fue así —explico—. La rutina, los hijos, el estrés, el cansancio, todo influía de alguna manera.
—Y tener una amante no es que ayudara mucho a la situación —agrega.
—Pero todo estaba mal desde antes.
—Te entiendo, pero conozco parejas que tienen muchos años casados y tienen excelente intimidad, siempre buscan tiempo para que no se pierda la pasión.
—Claro, y como te dije, no puedo culpar de todo a Tomás, también fue culpa mía —recuerdo con pesar—. No hice nada para reavivar la pasión.
—No hicieron —Me corrige—. Es un trabajo de pareja —Asiento y doy un sorbo a mi bebida—. ¿Lo sigues amando?
—No sé si lo llamaría amor, pero fueron muchos años de memorias y convivencia, es difícil decir que no siento nada por él —respondo—. ¿Tú sientes algo por tu ex?
—En mi caso fue diferente, siempre justifiqué sus comportamientos machista pensando que me amaba —suspira—. Es verdad lo que dicen, cuando estás en una relación tóxica, no te das cuenta de nada, el amor o los intentos de que esa relación continúe, te ciegan completamente.
Me acerco y la abrazo, ella también sufrió mucho con ese hombre, aunque por suerte lo ha superado por completo.
—¿Te hubiera gustado tener más hijos? —pregunta.
—Sí, lo hablé con Tomás, pero él no quería y con el tiempo dejé de insistir, incluso se hizo la vasectomía cuando los mellizos cumplieron diez años.
—En mi caso, él quería y yo siempre tomé mis precauciones, no podría imaginarme a un pequeño con un padre como él, muy en el fondo sabía que no era un hogar sano —Da un sorbo a su bebida—. Por eso ahora disfruto de la vida, aprovechando cada momento, ya no estoy en edad de formar una familia.
—Claro que todavía puedes, tienes treinta y ocho años, eres joven.
—Los hombres de ahora solo buscan jóvenes, nadie se fijaría en mí para una relación estable.
—¿Te das cuenta que estás repitiendo las palabras que te decía tu ex? —La recrimino.
—Tienes razón, intento animarte cuando yo misma no puedo hacerlo —bufa—. Pero mientras menos animo, seguiré utilizando colágeno para sentirme mejor —bromea—. Y tú deberías hacer lo mismo.
—No puedo, créeme —declaro.
—Unos años antes, te hubiera dicho lo mismo, pero ahora quiero disfrutar mi vida el tiempo que pueda, llegará un momento en el que no pueda hacerlo y tendré que estabilizarme, pero mientras eso sucede, no voy a rechazar un buen polvo —explica—. Eso sí, con sus respectivos cuidados y sin mezclar los sentimientos.
Muevo la cabeza sonriendo y me mira fijamente.
—¿Qué pasa? —interrogo.
—¿Dónde tienes tu computadora?
—En la oficina —señalo la puerta.
Se pone de pie, tambaleándose un poco y regresa con la computadora en la mano.
—¿Qué vas a hacer?
—Te voy a dar tu regalo de cumpleaños —responde, encendiéndola—. Hace unos días, uno de mis entrenadores me dijo que es de un pueblo llamado Miles City, que está en Montana.
—¿Y eso qué tiene que ver con mi regalo?
—Me comentó que la hija de un conocido, está alquilando una casa —explica—. Parece que su padre se la regaló, le dijo que podía hacer lo que quisiera con ella y decidió alquilarla para turistas.
—¿Por qué te contó eso?
—Le dije que quería salir de vacaciones y tener una experiencia diferente, parece que pensó que esa era una buena opción.
—¡Ay noo! —exclamo—. ¿Me quieres mandar a un rancho?
—Sí, para que te distraigas.
—Por favor, Lupita, yo le temo a todos los animales, ¿qué podría hacer yo ahí?
—¡Lo encontré! —anuncia, entusiasmada—. Y es muy económica, las fotos se ven muy bien —señala la pantalla y me acerco a ver.
La casa es pequeña y muy pintoresca, tiene todo lo necesario: cocina, comedor, cama y recibidor con dos sillones.
Hay algunas fotografías del rancho y no puedo negar que se ve muy bonito.
—Pero hay vacas —digo, señalando una foto.
—Pues claro, es un rancho ¿qué querías que hubiera? ¿Elefantes?
—Me gustan los elefantes.
Saca su tarjeta, pone la información, abre otras páginas y después de varios minutos, aplaude emocionada.
—Ya está, te vas pasado mañana —Me informa—. Ellos tienen una avioneta en la que te recogerán en Billings, Montana.
—¿Compraste los boletos del avión?
—Por supuesto, mi regalo es completo —declara orgullosa.
—¿Cuántos días alquilaste la casa?
—¿Días?
—Sí, días o semanas.
—Tres meses —responde y casi me atraganto con mi propia saliva—. Hay internet, puedes seguir trabajando desde tu computadora —asegura, como si ese fuera el único problema en el que estoy pensando.
—¿Y mis hijos?
—Pues en caso de que te necesiten, pueden ir a verte o llamarte para que regreses.
—Estás loca —La regaño—. ¿Qué voy a hacer en un lugar desconocido tanto tiempo?
—Precisamente vas a conocer, así que deja de poner pretextos.
Con este “regalo” hasta lo ebria se me pasó. Ahora estoy preocupada por no saber a dónde me voy a meter, y definitivamente, me parece que es una pésima idea.
(…)
Abro los ojos y miro a mi alrededor, Lupita está profundamente dormida en uno de los sillones y a mi me duele todo. Me quedé dormida en una posición muy incómoda, ni siquiera puedo recordar a qué hora fue que nos quedamos dormidas.
Me pongo de pie con cuidado y parece que todo me da vueltas, por lo que tengo que correr al baño. Después de dejar hasta el alma en la taza del baño, me cepillo los dientes y entro a la ducha.
Al salir, me siento un poco mejor. Me visto, voy a la cocina a preparar una enorme jarra de café y empiezo a recoger todo el desorden que dejamos.
—Buenas —saluda Lupita, entrando a la cocina—. Dame café, me estoy muriendo.
—Ya no estamos en edad para tomar así —suspiro, entregándole la taza—. No quiero más orgasmos por una buena temporada.
—Bebidos, yo tampoco —aclara y muevo la cabeza—. Prefiero de esos que te dejan con las piernas temblando, a estos que nos provocaron dolor de cabeza —bufa.
No puedo aguantar la risa y ella tampoco.
—¿Quieres que te ayude a empacar? —pregunta.
—¿Qué cosa?
—Te vas mañana a primera hora, ¿acaso olvidaste tu regalo?
—¿Es en serio?
—Por supuesto.
—Lupita, ¿qué voy a hacer en un rancho? —cuestiono—. Le temo a todos los animales y a los bichos.
—¿Vas a rechazar mi regalo? —pregunta, tratando de parecer indignada.
Paso mis manos por la cara buscando algún pretexto para justificarme.
—Ni lo pienses —Me señala—. Deja de buscar pretextos, te conozco mejor de lo que crees y por nada del mundo rechazarás mi regalo.
Preparamos el desayuno, mientras conversamos de la ropa que podría llevar al rancho.
Al terminar, subimos a mi habitación para preparar la maleta.
—Sigo pensando que no es buena idea —resoplo.
—Yo creo que te servirá mucho como distracción.
—¿Ver vacas y caballos me va a distraer?
—Seguramente —afirma y saca un pijama de seda en color blanco del cajón de mi ropa interior.
—No llevaré eso.
—Debe hacer calor, es mejor que uses pijama a que duermas desnuda —aconseja—. Además tendrás privacidad en la casa.
—Tienes razón —murmuro.
Asiente emocionada y sigue metiendo cosas en la maleta.
—¿Prométeme que al menos te quedarás dos semanas como prueba? —pide—. Sé que es exagerado haber alquilado la casa por tres meses, pero nada se pierde, además puedo ir a visitarte y pasamos un tiempo juntas allá.
—Esa sí me parece una buena idea —confirmo—. Está bien, te prometo quedarme al menos dos semanas.
Al revisar el clima en Miles City, decidimos poner algunos vestidos veraniegos, sandalias, jeans y blusas de manga corta, terminamos con el equipaje y nos dejamos caer en la cama.
—Te voy a extrañar.
—Si quieres no voy —propongo divertida y niega.
—Desde que te divorciaste, te has dedicado a tus hijos, ahora ellos están con su padre y tú necesitas tiempo para ti.
—Me hubieras regalado un viaje a Las Bahamas.
—¿Querías ver hombres semi desnudos? —rebate.
—Me parece que no estaría nada mal —bromeo—. Prefiero ver hombres medio desnudos, que ver vacas y caballos.
—No solo verás vacas y caballos, también toros, gallinas, conejos, becerros, borregos y…
—Mejor no sigas —La interrumpo con preocupación, haciéndola reír.
—El viaje a Las Bahamas, lo dejamos para ir juntas después y recrear la vista.
—¿Entonces me mandas a un rancho para que no recree la vista?
—Algo así —responde.
—Sigo pensando que eres mala —digo, haciendo un puchero—. Llamaré a mis hijos para avisarles.
—Buena idea, para que dejes de discutir por mi regalo de cumpleaños.
—Tal vez no quieran que vaya —La reto.
—Lo dudo, no te vas a escapar de viajar a Miles City, tan fácilmente.
Tomo el teléfono y le marco a Eilani.
—Hola, mamá —contesta alegre—. ¿Qué tal pasaste tu cumple?—Muy bien, Lupita llegó y celebramos juntas —respondo.—Me alegro, nosotros estamos dando un tour por el centro. —Bueno, no quiero interrumpir, solo quería avisarles que Lupita me regaló un viaje a Montana. —¿¡De verdad te vas a ir de viaje!? —exclama, haciéndome reír.—¿Quién se va a ir de viaje? —Escucho a Elán, preguntar. —Mi mamá —responde—. Lupita le regaló un viaje a Montana. —¡Es una excelente noticia, mamá! —grita—. Espero que la pases muy bien. —Gracias, hijo —contesto, un poco sorprendida por su reacción.—¿Cuándo te vas? —indaga mi hija. —Mañana. —¿Tan rápido?—Sí, cualquier cosa que necesiten pueden llamarme o de ser necesario me regreso en…—Mamá —Me interrumpe—. No tengo idea de que se trata el viaje, pero saber que te vas a dedicar un tiempo para ti, me alegra muchísimo, te lo mereces, así que relájate y disfruta ese viaje al máximo, nosotros estaremos bien. —Te tomaré la palabra e intentaré disfrutar de
Se detiene frente a la pequeña casa y me entusiasmo por lo bonita que es. Está muy cerca a casa principal, parece que no hay animales cerca y eso me tranquiliza. —¡Bienvenida! —Me recibe una preciosa jovencita al bajarme de la camioneta, está acompañada de una mujer mayor—. Soy Haimi —Se presenta emocionada. —Mucho gusto, Serenity Stewart. —Ella es mi esposa, Nélida Peterson —presenta George a la mujer. —Un placer —Me saluda—. Bienvenida al rancho Peterson. —Gracias. Haimi abre la puerta de la casa y empieza a explicarme donde se encuentra todo, incluso el refrigerador está lleno y la casa es más amplia en persona. —Aunque aquí tiene todo lo necesario para comer, la cena la serviremos en la casa principal —aclara la señora Peterson—. Espero que nos acompañe todos los días. —¡Mi abuela hace la mejor comida de todo Miles City! —exclama la chica. —Entonces tendré que probarla sin falta —menciono, haciéndolas reír. —Hoy te esperamos como a las 5 para cenar —confirma Haimi. —No
—¡Logan! —La escuchamos gritar emocionada. —Es su mejor amigo —explica Nélida—. Y tenía unos meses de viaje. —Lo sé, viajé con él desde Seattle. —¡Qué coincidencia! —Hola, Nélida —entra a saludar y le da un enorme abrazo. —¿Cómo estás, hijo? ¿Qué tal te fue? —Estoy bien y no la pasé mal, pero extrañaba demasiado a la familia y al rancho —responde—. Hola, Serenity —sonríe al verme. —Hola, Logan. —¿Qué tal el pequeño Lucca? —interroga Haimi. —Es muy guapo, se parece a mí —comenta orgulloso—. ¿Y Evan? —Está de viaje en la ciudad —contesta Nélida. —¿Cuándo regresa? —indaga el chico. —No lo sabemos, estaba un poco liado con algunos permisos de exportación —explica Haimi. —Nélida, ¿le da permiso a Haimi para ir al rancho conmigo? —Claro, pero no quiero que regrese tarde. —No se preocupe, prometo traerla temprano. —Llévale a Olivia un pastel —Prepara uno, se lo entrega y se van muy contentos—. Presiento que estos chicos
—Ahí —señalo el animal, que sigue aleteando asustado. —¡Spark, fuera de aquí! —ordena con voz firme—. ¡Ahora! —grita señalando la puerta y parece que le entiende, porque se sale—. ¿Está bien? —Me pregunta, mirándome preocupado—. ¿Le hizo algo? En ese momento recuerdo que estoy en ropa interior y tomo rápidamente la sábana para cubrirme. —Lo siento —Se disculpa, avergonzado—. No debí entrar así, pero escuché su grito y me imaginé lo peor.—Le tengo miedo a los animales y me asusté al encontrar esa gallina sobre la cama —explico. —No es una gallina —aclara—. Es un gallo, se llama Spark y si ve una ventana abierta, entra. —¿Spark? —cuestiono. Con el miedo no logré diferenciar si era gallina o gallo. —Sí —responde—. Es inofensivo, pero con sus gritos, se asustó—. Se acerca a la ventana y la cierra —No es recomendable dejar las ventanas abiertas durante la noche —aconseja—. Tuvo suerte de que en esta ocasión fuera Spark el que entrara y no algún animal más peligroso. —¿Qué tipo
Al salir de la ducha, me pongo un pantalón azul, una blusa blanca, seco mi cabello y lo dejo suelto. Después de ponerme mis cremas para el cuidado de la piel, me pongo un poco de brillo en los labios y máscara de pestañas, nunca he sido de usar maquillaje muy cargado, pero me gusta arreglarme. —Serenity —escuchó la voz de Haimi y me acerco para abrir. —Hola, hermosas—Las saludo, ya que viene acompañada de Jasmine. —¿Sabes conducir? —pregunta Haimi. —Por supuesto. —Mi padre, mi tío y mi abuelo están ocupados y Jasmine quiere ir a casa de Olivia, para pasar un rato con las niñas —explica—. ¿Podrías llevarnos? Tengo las llaves de la camioneta de mi padre. —¿Estás segura que no habrá ningún problema? —Claro, mi abuela nos dio permiso. —Bueno, mi agenda está desocupada —bromeo y sonríe—. Así que vámonos —digo, saliendo de la casa. La camioneta de Evan es bastante nueva. Nos subimos, me aseguro de que se pongan el cinturón y sigo las instrucciones de Haimi, para llegar al ranc
Han pasado algunos días y estoy mucho mejor de lo que imaginé, es verdad que me he mantenido ocupada con todas las invitaciones que me han hecho, he intercambiado varias recetas con Nélida y estoy aprendiendo a preparar postres deliciosos. Si bien me invitan a comer con ellos todos los días, en algunas ocasiones cocino algo sencillo en la casa, ya que estar cerca de Evan, cada vez me pone más nerviosa y no sé cómo disimular lo que me provoca. Hay un pequeño supermercado cerca y he comprado las cosas necesarias para no molestar todo el tiempo, pero si no voy, Haimi y Jasmine me visitan.Llamo a mis hijos todos los días y siguen de viaje, parece que están disfrutando bastante su estadía en Nueva York, aunque al parecer regresaran mañana a Seattle, ya que tienen que preparar todo lo de la universidad y por lo que me dijo Elán, su padre continúa mal. Lupita dice que no debo preocuparme y que siga disfrutando de mis vacaciones, pero es un poco difícil, sobre todo por mis hijos. Estoy aseg
—¿En este río se puede nadar? —pregunto, al ver el agua tan clara cuando pasamos cerca. —Sí, aunque no te lo recomiendo. —¿Por qué? ¿Hay animales? —No precisamente, pero mis tres hijos son resultado de nadar en ese río —menciona con diversión y me hace reír. —Bueno, yo iría sola o con las niñas, no creo correr ningún peligro —bromeo. —Cierto, aunque advertida ya estás —afirma y soltamos una enorme carcajada. —Confieso que me encantaría volver a ser madre. —Ya sabes, invita a algún vaquero a nadar y asunto solucionado —sugiere, moviendo las cejas con diversión. Las carcajadas continúan durante el trayecto, aunque eso de nadar con un vaquero, me hace recordar a ese que me ha llamado la atención desde la primera vez que lo vi, ahora creo que Lupita tiene razón en que debería disfrutar mi vida y sobre todo, en que necesito orgasmos y no precisamente bebidos. Llegamos a la casa y la ayudo a bajar todo. Me quedo a comer con ellos y después de unas horas, Olivia me lleva de regreso a
—Disculpe que la moleste, pero quería asegurarme que Haimi está bien —dice Evan cuando le abro. Verlo en pijama y sin sombrero, me parece un poco extraño, siento que se ve más joven, además puedo notar su preocupación y eso me provoca algo extraño en el pecho. Salgo y cierro la puerta detrás de mí, para no despertar a Haimi. —Está bien, se quedó dormida hace unos minutos —menciono—. Pero ya estaba más tranquila. Se acomoda en una de las sillas y pasa sus manos por el cabello con frustración. —Fui a buscarla a su habitación y al no encontrarla tampoco con mi madre, me imaginé que estaría aquí. —Llegó llorando desconsolada —explico—. Está pensando que quieres deshacerte de ella. —Eso jamás —garantiza—. Ella es mi vida entera.—Solo es un malentendido, estoy segura que después de que hablen, todo se aclarará.Asiente y toma aire. —Hace varios años, mi mujer tuvo un accidente automovilístico, en ese tiempo vivíamos cerca de Nevada y ella había ido a una consulta porque llevaba ti