Con la ayuda de Javier, Fabio se dejó caer con precaución en la banca de la iglesia, luchando por dominar el sudor que perlaba su frente. Atravesar el pasillo, sin mostrar ni un atisbo de dolor ante los saludos de conocidos, había sido un desafío.Y aunque ahora se apoyaba en un bastón debido a la lesión en la pierna sufrida días atrás, el recuerdo del instante en que despertó sobre el asfalto de la carretera que conducía a su hogar persistía. El dolor, la impotencia y luego la rabia se unieron con fragmentos borrosos de los eventos que llevaron a que se fractura la rodilla.Ni siquiera sabía por qué seguía vivo.—¿Necesitas algo? —preguntó Pablo tras él.—Estoy bien, gracias.Miró cómo los féretros blancos y de tamaños dispares estaban colocados uno al lado del otro frente a todos, y su mente lo llevó a momentos lejanos, donde la hermosa Susana Acevedo le sonrió por primera vez y él se dio cuenta de que se había enamorado de su manera de ser.Evitó con habilidad los momentos oscuros
Fabio volteó hacia los hombres Herrera y ellos sonrieron. Después de un rato, ambos le dieron palmadas discretas en los hombros antes de alejarse mientras las personas iban desocupando el campo santo. Raúl lo miró con intensidad antes de marcharse junto a los padres de Susana, quienes se despidieron de él como si fuesen inocentes. Sin embargo, los dejó ir sin reclamos, porque después de noches sin dormir cayó en la conclusión de que así lo habría querido su amiga.—Te espero en el auto.—No, no te vayas. —La detuvo con vigor un instante después de sentir su caricia en la mano. No quería verla marchar otra vez.—Necesitas despedirte —insistió, queriendo soltarse.—Quédate, vida —susurró acercándose—. No te alejes de mí nunca más.—No lo haré, pero necesitas tu espacio ahora—le respondió mirándolo a los ojos con una ternura que la comprimió el pecho—. Estaré con papá y Javier, allá.Señaló a lo lejos al par que hacía señas llamándola, pero antes Fabio colocó su mano tras la delgada nuc
Casandra entró a la espaciosa e iluminada cocina y admiró los modernos implementos en ella, aunque a decir verdad estaba más pendiente de las risotadas de los hombres de su familia a costa de Fabio, quien parecía haberse ganado sus corazones con muy poco esfuerzo.¿Acaso eso que revoloteaba en su pecho era la plenitud?—Hija, pero ¿qué hacen aquí todavía? —le preguntó su Madre mientras la veía servir más vino en las copas y luego sacó una caja con jugo y rio al recordar la expresión de resignación de Andrea cuando le entregaron la primera.—Mamá, pero si todos están empecinados en preguntarle cosas. ¿Qué quieres que haga?—Cariño, te desconozco. ¿Qué hablamos antes de que salieras como loca hacia acá?—Es que estoy nerviosa.Por primera vez sincerarse con su madre no se sintió como una debilidad y otra sensación en el pecho le hizo preguntarse si eso era natural.Ella, por su parte, la miró con diversión y le ofreció un vaso con whisky puro antes de decir:—Pues tomate esto, porque ya
No fue nada sencillo que tres mujeres se pusieran de acuerdo con todos los detalles de una boda. Discusiones que pudieron haberse evitado con tomar un avión a cualquier parte del mundo para casarse a solas, fueron el pan de cada día que los hombres Herrera y el único Andrade en las filas tuvieron que soportar durante meses.La Navidad y el año nuevo transcurrieron entre risas y buenos momentos entre familia, pero una semana después, reinó el caos y ninguno volvió a tener paz. Así que los fines de semana se inventaban cualquier excusa para escapar de toda pregunta que consideraran capciosa con respecto al dichoso evento.Fabio se estaba arrepintiendo tanto como Casandra de haber revelado sus intenciones en la fiesta de Año Nuevo, porque a partir de entonces, Angélica y Andrea se tomaron la atribución de ser sus asesoras, lo que se transformó en un juego de poderes escalofriante y del que todos preferían huir antes que enfrentar.Esa noche ambos fueron obligados a revisar con ellas la l
1. Risas incómodasFabio irrumpió en la oficina con energía desbordante, solicitando documentos y haciendo preguntas sobre diferentes clientes a su paso. Esther, su secretaria, lo siguió por el pasillo y atravesó la puerta de cristal detrás de él.Ella le entregó una camisa gris que colgaba de una percha, una taza de café y, con habilidad, le recordó las citas programadas para esa tarde mientras él se cambiaba.Él asentía con gesto distraído, desviando la mirada de vez en cuando para confirmar algunos datos en su computadora. Al notar que Esther no tenía intención de abandonar la oficina después de recibir el informe, la observó expectante, esperando escuchar si iba a agregar algo más.Esther no solía ponerse nerviosa por su presencia; de hecho, eso fue lo que le permitió conseguir el puesto. Era la única capaz de mantener su ritmo frenético, satisfacer su nivel de exigencia y entender la importancia de la confidencialidad en su área de trabajo. Toda una joya entre las secretarias de
Casandra borró la sonrisa en cuanto escuchó las puertas del ascensor, cerrarse tras de sí. Miró el camino de su media rota y suspiró, tratando de ignorar el temblor de sus piernas que ahora ocupaba toda su atención mientras avanzaba por el imponente pasillo.Habían pasado años desde la última vez que estuvo en aquel lugar por primera vez y, por un instante, la nostalgia se apoderó de ella y recordó de forma vívida el día en el que los nervios de su primer juicio le impidieron comer desde la noche anterior. Jamás olvidaría cuando, en medio del acalorado debate, su estómago decidió hacerse escuchar, provocando risas en toda la sala.Con el tiempo, aprendió a familiarizarse con la expectante sensación que la acompañaba en cada caso, siempre decidida a demostrar la inocencia de sus clientes. La sonrisa agradecida de los familiares al tener de regreso a sus seres queridos era como un elixir que la hacía sentir invencible. Pero cuando la derrota la alcanzaba, su capacidad de aceptarla se de
3. El veredictoFabio notó una extraña incomodidad al girarse y encontrarse con Casandra Herrera, quien lo observaba con intensidad. Sacudió la cabeza para enfocarse y centró toda su atención en el esposo de su cliente en el estrado.—En ese entonces, no tenía los recursos para asumir esa suma de dinero. Mi empresa está enfrentando numerosos problemas y tú lo sabes. —dijo el hombre, mirando a su esposa desafiante, como si la acusara por sus dificultades—. Nunca esperé tal nivel de codicia de ti, considerando que siempre fuiste tan… humilde.Fabio se enfureció, no podía tolerar ese juego al que estaban orillando a su cliente. Exponer su pasado de poca alcurnia, como si eso fuese suficiente para restarle méritos como madre. Se acercó de nuevo al estrado, esta vez con un gesto de congoja y extrema preocupación.El que estuviera en juego, la herencia de ese familiar y la petición de sus cuentas de empresa los tenía en esa situación, y ya no tenía marcha atrás.—Caballero, lamento mucho es
Casandra no pudo esperar a que Fabio terminara de hablar con el oficial de la sala, pero tomó nota: “Amable con el personal general”.La mirada depredadora de su exesposo fue suficiente para saber que no le importaría provocar un escándalo en pleno tribunal si ella se negaba a ir a su oficina, así que decidió evitarlo. Sara parecía estar de acuerdo con su decisión, porque sin decir una palabra la guio por un pasillo alterno hacia la salida del edificio.—Organicé casi todo lo que me pidió, excepto la fecha de entrega de su nuevo apartamento y el auto “seguro” que Javier y su padre insistieron en importar.—Bien, reserva por más tiempo el hotel. ¿Conoces un lugar discreto para almorzar?—La mayoría visita un local italiano aquí cerca.—Me parece perfecto.—¿Qué opina de Andrade? —preguntó Sara.—Fabio Andrade… —repitió lentamente su nombre y le encantó cómo sonaba en sus labios. Estuvo a punto de decir que él también le parecía perfecto, pero se contuvo, aunque la mirada risueña de su