—¿Qué haces aquí? —Casandra advirtió que Fabio tenía en sus manos en sus manos el retrato donde aparecía entre sus hermanos, sus protectores.Por primera vez lo notó inseguro de su siguiente movimiento y se deleitó con aquella imagen. Era verdad, ya lo extrañaba, pero tampoco le haría fácil lograr que lo perdonara solo por haber tomado ese avión y presentarse en casa de sus padres. —¿Cómo se encuentra tu hermano? —No soltaba el marco entre sus manos y si lo seguía sujetando de aquella forma, lo rompería por la fuerza ejercida. —Si querías saber sobre su estado, con una llamada hubiese
Fabio tuvo que contener la risa al ver la cara de circunstancias de una mujer tan segura como Casandra. Luego, reparó en la seriedad del rostro de su padre y sintió sudor y un fuerte escalofrío recorriendo su espina dorsal, mucho peor que cuando tuvo su primer alegato. —El hielo hace brotar las características dormidas del centeno, pero si se disuelve sabe insípido. No permita que deje de respetarlo por ello.El hombre le indicó el trago y a su vez el asiento, haciendo un gesto con la mano en su dirección a modo de invitación.Fabio siguió sus indicaciones en silencio, manteniendo la compostura a pesar de la situación. —Bien, caballero. ¿Así que alega ser novio de mi hija? —Señor, permita que me presente con formalidad. Fabio Andrade. —Le tendió la mano, pero la mirada mordaz que recibió, lo hizo sentirse tan pequeño como una bacteria. Acaso, ¿se burlaba de él?—. Lamento…Fabio reconsideró sus palabras mientras sostenía la mirada de Pablo, pretendiendo
En definitiva, algo muy malo sucedía con él. Estuvo listo y mirándose frente al espejo desde las seis de la tarde, aunque Andrea quedó en pasar por él a las siete y treinta. Pero, en su defensa, los nervios se habían vuelto incontrolables y debía prepararse en todos los aspectos, para así recobrar la serenidad y el control de sí mismo, porque no podía cometer errores. Dejó a un lado el vaso con whisky, ya que no quería llegar achispado a la casa de sus suegros. Y sonrió como bobalicón al darse cuenta de cómo los nombraba. Por un instante, se deleitó imaginándose la cara de amargado que tendría Pablo Herrera cuando llevara de visita a una Casandra en avanzado estado de gestación, solo para mostrarle que él hablaba en serio. Lo disfrutaría mucho. Su mente voló por diferentes escenarios, pues no era tan iluso para pensar que lo aceptaría tan pronto y que lo perdonaría sin hacerle pagar el mal rato. Casandra era una mujer difícil, con un fuer
Cuando un desastre inminente se avecina, tienes dos opciones: conformarte con ser un simple espectador o formar parte de él de manera activa, aunque tu función no implique un cambio en particular. Después que Fabio salió de la propiedad, Casandra tuvo una reunión con su padre por dos tortuosas horas que la dejaron exhausta. Sufrió de un interrogatorio tenaz y sin contemplación alguna, en el que él puso en tela de juicio sus verdaderas razones al viajar tan lejos y enfrentarse a uno de sus peores miedos solo para fundar su negocio. Ahora estaba frente al atractivo bribón que se coló en casa de sus padres por segunda vez, y que de forma taimada logró el beneplácito de su hermano más celoso; Javier.La turbó con ese beso sorpresa, sintió las rodillas incapaces de sostenerla y para su vergüenza, incluso se excitó por ello. Sin poder controlarlo, un gemido irreverente salió de su garganta y entonces supo que estaba perdiendo la batalla. Esa mi
Casandra sirvió la bebida y le ofreció una, él la tomo casi de un trago y carraspeó por el calor que atravesaba su garganta. Ella se sentó a esperar. Tarde o temprano él hablaría.Se dio cuenta de que nunca habían compartido detalles sobre cada uno de sus padres, en concreto, solo se contaron unas cuantas anécdotas del tipo de infancia que ambos tuvieron y la disciplina que impartieron con ellos y eso fue todo. Cómo imaginar algo así. Después de un rato más, se cansó de esperar en la silla. Se quitó las sandalias que llevaba y caminó hacia la orilla de la piscina, introduciendo sus pies y parte de sus piernas en ella con la botella en una mano y el vaso en la otra.Él llegó e hizo lo mismo sentándose a su lado. —Necesito salir de aquí. ¿Estarás bien? Casandra negó, sonriendo con amargura. Fabio estaba destrozado, ¿y se preocupaba por ella?, era el colmo. Se acercó a él sujetándolo del cuello con una mano, llegando a su rostro, besó sus pá
Fabio era consciente del nerviosismo del que era presa Casandra. Al detenerse frente a un semáforo en rojo y ser iluminados tenuemente por los negocios del exterior, pudo notar una mirada de espanto en ella y la forma en que evitó responder no fue nada sutil. Pero si ella pensaba que se cansaría, esperando una respuesta o dejaría el tema a un lado, era porque aún no lo conocía bien. Le divertía sobremanera que una mujer con semejante seguridad, como para amedrentar a una veintena de abogados en una junta, fuese tan cobarde y no quisiera enfrentar lo evidente. Josh solía enfatizar sobre la necesidad que muestran algunas mujeres en «reparar» producto varonil defectuoso a nivel emocional, pero Casandra no era así. Ella era del tipo que enviaba de paseo a hombres que, como él, cometían el error de llorar ante ella cuál infante desvalido.Esto, en definitiva, suponía un indiscutible retroceso. En su defensa, podía alegar que no tenía cómo sa
Al entrar al edificio, Fabio se dio cuenta de que su mala suerte continuaría hasta el fin de los tiempos. Andrea y su novio o su posible hermano, esperaban el ascensor en el recibidor y maldijo por lo bajo.A regañadientes hizo bajar a Casandra y se posicionó a sus espaldas, porque si ellos notaban el verdadero motivo de su apremio, no estaba seguro de que fuesen solidarios y desaparecieran.Javier se le quedó viendo de tal forma, que creyó enviaría a uno de sus guardaespaldas a eliminarlo, porque para hacerlo él mismo necesitaría un poco más de músculos.A fin de cuentas, le daba la razón a aquella mirada encendida. Había hecho llorar a su madre y cualquier hijo estaría igual. Andrea se giró y una mirada hacia Casandra provocó una sonrisa siniestra en ella. No podía ver su reacción en respuesta a aquel gesto, pero no supo si sonreír igual o temblar por aquella comunicación silenciosa entre ambas. —¿Irás al hospital? —preguntó Javier a su hermana, hosco.—Tempr
El sonido estridente de una alarma estuvo a punto de hacerlo caer de la cama. Palpó a su alrededor para dar con aquel ruido infernal sin lograrlo, así que hizo un gran esfuerzo por abrir los ojos.No se veía ningún aparato cerca, pero continuaba sin detenerse. Fabio se acercó a la gaveta opuesta de donde se encontraba, identificando el origen del bullicio.Al abrirla, no pudo evitar maldecir al verse sosteniendo un falo enorme, que vibraba y no paraba de sonar. Y empezó a dudar si seguía dormido y estaba en medio de una pesadilla. Se estaba volviendo loco mientras intentaba descifrar cómo apagarlo, pero el objeto ese parecía tener vida propia. No tuvo opción, lo llevó al baño y lo dejó bajo el chorro del lavabo. Si era electrónico debía provocar un corto circuito.<