El sonido estridente de una alarma estuvo a punto de hacerlo caer de la cama. Palpó a su alrededor para dar con aquel ruido infernal sin lograrlo, así que hizo un gran esfuerzo por abrir los ojos.
No se veía ningún aparato cerca, pero continuaba sin detenerse. Fabio se acercó a la gaveta opuesta de donde se encontraba, identificando el origen del bullicio.
Al abrirla, no pudo evitar maldecir al verse sosteniendo un falo enorme, que vibraba y no paraba de sonar. Y empezó a dudar si seguía dormido y estaba en medio de una pesadilla.
Se estaba volviendo loco mientras intentaba descifrar cómo apagarlo, pero el objeto ese parecía tener vida propia. No tuvo opción, lo llevó al baño y lo dejó bajo el chorro del lavabo. Si era electrónico debía provocar un corto circuito.
<—¿Te molestó lo del equipaje? —Andrea se aclaró la voz, fallando por completo al hablar con la voz temblorosa.Javier se le acercó por la espalda y le dio un beso en la mejilla sentándose a su lado. Se veían compenetrados y parecían sinceros entre ellos. —No, en lo absoluto. De hecho, te lo agradezco, pero ¿cómo…? —Me pertenece —interrumpió Javier mientras tomaba jugo de naranja—. El hotel donde te hospedas —aclaró.Javier mordió un croissant con tranquilidad, fingiendo lanzarle una mirada de enfado a su hermana cuando tomó asiento con ellos.Fabio se sintió un poco incómodo por no haber sabido eso de antemano. Sin embargo, no quería que su falta de conocimiento arruinara el buen ambiente. —¡Oh, vaya! No lo sabía, pero gracias por el detalle —dijo comiendo también y saboreando la delicia que tenía entre sus manos—. Deliciosos. ¿Dónde los compras? —preguntó señalando la mesa y tratando de cambiar de tema.Casandra, por otro lado, no parecía
Desde donde estaba, Casandra podía ver a su madre a través del cristal, y por su expresión corporal, parecía estar disfrutando con lo que le decía a su novio. Se censuró a sí misma por darle aquel apelativo, pero en cuanto notó que él se ponía pálido, su lado sobreprotector salió a flote.Y en eso se había convertido desde anoche: en su novio, su pareja. Ahora de forma oficial.Además, conocía de sobra la habilidad de su madre al menospreciar a cualquiera sin perder los estribos, por lo que estaba indecisa entre darles espacio para aclarar el tema que tenían en común o, intervenir y alejarlo de ella.Después de todo, no sería el primer pretendiente en salir corriendo después de conocer a sus padres. Sobre todo, si tomaba en cuenta la terrible historia que compartía él con su madre. Era verdad que la noche anterior se negó a propósito a pensar en ello, pero era evidente que el momento de enfrentarse con una decisión que no le pertenecía había llegado.Odiaba el hecho de que su madre tu
Fabio iba como en medio de una bruma en la que no podía procesar del todo lo ocurrido en aquella sala de espera. Hubiese dado casi cualquier cosa a cambio de tener esa información desde el principio.Por supuesto, siendo un niño quizá no la entendiera como correspondía, pero al menos no habría culpado a esa mujer de la muerte de su madre, porque el único culpable en todo ese asunto fue su padre.Necesitaba encontrar a Casandra para volver a respirar con un poco de normalidad, porque en ese momento, sentía que el aire no llegaba con propiedad a sus pulmones. Poco le interesó las sonrisas y el buen recibimiento de Javier, que ahora sabía, era su primo y de su mujer, Andrea. Solo quería salir de allí, pero con su novia.A pesar de avergonzarse por el comportamiento de su padre en el pasado, lo único que lo reconfortaba es que ya no existía ningún impedimento familiar que le dificultara su relación. Aunque si era sincero consigo mismo, así Javier hubiese resultado ser su hermano, él no se
Una vez sus hermanos menores estuvieron fuera, Alexander carraspeó y dirigió una mirada a un sofá de dos plazas a su derecha. Sin embargo, Fabio prefirió quedarse de pie y se acercó justo frente a él. Este sonrió de medio lado, luciendo como un cazador cuando la presa se coloca en la mira.—¿Y bien?Colocó sus brazos a los lados y crujió su cuello en un acto altanero. Sabía que no era necesario, pero estaba harto, sobre todo, de los hombres Herrera.Él no era un chiquillo o un pelele como para que intentaran humillarlo cuando se les antojara, y menos frente a la mujer que amaba. —Supe que amenazaste a Lowe. Aunque me decepcionó saber que no le diste una paliza.Seguía serio, así que Fabio solo asintió.No se iba a justificar frente a él, porque también seguía con esa espina en el pecho al no haber podido darle su merecido y esa sensación se intensificó cuando le contó a Josh lo sucedido.Este relacionó el nombre con una de sus amigas especiales y descubrieron que,
Indescifrable, esa fue la definición del rostro de Casandra cuando Fabio la sacó al pasillo para explicarle que iba a volver. Ella asintió al final de cada frase, con la vista fija al piso blanco reluciente del hospital, colocando ambas manos sobre sus caderas y se balanceó lado a lado, como si de esa forma pudiese equilibrar lo que sentía por dentro.Ambos tenían miedo por distintas razones.Casandra temía que la premura por velar por «su amiga», como le repetía cada dos segundos respaldando su monólogo, fuese solo una venda que no había terminado de caer del rostro masculino.Se preguntó si tarde o temprano Fabio se daría cuenta de que no podía dejar de amar a esa mujer, y que en realidad era ella el espejismo en su camino. Una vía alterna para fingir que pretendía reiniciar su vida con alguien más.Fabio temía por la seguridad de la mujer que amaba ante la revelación de Alexander y a lo que la expondría, en caso de que Raúl estuviese implicado en la desaparición de Susana. Se preg
No era la primera vez que Fabio viajaba en un avión privado, pero le llamó la atención la familiaridad con la que los empleados trataban a Casandra. Mientras ella se dirigía a cada uno por su nombre y les preguntaba hasta los más ínfimos detalles de su vida. Los conocía a todos.Planeó salidas con los hombres de seguridad, como si de amigos de toda la vida se tratasen, y ambos perdieron la imagen de impenetrabilidad que mostraron frente a Pablo Herrera en tierra. Sobre todo el que se llamaba Hunter.Como eran igual de jóvenes que ellos, Fabio se obligó a relajarse a su lado, sabiendo que no sería tan incómodo como lo había imaginado. Y gracias a su nueva actitud, ellos le contaron varias anécdotas de los escapes nocturnos de su novia, dentro y fuera del país. Todo eso aunado al sinfín de problemas que ocasionaba en los bares por golpear a algún hombre que se propasaba, no con ella, sino con cualquier chica presente.De un momento a otro y mientras tomaban altura, ya tenían organizado
Casandra estaba dividida en dos: su yo profesional, segura de sí misma, que debía acudir de inmediato al bufete para ponerse al tanto de los detalles del caso de desaparición de Susana, o su yo humano, imperfecta y desconfiada, que notaba cuantas notificaciones recibió Fabio desde que encendió su móvil al aterrizar.Lo peor de todo es que no sabía cuál la dominaría al final. Maldito el momento en que le había pedido a Andrea que le consiguiera un aparato nuevo después de haberlo roto contra la pared cuando discutieron. Quizá si no lo hubiese hecho, lo tendría ahora en su cama, convencido de que las autoridades avisarían de cualquier novedad, y no tenía que conformarse con el rapidito del avión.Y acababa de comprobar, de primera mano, que el peor consejero que puede tener una mujer, es una sesión de sexo poco satisfactoria.De reojo notó como Hunter la miraba y recordó cuanto se divirtieron en Grecia hacía tres años, o en Dubai el año anterior, cuando tuvo que ayudarla, fingiendo que
A pesar de todos los problemas a los que debía enfrentarse, Fabio iba satisfecho al conseguir que Hunter lo acompañara después de confirmar sus conjeturas. No, de ninguna manera iba a dejar a ese, cara de matón con ella, y menos con lo poco que la había saciado en el avión. ¿Inseguro? Algo. ¿Posesivo? Por supuesto. Fabio resopló acomodándose lo mejor que pudo para que se le pasara el dolor. No serviría pretender que ninguno de los hombres de seguridad de los Herrera vio cuando Casandra lo subyugó frente a ellos sin ningún pudor, para hacerse entender. Y más que la palpitante sensación, fue el ego magullado lo más molesto. —¿No dirás nada?—¿Señor…? —Oh, vamos, puedes tutearme.—Como ordenes. Solo te diré que te trata con demasiada suavidad. —La risita que emitió el sujeto fue acompañada de sus hombros, los que alzó poco después como una miserable disculpa. —¿A qué te refieres?—Después de lo sucedido con su ex, ella se entrenó con un militar israelí por casi dos años. Este le