Indescifrable, esa fue la definición del rostro de Casandra cuando Fabio la sacó al pasillo para explicarle que iba a volver. Ella asintió al final de cada frase, con la vista fija al piso blanco reluciente del hospital, colocando ambas manos sobre sus caderas y se balanceó lado a lado, como si de esa forma pudiese equilibrar lo que sentía por dentro.Ambos tenían miedo por distintas razones.Casandra temía que la premura por velar por «su amiga», como le repetía cada dos segundos respaldando su monólogo, fuese solo una venda que no había terminado de caer del rostro masculino.Se preguntó si tarde o temprano Fabio se daría cuenta de que no podía dejar de amar a esa mujer, y que en realidad era ella el espejismo en su camino. Una vía alterna para fingir que pretendía reiniciar su vida con alguien más.Fabio temía por la seguridad de la mujer que amaba ante la revelación de Alexander y a lo que la expondría, en caso de que Raúl estuviese implicado en la desaparición de Susana. Se preg
No era la primera vez que Fabio viajaba en un avión privado, pero le llamó la atención la familiaridad con la que los empleados trataban a Casandra. Mientras ella se dirigía a cada uno por su nombre y les preguntaba hasta los más ínfimos detalles de su vida. Los conocía a todos.Planeó salidas con los hombres de seguridad, como si de amigos de toda la vida se tratasen, y ambos perdieron la imagen de impenetrabilidad que mostraron frente a Pablo Herrera en tierra. Sobre todo el que se llamaba Hunter.Como eran igual de jóvenes que ellos, Fabio se obligó a relajarse a su lado, sabiendo que no sería tan incómodo como lo había imaginado. Y gracias a su nueva actitud, ellos le contaron varias anécdotas de los escapes nocturnos de su novia, dentro y fuera del país. Todo eso aunado al sinfín de problemas que ocasionaba en los bares por golpear a algún hombre que se propasaba, no con ella, sino con cualquier chica presente.De un momento a otro y mientras tomaban altura, ya tenían organizado
Casandra estaba dividida en dos: su yo profesional, segura de sí misma, que debía acudir de inmediato al bufete para ponerse al tanto de los detalles del caso de desaparición de Susana, o su yo humano, imperfecta y desconfiada, que notaba cuantas notificaciones recibió Fabio desde que encendió su móvil al aterrizar.Lo peor de todo es que no sabía cuál la dominaría al final. Maldito el momento en que le había pedido a Andrea que le consiguiera un aparato nuevo después de haberlo roto contra la pared cuando discutieron. Quizá si no lo hubiese hecho, lo tendría ahora en su cama, convencido de que las autoridades avisarían de cualquier novedad, y no tenía que conformarse con el rapidito del avión.Y acababa de comprobar, de primera mano, que el peor consejero que puede tener una mujer, es una sesión de sexo poco satisfactoria.De reojo notó como Hunter la miraba y recordó cuanto se divirtieron en Grecia hacía tres años, o en Dubai el año anterior, cuando tuvo que ayudarla, fingiendo que
A pesar de todos los problemas a los que debía enfrentarse, Fabio iba satisfecho al conseguir que Hunter lo acompañara después de confirmar sus conjeturas. No, de ninguna manera iba a dejar a ese, cara de matón con ella, y menos con lo poco que la había saciado en el avión. ¿Inseguro? Algo. ¿Posesivo? Por supuesto. Fabio resopló acomodándose lo mejor que pudo para que se le pasara el dolor. No serviría pretender que ninguno de los hombres de seguridad de los Herrera vio cuando Casandra lo subyugó frente a ellos sin ningún pudor, para hacerse entender. Y más que la palpitante sensación, fue el ego magullado lo más molesto. —¿No dirás nada?—¿Señor…? —Oh, vamos, puedes tutearme.—Como ordenes. Solo te diré que te trata con demasiada suavidad. —La risita que emitió el sujeto fue acompañada de sus hombros, los que alzó poco después como una miserable disculpa. —¿A qué te refieres?—Después de lo sucedido con su ex, ella se entrenó con un militar israelí por casi dos años. Este le
El salón del hotel resplandecía con luces tenues y centelleantes, mientras las risas y los susurros de la alta sociedad flotaban en el aire. En el centro, mesas adornadas con arreglos florales exquisitos albergaban a los invitados de la gala benéfica, mientras Andrea corría de un lado a otro dando órdenes y haciéndose cargo de todo.Javier iba tras ella a cada paso, tratando de controlarla debido a su avanzado embarazo, pero Casandra no podía centrarse en otra cosa que no fuera las puertas de la entrada y el teléfono.Llevaba un vestido impresionante que fluía como una cascada de seda roja que Fabio le había enviado esa misma tarde, junto a un hermoso collar de diamantes que iba a juego con una pulsera. El paquete llevaba consigo una nota escrita a mano que ahora era estrujada bajo su mano con fuerza:Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.Si eso fuera así, no estaría sola en este momento.Ella trató de saludar a cada invitado que se le acercó con una sonrisa radiante. Porque esta
Fabio se sentó sobre el suelo maloliente de su celda, después de ser sometido por dos agentes policiales. Al menos estaba recluido fuera del hacinamiento en el que fue asignado al principio, ahora como sospechoso en prisión preventiva.Solo porque uno de los detectives del caso le dio información extraoficial sobre una nota encontrada entre las pertenencias de Susana, donde indicaba un lugar, una fecha y una hora que coincidía con la gala benéfica de los Herrera.Jamás se le cruzó por la cabeza que en esa zona tan peligrosa de la ciudad iba a encontrarla, casi sin vida, sangrando, inconsciente. Sus manos temblaron de nuevo al notar las manchas de sangre que aún las cubrían.Nunca iba a olvidar aquella sensación de impotencia y miedo al sostener su cuerpo frío, inerte. Negó, sosteniendo su cabeza. Tratando de idear una forma de averiguar qué había sido de ella.No le importó que al menos un minuto después de dar con Susana, un par de policías iluminaron su rostro con una linterna y le
Casandra se impacientó en su tercer recorrido al pasillo de la sala de espera donde debía aguardar. Al no ser familiar de Susana, no tenía autorización de verla. Por lo que, su única salida era que Josh le echara una mano con el protocolo.No quiso avisarle a nadie sobre su cambio de planes, pero las fotos que Sara, su asistente, le entregó, la dejaron con un nudo en el estómago. Ella tenía fuertes lazos con uno de los detectives que llevaba el caso y le informó que, cuando se dieron cuenta de que Susana estaba vinculada con Raúl Díaz, todo cambió en la línea de investigación. —Hola, mi alma gemela… —saludó Josh mientras se quitaba el gorro que usaba en sus operaciones y se acomodaba el lacio cabello color azabache.—Te ves terrible —mintió Casandra al verlo y es que a pesar de las ojeras que se notaban a simple vista, parecía recién salido de una sesión de fotos.Era atractivo y ahora después de aquella noche estaba más que segura de que si no hubiese visto a Fabio
Hunter la esperaba afuera y aceleró el paso para ponerse frente a ella, impidiéndole el avance. Cuando lo miró con cara de pocos amigos, él señaló abajo y la hizo darse cuenta de que seguía descalza y con los zapatos en la mano. Así que se negó a pensar en los cuchicheos del personal judicial que despertó en los pasillos que acababa de dejar atrás. —¿Estás bien? —Su ceño se arrugó y reconoció esa mirada de interrogatorio militar, así que fingió estarlo.—Claro, solo estoy muerta de cansancio. Llévame a casa de Josh. —Siguió caminando hacia el auto que se acercaba por la calle.—El médico no se encuentra en su casa. —El tono reprobatorio provocó que se girara.—No te lo he preguntado, Hunter. Te ordené que me llevaras a su casa. Obedece.El rubio asintió con la mandíbula tensa. Ella no tenía ni las fuerzas ni las ganas de discutir con él. Por el contrario, estaba sumamente agradecida, porque lo conocía y sabía que hubiese sido sencillo para él limitar sus recursos y exper