37. Confesión

Susana

Susana sintió el aroma de Fabio muy cerca y experimentó una mezcla de alivio y anhelo por estar entre sus brazos de nuevo. Él le dio unas palmadas delicadas en el hombro, como si temiera tocarla, y Susana estuvo a punto de echarse a reír.

Tal vez su atuendo no era tan sugerente como había pensado, pero abrió los ojos, fingiendo sorpresa, y se estiró, dejando al descubierto su pequeño conjunto de seda rosa, su color favorito en la ropa interior. Y con enorme satisfacción pudo descubrir cómo Fabio la recorría entera.

La seguía deseando y no era para menos. Habían compartido demasiadas cosas juntos para que de la noche a la mañana se esfumaran por una relación incipiente. Esa era su señal.

—Hola, Fabio. No estaba segura de si volverías a casa, y me dio pena mover todo lo que hay sobre la que solía ser mi cama. —Se inclinó a abrazarlo, pegándose a él como si quisiera fundirse en su piel—. ¿Cómo estás? ¿Ya comiste? ¿Solucionaste el malentendido con esa chica?
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