Problemas 1Aun en esa cafetería seguía evaluando la posibilidad de hablar con Casandra para pedirle que se mudara con él. Necesitaba formalizar aquello sin nombre que tenían y que le sentaba tan bien, cada noche que se separaban anhelaba volver a dormir con la misma placidez con la que lo hacía a su lado. Sentía que no necesitaba nada más.La verdad es que desde el día que ayudó a Casandra en las compras para remodelar su apartamento, no había vuelto a pensar en Susana ni en los posibles problemas que tendría. Después de hablar con sus padres y avisarle que todo estaba bien, decidió hacer un cambio en la forma y la frecuencia de comunicarse. Una noche vio en el periódico un titular en la sección rosa, donde se preguntaban quién era la mujer que acompañaba a Raúl en una fiesta y se hacía énfasis sobre la ausencia de su esposa, pero para ser sincero no se le ocurrió preguntar. Y no lo volvió a recordar hasta que la tuvo enfrente, mientras esperaba que Casandra saliera. A
SusanaSusana sintió el aroma de Fabio muy cerca y experimentó una mezcla de alivio y anhelo por estar entre sus brazos de nuevo. Él le dio unas palmadas delicadas en el hombro, como si temiera tocarla, y Susana estuvo a punto de echarse a reír. Tal vez su atuendo no era tan sugerente como había pensado, pero abrió los ojos, fingiendo sorpresa, y se estiró, dejando al descubierto su pequeño conjunto de seda rosa, su color favorito en la ropa interior. Y con enorme satisfacción pudo descubrir cómo Fabio la recorría entera.La seguía deseando y no era para menos. Habían compartido demasiadas cosas juntos para que de la noche a la mañana se esfumaran por una relación incipiente. Esa era su señal. —Hola, Fabio. No estaba segura de si volverías a casa, y me dio pena mover todo lo que hay sobre la que solía ser mi cama. —Se inclinó a abrazarlo, pegándose a él como si quisiera fundirse en su piel—. ¿Cómo estás? ¿Ya comiste? ¿Solucionaste el malentendido con esa chica?
Fabio salió del apartamento con la cabeza dando vueltas. No sabía exactamente qué estaba haciendo ni hacia dónde se dirigía. La cercanía de Susana, sus gestos, su mirada, todo en ella le había expresado su deseo con tanta seguridad que no podía creer cuánto había cambiado. Y eso lo tenía desconcertado. La mezcla de sus propios sentimientos y la reacción inusual de Susana lo estaban llevando al límite de la locura. Sentirse excitado en ese momento lo hacía sentir como un patán, pero la lucha interna no terminaba ahí.Mientras reflexionaba sobre su situación, sabía que, técnicamente, no estaría engañando a nadie si cedía ante la atracción. Casandra y él no tenían una relación definida, y ella misma lo dejaba claro una y otra vez.Sin embargo, su reacción tras el cristal y lo que él sentía revelaban que, de alguna manera, se habían convertido en exclusivos, sin importar si ella estaba consciente de ello o no.Casi le saca una risa irónica pensar en lo que Josh diría
No mentiría, tuvo pesadillas y el cielo gris que la saludó por la mañana tampoco auguraba un buen día. Casandra se levantó de mala gana después de haber dormido poco y mal. En lugar de azúcar, le puso sal a su café y para continuar con su pie izquierdo, llegó tarde a la audiencia debido al tráfico. Y al final, todo su esfuerzo fue en vano, porque había sido pospuesta por la juez por dos semanas más. Creía que nada podía ir peor cuando lo vio al final del pasillo y sintió que las piernas no le respondían. Quería correr en dirección opuesta y evitar que la viera, porque de solo escuchar su voz y mirar su sonrisa le provocaban escalofríos.Ese hombre jamás perdía los estribos ni se salía de su papel al hacerle daño, se mantenía fresco y tranquilo como si dentro de él no existiera mejor aliciente o afrodisíaco que lastimarla. A su frialdad era lo que le temía, nunca sabía cuándo cruzaba la línea con él. Cuando estaban casados, solía sonreír por algún comentario
Nada salió bien con Casandra. Ella se alejó de él con una mirada de reproche y desconfianza, después de señalarle algo en el cuello cuando estaban en el baño. Él se quedó atónito, sin saber qué decir. Se vio en el espejo y notó la marca que le había dejado Susana, una huella que empezaba a cambiar de color de manera alarmante.Cada tono amoratado parecía acusarlo de traición. No se percató de ello la noche anterior, y tampoco esa mañana al vestirse. Jamás se imaginó que la dulce Susana que conocía se había convertido en ese tipo de mujer.Quiso salir corriendo tras Casandra y aclararle aquello, decirle que no significaba nada, que ella era la única que le importaba. Pero no podía irse, debía esperar el fallo de uno de sus casos, así que a regañadientes tenía que aguardar hasta el siguiente día que era sábado para hablar con ella. Permaneció en una cafetería cercana al juzgado, nervioso y culpable. El ruido de las conversaciones animadas a su alrededor llenaban el ambiente m
La espera se estaba convirtiendo en una odisea. Solo le rogaba al cielo esperar hasta que ella llegara a ayudar a su familia y saber con certeza qué era lo que tenía su hermano, Alexander.En situaciones como esas, odiaba el hermetismo en que se manejaban sus padres con el tema. Con la excusa de no preocuparla, la dejaban peor al no darle ninguna información. Entonces, se veía obligada a crear un recuento de los casos más graves de sus series de médicos favoritas y eso la convertía en un verdadero dolor de cabeza para los doctores.Se estaba volviendo loca, porque ni Javier, su hermano; ni Andrea, su mejor amiga, respondían el teléfono. La última vez que habló con ella había sido temprano por la mañana y era para saber cómo se encontraba después de lo de Fabio.Era la hermana que nunca tuvo y ahora se preguntaba por qué diablos se fue de esa casa, alejándose de su familia. Un jugoso acuerdo como socia de una firma ya no parecía tan atractivo como al inicio. Sobre el r
—¿Qué haces aquí? —Casandra advirtió que Fabio tenía en sus manos en sus manos el retrato donde aparecía entre sus hermanos, sus protectores.Por primera vez lo notó inseguro de su siguiente movimiento y se deleitó con aquella imagen. Era verdad, ya lo extrañaba, pero tampoco le haría fácil lograr que lo perdonara solo por haber tomado ese avión y presentarse en casa de sus padres. —¿Cómo se encuentra tu hermano? —No soltaba el marco entre sus manos y si lo seguía sujetando de aquella forma, lo rompería por la fuerza ejercida. —Si querías saber sobre su estado, con una llamada hubiese
Fabio tuvo que contener la risa al ver la cara de circunstancias de una mujer tan segura como Casandra. Luego, reparó en la seriedad del rostro de su padre y sintió sudor y un fuerte escalofrío recorriendo su espina dorsal, mucho peor que cuando tuvo su primer alegato. —El hielo hace brotar las características dormidas del centeno, pero si se disuelve sabe insípido. No permita que deje de respetarlo por ello.El hombre le indicó el trago y a su vez el asiento, haciendo un gesto con la mano en su dirección a modo de invitación.Fabio siguió sus indicaciones en silencio, manteniendo la compostura a pesar de la situación. —Bien, caballero. ¿Así que alega ser novio de mi hija? —Señor, permita que me presente con formalidad. Fabio Andrade. —Le tendió la mano, pero la mirada mordaz que recibió, lo hizo sentirse tan pequeño como una bacteria. Acaso, ¿se burlaba de él?—. Lamento…Fabio reconsideró sus palabras mientras sostenía la mirada de Pablo, pretendiendo