CAPITULO 38 NOCHE MÁGICA II

ADAM

Me daba igual de que tratase la obra, no podía quitarle los ojos de encima a ella.

A mi diosa personal.

Estaba condenadamente caliente, si no hubiésemos traído a los niños, ella estaría haciendo eco a los canticos con sus liricos gemidos. Estoy tan perdido en ella que el tiempo se fue volando.

Para cuando terminó la obra, ella lloraba de la emoción, los niños aplaudían y eso solo me impulsaba a adelantar lo que iba a hacer. Pero, si lo hacía, el plan que los niños y yo teníamos iba a irse por el caño.

Ahora seré una figura fija para ellos, ya no puedo hacer más estupideces.

Después del teatro fuimos al restaurante, hice que mi asistente rentara la zona, estaba amenazado con que si la reservación no se hacía correctamente lo iba a echar a patadas.

En este lugar, cuando Holly volvió a quitarse el abrigo, las luces tenues hicieron titilar su vestido, proyectándole diminutos destellos a su piel, su dulce piel.

—¿Qué? —se llevó una mano al rostro, preocupada—¿tengo algo?

Sonreí lento.
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