¡No la salvé!

—¡Hay que llevarlo a un hospital!—gritó Arlet, al ver toda la sangre que manchaba las ropas del hombre.

Luke cerró los ojos con fuerza y presionó el punto exacto de la herida, como si de esa forma pudiese evitar que la sangre se escurriera. Simplemente, no quería hacer un escándalo de esto, pero lo cierto era que…

—¡No!—volvió a gritar la joven, al ver cómo el hombre se desplomaba ante sus ojos.

Un grupo de sujetos lo trasladaron a un vehículo cercano, uno que no era el mismo en el que habían llegado. Inmediatamente, Horacio apareció en escena, extremadamente agitado.

—Hay que llevarlo a la casa. ¡Rápido!—ordenó.

—¡Necesita un hospital!—se rehusó Arlet, con vehemencia.

—¡No!—la silencio el hombrecito, como si lo que hubiese dicho fuese una completa idiotez.

—¡Usted no entiende, hay que…!

—¡La que no entiendes eres tú!—le gritó en respuesta—. Si mi jefe se despierta y se encuentra en un hospital, se enfurecerá. ¡Hospitales! ¡Policías! ¡Son obstáculos, nada más!

A Arlet no le quedó
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