No hay diferencia

—Estoy embarazada—anunció Kenia a Luke, entrando en su oficina y colocando sobre su escritorio dos pruebas de embarazo.

El hombre ni siquiera se detuvo a mirar los objetos que eran una clara evidencia de sus palabras, simplemente se limitó a decir:

—Deshazte de él—sus ojos azules fijos en los verdes.

—Es tuyo—completó la mujer, esperando que cambiará de parecer.

—No me importa si lo es.

La respuesta fue una clara muestra de indiferencia, lo cual le hizo empuñar las manos a su costado con rabia.

—Pues debería importarte, porque es… ¡Tu hijo!—soltó lo último, sintiéndose frustrada.

—¡Sabes bien que no hay espacio para niños en nuestro mundo!—explotó Luke, dando un golpe seco sobre la madera del escritorio.

Kenia se echó hacia atrás ante su agresividad, pero no se acobardó.

—Pues lo siento por ti, pero tendrás que hacerle un espacio a nuestro hijo.

El hombre rodeó el escritorio con grandes zancadas y la tomó con fuerza del brazo.

—No querrás saber las maneras que se me ocur
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