Capítulo 5. Secretos.

Más tarde esa noche, después de comer, despedir lobas y darme un baño, me dirigí hacia la habitación del tío Karel.

La primera vez que había entrado en la torre en donde se encontraba la habitación, nadie me había detenido por lo que me imaginé que no estaba prohibido. Fue precisamente en el primer verano en el que vine al reino Central.

Como la pequeña mocosa curiosa que era, me puse a vagar por el lugar hasta que di con esa enorme habitación.

Lo primero que noté fue que todo estaba decorado en tonos dorados; era una hermosa habitación pero algo… falta de color.

En aquél entonces estaba yo en mi etapa artística así que se me ocurrió correr por donde había venido para encontrar a algún sirviente que me trajera unas cuantas pinturas para ayudar a que esa habitación se viera hermosa.

Lo primero que “embellecí” fueron las cortinas. Algunos lobos por aquí y por allá, algunos corazones porque, ¿A quién no le gustan lo corazones?, algunos arcoíris y muchísimas flores.

Estaba dando los toques finales cuando alguien abrió la puerta de la habitación sacándome la vida del susto y luego cerró la puerta con un fuerte golpe. Menos mal que solo era mi tío.

-Hola, tío Karel. – Dije con una brillante sonrisa. - ¿Te gusta?

Tío Karel me miró, luego miró sus cortinas por un largo tiempo. La habitación estaba mortalmente callada hasta que me preguntó en un suave susurro que si mi madre me había mandado a jugar con sus cortinas.

Yo fruncí el ceño.

-No, ¿Por qué lo haría? Yo solo quería poner la habitación más bonita. - Dije volteando a ver mi obra de arte con mucho orgullo.

Mi tío suspiró fuertemente a mi espalda.

-Si no fuera por tus preciosos ojos violetas, pensaría que has regresado el tiempo solo para atormentarme. – Murmuró. – Hazme un favor y no le digas a nadie que has entrado a mi habitación, a cambio puedes seguir dibujando ¿Trato?

-¿Por qué? – Pregunté confundida.

Me miró un segundo antes de salir por la puerta. Miré curiosa su partida insegura sobre qué había sido todo eso.

Me encogí de hombros e iba a seguir haciendo arcoíris, pero el tío Karel regresó con un retrato de al menos mi tamaño.

-Finge que nunca has visto esto, pequeña. – Dijo subiendo a la cama y colocándolo en la pared de la cabecera. – Justo hoy lo han terminado.

Yo lo miré confundida.

-¿Por qué tienes un retrato de mi madre enojada?

Mamá se encontraba sobre una pendiente fulminando con la mirada hacia el frente. En el fondo se podía ver el castillo del tío Karel, algunas flores y un bonito atardecer.

-Porque nunca la conocí en otro estado de ánimo. – Dijo antes de mirarme. – Te han quedado preciosas las cortinas pero, ¿Por qué no lo intentas con un bordado? En cuanto las lobas laven eso, me temo que se despintará.

-No sé bordar. – Dije con un puchero.

-Yo conozco a alguien que te puede enseñar. – Dijo con media sonrisa. – Y eso también puede ser nuestro pequeño secreto.

-Oh… - Dije pensándolo por un segundo. Sonaba algo aburrido, sin embargo mi tío tenía razón en que no duraría para siempre la pintura y eso sería una pena. – De acuerdo. ¿Por qué todo esto es secreto?

-Porque estoy muy seguro de que a tu madre no le gustaría. – Dijo con una carcajada.

No estaba segura si hablaba del retrato o de nuestra pequeña aventura de bordado, pero asentí de todas formas.

Así fue como conocí por primera vez a la abuela Isabella. Ella vivía en una pequeña y tosca cabaña en los terrenos del jardín del castillo. No le agradé inmediatamente, pero con mucha paciencia, encanto y sobornos en forma de chocolate, conseguí que me enseñara a bordar.

Dejé atrás los recuerdos y toqué a la puerta de mi tío.

-Adelante.

Abrí la puerta y asomé mi cabeza. Mi tío se encontraba sentado detrás de su escritorio revisando algunos papeles. Levantó la vista y me hizo una señal para que entrara y me sentara delante de él.

-¿No es un poco tarde para trabajar? – Pregunté suavemente.

-Lo es. – Dijo con un suspiro. - ¿Qué sucede, cariño?

Paseé mi mirada por su habitación. Las cortinas con mis cutres bordados le daban vida y color, justo como pensé que lo haría hace casi diez años. El retrato de mi madre ahora estaba acompañado por un retrato de cada uno de mis hermanos  en diferentes poses arrogantes. Hasta  hace dos años, mi hermano Erick no estaba ahí.

-¿Por qué no estoy en tu pared? – Pregunté medio ofendida y muy curiosa.

-Porque he esperado a que cumplas tus tiernos dieciséis, como todos tus hermanos en esos retratos. – Dijo mirando en la misma dirección. – Además, pensaba poner el tuyo en mi oficina.

Yo lo miré e hice un puchero. Después de unos segundos suspiró y se frotó los ojos.

-Bien, pero quiero que poses junto a mí.

-¡Hecho! – Dije feliz dando algunos brinquitos en mi asiento. – También deberíamos invitar a la abuela Isabella, estoy segura de que le encantará.

-Y yo estoy seguro de que no. – Murmuró con una sonrisa antes de ponerse serio. – Así como estoy seguro de que no es a hablar sobre mi decoración a lo que has venido, pequeña.

Bueno, hora de hablar de cosas incómodas.

-Bueno, de hecho quería hablar sobre cambar el color del castillo, pero eso puede esperar. – Dije como un intento de broma que me valió solo una ceja arqueada. Tomé aire antes de responder. - Sir Kyrian no me ha ofendido de ninguna forma. – Dije con cuidado.

Tío Karel alzó las cejas sin decir una sola palabra. Cuando no continué, él presionó un poco.

-Entonces, ¿Por qué lo has estado evitando? – Preguntó confundido.

Yo suspiré y miré mis dedos en mi regazo.

-Son cosas mías.

-¿Cosas que no puedes compartir conmigo?

Levanté lo ojos al oír la incertidumbre en su voz. Decidí ser lo más honesta posible.

-¿Sabías que el príncipe Jack, del reino del Este, es el hijo biológico de sir Kyrian? – Pregunté.

-Me enteré hace un par de años, si. ¿Es importante eso? – Preguntó frunciendo el ceño.

Bueno, ¿Qué más da? No es como si fuera un secreto a estas alturas.

-Jack siempre me ha gustado. - Dije comenzando a sonrojarme. Vomité las palabras antes de que me arrepintiera. – Y muy recientemente he confesado mis sentimientos.

Mi tío parpadeó lentamente y luego volvió a parpadear.

-¿Y el príncipe… no ha correspondido a tu afecto? – Preguntó lentamente al ver mi cara.

-Eh… no es el punto. – Dije queriendo ocultarme bajo una roca. – Es solo que me avergüenza la situación y, de ser posible, me gustaría no ver a la versión mayor del lobo más de lo necesario. Al menos, hasta que pueda superar la situación. – Dije murmurando esto último bajito.

Me miró por un largo rato antes de abrir sus brazos de par en par. Yo me levanté rápidamente y rodeé el escritorio para sentarme en su regazo y esconder mi cara en su cuello.

Tío Karel siempre olía a otoño y mandarinas, una extraña pero reconfortante combinación.

-¿Quieres que destruya su reino? – Preguntó con voz tranquila mientras acariciaba mi cabello. – Puedo enviar a tu prima Dania en mi barco más veloz y eliminar al cachorro antes de que llegue mi flota e incendie hasta la última planta del lugar.

Yo escondí una sonrisa porque sabía que hablaba en serio.

-No es necesario, tío. – Dije suavemente. – No puedes matar a todo lobo que me rompa el corazón.

- Por supuesto que puedo; al demonio la guerra y todo el molesto papeleo. De todas formas mis hombres han estado muy tranquilos y les vendría bien el ejercicio.

Yo negué con la cabeza y él suspiró.

-Si cambias de opinión…

-Serás el primero en saberlo. – Dije solemne acurrucándome aún más. – De todas formas no hubiera funcionado conmigo siendo tu heredera y todo eso.

Alguno de los dos tendría que renunciar a su trono y, por supuesto, no sería yo.

-Ah. – Dijo pensativo. Sabía que con mi última declaración sumaría dos más dos. – Me estaba preguntando por tu repentino cambio de opinión sobre heredar el reino. -Eres muy inteligente, cachorra. Aunque, no me sorprende, tienes muy buenos genes de dónde heredar ese cerebro.

-¿Y supongo que te refieres a ti, tío? – Dije con una carcajada y con la tristeza de mi corazón roto atrás.

-Por supuesto que si. – Dijo despeinando mi cabello. – Ahora, ya que estás aquí, quisiera hablar contigo acerca de un tema.

-¿Es sobre Lady Gabriela y su hija kara? – Pregunté curiosa. – Porque si es así, ya envié a Troy a buscar más información.

-Estoy seguro de que mi sobrino hará un excelente trabajo de inteligencia que ni siquiera Kyrian sería capaz de proporcionar. – Dijo divertido. – Pero no es sobre eso. Aunque me alegro de que seas proactiva; se trata del asunto de Víctor.

Con todo lo que había estado pasando últimamente, había dejado relegado al fondo de mi mente ese pequeño asunto.

-¿Qué hay con él?

-No hay información sobre el tipo; es como si la tierra se lo hubiera tragado. Se me había ocurrido enviar a Dania a preguntarle directamente al rey Jared sobre el tema. – Dijo acariciando mi espalda. – Sin embargo, quizá sea mejor enviar a Kyrian para que tengamos un descanso de su fea cara por un tiempo. ¿Qué dices?

-Yo digo que debe de investigar a fondo el asunto… en el Sur. – Dije con una sonrisa conspiradora. - ¿Quién sabe? Tal vez pueda encontrarse con una conspiración en el territorio y entonces tengas que usar a tus muy aburridos soldados y tu flota.

Ambos sabíamos que estaba bromeando porque el Sur no tenía motivos para atacarnos o espiarnos; y, de todas formas, actualmente ellos eran los que legislaban las leyes del comercio entre continentes al haber ganado dos años consecutivos La Competencia de Fuerza. No se me podía ocurrir ni un solo motivo por el que quisieran declararnos una guerra además de querer conquistar el Continente.

-Tenemos un plan. – Dijo asintiendo. – Ve a dormir, pequeña. Ha sido un largo día.

Yo besé su mejilla y le deseé buenas noches. Le hubiera dicho que descansara pero, si algo había aprendido en los últimos años era que ser rey no tenía horario.

Regresé a mi habitación solo encontrarme sobre mi cama la primera de las muchas cartas que me llegarían a lo largo de los siguientes años.

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