Casandro no tuvo corazón para dejar encerrada a Rosseta y mejor decidió que caminara libre, aun en contra de Albuz.
Rosseta aprovechaba cada segundo que le fue otorgado y corría a sus anchas por todo el jardín del bosque, no quería que su libertad jamás terminara, deseaba de todo corazón que fuera para siempre. Así pasó por tres años, desde que Albuz se fue, Rosseta no ha entrado en el palacio, ahora su cuarto era la cueva del árbol. Era algo pequeño, pero acogedor, ahora le daba el abrigo que ella necesitaba. Además, lo acomodó a su gusto con las cosas que encontraba en el bosque como piedras, caracolas y hasta pequeñas luces, era perfecto.En esos tres años, Rosseta se convirtió en una hermosa mujer llena de atributos. Siempre corría descalza con los cabellos sueltos que bailaban al ritmo del viento. Sus vestidos verdes confeccionados por ella misma reflejaban paz y felicidad en su interior. Por el día recorría la gran parte del lugar, y por la noche se daba un chapuzón en el lago que estaba frente al palacio. Que calma se sentía sin la ausencia de Albuz, pensaba.Ya era de noche, un hermoso cielo adornado por estrellas y en el centro una luna, fueron testigos de cuando Rosseta se sumergió en las aguas con su cuerpo al descubierto. Gozaba sin parar por de un lado a otro, sintiendo la como su cuerpo se refrescaba y se dejaba llevar por la sensación, hasta que su mirada y todo su cuerpo se quedó inmóvil cuando observó a Albuz parado en la orilla.Tenía un semblante serio y su mirada penetrante, Además, sus ropas y piel estaban cubiertas de sangre, sangre fresca. Albuz observó a Rosseta, quien trataba de ocultar su desnudes por medio de hojas marinas. No dijo nada, en su lugar poco a poco se fue despojando de sus prendas negras hasta quedar desnudo frente a ella. Su cuerpo blanco al hacer contacto con la luna, emitió un color plata que era similar a un destello de las estrellas. Roseeta se equivocó, la piel de Albuz no era blanca, era color plata que brillaba por el contacto de la luna. Inmóvil y sin saber que hacer se quedó a observarlo. La gran parte del cuerpo de Albuz estaba empapado por sangre, pero que así, pudo observar con claridad un abdomen bien trabajado, pectorales fuertes, grandes brazos y lo más evidente, su hombría.Albuz empezó a sumergirse en el lago, pronto su cuerpo fue empapado por el agua y al salir estaba limpio, libre de toda sangre. Miró a Rosseta una vez más, caminó hasta acercarse a ella y estar frente a frente con sus cuerpos desnudos a exposición de la naturaleza. Roseeta tragó saliva, estaba muy cerca que tuvo miedo por unos momentos. Albuz la miró clavando sus ojos en ella la tomó del brazo con algo de fuerza y preguntó molesto.- ¿Qué rayos haces en mi lago?- Yo, yo, yo sólo quería nadar. – respondió inmóvil del miedo. – me iré ahora mismo, amo Albuz. – dijo aterrada.- Vete, desaparece de mi vista antes que sea tu sangre la que cubra mi cuerpo. – rugió y la soltó, parecía estar más molesto que antes.Rossera avanzó a asentir y muy rápido nadó hasta la orilla, tomó sus ropas que estaban cerca para que Albuz no la vea desnuda y salió del agua. Lo miró por última vez y se echó a correr hasta su refugió.Albuz respiró, su viaje había sido todo un fracaso y se sumergió hasta olvidar lo vivido por tres años. En sus recuerdos apareció Rosseta ¿Cuándo había cambiado? ¿En qué momento se convirtió en esa mujer? Si la dejó desnutrida ¿Qué le sucedió? Se preguntaba una y otra vez al ver y reconocer el cuerpo de la simple hada que había dejado encerrada en el calabozo. Ahora Rosseta no era esa chiquilla de dieciséis años, ahora Rossera era una mujer de diecinueve años que se había robado su atención y por ende, Albuz tenía que sacrificarlo y quitarle el corazón antes que sea demás tarde para su familia.…- Amo, me hubiera dicho que regresaba hoy, para tener todo listo. – habló Casandro frente a él, se encontraban en el despacho.- Mi regreso no es importante, lo importante aquí es que me expliques por qué el Hada estaba suelta cuando yo la dejé encerrada en la torre. – dijo Albuz muy molestos, sus prendas estaban mojadas por el baño que había recibido.Casandro lo miró y decidió ser sincero ante él.- Lo siento, amo, pero no tenía corazón para dejarla encerrada. Aún sabiendo que en su regreso ella iba a hacer sacrificada para completar con el hechizo. Decidí que sus últimos días fueran tranquilos, aunque no pensé que se convertirían en tres años.Albuz se puso de pie, caminó hasta donde la ventana y observó el refugió de Rosseta, de donde destellaba una luz amarilla. Luego le dijo.- Hiciste mal en desobedecerme y debería castigarte por eso. – Casandro palideció por las palabras de Albuz, el último quien rompió las reglas fue desterrado. Se quedó inmóvil dispuesto a escuchar su castigo. – pero, por otro lado, hiciste bien en darle sus últimos días y por lo que veo, ella lo ha disfrutado.Casandro puso respirar aliviado, no había castigo. Albuz decidió verlo y volvió a decir.- Sin embargo, serás tú quien la mate cuando llegue la hora de ser sacrificada.- Por favor, amo, no me pida eso. Yo jamás he matado aún inocente. – habló desesperado por el castigo que le había otorgado Albuz.- Lo siento, pero ya está decidido. – dijo despiadado y apuntó con sus dedos. – tú la vas a matar y me entregarás su corazón. Yo te haré saber cuando lo harás, por el momento puedes respirar tranquilo, la guarida de Grindelwald me es difícil de encontrarla. Cada vez que me acercaba, él desaparecía a igual que la ubicación, pero en cuanto logre atraparlo, te prometo que acabaré con él. – caminó hasta tomar asiento y ordenó. – retírate y no te encariñes con ella, no hay nada más cruel que matar a alguien amando.Casandro asintió, estaba pálido por la misión dada, pero ya no podía retroceder el tiempo. Dejó de verlo y se marchó. Albuz observó la esfera de cristal e hizo que proyectará a Rosseta, ella estaba peinando sus cabellos húmedos y amarillos, mientras observaba la luna, podía haberse convertido en una mujer, pero aún seguía siendo inocente.- Grindelwald, pronto iré por ti. – habló observando el corazón de Rosseta que se escondía tras su pecho cubierto por una piel exquisitamente blanca, humectada y ligeramente con un toque de brillo.Por alguna razón, la primavera se convirtió en invierno de un momento a otro. Rosseta tenía mucho frío, sus vestidos no lograban calentarla, además, sus tripas sonaban muy fuerte del hambre que sentía, pues no había probado bocado desde a noche. Lo único que tenía en mano era medio plátano que terminó por devorarlo en cuanto lo guió a sus labios. Su cuerpo había desarrollado al de una mujer y con el, el deseo de alimentarse. Al ver que las elfas o sirvientas del palacio del mago no fueron a dejar comida como lo solían hacer durante el mando de Casandro, decidió salir de la cueva e ir hasta unos árboles donde había fruta. Al llegar lo único que encontró fueron ramas. Necesitaba alimentarse, la pérdida de energías en su cuerpo la volvía lenta y hasta cansada. Tomó la decisión de ir a la cocina del palacio, robaría algo de comida y saldría sin ser vista. Al no tener alas para volar, trepó en el árbol que llegaba hasta las faldas del palacio y entró en el con el má
Rosseta se encontraba en el calabazo al que fue enviada. Tenía mucho frío que sentía dagas filosas ser clavadas en los huesos una y otra vez. Sus ojos estaban humedecidos por pensar en la muerta que la asechaba desde pequeña y de la cual ya no había escapatoria. Había luchado desde niña para sobrevivir y ahora nadie, ni siquiera ella podía ayudarse, sólo había que esperar aquel día donde su corazón sería retirado del cuerpo para ser entregado a Albuz y él pueda completar su hechizo. Caminó hasta una de las ventanas donde una leve luz de luna se apreciaba, miró al cielo que estaba adornado de nueves negras que trataban de ocultar a la luna y dijo su último deseo. -Señor, te he pedido tantas cosas que ya debes estar cansado de mí, pero esta vez te pido que mi muerte sea rápida para que no sienta más dolor del que ya he sentido. Por favor, te lo pido, que ese sea mi último deseo. – una pequeña estrella fugaz recorrió el cielo como un rayo y después desapareció. Dejó de ver
Era la segunda vez que Golfo curaba las heridas de Rosseta, pero estaba vez en la fría torre. Con sus manos en el aire hizo su magia en ella, pero antes de eso tenía las esperanzas de que Rosseta lo hiciera por sí sola como la anterior vez y por extraño que pareciera, no volvió a suceder. Quizás Albuz tenía razón y la magia provenía de Golfo. Al terminar de curar gran parte de su cuerpo, Rosseta empezó a despertar. Sus ojos se abrieron lentamente y su garganta estaba seca, el hada estaba muy débil, eso Golfo lo notó. Decidió otorgarle algo de agua que guardaba en el bolsillo, ella bebió desesperada, al terminar le preguntó confundida.- ¿Dónde estoy?- Te encuentras en la torre. - respondió Golfo.Rosseta se dio cuenta que estaba donde inició, ya no había escapatoria para ella, sólo resignarse y aceptar la muerte como una amiga. - ¿Me estás curando para mi sacrificio? - preguntó cansada. Aunque la mayoría de cicatrices fueron cerradas y sanadas, Rosseta pe
Rosseta llegó aún lugar completamente desconocido ante sus ojos. El panorama era otro, la estación del año diferente, el cielo gris, una corriente de viento viajaba por todo el lugar, a la vez que sacudía las ramas secas de los árboles a igual que las hojas, marchitas y de color marrón, era otoño. Caminó descalza y con su vestido blanco por el bosque. Se sentía tan tranquila y en completa paz que pudo respirar a sus anchas, esa era la libertad que siempre había deseado y soñado. Pero no todo fue bueno, en cuanto dio unos pasos más, observó a una manda de licántropos devorar a lo eran los restos de un oso. Gruñian entre sí, desgarraban la carne de su presa. Todos ellos concentrados en comer.Rosseta guardó silencio y contuvo la calma. Se sabía que los lobos eran territoriales y mataban todo a su alcance sin importar quién fuera. Muy despacio empezó a caminar hacia tras, pero el crujir de una rama seca cuando fue aplastada por ella, la delató y los grandes licántropos re
Rosseta tomó a Albuz de los brazo y decidió llevarlo, a la vez que lo arrastraba por el suelo hasta una cueva construida de rocas. Estaba oscura y hasta humedad. Lo dejó ahí con mucho cuidado, tenía que hacer fuego para inspeccionar la zona donde se iban a quedar. Con ramas secas y hojas otoñales lo consiguió. Miró su pecho y aquella herida empezaba a infectarse al tener un color oscuro y poco usual, necesitaba algun remedio que pudiera ayudarlo. Buscó un gran tronco que funcionara como antorcha, lo prendió y empezó a caminar hasta adentrarse más en la cueva. Dejó a Albuz por un momento, para ir en buscar de una flor y preparar un remedio, para después untarlo en la herida, eso detendría la infección por unos días hasta que regresen al palacio. Se sabía que la flor de Melviz sólo crecía en cuevas, resguardadas por el frío, pero detalladas por la luz del exterior que la rodeaba. Acompañada nada más que con una antorcha, se aventuró en la oscuridad de la cueva. Todo por dentro parecía
Albuz empezó a despertar en cuanto sintió que unos cuantos pájaros se habían posado dentro de la cueva, además, su canto se volvió una gran molestia para los oídos del hombre. Abrió los ojos de golpe y se fijó que en el hombro tenía un par de hojas húmedas que cubrían su pecho. En la frente también posaban algunas de estas, de retiró aquellas y continuó con las de su pecho. Al hacerlo notó la infección que se había formado, en ese momento se dio cuenta que las hojas funcionaban como calmante y evitaban que se prolongaran más. Se puso de pie y miró su bastón partido en dos. Maldijo por eso, la fuente de su poder estaba en cero. Sólo había una pequeña y minúscula cantidad de magia en uno de los anillos, lo utilizaría para una verdadera emergencia. Tomó las partes del bastón y las guardó dentro de su túnica. Al cambiarse observó a sus alrededores, no vio por ningún lado a Rosseta, ni siquiera había rastro de ella. - Escapó. - dijo molesto. Se sentía enojado al ver que ella había desapa
Albuz caminó hasta abandonar a la cabaña, sólo escuchó el fuerte ruido de la puerta cuando esta se cerró de golpe. Con la mirada al frente, observó a Rosseta sentada sobre una roca, mientras observaba el cuelo. Caminó con la mirada al frente y sin la necesidad de verla, se detuvo y dijo.- Espero y hayas descansado. Ahora ponte de pie porque tenemos un largo camino por recorrer. - Al decir eso, comenzó a caminar. Rosseta asintió, bajó de la roca y fue tras Albuz. Una vez más el camino era silencioso, Albuz sólo se mantenía serio y con la mirada al frente, ni de chiste se atrevía a verla. Por otro lado, Rosseta moría por tomar algunas flores que se podían visualizar en el camino, todas hermosas y perfumadas.llegaron hasta la isla de los tritones y sirenas, por suerte, Albuz encontró una barca, era pequeña, pero muy bien ellos entraban. El lago era completamente azul, incluso el arcoiris se posaban en sus aguas y se convertía en el pro
Llegaron hasta la orilla, Rosseta bajó tan rápido como pudo y ayudó a Albuz. Él continuaba molesto por el trago amargo que vivieron con las sirenas y tritones y ella pensaba, ella pensaba en las sales y hieles que utilizó para espantarlos. Por muchos años, Rosseta revivió aquella mezcla como cura para sus quemaduras y resultaba que era un castigo más de su padre. - Amo Albuz. - dijo ella, mientras caminaba a su mismo paso. - ¿A dónde iremos? - A la isla de los pegazos. - respondió frío y seco. Dio unos pasos más y se sostuvo del pecho, arrugando la sotana con fuerza, a la vez que arrugada los ojos - ¿Le sucede algo, amo Albuz? - Rosseta se apresuró a alcanzarlo, le preocupaba, todo lo que tuviera vida le preocupaba. Albuz se quedó en silencio, cerró sus ojos y empezó a respirar muy despacio.- La herida. - dijo y abrió los ojos. Se sentía como quemaba por dentro y ardía sin piedad alguna. - se está infectando, necesito llegar al palacio lo antes posible.