- Rosseta, no sabes cuanto me alegras que hayas regresado. - Casandro se acercó a ella hasta poder abrazarla. - Me resulta imposible creer que estas viva, definitivamente fue un milagro.- Estuve por un tiempo en la aldea de los Licántropos, no podía salir hasta obtener mi loba interna. Allá no hay campo de fuerzas o protección, cualquier magia sería detectada por mi Grindelwald o por mi hermana.- ¡¿Tu hermana?! Explícame porque me perdí o es que no lo comprendo de que me hablas.Rosseta asintió y explicó.- Cuando desbloquee el último elemento, dentro de mí salió Bela, ella es una anti yo. Físicamente se parece a mí, pero su cabellera es oscura al igual que sus ojos. Mi trabajo es regresarla a donde pertenece, pero primero voy a recuperar a Albuz.- ¿Tú hermana es peligrosa? - Volvió a preguntar al parecer era lo único que había escuchado.- Lo es y yo soy la única que puede encerrarla para que no siga haciendo más daño. - Entonces te ayudaré a capturarla. No podemos dejar que ella
Albuz tuvo que salir muy temprano del palacio r ir hacer sus rutinas, una de ellas fue recorrer todo el bosque en su forma de licantro. Al llegar a un estanque, decidió parar y beber agua, la sed lo estaba matando. Mientras lo hacía, escuchó unos ruidos provenir de la parte de atrás. El romper de unas ramas lo alertó. Fingió no escucharlo y se preparó para tomarlo por sorpresa. Sus patas traseras y delanteras se prepararon para atacar, alzó la mirada para enfrentarse a su villano y fue por ella. Terminó encima de una loba blanca, quien la espiaba. Para Albuz todos eran enemigos, pero al ver sus ojos dorados y serenidad no pudo lastimar a la bestia. Se apartó de ella y volvió a su forma humana.- Vete. - dijo y empezó a caminar al lado contrario. - no puedes estar aquí. - Puedo estar aquí. - escuchó la voz de Rosseta que hizo que detuviera sus pasos en seco. - soy parte de este bosque, soy su guardiana y protectora.- Entonces haz tu trabajo donde yo no pueda verte. - Será difícil
La noche cayó como un manto sobre el bosque. Todas las criaturas mágicas nocturnas salieron a hacer sus actividades como era de costumbre. Albuz y Rosseta decidieron tomar un descanso en aquella parte, se veía seguro, calmado y era cálido. Además, de estar vigilados por los espíritus de cada elemento.Albuz caminó hasta un árbol con la esperanza de poder trepar en el. - Sin magia, no podrás hacerlo. - dijo Rosseta al ver sus intenciones. - déjame ayudarte. - caminó hasta donde él y como una ardilla salvaje empezó a trepar. - Vamos dame tu mano. Albuz se quedó a observarla, gracias a ella estaba como estaba. No era un mago, tampoco un licántropo, no era más que un simple humano. - Voy a descansar en el suelo. - respondió, le dio la espalda y se recostó sobre el césped.- De acuerdo, entonces te acompaño. - Rosseta bajó muy rápido de las ramas y fue hacia él. Observó oírte de sus ropas y piel, estaba sucia y necesitaba un baño. Sonrió cuando sus miradas se cruzaron y le dijo. - iré a
Rosseta sonrió, decidió levantar su mano y tocar el pecho desnudo de Albuz donde estaba su corazón ardiente. - Si late de esa forma es porque me recuerda. - dijo al sentirlo y cerrar los ojos. Era una bomba o una máquina que no tenía control. Los sonidos eran fuertes y hasta desesperados. - yo todavía sigo ahí. - volvió a decir al abrir los ojos.- ¿Quién eres? ¿Por qué se comporta de esta forma? - Albuz quería respuestas, respuestas claras y concretas del descontrol de sus emociones. Rosseta ante su mirada era una simple Hada, pero su corazón traicionero decía otras cosas a gritos desesperados.Ella sonrió y sin quitarla la mirada supo responderle. - Tu esposa, Albuz, soy tu Ross. - Ross. - habló pensante al cerrar los ojos. El nombre era familiar, pero no daba imágenes ni recuerdos. - sigues siendo una extraña. - dijo sosteniendo su mirada con la de ella. El viento empezó a correr un poco helado, tenían que salir del agua. - vamos a resfiarnos, salgamos. - dejó de verla, aunque n
Llegaron hasta una parte seca del bosque, Albuz decidió bajar de Rayas cuando este se detuvo. Antes de caminar, decidió ayudar a Rosseta.- Me hiciste un favor, ahora yo te lo pago. - dijo al dejarla en el suelo. Rosseta iba a dar las gracias cuando las comisuras de sus labios se entreabrieron, pero no tuvo oportunidad de hacerlo, ya que Albuz emprendió su camino en dirección a recoger frutas y leñas para pasar la noche. Miró a Cristal, caminó hasta ella y apegó su frente con la del corcel. - ¿Puedes darles agua? - preguntó como un favor.Cristal golpeó con sus cascos el suelo, afirmando a su petición y dejó crecer una fuente de agua pura para beberla. El resto de espíritus se reunieron a beber y se quedaron a descansar. Rosseta sonrió por ver a sus amigos, caminó hasta sentarse bajó el árbol, rejuntó ramas secas he hizo una pila. Tomó a Rabito y le dijo.- Sólo una chispa, lo suficiente para hacer una hoguera. Rabi
- Lo encontré cerca de la pradera antes de trasladarnos hasta aquí. - respondió Rosseta. Apretó sus labios y sin despegar miradas con Albuz volvió a decir. - No sabía que era de tu madre. - mintió lamentándose en sus adentros, pero no podía decirle que Magdalena la visitaba en sus sueños. - te lo devuelvo. - llevó sus manos e intentó entregarle el collar.Albuz observó firme. Había una historia con respecto a ese dije y ese era que sólo las brujas puras de corazón y de luz podían llevarlas como un amuleto protector. - Quédatelo, es tuyo. - se acercó a ella y, tomó la cadena en sus manos y él mismo ayudó a ponérsela. - estas cosas no son fáciles de encontrar, todo lo contrario, ellas te buscan, te eligen y protegen. - explicó mientras sus dedos tocaban la piel de Rosseta. - la tomó de los hombros, le dio vuelta para que lo mirara y volvió a decir. - no lo vayas a perder, sólo te pido eso. Rosseta con las comisuras de sus labios entreabiertos asintió despacio. Los ojos oscuros de Albu
- ¿Dónde diablos está la mujercita? - se preguntó Albuz al trasladarse a una estación. Ya había buscado en cada parte del bosque, desde punta a punta y no daba con ella. Llegó hasta la gran caida, donde sólo había vacíos y tierra seca. - ¿Qué haces aquí? - pregunta Rosseta al verlo mirara desesperado por todas partes. Parecía buscar a alguien. - Tú. - señaló. - eres una inmadura ¿Por qué tenías que irte? - Sólo salí a estirar las piernas, nunca escapé de mi hogar. - lo miró hasta analizarlo. - ¡Me estabas buscando¡ ¡Te preocupaste por mí! ¡Te preocupaste por mí! - repitió emocionada e intentó abrazarlo. Albuz la detuvo en el acto. - Como cualquier rey se preocupa por sus súbditos. - explicó con voz seria.Rosseta frunció el ceño, basta decir que se había enojado. - Vete, Albuz. - dijo al darse la vuelta y continuar con su camino. - Querías esto, que me alejara. Lo estoy haciendo, ahora pienso ser mi propia reina dentro de estas tierras secas. Albuz dejó escapar una pequeña son
En lo más alto de la torre, tras los barrotes y el frío intenso por el invierno eterno, estaba Rosseta tratando de no sentir dolor, ardor o frío, mientras sus extremidades estaban atadas a cadenas de bronce que quemaban sus tobillos y muñecas. Como hada, todo metal la lastimaba hasta el punto de quemar su piel. - Hasta que el invierno termine. – repetía una y otra vez esas palabras. – hasta que el invierno termine. – si el invierno daba su a fin, Rosseta sería libre de las cadenas, eso le dijo su padre cuando la encerró. – Tú puedes Ross, tú puedes. – dijo débil, cansada y sedienta, luchando por sobrevivir como lo había hecho por dieciséis años. Todas las noches subía una sirvienta a alimentarla y curar de las heridas ocasionadas por las cadenas. Era una perdida de tiempo, cuando lo hacía volvía a encadenarla por orden de su rey y las cicatrices volvían una y otra vez. No era sanación, era una eterna agonía que nunca terminaba, era su castigo por matar a su madre. Las alas habían s