Fueron días de torturas para Rosseta. Acostumbrarse y ser parte de una nobleza no era su sueño y si lo era, estaría al final de la última fila. Las clases no obtuvieron un 100% de positivo a Rosseta todavía le faltaba mucho que aprender y el tiempo ya se le había acabado. Ahora se encontraba en la habitación preparándola para el evento en la noche. Ni siquiera ella podrá reconocerse cuando se mire al espejo. Graciela, Berta y Madame Curie la preparaban. Colocaban sobre su cuerpo un corsé ajustado que la asfixiaba, la falta de aire era más que evidente. Un gran aro de plástico en la cintura con caída de campana hasta los tobillos, zapatos altos y puntiagudos que dar un paso era imposible. Y para cubrir todo eso, un vestido bastante pesado de color verde con grandes mangas que picaban la piel. Por último, el peinado que era extravagante, alto como grandes pinos con cilindros en medio para que no se cayera. Rosseta se miró al espejo, esa no era ella, esa era la imagen de Mademe Curie.
- Que tengan una buena noche. - dijo la princesa Coral al tomar la mano de Rosseta. Despedían a los invitados que asistieron al evento uno a uno y era el turno de la pareja. - Lo mismo para usted, princesa Cora. - respondió Rosseta con una sonrisa en su rostro, miró al Marqués Orlando y le dijo. - Gracias por la invitación, fue agradable conocerlo.- Lo mismo pienso, fue un verdadero placer conocer a la esposa de Albuz. - decidió verlo, él estaba con su rostro duro esperando a irse, su mano estaba sujeta a la de Rosseta. - a ti también te doy las felicidades y no por tu triunfo, sino por tener de tu lado a tu encantadora esposa. - Que tengan una buena noche. - respondió Albuz ante la pareja. Seguía incómodo por las palabras que soltaban en el viento sin medirlas. Tomó con fuerza a Rosseta y se la llevó hasta el coche. Una vez a dentro se pusieron en marcha hasta despegar por los aires. Albuz mantenía su mirada fija de su lado, parecía haber cambiado de parece
Rosseta se sintió calmada por aquel beso que no puso evitar que un destello de luz saliera de su cuerpo y recorriera todo el reino y bosque como una ola sonora que viajaba a una velocidad increíble.Muy despacio fueron separándose, manteniendo sus miradas fijas en los ojos del otro. Albuz se recompuso, se alejó más y empezó a caminar hasta desaparecer, dejando a Rosseta más que confundida por aquel beso. ... - Se detectó una fuente magia por todo el reino. - dijo Casandro dando la información a Albuz, quien estaba completamente ido y fuera de sí. - Albuz. - llamó y movió las manos en sus ojos para despertarlo. El hombre pareció cobrar el sentido, movió su cuerpo para acomodarlo en la silla y le dijo. - Puedes repetitirlo. - definitivamente ese no era Albuz, él jamás estaba ido y peor aún, pedía una repetición. - no lo escuché.- ¿Albuz, te encuentras bien? - preguntó Casandro con tono preocupante. - Por supuesto. - aseguró y juntó sus manos hasta la altura del mentó para prestarle
(Dos días despues)Rosseta se mantenía cuidando a Rayas, fue el nombre con que bautizó al diente de sables por las rayas negras que tenia en su pelaje blanco. La pequeña criatura permanecía en sus piernas, mientras ella cepillaba su pelaje lanudo.- ¿Quieres ir a dar un paseo? - preguntó al animal, a lo que aceptó cuando se arrinconó en ella alzando su cuerpo y acariciándola. - tomaré eso como un sí. - dijo sonriente y se piso de pie. Bajó con Rayas, él caminaba junto a ella por los pasillos, en una de esas Graciela se atravesó, dejó caer la charola con la vajilla al suelo y buscó donde trepar.- Es una bestia, no se porqué el amo permitió que se quedara aquí. - dijo espantada trepando un pilar, sin poder acostumbrarse a la compañía de Raya. El primer día que lo vio empezó a gritar por ayuda y a perseguirlo con la escoba, hasta que Rosseta la detuvo y le dijo el permiso que tenía de tenerlo en el palacio. Graciela no le creyó y fue en busca de Albuz "Sí, y
Grindelwald no entendía porque Rosseta no desvanecía ante su magia, era como si algo la protegiera. Enfurecido, concentró todo su poder y empezó a atacar despiadado, sin tener ningún resultado, Rosseta estaba intacta y con un gran campo de fuerza a su alrededor.Juntó ambas manos y creó una gran bola de fuego, antes de lanzarla un rayó oscuro lo interceptó, haciendo que volara por los aires y rompiendo cada árbol que estuviera a su paso, hasta terminar en una gran roca y deslizarse en el suelo inconsciente. Rosseta tenía sus ojos cerrados, no sabía lo que estaba pasando, pero si eso la salvaba no dejaría de hacerlo. De un momento a otro sintió como la tomaron de la cintura a igual que a Raya y se los llevaron a una gran velocidad de ese sitio.- Rosseta ¿Te encuentras bien? - escuchó la voz de Albuz muy a lo lejos cuando estuvieron en un lugar seguro. Ella no parecía entender la realidad que todo lo veía borroso y los sonidos eran débiles y lejanos. - Rosseta. - volvió a llamar Albuz.
Roseeta empezó a despertar muy despacio, sus ojos poco a poco se abrieron hasta ver la luz del día llegar hasta sus pupilas. Por alguna razón sentía como si estuviera sobre alguien, más bien sobre su pecho, al igual que una mano recorrer en la cintura. Al despertar bien y mirar hacia arriba, notó que era Albuz, quien estaba recostado en la cama junto a ella, mientras leía el primer libro que le regaló. - Amo Albuz. - dijo en lo bajó, levantando su tórax y finjando su mirada en él. Albuz dejó aquel texto sobre la mesa de noche, arregló su cuerpo hasta inclinarlo en la cabeza de la cama y le dijo. - Bienvenida a la vida, Roseeta. - estiró sus labios. Durante esos tres días en los que Rosseta durmió, Albuz iba a visitarla, pero la última noche decidió dormir a su lado, aparatando a Raya y tomando él el lugar. - si tienes algún malestar o dolencia, puedes decírmelo, haré que te atiendan de inmediato. - En realidad me encuentro muy bien, no se preocupe por mí. Albuz volvió a estirar
Rosseta caminó hasta el despacho de Albuz, tocó sutilmente con los nudillos de su mano aquella puerta de madera y se quedó a esperar que él permitiera su acceso. - Adelante. - escuchó la voz de Albuz. Él tenía su mirada fija como siempre en aquellos textos de hechicería que día tras día los repasaba. Al ver a Rosseta parada frente a él, decidió cerrarlo y preguntó. - ¿Sucede algo? Ella lo negó.- Sólo quería saber si necesitabas algo. - dijo, a la vez que posaba las manos tras la espalda y suspiraba. - No hace falta, ya he terminado y pienso ir a descansar. - se puso de pie, se acercó a ella y la tomó de las mejillas para decirle. - deberías de hacer lo mismo. - Ross. - sonrió. Ella lo miró con sus ojos dorados totalmente dilatados, estaba anonadada y perdida en la mirada de Albuz, sobre todo en esos ojos profundo negros que antes la llenaban de terror, ahora sólo encuentra paz y absoluta calma.- Acabo de despertar, no tengo sueño. - aseguró con sus ojos totalmente abiertos. - E
Albuz dejaba pequeños dibujos imaginarios en la espalda desnuda de Rosseta, mientras la observaba dormir sobre su cuerpo. Al final ella si tuvo sueño, tanto que no abría los ojos, ni porque la luz del sol indicaba una nueva mañana. Se movió muy despacio entre las sábanas, empezaba a despertar. - Bienvenida, Ross. - dijo cuando ella al fin despertó. Roseeta lo miró y sonrió extasiada y maravillada por estar con él. - Buenos días, Albuz. - habló feliz, era una de las mejores mañana que ha tenido. Intentó moverse, pero tuvo un leve dolor en la zona intimida que no pudo evitar quejarse. - ¿Te encuentras bien? - preguntó Albuz al notar su malestar. - Sí, es algo pasajero, pronto pasará. - respondió ella más calmada. Albuz se quedó a mirarla, Rosseta no sabía mentir. - Le diré a Berta que suba a revisarte. - dijo al ponerse de pie y buscar su sotana. - No es necesario. - habló desesperada, al intentar buscar ropa y ponerse de pie, cayó al suelo, el dolor se pronunció y las piernas