Rosseta caminó hasta el despacho de Albuz, tocó sutilmente con los nudillos de su mano aquella puerta de madera y se quedó a esperar que él permitiera su acceso. - Adelante. - escuchó la voz de Albuz. Él tenía su mirada fija como siempre en aquellos textos de hechicería que día tras día los repasaba. Al ver a Rosseta parada frente a él, decidió cerrarlo y preguntó. - ¿Sucede algo? Ella lo negó.- Sólo quería saber si necesitabas algo. - dijo, a la vez que posaba las manos tras la espalda y suspiraba. - No hace falta, ya he terminado y pienso ir a descansar. - se puso de pie, se acercó a ella y la tomó de las mejillas para decirle. - deberías de hacer lo mismo. - Ross. - sonrió. Ella lo miró con sus ojos dorados totalmente dilatados, estaba anonadada y perdida en la mirada de Albuz, sobre todo en esos ojos profundo negros que antes la llenaban de terror, ahora sólo encuentra paz y absoluta calma.- Acabo de despertar, no tengo sueño. - aseguró con sus ojos totalmente abiertos. - E
Albuz dejaba pequeños dibujos imaginarios en la espalda desnuda de Rosseta, mientras la observaba dormir sobre su cuerpo. Al final ella si tuvo sueño, tanto que no abría los ojos, ni porque la luz del sol indicaba una nueva mañana. Se movió muy despacio entre las sábanas, empezaba a despertar. - Bienvenida, Ross. - dijo cuando ella al fin despertó. Roseeta lo miró y sonrió extasiada y maravillada por estar con él. - Buenos días, Albuz. - habló feliz, era una de las mejores mañana que ha tenido. Intentó moverse, pero tuvo un leve dolor en la zona intimida que no pudo evitar quejarse. - ¿Te encuentras bien? - preguntó Albuz al notar su malestar. - Sí, es algo pasajero, pronto pasará. - respondió ella más calmada. Albuz se quedó a mirarla, Rosseta no sabía mentir. - Le diré a Berta que suba a revisarte. - dijo al ponerse de pie y buscar su sotana. - No es necesario. - habló desesperada, al intentar buscar ropa y ponerse de pie, cayó al suelo, el dolor se pronunció y las piernas
Después de aquel desayuno Rosseta subió a la habitación, tenía que hacerse revisar por Berta, así se lo dijo Albuz. - Albuz tendrá que abstenerse a ti por una semana. - habló la mujer después de la revisión. - hablaré con él para que lo entienda, debería de jalarle de las orejas por lo bestia que fue contigo. - ¿Hay algo malo en mí? - preguntó ella preocupada. No en ti en el. - respondió y fue por algo de hierbas que tenía en su maletero. - tú eras una niña y el hombre debió de pensar bien las cosas antes de hacerte mujer. Pareciera que estaba desesperado por tenerte. Soló mira tu cuerpo, está lleno de sus manos y chupetones.Rosseta mordió sus labios tras escucharla. Ella también tenía algo de culpa por entrar en juegos prohibidos. - Una semana de descanso para ti bastará, ya para la segunda vez te acostumbras a su tamaño. - le enseñó dos frascos con un líquido verde y le dijo. - tomas esto de ahora en adelante después de que estés con Ambuz. Evitaras quedar embarazada hasta que
Al día siguiente Rosseta despertó tras sentir que acariciaban su rostro, abrió los ojos y observó a Albuz abrazarla. Habían decidido dormir juntos en la habitación de Rosseta, eran marido y mujer, no había nada de malo en eso, lo malo era no estar con ella como él hubiera querido por una semana completa. - Bienvenida a la vida, Ross. - dijo Albuz cuando ella abrió sus ojos. - Buenos días, Albuz. - respondió Rosseta y guió sus yemas de las manos para tocar el rostro de su esposo. Tenía una pequeña barba que empezaba a florecer en su piel. - me gusta. - dijo acariciandola. - te ves más temido y serio. - Pensaba desaparecerla por ese motivo, pero ahora la dejaré unos días más. - ¿Puedo ser yo quien te la quite? - ¿Sabes como hacerlo? - preguntó sorprendido. - Con una navaja y algo de sabia de rosas para que la piel no se infecte. - ¿Dónde lo viste? - Cuando pasas encerrada la mitad de tu vida, no tienes nada que hacer más que ver por las ventana. Cuando lo hacía veía a los guardi
La bendición de un Mago era importante para toda criatura, significaba un gran poder y una responsabilidad que tenía que cargar por el resto de su vida. Además, de cuando llegará la hora de partir su espíritu volvería a la vida las veces que sea necesario, hasta guiar a su portador.Rayas después de aquella bendición, fue donde Rosseta, se sentía feliz y quería empezar con aquel trabajo encomendado. - Es hora de irnos. - dijo Albuz al ponerse de pie y tomar la mano de Rosseta. - la noche pronto caerá y estamos muy cerca de los licántropos. Rosseta asintió, aunque tenía una pregunta por hacer. - Adelante. - habló Albuz al ver su mirada llena de dudas. - Si eres un licántropo al igual que ellos ¿Por qué son enemigos? - Porque yo soy el resultado de un amor prohibido. - respondió a la vez que caminaban. - Mi padre pertenecía a un clan diferente, mi madre era una hechicera, ambos no podían amarse, sin embargo, lo hicieron en contra de las reglas. - ¿Por qué? Albuz sonrió, besó su f
Rosseta empezaba a despertar, unas manos la sujetaban por la espalda hasta posarse en su abdomen. Miró hacia arriba y observó a Albuz dormir junto a ella. Muy despacio se movió y con las yemas de sus dedos empezó a tocar su rostro. Tan suave piel recorría con sus dedos curiosa, estiró sus labios por sentirlo. Ayer en la noche se había abierto un paso a ella, después de aquel baño tan repentino decidieron dormir juntos manteniendo su abstención a ella hasta dentro de cinco días más.Cuando Albuz arrugó su nariz, Rosseta dejó de tocarlo. - No te detengas. - dijo sin abrir sus ojos y estirando los labios. Él había despertado primero, la apreciaba, pero cuando vio que Rosseta empezaba a despertar decidió cerrar los ojos. Quería saber lo que ella hacía. Rosseta sonrió apenada, la había descubierto. Albuz terminó por abrir los ojos y tomándola de la cintura la llevó hasta que estuvo encima de él. - Te estabas haciendo el dormido. - dijo Rosseta fijando su mirada con él.- Sólo un poco. -
- Os entrego esto. - dijo Albuz a la viuda. Una elfa de campo con gran vestido azul y un pañuelo en la cabeza para cubrir el polvo mientras limpia. Extendió su mano y le entregó una pequeña bola verde brillante que le daría alimentos cuando ella lo necesite. Su poder era infinito, jamás se acabaría.- Gracias Amo. - respondió la buena mujer. Todavía llevaba el luto de su esposo, su mirada larga y llena de suspiros. Ni la magia de un Mago podía revertir muerte o el hechizo del eterno sueño. - mis hijos y yo le damos las gracias por esto. Se que mi Floiw está muy feliz desde el cielo, donde cada noche podré verlo como estrella. - Acabas de decir la pura verdad. Todos mis buenos hombres son bienvenidos a ser parte del cuelo. - recalcó Albuz.- ¿Ella es su esposa? - preguntó de repente al ver al Hada convivir con sus hijos.Albuz asintió.- Sí, Ross es mi pequeña esposa.- Se ve que es encantadora. Es muy linda y por lo que veo le gusta los niños. Sólo mirela divertirse con mis hijos y c
(Cuadro días después: bosque de las criaturas mágica)Rosseta se encontraba debajo de un gran árbol, sobre sus manos sostenía aquel libro que Albuz le había regalados otra que anotara todos sus hechizos. "Omuru in thye sanaru" recitó las palabras para curar las heridas de una criatura mágica. Era un pequeño hongo que se había lastimado una parte de su brazo al querer correr. - ¿Ahora estas bien? - preguntó Rosseta y la criatura hizo un pequeño ruido de felicidad. Estaba contenta por ser curada. - A ti. - dijo al adivinar sus agradecimientos. La dejó en el suelo y la vio caminar hasta alejarse. - ¿Lo curaste tú?- preguntó Albuz al acercarse a ella.- Sí. - respondió con sus ojos a todo resplandor. Se puso de pie y fue a abrazarlo. - ¿Podemos ir a visitar más? - preguntó. - Claro, aunque dudo que los encuentres heridos. - la tomó de las manos y la llevó cerca de los arbustos, donde habían pequeñas hadas artesanas