(Dos días despues)Rosseta se mantenía cuidando a Rayas, fue el nombre con que bautizó al diente de sables por las rayas negras que tenia en su pelaje blanco. La pequeña criatura permanecía en sus piernas, mientras ella cepillaba su pelaje lanudo.- ¿Quieres ir a dar un paseo? - preguntó al animal, a lo que aceptó cuando se arrinconó en ella alzando su cuerpo y acariciándola. - tomaré eso como un sí. - dijo sonriente y se piso de pie. Bajó con Rayas, él caminaba junto a ella por los pasillos, en una de esas Graciela se atravesó, dejó caer la charola con la vajilla al suelo y buscó donde trepar.- Es una bestia, no se porqué el amo permitió que se quedara aquí. - dijo espantada trepando un pilar, sin poder acostumbrarse a la compañía de Raya. El primer día que lo vio empezó a gritar por ayuda y a perseguirlo con la escoba, hasta que Rosseta la detuvo y le dijo el permiso que tenía de tenerlo en el palacio. Graciela no le creyó y fue en busca de Albuz "Sí, y
Grindelwald no entendía porque Rosseta no desvanecía ante su magia, era como si algo la protegiera. Enfurecido, concentró todo su poder y empezó a atacar despiadado, sin tener ningún resultado, Rosseta estaba intacta y con un gran campo de fuerza a su alrededor.Juntó ambas manos y creó una gran bola de fuego, antes de lanzarla un rayó oscuro lo interceptó, haciendo que volara por los aires y rompiendo cada árbol que estuviera a su paso, hasta terminar en una gran roca y deslizarse en el suelo inconsciente. Rosseta tenía sus ojos cerrados, no sabía lo que estaba pasando, pero si eso la salvaba no dejaría de hacerlo. De un momento a otro sintió como la tomaron de la cintura a igual que a Raya y se los llevaron a una gran velocidad de ese sitio.- Rosseta ¿Te encuentras bien? - escuchó la voz de Albuz muy a lo lejos cuando estuvieron en un lugar seguro. Ella no parecía entender la realidad que todo lo veía borroso y los sonidos eran débiles y lejanos. - Rosseta. - volvió a llamar Albuz.
Roseeta empezó a despertar muy despacio, sus ojos poco a poco se abrieron hasta ver la luz del día llegar hasta sus pupilas. Por alguna razón sentía como si estuviera sobre alguien, más bien sobre su pecho, al igual que una mano recorrer en la cintura. Al despertar bien y mirar hacia arriba, notó que era Albuz, quien estaba recostado en la cama junto a ella, mientras leía el primer libro que le regaló. - Amo Albuz. - dijo en lo bajó, levantando su tórax y finjando su mirada en él. Albuz dejó aquel texto sobre la mesa de noche, arregló su cuerpo hasta inclinarlo en la cabeza de la cama y le dijo. - Bienvenida a la vida, Roseeta. - estiró sus labios. Durante esos tres días en los que Rosseta durmió, Albuz iba a visitarla, pero la última noche decidió dormir a su lado, aparatando a Raya y tomando él el lugar. - si tienes algún malestar o dolencia, puedes decírmelo, haré que te atiendan de inmediato. - En realidad me encuentro muy bien, no se preocupe por mí. Albuz volvió a estirar
Rosseta caminó hasta el despacho de Albuz, tocó sutilmente con los nudillos de su mano aquella puerta de madera y se quedó a esperar que él permitiera su acceso. - Adelante. - escuchó la voz de Albuz. Él tenía su mirada fija como siempre en aquellos textos de hechicería que día tras día los repasaba. Al ver a Rosseta parada frente a él, decidió cerrarlo y preguntó. - ¿Sucede algo? Ella lo negó.- Sólo quería saber si necesitabas algo. - dijo, a la vez que posaba las manos tras la espalda y suspiraba. - No hace falta, ya he terminado y pienso ir a descansar. - se puso de pie, se acercó a ella y la tomó de las mejillas para decirle. - deberías de hacer lo mismo. - Ross. - sonrió. Ella lo miró con sus ojos dorados totalmente dilatados, estaba anonadada y perdida en la mirada de Albuz, sobre todo en esos ojos profundo negros que antes la llenaban de terror, ahora sólo encuentra paz y absoluta calma.- Acabo de despertar, no tengo sueño. - aseguró con sus ojos totalmente abiertos. - E
Albuz dejaba pequeños dibujos imaginarios en la espalda desnuda de Rosseta, mientras la observaba dormir sobre su cuerpo. Al final ella si tuvo sueño, tanto que no abría los ojos, ni porque la luz del sol indicaba una nueva mañana. Se movió muy despacio entre las sábanas, empezaba a despertar. - Bienvenida, Ross. - dijo cuando ella al fin despertó. Roseeta lo miró y sonrió extasiada y maravillada por estar con él. - Buenos días, Albuz. - habló feliz, era una de las mejores mañana que ha tenido. Intentó moverse, pero tuvo un leve dolor en la zona intimida que no pudo evitar quejarse. - ¿Te encuentras bien? - preguntó Albuz al notar su malestar. - Sí, es algo pasajero, pronto pasará. - respondió ella más calmada. Albuz se quedó a mirarla, Rosseta no sabía mentir. - Le diré a Berta que suba a revisarte. - dijo al ponerse de pie y buscar su sotana. - No es necesario. - habló desesperada, al intentar buscar ropa y ponerse de pie, cayó al suelo, el dolor se pronunció y las piernas
Después de aquel desayuno Rosseta subió a la habitación, tenía que hacerse revisar por Berta, así se lo dijo Albuz. - Albuz tendrá que abstenerse a ti por una semana. - habló la mujer después de la revisión. - hablaré con él para que lo entienda, debería de jalarle de las orejas por lo bestia que fue contigo. - ¿Hay algo malo en mí? - preguntó ella preocupada. No en ti en el. - respondió y fue por algo de hierbas que tenía en su maletero. - tú eras una niña y el hombre debió de pensar bien las cosas antes de hacerte mujer. Pareciera que estaba desesperado por tenerte. Soló mira tu cuerpo, está lleno de sus manos y chupetones.Rosseta mordió sus labios tras escucharla. Ella también tenía algo de culpa por entrar en juegos prohibidos. - Una semana de descanso para ti bastará, ya para la segunda vez te acostumbras a su tamaño. - le enseñó dos frascos con un líquido verde y le dijo. - tomas esto de ahora en adelante después de que estés con Ambuz. Evitaras quedar embarazada hasta que
Al día siguiente Rosseta despertó tras sentir que acariciaban su rostro, abrió los ojos y observó a Albuz abrazarla. Habían decidido dormir juntos en la habitación de Rosseta, eran marido y mujer, no había nada de malo en eso, lo malo era no estar con ella como él hubiera querido por una semana completa. - Bienvenida a la vida, Ross. - dijo Albuz cuando ella abrió sus ojos. - Buenos días, Albuz. - respondió Rosseta y guió sus yemas de las manos para tocar el rostro de su esposo. Tenía una pequeña barba que empezaba a florecer en su piel. - me gusta. - dijo acariciandola. - te ves más temido y serio. - Pensaba desaparecerla por ese motivo, pero ahora la dejaré unos días más. - ¿Puedo ser yo quien te la quite? - ¿Sabes como hacerlo? - preguntó sorprendido. - Con una navaja y algo de sabia de rosas para que la piel no se infecte. - ¿Dónde lo viste? - Cuando pasas encerrada la mitad de tu vida, no tienes nada que hacer más que ver por las ventana. Cuando lo hacía veía a los guardi
La bendición de un Mago era importante para toda criatura, significaba un gran poder y una responsabilidad que tenía que cargar por el resto de su vida. Además, de cuando llegará la hora de partir su espíritu volvería a la vida las veces que sea necesario, hasta guiar a su portador.Rayas después de aquella bendición, fue donde Rosseta, se sentía feliz y quería empezar con aquel trabajo encomendado. - Es hora de irnos. - dijo Albuz al ponerse de pie y tomar la mano de Rosseta. - la noche pronto caerá y estamos muy cerca de los licántropos. Rosseta asintió, aunque tenía una pregunta por hacer. - Adelante. - habló Albuz al ver su mirada llena de dudas. - Si eres un licántropo al igual que ellos ¿Por qué son enemigos? - Porque yo soy el resultado de un amor prohibido. - respondió a la vez que caminaban. - Mi padre pertenecía a un clan diferente, mi madre era una hechicera, ambos no podían amarse, sin embargo, lo hicieron en contra de las reglas. - ¿Por qué? Albuz sonrió, besó su f