Letty
—¿Scarlett? —la voz desconcertada de Sebastian casi hace que mis piernas flaqueen, pero me mantuve firme mientras caminó hacia mí. Cuando me alcanzó lucía todavía más desconcertado mientras las dos perlas coloridas de sus ojos me observaban casi con fascinación—. ¿Qué haces aquí Scarlett?
Mi cuerpo traicionero reaccionó a su voz llamándome por mi nombre completo. Era el único que siempre me llamó así, el resto del mundo sabía que lo mejor para su salud era decirme Letty, porque Sebastian siempre me dijo que adoraba mi nombre, que no había razón para cortarlo de esa forma. Hice puños mis manos para hacerme daño con las uñas en mis palmas y despertar de nuevo en el presente. Porque Sebastian era parte de mi pasado, ahora éramos dos extraños. Y así debía quedar.
—Letty—lo corregí.
Miré a Marco que nos alcanzó e ignoré el ceño fruncido de Sebastian a causa de mi respuesta.
—¿Conoces a mi nueva secretaria Letty Lewis? —le preguntó Marco deteniéndose a nuestro lado.
Sebastian contestó sin apartar su mirada severa sobre mí.
—Se llama Scarlett Lewis, no Letty Lewis.
Marco asintió.
—Pero así le gusta a ella.
Forcé una sonrisa hacia Marco de agradecimiento y seguí ignorando a Sebastian.
—Letty, él es Sebastian Gonzales, el presidente de EnerGreen. Es mi primo también—explicó Marco.
Mi corazón se detuvo por segunda vez en menos de 10 minutos. De pronto sentía como si hubiera caído en una trampa para osos enorme mientras veía el gran tamaño y mirada severa de mi exesposo en frente de mí. El destino es una basura, y mi suerte todavía más. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Dejar este trabajo que tanto me costó conseguir? Sin trabajo no hay cómo pagar el alquiler.
Decido hacer lo único que se me ocurre en ese momento.
—Mucho gusto, señor Gonzales—digo, levantando mi mano para estrechar la suya.
En vez de estrechar mi mano, Sebastian sujeta mi muñeca y comienza a caminar hacia el ascensor.
—¿Qué estás haciendo? —le increpo entre dientes mientras soy arrastrada—. ¡Tengo que quedarme con mi jefe!
De pronto se detiene y casi choco contra su espalda. Entonces se gira hacia mí e inclina su rostro.
—Ahora soy el jefe de tu jefe, obedece y sígueme, Scarlett.
Suelto una sonrisa ofendida por su tono mandón. ¿Quién se cree que es?
Es tu jefe, Letty. Aun así, decido dejar que, como siempre, mi boca se haga cargo de la situación.
—¡Que soy Letty, bruto! —insulto a Sebastian en frente de la recepcionista y los demás trabajadores que nos observan desde sus escritorios. Los ignoro y forcejeo para soltarme—. Y suéltame ahora, aunque seas el jefe de mi jefe, no tienes derecho de secuestrarme, Sebastian.
Su agarre se vuelve más firme y levanta mi brazo en frente de nuestros rostros.
—No te estoy secuestrando, pero si quieres la experiencia, puedo cargarte en mi hombro—enarcó una ceja retadora.
Fruncí mis labios y lo miré siniestramente, me sentía impotente y no sabía por qué. Todos podían ver que él era quien estaba actuando como loco.
—Hey, Sebastian, ¿vamos a salir a la reunión o no? —intervino Marco que nos alcanzó—. ¿Y qué está pasando aquí? ¿Cómo se conocen?
—Scarlett es mi exesposa—aclaró Sebastian sin pelos en la lengua.
Ante el jadeo de sorpresa de la recepcionista chismosa y otras mujeres en la sala, rodé los ojos.
—¿Eres un idiota o qué? ¿Por qué lo dices ahora?
Marco parpadeó estupefacto.
—¿Le dijiste idiota a Sebastian? Un momento—miró a Sebastian—. ¿Dijiste exesposa? ¿Ella es esa Scarlett?
—Necesito a Scarlett por un momento—declaró Sebastian e ignoró las preguntas de su primo—, hablaré con ella en mi oficina.
Marco levantó las manos en señal de rendición.
—Entiendo… creo. Pero es mi secretaria ahora y la necesito para que se ponga acorde con todo si no vamos a salir.
Sebastian continúo hacia el ascensor.
—No será tu secretaria por mucho tiempo.
—No puede ser. ¡Que sepas que me debes una secretaria! —escuché a Marco resoplar cuando entramos al ascensor. Cuando me giro hacia él lo miro regañando a los empleados—. ¿Y ustedes qué miran? ¡A trabajar!
En el ascensor finalmente me suelta y lo veo pulsar el botón del piso 30. Parpadeo, estupefacta, este edificio es realmente grande. Aunque tengo un mar de insultos para él, decido guardármelos por el momento. Así que lo miro de soslayo, muy sutilmente, para darme cuenta de que no importa la perspectiva en que lo vea, sigue siendo guapo y descubro que eso en vez de derretirme como en mis 20, me hacía irritar.
Cuando las puertas del ascensor se abren vuelve a sujetar mi muñeca y la intromisión de su toque vuelve a erizar mi piel de una forma que solo me hizo sentir bien, lo que me molestó.
—Estás actuando como un loco desgraciado, ¿sabías? —suelto en voz baja mientras me lleva a través de un pasillo elegante con alfombra verde pasto.
Sin detenerse a mirarme contesta.
—Tu impuntualidad no cambia, pero esa lengua ácida es nueva.
Tuve tiempo para aprender gracias a mi hermana menor. No iba a dejar humillarme por él de nuevo.
Miré cómo nos acercamos a una mujer mayor sentada en frente de un escritorio junto a una puerta de madera lisa al final del pasillo. Supuse que era su secretaria.
—Elena, es hora de que descanses de mí. Tu liquidación puedes discutirla con recursos humanos—le dijo Sebastian.
Parpadeé estupefacta, la estaba despidiendo y aun así la mujer sonrió y asintió. Quise decir algo, pero Sebastian no se detuvo, continuó de largo hacia la puerta de madera y la abrió. Dentro me encuentro con una enorme oficina del tamaño del apartamento que comparto con mi hermana. No tengo tiempo de detallarla porque Sebastian todavía me arrastra hasta el centro del salón, y es cuando finalmente me suelta.
—¡Bien! —exclamo, cruzándome de brazos mientras él me mira con una ceja enarcada—. Ya me trajiste en contra de mi voluntad hasta aquí, eso no ha cambiado en ti, hacer que haga lo que tú quieres, sin importar lo que yo sienta.
Frunció el ceño con desconcierto, como si estuviera diciendo algo que no tiene sentido para él.
—¿Dices que yo soy el que te arrastraba? —sonrió sarcásticamente—. Hice cada cosa por ti, Scarlett.
—¿Cómo qué? ¿Cómo dejar de hablar conmigo, aunque me tenías en frente? ¿Cómo mentir esa navidad para no ir conmigo a la casa de mis padres?
—¡Te seguí a Seattle! —rugió. Pero rápidamente respiró y volvió a mostrar esa cara fría y tranquila. Aunque no lo suficiente—. ¿Cómo hablar contigo si estabas ocupada molestándote por cada cosa que hacía?
—¿Por qué estoy aquí, Sebastian? —pregunté rápidamente, tragándome el dolor que siempre sentía cuando él me gritaba, no podía superarlo todavía. Me hacía sentir tan pequeña cuando me gritaba—. ¿Quieres que no acepte el empleo? O peor, ¿quieres despedirme en mi primer día de trabajo? ¿Es eso? ¿Crees que no soy suficientemente buena para ser la secretaria de tu primo ya que soy impuntual? ¡Solo dilo ahora!
—No—me miró fijamente a los ojos, no sabía qué esperar de la intensidad de sus ojos. Necesitaba este empleo, pero no quería encontrarme con él, ni siquiera, aunque no fuera mucho. Estaba entre la espada y la pared—. Serás mi secretaria.
Me quedé en shock por un momento mientras él caminaba hacia su escritorio y sacaba de una carpeta una hoja, entonces comenzó a leerla. Un segundo después solté una risa atónita.
—¿Tu secretaria? ¿Dijiste que quieres que yo sea tu secretaria?
—Sí, Scarlett—contesta sin mirarme, su mirada en la hoja.
—¿Eres idiota? Yo no te quiero ver nunca. Mucho menos quiero ser tu secretaria.
Caminó de nuevo hacia mí, de inmediato di un paso hacia atrás, no quería estar cerca de él.
—Deberías dejar de insultarme, Scarlett, soy tu jefe.
—Entonces renuncio. Dile a tu primo que fue un gusto ser su secretaria por esos 3 minutos.
Me dispuse a dar la vuelta para salir de su oficina, pero Sebastian me atrapó del antebrazo y me atrajo de nuevo hacia él. Era tan difícil para mí verlo como la falta de respeto de cualquier hombre, él y yo teníamos historia, y no una superficial y corta. Cuando me tocaba, me sentía en mi elemento, como si supiera a qué atenerme, como si estuviera cómoda. Pero tenía que sacar ese chip de mi cabeza, porque esta nueva Scarlett odia a su exesposo.
—¿Qué haces de nuevo? —me quejé, forcejeando contra él—. Eres como un cavernícola, ¡ya suéltame!
—Algo me dice que necesitas este trabajo—levantó la hoja en su mano y me mostró el contenido, era una investigación sobre mí, algo sobre mis demás entrevistas fallidas.
Abrí mis ojos sorprendida.
—¿Cómo obtuviste… cómo puedes ser tan idiota? —lo miré con odio.
—Si mi empresa no te contrata, tu oportunidad para las siguientes se reduce, Scarlett.
Pisé fuerte el piso de mármol.
—¡Te odio, Sebastian!
—Y yo me preocupo por ti. Di lo que quieras, pero esta es tu única opción.
—¿Mi única opción? ¿Quién lo dice? ¿El destino o tú? Me dejaste sola y sin dinero hace 8 años en Seattle, te fuiste, y lo hiciste porque se suponía que tú tampoco querías verme de nuevo. ¿Y ahora por qué haces esto? ¿Un castigo?
—¡Perdón! —masculló, cerró los ojos con fuerza antes de abrirlos y mirarme de nuevo con preocupación. Pero no iba a caer—. Perdón por dejarte sola, perdón por…
—Ya es tarde Sebastian, 8 años tarde.
Sebastian suspiró.
—Te quedarás en mi empresa si es como mi secretaria, Scarlett. No le trabajarás a otro hombre.
—Eres tan egoísta—dije entre dientes, y logré no llorar por sentirme acorralada, porque no tenía opción, Riley tenía que terminar la universidad y no quería que trabajara y se distrajera. También estaba nuestra renta, los servicios y la comida, nuestro seguro médico—. Bien, seré tu secretaria—me encogí de hombros—. Llámame como quieras, pero esta Scarlett Lewis que conoces ahora es solo eso, tu secretaria, nada más. No vuelvas a mencionar en frente de nadie que fui tu esposa, esa época murió en Seattle, igual que el espacio en mi corazón que era tuyo.
Sebastian Mi vida laboral es la misma, y como de costumbre, estoy sentado en mi ridículamente amplia oficina, rodeado de papeles sobre mi escritorio, pero con la mirada perdida en el horizonte de la ciudad que se ilumina lentamente al caer la noche. Las luces destellan en los edificios y el ruido de la ciudad se desvanece a medida que me permito sumergir en mis pensamientos sobre lo que sucedió hoy.Scarlett y su repentina aparición en mi vida han removido algo dentro de mí, despertando emociones que creí haber dejado atrás hace años. En realidad, emociones que creí que solo fueron falsas, solo química de cuerpos, una infatuación que duró demasiado tiempo. Eso creí hasta el día de hoy, cuando la vi y mi universo se descolocó, mi vida perdió sentido, la gravedad fue solo teoría, mis ojos un imán sobre ella y su cuerpo maduro. El tiempo solo la hizo más hermosa, más audaz, logró estudiar una carrera y ser la mejor de su clase, es inteligente, siempre lo fue, nunca lo he dudado. Incluso
Scarlett Cerca de nuestra casa está Bennis, la pizzería que nos salva de cocinar por lo menos dos veces a la semana. Es el lugar más barato y con la pizza más deliciosa, por lo menos para nosotras. El día de pizza era algo sagrado para nosotras, hablábamos de nuestros peores días, nos desahogábamos ese día, ya que nuestros días son atareados, ella en la universidad y yo en el trabajo. Y hoy era ese día, el día de soltarlo todo. El día en que me reencontré con mi exesposo. Quería tirarme del puente Brooklyn, por lo menos ese puente era bonito. Sé que el día de pizza es para desahogarnos, y yo necesitaba desahogarme hoy, pero vacilé en contarle a mi hermana la verdad en el trasfondo de la buena noticia. Ella quiso mucho a Sebastian, creo que le dolió la noticia de mi divorcio tanto como a mí, ella solo tenía 12 años. Pero eso no fue lo peor para Riley, nuestros padres murieron en un accidente de auto un año después, por lo que tuve que encargarme de ella. Cuidar en todo aspecto de mi h
Sebastian Al entrar en mi oficina, me dejo caer en la silla con un suspiro profundo. ¿Cómo se me ocurrió hacer que Scarlett trabaje para mí? Es como si estuviera buscando problemas a propósito. Por un momento, una pizca de remordimiento me atraviesa al darme cuenta de que estoy utilizando mi poder y posición para obligar a ser mi secretaria, si ella aceptó está realmente necesitada. Pero esos pensamientos se desvanecen rápidamente cuando la imagen de Scarlett, con su belleza desbordante, trabajando como secretaria para mi primo Marco o cualquier otro hombre, provoca una mezcla de rabia y celos que no puedo ignorar. Es completamente inaceptable. Lo peor es que no tengo claro lo que siento por ella ahora. Después de todo, han pasado ocho años desde nuestro divorcio. Pensé que habría borrado todo rastro de Scarlett de mi sistema, especialmente de mi corazón. En ese momento, recuerdo las hortensias que ordené para decorar su escritorio. ¿Por qué demonios estoy haciendo eso? Me siento com
ScarlettLloré un poco más cuando otro trueno retumbó, acompañado de la luz cegadora de un rayo. Me quedé congelada bajo el banco en la parada de autobús, agradecida por estar sola en ese momento ya que no habría por qué avergonzarse si nadie me veía de esta forma, aunque también tuve el pensamiento de que quizás esa soledad era mala suerte. Allí estaba, sola en una parada de autobús solitaria, y solo a mí me aterraban tanto los truenos. Era paradójico, el miedo a los truenos era mi tormento, pero también tenía miedo a que alguien pudiera aprovecharse de mi vulnerabilidad en ese estado. Sabía que tenía que moverme, encontrar un refugio más seguro, pero los truenos seguían golpeando mis tímpanos, mi corazón latía desbocado, y me quedé inmovilizada, empapada por la lluvia y por mi propio miedo.Otro sollozo escapó de mí y las lágrimas fluían sin control, como si el cielo hubiera liberado no solo su tormenta eléctrica sobre mí, sino también mi tormenta interna. Me encontré llorando como
Scarlett Salí casi demasiado rápido del apartamento. No había una razón por la que debería mentirle a mi hermana, anoche no pasó nada que no debiera pasar, pero por alguna razón, prefería mantener en secreto todo lo que sucedió, así podría fingir que nada sucedió, y él tampoco tendría que fingir que le intereso y que está preocupado por mí. 40 minutos después, llegué a la empresa. Saludé al guardia de seguridad, y a Sabrina. —Espera, Letty—me llamó Sabrina, haciendo ademan con su mano para que volviera a su escritorio. Hice lo que me pidió. —¿Sucede algo con el presidente? —No. Solo quería invitarte a almorzar. ¿Quieres? Conozco un buen lugar en la otra calle. Es cerca. Sonreí. —Claro. Será divertido. —Llevaré a otra amiga. —Mejor aún. Continué hacia el ascensor y presioné el botón para subir, con los nervios apoderándose de mí. Mientras me acercaba a mi piso de trabajo, la valentía que obtuve para decidir actuar como si nada hubiera ocurrido, vaciló. Y cuando las puertas de
Scarlett —¡Cómo lo odio! —grité cuando estuve dentro del cubículo—. ¡Te odio, Sebastian Campbell! Luego de decirle a una de las mujeres que limpia, que en el piso 30 la necesitan en la oficina del presidente, fui al único baño que no era muy concurrido por los trabajadores, el de la recepción. Me dejé caer sobre la tapa del inodoro y solté todas las maldiciones que he escuchado de la boca de mi hermana menor. ¿Cómo podía hacerme esto? ¿Qué le hice para que volviera a mi vida e intentara tomar el control de ella? ¡No es justo! Apenas si estaba comenzando a sentirme mejor después de divorciarnos. Solo a mí me podía admitir que 8 años no habían sido ni cerca de suficiente para dejar de sentir algo por Sebastian. Sin embargo, eso se iba a quedar en mi cabeza por el resto de mi vida. —¿Está todo bien? —preguntó una persona. Sabrina—. ¿Letty, eres tú? —Sí—a estas alturas, después de haber gritado tanto, no podía mentir—. Saldré en un momento. Cuando salí, Sabrina estaba ahí, esperándom
SebastianEsperaba que Scarlett pasara todo el camino hacia la casa de mis padres, quejándose o intentando convencerme de que era una mala idea que mi familia la volviera a ver a mi lado, pero en vez de todo eso, ella está sentada a mi lado, mirando por la ventana, en silencio absoluto. Y sé que ella está pensando muchas cosas, es la única forma en que Scarlett tenga tiempo de pensar, ya que todo el tiempo, de seguro está odiándome. Yo diría que actúa como si me odiara, porque incluso en este momento, mientras conduzco hacia la casa de mis padres en Greenwich Village, Scarlett está nerviosa, lo percibo en el tic nervioso de sus piernas, y en cómo, a pesar de que tiene puesto el cinturón, se aferra con sus manos al asiento.Si tuviera que darle la razón en algo a Scarlett, sería que sí, no debería dejar que mi familia la vea ahora conmigo, ella todavía está en contra de nuestra reconciliación, y la familia de mi mamá, al ser latinos, son un poco extrovertidos, bueno, demasiado extrover
Scarlett Escuché mi alarma sonar a lo lejos. Quizá era mi imaginación, pero tenía la sensación de que no era la primera vez que la escuchaba en ese momento. Dos segundos después lo comprendí, mi alarma sonó 5 veces antes. ¡No puede ser! ¿Por qué tuve que nacer con esta maldición? Abro mis ojos y corro hacia el baño, me doy una ducha rápida, lavo mis dientes, seco mi cabello lo más que puedo antes de soltar el secador sobre mi cama y meterme a mi almario y ponerme el conjunto que había elegido la noche anterior, entonces recuerdo lo que pasó el viernes. Recuerdo lo que hice el viernes en la noche y siento frustrada una vez más, incluso los niños de esa familia se dieron cuenta de que me divertí como nunca, ¿cómo pude tomarme 7 cervezas en frente de los padres de Sebastian? Sé que siempre he sido así, pero ahora tengo 32 años, ya no era una veinteañera desorganizada amante de las cervezas y un terrible problema con los juegos de mesa y mi competitividad. Cuando termino de vestirme sal