4. Ocho años tarde

Letty

—¿Scarlett? —la voz desconcertada de Sebastian casi hace que mis piernas flaqueen, pero me mantuve firme mientras caminó hacia mí. Cuando me alcanzó lucía todavía más desconcertado mientras las dos perlas coloridas de sus ojos me observaban casi con fascinación—. ¿Qué haces aquí Scarlett?

Mi cuerpo traicionero reaccionó a su voz llamándome por mi nombre completo. Era el único que siempre me llamó así, el resto del mundo sabía que lo mejor para su salud era decirme Letty, porque Sebastian siempre me dijo que adoraba mi nombre, que no había razón para cortarlo de esa forma. Hice puños mis manos para hacerme daño con las uñas en mis palmas y despertar de nuevo en el presente. Porque Sebastian era parte de mi pasado, ahora éramos dos extraños. Y así debía quedar.

—Letty—lo corregí.

Miré a Marco que nos alcanzó e ignoré el ceño fruncido de Sebastian a causa de mi respuesta.

—¿Conoces a mi nueva secretaria Letty Lewis? —le preguntó Marco deteniéndose a nuestro lado.

Sebastian contestó sin apartar su mirada severa sobre mí.

—Se llama Scarlett Lewis, no Letty Lewis.

Marco asintió.

—Pero así le gusta a ella.

Forcé una sonrisa hacia Marco de agradecimiento y seguí ignorando a Sebastian.

—Letty, él es Sebastian Gonzales, el presidente de EnerGreen. Es mi primo también—explicó Marco.

Mi corazón se detuvo por segunda vez en menos de 10 minutos. De pronto sentía como si hubiera caído en una trampa para osos enorme mientras veía el gran tamaño y mirada severa de mi exesposo en frente de mí. El destino es una basura, y mi suerte todavía más. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Dejar este trabajo que tanto me costó conseguir? Sin trabajo no hay cómo pagar el alquiler.

Decido hacer lo único que se me ocurre en ese momento.

—Mucho gusto, señor Gonzales—digo, levantando mi mano para estrechar la suya.

En vez de estrechar mi mano, Sebastian sujeta mi muñeca y comienza a caminar hacia el ascensor.

—¿Qué estás haciendo? —le increpo entre dientes mientras soy arrastrada—. ¡Tengo que quedarme con mi jefe!

De pronto se detiene y casi choco contra su espalda. Entonces se gira hacia mí e inclina su rostro.

—Ahora soy el jefe de tu jefe, obedece y sígueme, Scarlett.

Suelto una sonrisa ofendida por su tono mandón. ¿Quién se cree que es?

Es tu jefe, Letty. Aun así, decido dejar que, como siempre, mi boca se haga cargo de la situación.

—¡Que soy Letty, bruto! —insulto a Sebastian en frente de la recepcionista y los demás trabajadores que nos observan desde sus escritorios. Los ignoro y forcejeo para soltarme—. Y suéltame ahora, aunque seas el jefe de mi jefe, no tienes derecho de secuestrarme, Sebastian.

Su agarre se vuelve más firme y levanta mi brazo en frente de nuestros rostros.

—No te estoy secuestrando, pero si quieres la experiencia, puedo cargarte en mi hombro—enarcó una ceja retadora.

Fruncí mis labios y lo miré siniestramente, me sentía impotente y no sabía por qué. Todos podían ver que él era quien estaba actuando como loco.

—Hey, Sebastian, ¿vamos a salir a la reunión o no? —intervino Marco que nos alcanzó—. ¿Y qué está pasando aquí? ¿Cómo se conocen?

—Scarlett es mi exesposa—aclaró Sebastian sin pelos en la lengua.

Ante el jadeo de sorpresa de la recepcionista chismosa y otras mujeres en la sala, rodé los ojos.

—¿Eres un idiota o qué? ¿Por qué lo dices ahora?

Marco parpadeó estupefacto.

—¿Le dijiste idiota a Sebastian? Un momento—miró a Sebastian—. ¿Dijiste exesposa? ¿Ella es esa Scarlett?

—Necesito a Scarlett por un momento—declaró Sebastian e ignoró las preguntas de su primo—, hablaré con ella en mi oficina.

Marco levantó las manos en señal de rendición.

—Entiendo… creo. Pero es mi secretaria ahora y la necesito para que se ponga acorde con todo si no vamos a salir.

Sebastian continúo hacia el ascensor.

—No será tu secretaria por mucho tiempo.

—No puede ser. ¡Que sepas que me debes una secretaria! —escuché a Marco resoplar cuando entramos al ascensor. Cuando me giro hacia él lo miro regañando a los empleados—. ¿Y ustedes qué miran? ¡A trabajar!

En el ascensor finalmente me suelta y lo veo pulsar el botón del piso 30. Parpadeo, estupefacta, este edificio es realmente grande. Aunque tengo un mar de insultos para él, decido guardármelos por el momento. Así que lo miro de soslayo, muy sutilmente, para darme cuenta de que no importa la perspectiva en que lo vea, sigue siendo guapo y descubro que eso en vez de derretirme como en mis 20, me hacía irritar.

Cuando las puertas del ascensor se abren vuelve a sujetar mi muñeca y la intromisión de su toque vuelve a erizar mi piel de una forma que solo me hizo sentir bien, lo que me molestó.

—Estás actuando como un loco desgraciado, ¿sabías? —suelto en voz baja mientras me lleva a través de un pasillo elegante con alfombra verde pasto.

Sin detenerse a mirarme contesta.

—Tu impuntualidad no cambia, pero esa lengua ácida es nueva.

Tuve tiempo para aprender gracias a mi hermana menor. No iba a dejar humillarme por él de nuevo.

Miré cómo nos acercamos a una mujer mayor sentada en frente de un escritorio junto a una puerta de madera lisa al final del pasillo. Supuse que era su secretaria.

—Elena, es hora de que descanses de mí. Tu liquidación puedes discutirla con recursos humanos—le dijo Sebastian.

Parpadeé estupefacta, la estaba despidiendo y aun así la mujer sonrió y asintió. Quise decir algo, pero Sebastian no se detuvo, continuó de largo hacia la puerta de madera y la abrió. Dentro me encuentro con una enorme oficina del tamaño del apartamento que comparto con mi hermana. No tengo tiempo de detallarla porque Sebastian todavía me arrastra hasta el centro del salón, y es cuando finalmente me suelta.

 —¡Bien! —exclamo, cruzándome de brazos mientras él me mira con una ceja enarcada—. Ya me trajiste en contra de mi voluntad hasta aquí, eso no ha cambiado en ti, hacer que haga lo que tú quieres, sin importar lo que yo sienta.

Frunció el ceño con desconcierto, como si estuviera diciendo algo que no tiene sentido para él.

—¿Dices que yo soy el que te arrastraba? —sonrió sarcásticamente—. Hice cada cosa por ti, Scarlett.

—¿Cómo qué? ¿Cómo dejar de hablar conmigo, aunque me tenías en frente? ¿Cómo mentir esa navidad para no ir conmigo a la casa de mis padres?

—¡Te seguí a Seattle! —rugió. Pero rápidamente respiró y volvió a mostrar esa cara fría y tranquila. Aunque no lo suficiente—. ¿Cómo hablar contigo si estabas ocupada molestándote por cada cosa que hacía?

—¿Por qué estoy aquí, Sebastian? —pregunté rápidamente, tragándome el dolor que siempre sentía cuando él me gritaba, no podía superarlo todavía. Me hacía sentir tan pequeña cuando me gritaba—. ¿Quieres que no acepte el empleo? O peor, ¿quieres despedirme en mi primer día de trabajo? ¿Es eso? ¿Crees que no soy suficientemente buena para ser la secretaria de tu primo ya que soy impuntual? ¡Solo dilo ahora!

—No—me miró fijamente a los ojos, no sabía qué esperar de la intensidad de sus ojos. Necesitaba este empleo, pero no quería encontrarme con él, ni siquiera, aunque no fuera mucho. Estaba entre la espada y la pared—. Serás mi secretaria.

Me quedé en shock por un momento mientras él caminaba hacia su escritorio y sacaba de una carpeta una hoja, entonces comenzó a leerla. Un segundo después solté una risa atónita.

—¿Tu secretaria? ¿Dijiste que quieres que yo sea tu secretaria?

—Sí, Scarlett—contesta sin mirarme, su mirada en la hoja.

—¿Eres idiota? Yo no te quiero ver nunca. Mucho menos quiero ser tu secretaria.

Caminó de nuevo hacia mí, de inmediato di un paso hacia atrás, no quería estar cerca de él.

—Deberías dejar de insultarme, Scarlett, soy tu jefe.

—Entonces renuncio. Dile a tu primo que fue un gusto ser su secretaria por esos 3 minutos.

Me dispuse a dar la vuelta para salir de su oficina, pero Sebastian me atrapó del antebrazo y me atrajo de nuevo hacia él. Era tan difícil para mí verlo como la falta de respeto de cualquier hombre, él y yo teníamos historia, y no una superficial y corta. Cuando me tocaba, me sentía en mi elemento, como si supiera a qué atenerme, como si estuviera cómoda. Pero tenía que sacar ese chip de mi cabeza, porque esta nueva Scarlett odia a su exesposo.

—¿Qué haces de nuevo? —me quejé, forcejeando contra él—. Eres como un cavernícola, ¡ya suéltame!

—Algo me dice que necesitas este trabajo—levantó la hoja en su mano y me mostró el contenido, era una investigación sobre mí, algo sobre mis demás entrevistas fallidas.

Abrí mis ojos sorprendida.

—¿Cómo obtuviste… cómo puedes ser tan idiota? —lo miré con odio.

—Si mi empresa no te contrata, tu oportunidad para las siguientes se reduce, Scarlett.

Pisé fuerte el piso de mármol.

—¡Te odio, Sebastian!

—Y yo me preocupo por ti. Di lo que quieras, pero esta es tu única opción.

—¿Mi única opción? ¿Quién lo dice? ¿El destino o tú? Me dejaste sola y sin dinero hace 8 años en Seattle, te fuiste, y lo hiciste porque se suponía que tú tampoco querías verme de nuevo. ¿Y ahora por qué haces esto? ¿Un castigo?

—¡Perdón! —masculló, cerró los ojos con fuerza antes de abrirlos y mirarme de nuevo con preocupación. Pero no iba a caer—. Perdón por dejarte sola, perdón por…

—Ya es tarde Sebastian, 8 años tarde.

Sebastian suspiró.

—Te quedarás en mi empresa si es como mi secretaria, Scarlett. No le trabajarás a otro hombre.

—Eres tan egoísta—dije entre dientes, y logré no llorar por sentirme acorralada, porque no tenía opción, Riley tenía que terminar la universidad y no quería que trabajara y se distrajera. También estaba nuestra renta, los servicios y la comida, nuestro seguro médico—. Bien, seré tu secretaria—me encogí de hombros—. Llámame como quieras, pero esta Scarlett Lewis que conoces ahora es solo eso, tu secretaria, nada más. No vuelvas a mencionar en frente de nadie que fui tu esposa, esa época murió en Seattle, igual que el espacio en mi corazón que era tuyo.

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