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10° El voto de Héctor

Observó la mano de Emilia, antes de que extienda la mano para darme ese sobre con su renuncia, le quitó el sobre y lo rompo en dos.

Ella me mira sorprendida.

—Sientate por favor —le ruego ella asiente con la cabeza y se sienta frente a mí.

—Si salgo de esta junta victorioso sé que en menos de un día me echaran a patadas —lo digo con sinceridad y el enorme peso de la vergüenza de tener una carrera pero no ejercerla —.Lo cual causará serios problemas tanto para mi padre como pars mi, las futuras decisiones que tome...

Ella está observándome detenidamente, me está estudiando, mis gestos mis acciones, todos, ya antes la he visto hacerlo.

—Eduardo....

—Edward Costa —la corrijo.

—Señor Costas tenemos una hora antes de la junta de los accionistas le explicare temas básicos y respuestas concretas a las que usted se puedo optar por decir.

Ella toma su tablet y comienza a buscar en una carpeta de documentos. Todo el peso que llevaba encima desaparece cuando ella hace ese gesto, cuando ella me habla y hace como si nunca hubiera pasado nada.

—Actualmente trabajamos en las construcciones de una línea de casino con inversiones extranjeras, nosotros ganamos esa licitación por ende ustedes debe conocer a los dueños.

Ella abre un documento y me muestra cinco imágenes, tres hombres y dos mujeres jóvenes.

—Ellos son dueños de Dollar Royal Casino, nosotros trabajamos en la constitución de las cinco cedes que tendrá en la ciudad.

Ella habla con tal profesionalismo, me observa de rato en rato para cerciorarse de que la estoy escuchad y eso hago. Por primera vez en mucho tiempo es la primera persona a la que escucho atentamente.

“Emila Vladi, eres como la hija que papá nunca tuvo, incluso eres como el hijo que anhela o eres como la amante que quiere meter en su cama" —pienso.

Mi padre no es un santo, siempre repite el mismo patrón con sus empleadas, recuerdo aún mi infancia.

—Señor Costa... ¿Me está escuchando? —pregunta ella.

Alzo la mirada para verla y sus ojos me observan buscando

—Si claro.

—No me ha escuchado, por favor atención ya solo queda media hora.

Asiento con la cabeza mientras la escucho hablar detenidamente sobre algunas cosas de balances y los empleados.

Ella mira su reloj y ya ha pasado la media hora. Apaga la tablet y se levanta.

—Es el momento, alistare toda la sala de juntas si desea puede tomar agua y luego venir.

La veo salir de la oficina y estoy aterrado, tengo miedo de que algo no salga bien, pero no entiendo a mi padre.

Héctor cómo villano, ni yo me lo puedo creer, el tío Héctor siempre venía a casa a verme, me daba obsequios ostentosos, además de siempre verme en fechas importantes no como mi papá que se olvidó de mi apenas se separó de mi mamá.

Camino con nerviosismo pero por fuera transmito toda la seguridad del mundo. Debo prepararme para cualquier intento de sacarme del mando, pero por sobre todo debo demostrar que estoy a la altura.

Cuando ingreso a la sala de juntas aún nadie se encuentra sentado. Emilia termina de poner los documentos, sus respectivas botellas de aguas, ordenar bien los asientos y mirar fijamente la silla que opuraré yo.

—Señor Costa —dice ella dándome una tableta.

Me siento incómodo cuando me dice así, me acerco a ella y tomo la tablet.

—Emilia no me llames Señor Costa.

—Yo soy secretaria, no puede haber ese tipo de tratos entre nosotros.

La miró esperando una risa, algo que ella pueda decirme que lo que acaba de mencionar es lo más tonto que he escuchado.

—Bueno me retiro, cualquier ayuda que necesites me lo hace saber, yo estaré en la...

Tomo su mano y ella retira su mano y mira fijamente hacia una esquina de la habitación. Una cámara.

—Emilia debes decirle Edu.

—Buenos días, bienvenidos —dice ella mirando a los accionistas ingresar.

Me observan con asombro, así se va llenando de accionistas. Veo sus rostro arrugados mirarme con cierto reproche, yo sé que la mayoría ha sido espectador de mis locuras, sobre todo de mis arrebatos y berrinches. Ahora les solicitaré su confianza, yo si fuera ellos diría un rotundo no.

Hay momento en la vida donde el nerviosismo nos embarga, donde sentimos que podemos perdernos, que ese lapso de tiempo es como sino existiera, yo solo recuerdo pararme y pedirles su voto de confianza a los cual todos votaron que no, mire asustado a mi tío por primera vez, esperando su ayuda y la recibí.

Mis acciones son menores a que los accionistas, pero si mi tío vota a favor logro pasarlos por un 2%, lo cual es mayoría. Cuando mi tío se puso de pie y asintió con la cabeza escuché murmullos, algunos se levantaron molestos para retirarse otros ni se despidieron.

—Si lo haces mal no dudes chico que venderé mis acciones o incluso las regalaré —amenza un anciano con el cabello pintado.

Prefiero no responder, solo observarlos. Cuando salgo de la sala de juntas veo a Emilia parada despedirse de los socios y ellos responderle amablemente a pesar de estar molestos conmigo.

—Veo que lo hizo bien —dice ella. También tiene un tono frío y distante.

Mi tío me toma por los hombros y luego me suelta.

—Señorita Vladi buenos días.

Ella mira con frialdad a mi tío.

—Buenos días, me retiro —anuncia, se da vuelta y camina hasta perderse por el pasillo.

—Sobrino no me decepciones —dice mirándome a los ojos, sonrió y lo abrazo.

—Muchas gracias tío, no lo haré.

—Recuerda que tú padre construyó esto sacrificado mucha gente, recuerda a quienes sacrificó...

Me quedo pensativo.

—Confio que harás un excelente trabajo.

—Nuevamente gracias tío.

Emilia me mira ingresar a la oficina. Cuando ingreso hay una fila de documentos. Voy hacia la puerta y la llamo por su nombre.

—Espere un momento señor Costa, estoy organizando su agenda.

—Esta bien.

Cuando escucho que ella viene me pongo de pie.

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