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Pobre el Jefe
Pobre el Jefe
Por: Sieteletras
1°Pobre el Jefe

La piernas me temblaban y mi corazón se quería salir de mi pecho, maldecía internamente ser tan buena gente, pero no estaba dispuesta a perder mi trabajo aunque eso implicará seguir a un niño mimado corriendo por varias cuadras. Lo veía a lo lejos y sin duda se nota que estaba bien entrenado, la gente me miraba y yo sentía cierta vergüenza.

—Detente - gritaba por quinta vez, con todas mis fuerzas.

Mis tacos se me iban a malogras, me detuve de golpe y no lo pensé dos veces, me los quite y comencé a correr con los pies descalzos por toda la avenida principal.

Veía su sonrisa santurrona a lo lejos, fingía correr en su mismo sitio mientras yo intentaba con todas mis fuerzas alcanzarlo.

—Eres una lenta - gritó.

Track - fue el sonido que emitió mi falda, mire al costado y efectivamente la costura había cedido. Puse los ojos en blanco antes de chocar con alguien y caer al piso.

Sentí las palmas de mi mano arder con fuerza mi falda termino por romperse más y mi trasero impacto brutalmente con el piso frío.

El hombre me miraba desde arriba y lo único que quería hacer en ese momento era llorar. Mis ojos se iban a cristalizar pero recordé varias escenas en mi vida.

"LA MUJERES PIENSAN QUE LLORANDO LO VAN A SOLUCIONAR TODO"

"VAMOS SIGUE LLORANDO MAGDALENA"

Y más frases que usaban las personas para humillarme. Yo soy una llorona pero no lo hago para victimizarme o hacer sentir mal a alguien, simplemente salen. Soy una persona sensible.

—Lo lamentó mucho señorita, discúlpeme.

Cuando iba a tomar su mano alguien tomo la mía y tiro de ella con fuerza.

—ya vete - dijo sin más, sus ojos marrones y su cabello todo desarreglado, su mano con anillos y su brazo tatuado hizo que el hombre se intimidara y salieron prácticamente corriendo.

Estaba de pie, pero el aún no soltaba mi mano y yo también me sentía intimidada por él, sentía que me pronto me iba a gritar o algo parecido.

— Tus mano están mojadas.

Fue la frase seca que soltó, miro sus manos y yo miré la suya y vi el color rojo característico de la sangre.

Me tomo las manos con preocupación y luego las soltó.

—No debiste seguirme, quién te manda a ser tan entrometida - dijo con la voz más suave. Me miró de pies a cabeza, estaba realmente avergonzada.

— Su papá pidió...

— El señor Costa no es mi papá - me interrumpió. Miro a varias personas que nos miraban.

— Sin duda algunas personas no deberían de nacer - dijo con amargura, se quitó su polo y me entrego.

Mire su polo con algo de miedo y preocupación al mismo tiempo.

— Pontelo, todos están mirándote - dijo observando el panorama, lo seguí con la mirada y miré a varios hombres esquivar mi mirada.

Me puse su polo toda avergonzada, mis manos me dolían, note las manchas de mi sangre en su polo y el también pero no digo nada.

—Toma un taxi y ve a tu casa...

— Aún no termina mi hora de trabajo.

— Ve a tu casa.

— Usted no me da órdenes, no es mi jefe - dije molesta.

Me agache a recoger mis zapatos en el piso y levante el polo para tomar mi teléfono del costado de mi falda. Siempre lo guardo en mi cintura. Pero por correr se bajó un poco.

Tome su mano con fuerza, a pesar que el tacto me dolía, no lo pensé dos veces y asumí ese dolor.

— Tu vienes conmigo.

— ¿Qué te hace pensar que yo...

Lo mire con una mirada fría y fulminante, no quería pelear con él, ya estaba herida,cansada y desarreglada. En su cabeza sabía que me lo debía.

— Sueltame.

— Oh no imbécil, si te suelto vas a correr - dije sin más.

Le acabo de decir imbécil - mientras mi cerebro procesaba mi osadía o mejor dicho estupidez detuve un taxi y le brinde la información. Lo hice subir primero y ordene al taxista que pusiera los seguros.

— Chica lista - dijo cuando yo me subí a su costado. Mis manos ardían, las miraba de rato en rato para obligarme a aguantar el dolor.

En un determinado punto de nuestro trayecto, volteo a mirarlo y él quita la mirada de mi. Se voltea a mirar hacia la ventana del auto.

—Mi nombre es Emilia Vladi - le digo y él se encojo de hombros.

Miro hacia la mi lado derecho y veo a las personas pasar con diferentes rostro, algunos preocupados y otros felices, algunos tienen la mirada perdida y otros con la mirada de determinación. Entonces mío al hijo de mi jefe y veo soledad.

—¿Que edad tienes? - me pregunta, se voltea a mirarme.

—Tengo veinticuatro años - respondo en voz baja.

—Puedes incluso ser su hija, viejo ridículo. Yo tengo veintiséis - dice mirándome.

Asiento con la cabeza. El resto de viaje es completamente en silencio. Los dos bajamos del auto rápido, frente al enorme edificio.

En la puerta del edificio veo a mi jefe con varios de sus guardias y más socios. Él me mira sorprendido y luego mira a su hijo y su mirada cambia a una de reproche y negación.

Él toma mi mano y camina hacia ellos.

—La próxima envía a un mejor sabueso - dice tirando mi mano hacia adelante.

Los socios me miran y mis indignación crece hasta que siento un hincon en el pecho y mis ojos comienzan a cristalizarse.

—Edu - grita con fuerza su papá, mientras él no le hace caso e ingresa a la empresa.

—Señorita Vladi yo...

—No se preocupe señor - digo avanzando.

Si algo he aprendido a lo largo de la vida es que jamás debo dejar que me intimiden e insulten, lo que él hizo fue humillarme no solo con el insulto sino con la manera de tratarme, es como si el me hubiera traído, como si yo tuviera la culpa.

—Oye tu - gritó con fuerza.

Él voltea y mi puño va a su rostro, retrocede y cae al piso.

—Pobre el jefe - gritó a todo pulmón - de tener un hijo tan imbécil que no sabe medirse, ni respetar, yo cumplo mi trabajo y no debí ir por ti en primer lugar, pero lo volvería hacer...

Él se levanta del piso con la nariz ensangrentada y mirándome con sorpresa y odio al mismo tiempo.

—¿Por qué volverías a ir por mi? - me pregunta acercándose a mi.

—porque se que es estar solo y llamar la atención para que los demás sepan que existimos - digo mirando esos ojos marrones oscuros.

Él abre los ojos y se aleja de mí, miro el piso y veo la sangre que ha goteando de su nariz. Miro a mi alrededor y veo a todos mirarme. Mi jefe tiene una sonrisa enorme y me hace señas para que suba a su oficina.

Tomo la poca cordura que me queda para coordinar mis pasos hacia el elevador.

Veo la pantallita del elevador que indican los pisos.

1. 2. 3. 4. ... así hasta llegar al último piso del edificio.

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