Había llegado.
Luego de un año de salir de las garras de su familia, al fin Samantha había llegado a uno de los destinos que había estado esperando por conocer desde hace un tiempo.
Milán era un mundo completamente nuevo para Samantha, a pesar de solo ser una ciudad. Desde los altos edificios de moda hasta las pequeñas callejuelas llenas de secretos, todo la llamaba a explorar y sentía que tenía mucho tiempo para hacerlo, sentía que podía darse el lujo de conocer cada rincón. Pero nada la preparó para su primera noche en “L'Ombra D'oro”. Ni siquiera sus más altas expectativas de un lugar nuevo, de Milán.
Aquella noche solo quería divertirse luego de un largo viaje, se estaba quedando en un hotel del centro, por lo que luego de un raro paseo bajo la luz de luna, dio con aquel lugar, ni siquiera sabía de qué iba o… quién pertenecía. Pero entre callejuelas estrechas, los caminos la llevaron allí.
El club estaba bañado en luces rojas y doradas, creando un ambiente sensual. Un poco oscuro para su gusto, olía a tabaco y otras mezclas que no eran de su agrado.
Decidió entrar, viendo lo atractivo que era el lugar, pero no quería llamar la atención, solo conocer. Era nueva allí, quería una noche de música, bailes, nuevo ambiente, pero quizás no lo encontraría en aquel lugar.
A pesar de su deseo de pasar desapercibida, Samantha sentía miradas sobre ella, como si cada persona pudiera ver directamente en su alma, pero a lo mejor solo era porque claramente era una extranjera. Sin embargo, una mirada en particular la capturó.
Era Piero Corsini, con ojos oscuros que prometían peligro y deseo a partes iguales.
Los ojos de aquel hombre no se pudieron apartar una vez que se posaron en la rubia despampanante que llegó al lugar, ¿cómo podría pasar desapercibida cuando su cabello era un espectáculo y sus caderas todo un escándalo? Tan joven y sensual como siempre lo había sido, aquella noche no era la excepción.
Aunque Samantha era nueva en la ciudad y en su mundo, no pudo evitar sentir una curiosidad intensa hacia ese hombre que no dejaba de mirarla, sentía sus ojos por todo su cuerpo y aquello era nuevo para ella, como si fuera una presa, como si fuera la nueva presa de una enorme bestia, la más peligrosa del lugar.
A su corta edad, desconocía de muchos peligros e iba por el mundo como si este fuera un lugar seguro.
Un año lejos de su familia le había dado una seguridad muy peligrosa, pues eso evitaba que ella estuviera alerta de los peligros, como lo era aquel hombre.
Cada movimiento que hacía, cada palabra que pronunciaba, estaba cargado de una intención que Samantha aún no comprendía, pero quería descubrir.
Se acercó a la barra y ordenó una bebida, tratando de evitar su mirada, pero fue en vano. Piero se acercó a ella, su presencia dominando todo su entorno.
—Una belleza como tú no debería estar sola en un lugar como este—susurró en su oído nada más acercarse—. ¿Qué te trae por aquí? Justo en un sitio como este.
Intentando mantener su compostura, Samantha respondió, ladeando despacio su rostro para ver aquel hombre más de cerca.
Olía a peligro, eso era innegable. Quizás le gustaba ese olor o no sabía lo que eso significaba y su dulce ignorancia la hacía bailar sobre un fuego abrazador, ¿no sentía el caliente que eso provocaba, amenazando con quemar?
—Estoy explorando, descubriendo todo lo que Milán tiene para ofrecer—respondió ella.
Con una sonrisa maliciosa, Piero replicó, acercando su rostro a su cuello para oler a aquella mujer.
Y le gustó su olor.
—Entonces permíteme ser tu guía en este mundo oscuro—el aire caliente que salía de sus labios se mezcló con la suave piel de Samantha, logrando que ella se estremeciera. Sin querer, lamió sus labios, un claro signo de nerviosismo o atracción, fuerte mezcla de ambos, y volvió a girarse, buscando la mirada de aquel hombre.
No entendía por qué se acercó a ella o por qué provocaba nervios en ella si no lo conocía de nada.
La tensión entre ellos era palpable. Samantha se sintió atrapada entre su deseo de huir de este hombre claramente peligroso y su curiosidad por conocer más sobre él y el mundo en el que se movía.
Miró a su alrededor, percatándose por primera vez de que aquel no era un lugar común, las personas, el silencio que se formó cuando Piero se acercó a ella.
—¿Un guía?—preguntó ella, forzando una sonrisa y queriendo no lucir nerviosa—. Ya tengo un mapa de la ciudad—dijo con tranquilidad, rechazando amablemente su oscura propuesta.
—Me perteneces esta noche, incluso si tienes un mapa de la ciudad, eso no te enseñará todo lo que hay que conocer, yo sí—susurró Piero al oído, su aliento enviando escalofríos por su espalda. Aunque Samantha había venido a Milán buscando libertad, algo en la dominación de Piero la atraía y la aterraba simultáneamente. No era lo que buscaba, de eso estaba segura— Esta noche… me perteneces, dejar que yo te muestre lo que necesites ver.
—¿Pertenecer? ¿Siquiera sabes mi nombre?
—No, pero tú gritarás el mío.
Una carcajada se escapó de los labios de Samantha, resultándole muy gracioso que ella, solo por la creciente tensión que había entre los dos, se iría a su cama, le permitiría estar entre sus piernas o tan siquiera gritaría el nombre de aquel desconocido.
Samantha, con la misma elegancia con la que se había sentado, esa misma usó para ponerse de pie.
—Si me disculpa.
—No…—Piero también se puso de pie, con una mano rodeando su cintura y pegándola hacia él, aquellos ojos azules lo miraron desafiante y el hombre sonrió, como si aceptara el reto—. No te disculpo. Dime tu nombre y no te creas la cenicienta para salir corriendo a medianoche, solo dejando el maldito zapato. O destruiré Milán solo para volver a oler tu perfume. Tu nombre, Dilo. ¡Ahora! —aquella orden dio una pista del tipo de hombre que resultaba ser Piero Corsini.
La mujer lo miró por un segundo, observando como Piero parecía dar su última carta, todo o no nada.
Pero Samantha no quiso desafiarlo, mucho menos incitarlo, él no parecía ser mucho más de lo que mostraba, un hombre que tenía y poseía a quién él quería y ya Samantha estaba cansada de estar encerrada en una jaula de oro, no iba a salir de una… para entrar en otra.
Fue más fuerte el deseo de alejarse, que su enorme curiosidad por el mundo que aquel hombre le podía mostrar.
Alejó sus manos de su cuerpo, tomó su pequeño bolso y se fue alejando lentamente de él.
Una sonrisa se dibujó en aquel hombre, mientras la veía partir.
¿Tendría que destruir todo Milán solo para saber su nombre y oler de nuevo su perfume?
Eso parecía.
La fresca brisa nocturna de Milán la recibió luego de que salió de aquel club sin mirar atrás, no se podía dar el lujo de enfocar de nuevo aquellos ojos que ya parecían haberla devorado unos miles de veces.
Sentía que podía caer en sus profundidades y eso no era lo que Samantha buscaba, ella quería seguir siendo libre y eso no se conseguía al lado de un hombre claramente posesivo.
Mientras caminaba, comenzó a tener frío, había tenido un poco de hambre, pero solo quería llegar al hotel. Sin embargo, fue mucho lo que se alejó hasta dar con aquel club, todo era silencio, pero los tacones de sus zapatos resonaban en las piedras de la calle mientras caminaba, tratando de procesar todo lo que había sucedido allí dentro.
—¿Perdida o simplemente disfrutando de la noche? —una voz profunda y suave interrumpió sus pensamientos.
Por un segundo Samantha se asustó, pues la calle estaba muy solitaria.
Al girar, vio a un hombre apoyado contra una pared de piedra.
Era Adriano Moretti, con una chaqueta de cuero y una mirada intrigante. Aunque había cierto peligro en sus ojos, también había una chispa de humor al ver como la mujer caminaba con sus ruidosos tacones y aquel bolso ridículamente pequeño mientras se abrazaba por el frío de la noche.
—Un poco de ambos —respondió Samantha, tratando de mantener una actitud desenfadada—. Supongo que esta ciudad tiene una forma de sorprender a las personas.
Adriano se rió entre dientes, acercándose. Solo había salido a fumarse un cigarro, pero la noche era perfecta para dar un paseo y acabó allí.
—Eso es cierto. Milán es una ciudad de contrastes. Lujo y peligro, todo en uno. Que no se note que eres extranjera. Sin embargo, tú italiano es perfecto. —Hubo un momento de silencio incómodo. Samantha estaba a punto de seguir su camino cuando Adriano agregó:—No es seguro para una mujer caminar sola a estas horas, especialmente después de salir de L'Ombra D'oro.
Samantha arqueó una ceja.
—¿Cómo sabes que vengo de allí?
—Es el único lugar en esa dirección donde podrías estar a estas horas.
—¿Estás ofreciendo ser mi guardaespaldas o simplemente me estás advirtiendo de ti mismo?
Adriano sonrió, mostrando un atisbo de dientes blancos.
—Quizás un poco de ambas cosas. ¿Qué aceptas? ¿Mi seguridad o mi advertencia?
—Supongo que en ambas opciones corro peligro.
—Solo si soy un peligro.
—¿Lo eres?
—Tendrás que decidirlo tú.
El intercambio entre ellos estaba lleno de tensión, pero una más divertida, relajada. Aunque Samantha había sentido la dominación y el poder oscuro de Piero, con Adriano, era diferente. Había una atracción palpable, pero también un misterio que ella deseaba desentrañar.
—Alguien peligroso no usaría esa chaqueta de cuero y luego esas chanclas.
Él soltó una carcajada, en casa se había quitado los zapatos y solo tomó la chaqueta para el frío, ni se había percatado de su atuendo.
Sin decir una palabra más, Adriano le ofreció su chaqueta por el frío que hacía. Samantha, después de un breve momento de indecisión, aceptó. Caminaron juntos por las calles de Milán, mientras él la acompañaba a encontrar la dirección de su hotel.
A medida que la noche avanzaba, y ellos caminaban en silencio y sin preocupación, Samantha notó realmente el contraste de Milán.
Pasar de encontrarse con un hombre completamente dominante y posesivo, a otro totalmente despreocupado y silencioso.
—Soy Samantha—dijo frente a su hotel retirando la chaqueta de sus hombros para dársela a su dueño.
—Adriano Moretti.
—Gracias, por el paseo y la chaqueta.
—No podría dejar que una turista ande perdida por la ciudad. Eso daría una muy mala fama de Milán.
—Hay que cuidar la fama de Milán—coincidió ella con una sonrisa de lado.
—Adiós, Samantha sin apellido.
—Adiós, Adriano Moretti.
Mientras caminaba hacia el hotel, Samantha sintió el impulso de mirar hacia atrás, haciendo caso a su impulso y viendo como él la observaba hasta que ella entrara.
Al cruzar la puerta, ella miró una vez más, ahora él sonreía con el cigarro en su mano, segundos después lo encendió y se marchó.
Había sido una primera noche muy extraña en Milán.
Fue lo que dijo, era lo que haría.¡Encontrar a esa mujer!Se había quedado grabada en la mente de Piero y era algo que no podía dejar pasar. La ciudad de Milán nunca había sido testigo de una búsqueda tan implacable. Piero Corsini, el hombre que ostentaba un poder sin igual y cuya influencia se extendía por cada rincón de la ciudad, había movilizado a sus hombres en una misión: encontrar a aquella mujer rubia que la noche anterior no quiso darle su nombre. Sin más, esa misma noche se fue a la cama con otra mujer, pero no imaginó que a la mañana siguiente aún estaría su rostro en su cabeza, o su voz.Ese olor. ¿Realmente tendría que destruir todo Milán solo buscándola? Entonces lo haría, un Corsini siempre cumplía con su palabra. Las órdenes eran claras y concisas. —No importa qué tengan que hacer, la quiero frente a mí antes del anochecer—Giorgio, un hombre de confianza de Piero y quien llevaba años a su servicio, conocía la urgencia y la seriedad de la tarea. Con un grupo de
º|º Piero º|ºEn la quietud de mi oficina, una inusual inquietud me invade. Samantha, esa mujer, se encuentra ahora en una habitación de mi mansión, y lo único que me llega es un silencio perturbador. Normalmente, disfruto del silencio; es un signo de control, de poder. Pero este silencio es diferente; es un desafío, una provocación.¿Qué demonios hace? ¿Por qué no ha armado un alboroto para que la deje salir? Siento que este silencio no es bueno o… simplemente me encuentro impaciente.¿Por qué?Parece un día normal, pero no lo es.Hace mucho que no me sentía de esta manera.Me siento inquieto, como si tuviera algo pendiente, como si fuera algo importante.Me encuentro jugando con la idea de instalar una cámara en su habitación. No para vigilarla, sino para descifrarla. ¿Qué estará haciendo? ¿Planeará su siguiente jugada? Ella es un enigma, un rompecabezas que me provoca y desafía.Las preguntas juegan con mi mente y eso no es bueno.Samantha Taylor.Mis hombres han estado ocupados re
º|ºSamanthaº|ºMis manos apenas disimulan un temblor mientras sostengo el arma. Aunque mi interior se revuelve en un torbellino de miedo y ansiedad, mi exterior debe proyectar firmeza y decisión. No puedo dejar que él vea que me cago de miedo con esto en mi mano. La pistola, un objeto tan ajeno en mis manos, se siente a la vez pesada y peligrosamente liviana, de alguna manera me da poder, pero no se siente muy bien la sensación. Nunca había tenido que usar una, y mi conocimiento sobre ellas se limita a lo que he visto en películas y leído en libros. Me tortura no saber si tiene el seguro puesto o incluso cómo verificarlo. Pero no puedo mostrar ninguna duda; mi vida podría depender de ello. Mi libertad, porque este hombre realmente creía que podría retenerme aquí.Piero me observa con una tranquilidad desconcertante. ¿Cómo puede mantenerse tan sereno con un arma apuntándole directamente?Mi corazón late con fuerza en mi pecho, y cada latido parece retumbar en mis oídos.Mi mente corre
º|º Samantha º|ºAl llegar al hotel, siento las miradas del personal clavadas en mí. Corro a mi habitación y al abrir la puerta, descubro un caos absoluto. Mis pertenencias están esparcidas por doquier, como si un huracán hubiese pasado por el lugar.¡Han entrado a mi habitación! Pero no tengo ni que preguntarme quienes han sido.¡Maldito bastardo que cree que no existe la ley!¡Estúpido bruto!Agotada y sin fuerzas, me dejo caer sobre la cama, cerrando los ojos, pero las imágenes del día no dejan de atormentarme. El peso del arma en mi mano, el sonido ensordecedor del disparo, la mirada de Piero... todo se mezcla en un torbellino de emociones que no logro controlar.Pasé el miedo más grande de mi vida y yo que había creído que a lo que más le temía era a casarme con un hombre al que no amaba y fingir una felicidad que no poseía. Pero hoy…conocí realmente lo que es el miedo y luchar contra los nervios, pelear aún cuando crees que no puedes ganar."¿Qué demonios se cree ese hombre?" La
º|º Samantha º|ºAl abrir mis ojos, una punzada de dolor recorre mi cuello, pero al mismo tiempo, siento algo suave debajo de mi cabeza. Mis manos exploran a tientas y trato de acostumbrarme a la tenue luz que inunda la habitación. Poco a poco, tomo conciencia de que estoy en una cama. Mi mente se aclara y finalmente puedo ver con claridad.¿Qué hago en una cama?Me incorporo de golpe, confundida y alarmada.¿Dónde demonios estoy?Mi mente trabaja a toda velocidad. Anoche, recuerdo haberme quedado dormida en el sofá, pero ahora me encuentro en una habitación desconocida. Mi mirada nerviosa recorre la estancia hasta que algo en mí se tensa y siento miedo. No reconozco este lugar, definitivamente no es mi hotel. El pánico comienza a apoderarse de mí.¡¿Qué mierdas hice?!Mi corazón late con fuerza mientras me incorporo en la cama. La puerta se abre lentamente, y aparece un hombre que está ajustándose una corbata.Adriano.Me mira con interés, y eso solo aumenta mi confusión.¿Me llevó a
La tensión en el portal se podía cortar con un cuchillo. Samantha estaba atrapada en un forcejeo incómodo entre Piero Corsini y Adriano Moretti, dos hombres que representaban mundos completamente diferentes. Ella sabía que, en ese momento, estaba en medio de una tormenta de peligros que amenazaban con devorarla por completo.¿Cómo demonios llegaron a eso? Tan solo se quedó dormida, no esperaba que al salir estuviera aquel hombre allí.Los músculos de su cuerpo se tensaron mientras ambos hombres tiraban de ella en direcciones opuestas. Samantha era consciente de la peligrosidad que emanaba de Piero, un hombre acostumbrado a la oscuridad y la violencia, y no quería arrastrar a Adriano a su turbulento mundo, uno al que Samantha había entrado sin querer, sin querer ser parte de aquello, a donde Piero estaba más que convencido de querer llegar, arrastrarla consigo.Sabía que los hombres de Piero estaban armados y que él no dudaría en utilizarlos si se sentía amenazado. Adriano, por otro la
El lugar donde la había llevado era diferente a la casa donde ella estuvo encerrada la primera vez.Fueron más de cuatro horas de carretera, hasta llegar a una pequeña casa en las afueras de la ciudad, rodeada por un pequeño bosque que tuvieron que cruzar, donde no había nada.La primera casa que Samantha vio en todo el trayecto fue esa a la que llegaron.La puerta del coche fue abierta, sus ojos intentaban identificar algo para saber dónde estaba, pero de todos modos no conocía el lugar, ni aunque quisiera, los grandes árboles hacían sombra por todo el lugar.Uno de los hombres se acercó a Piero, dejando una llave en su mano.–Listo, señor. ¿Cuándo quiere que vengamos por ustedes?–Los llamaré–respondió sin mirar al hombre–. ¿Está preparada la casa?–Para todo lo que deseé. A una hora está la gasolinera más cercana, junto a ella hay algunos comercios, por si les hace falta algo. Está el número en la mesa de la cocina, suelen hacer entregas.–Pueden irse ya–dijo.Ahora, dirigiéndose h
º|º Samantha º|ºLos primeros dos minutos me resistí, tan solo para más adelante no arrepentirme de no haber hecho todo lo necesario, pero bastó poco para darme cuenta de que no podría hacer nada al respecto y que… si me estaba quieta, sería mejor para mí o con eso quería engañarme mi cerebro. Fue una buena táctica, porque al menos me mantuve tranquila.–Eres mi mujer–me dijo al oído mientras su polla viajaba hasta lo más profundo de mi interior, nombrándose dueño de mí tan solo por poder meterla.Siempre me había parecido ridículo el poder que los hombres creían tener sobre las mujeres, aunque no era agradable cuando ese hombre te hacía “entender” que no tenías la capacidad para resistirte o hacer lo contrario.De mi padre aprendí que las mujeres tenemos un valor que los demás podemos calcular. Por ejemplo, papá midió la valía de Sofía y la ofreció a los Leclerc, consideró que valía lo bastante como para ofrecerla a una familia tan importante como lo es la del presidente y al parecer