Fue lo que dijo, era lo que haría.
¡Encontrar a esa mujer!
Se había quedado grabada en la mente de Piero y era algo que no podía dejar pasar.
La ciudad de Milán nunca había sido testigo de una búsqueda tan implacable. Piero Corsini, el hombre que ostentaba un poder sin igual y cuya influencia se extendía por cada rincón de la ciudad, había movilizado a sus hombres en una misión: encontrar a aquella mujer rubia que la noche anterior no quiso darle su nombre. Sin más, esa misma noche se fue a la cama con otra mujer, pero no imaginó que a la mañana siguiente aún estaría su rostro en su cabeza, o su voz.
Ese olor.
¿Realmente tendría que destruir todo Milán solo buscándola? Entonces lo haría, un Corsini siempre cumplía con su palabra.
Las órdenes eran claras y concisas.
—No importa qué tengan que hacer, la quiero frente a mí antes del anochecer—Giorgio, un hombre de confianza de Piero y quien llevaba años a su servicio, conocía la urgencia y la seriedad de la tarea. Con un grupo de hombres leales y decididos, peinaron cada hotel, cada restaurante y cada rincón de Milán con la foto de aquella mujer que habían sacado de los vídeos de las cámaras de seguridad del club cuando estuvo esa única noche en el.
La ciudad, que solía ser un refugio seguro para los secretos y los susurros, no pudo esconder a Samantha por mucho tiempo, sobre todo si quien la buscaba era Piero Corsini y ella era ajena a eso. A medida que avanzaba el día, la red de información de Piero demostraba su eficacia. Un recepcionista de hotel sobornado aquí, un camarero asustado allí, las piezas del rompecabezas comenzaron a encajar.
Así que ya sabían el nombre de ella.
Samantha Taylor.
El nombre era importante y él ya lo tenía. Lo siguiente sería más fácil.
Mientras tanto, Piero aguardaba en su oficina, rodeado de lujo y poder, pero impaciente y furioso por la espera. Su mente no dejaba de repasar el encuentro con Samantha, la forma en que lo desafió y la curiosidad que despertó en él con solo un vistazo.
—Necesito respuestas—se decía a sí mismo, mientras apretaba los puños sobre el escritorio—. Samantha, tienes un lindo y refinado nombre.
Finalmente, la llamada que tanto esperaba llegó.
Giorgio, con voz firme y decidida, informó sobre la situación, pues anteriormente solo le había dado el nombre que consiguió en el hotel, pero ella no estaba allí.
—La hemos encontrado, señor. Está en camino.
Piero no pudo evitar la sonrisa de satisfacción que se dibujó en su rostro. Su red de influencias había funcionado una vez más, y Samantha estaba en camino hacia él, aunque no fuera por voluntad propia.
En una habitación oscura y aislada, Samantha se encontraba confundida y asustada con todo lo que había pasado luego de que esos hombres la rodearon y se la llevaron. Sus ojos miraban a su alrededor, tratando de encontrar una salida, pero estaba rodeada de hombres serios y armados que la habían subido a un vehículo contra su voluntad y ahora la tenían allí retenida, sin dirigirle ni una sola vez la palabra o decirle lo que estaba pasando, lo que iba a pasar con ella, a pesar de que ella se cansó de hacer preguntas, nadie dijo nada.
Sabía que estaba en problemas, pero no estaba dispuesta a dejarse intimidar. Intentaba no mostrar miedo ante la situación, pero sus piernas casi temblaban y ni siquiera se creía capaz de hablar después del tiempo que llevaba allí y su mente atormentándola con ideas macabras.
Aquella podría ser la situación más peligrosa en la que se había encontrado en toda su corta vida.
Cuando la puerta se abrió y Piero entró, su corazón latió con fuerza al Samantha reconocer ese rostro.
Veía aquel hombre por segunda vez y… por unos breves y estúpidos segundos creyó que aquella persona podría ser su salvador, pero se daba cuenta que era todo lo contrario.
Estaba allí por su culpa, por su deseo de encontrarla y verla de nuevo, a la fuerza.
A pesar del miedo, la atracción seguía ahí, tan fuerte como la primera vez que lo vio. Pero todo seguía indicándole que aquello era peligroso y ese hombre se lo acababa de demostrar. No dejaría nada bueno aquel encuentro forzoso y ambos lo sabían con tan solo mirarse.
Nada más verlo, sus ojos llamearon en su dirección, mordía su labio, impaciente, esperando a que aquel hombre le dijera el motivo de aquel atropello contra ella.
—¿Quién diablos crees que eres para secuestrarme? —exclamó Samantha, con un fuego en su mirada cuando Piero se acercó—. ¡¿Cómo te atreves?! ¡No puedes hacerme esto!—Aunque alzaba la voz, no era capaz de moverse del sitio en el que estaba, pese a no estar atada a nada, su cuerpo no era tan fuerte como para moverse a sus anchas en medio de hombres armados y de un sujeto que… evidentemente tenía un interés un tanto obsesivo en ella como para hacer que la llevaran a la fuerza hasta allí.
Piero se acercó lentamente, admirando la valentía y la fuerza que emanaban de ella. Aquellos ojos que con una sola mirada le reclamaban, aquel fuego azul que parecía querer consumirlo hasta dejarlo entre las cenizas.
—Soy Piero Corsini —respondió con voz suave pero firme—, y cuando quiero algo, lo obtengo. Y te quiero a ti, Samantha. ¿Creíste que porque no tenía tu nombre no te iba a encontrar? Samantha Taylor. ¿Te olvidaste que… removería cielo y tierra para encontrarte? Y para suerte mía, tú seguías en Milán—levantó una mano hacia ella, pero Samantha no se inmutó, aquellos largos y tatuados dedos tocaron su cabellera rubia, deslizando los mechones entre sus dedos. Cuando Samantha sintió sus dedos en su rostro, tuvo el impulso de cerrar los ojos, pero solo mordió con más fuerza su labio, aunque el impulso que no pudo contener, pese al peligro, fue el de sostener aquella mano para que se alejara de su cara, pero los dedos de Piero sujetaron los suyos y ambas miradas parecieron congelarse en el tiempo. Y fue al verlo tan directo a los ojos que su miedo se fue, pues él le hizo saber que no corría ningún peligro a su lado, que estaba allí porque si no la volvía a ver podía perder la cabeza, pero no sería capaz de lastimarla.
El cuarto quedó en silencio, con la tensión y la atracción flotando en el aire, mientras ambos se daban cuenta de que estaban a punto de entrar en un juego del que ninguno de los dos podría escapar.
No iba a permitir que Piero Corsini, por mucho poder que tuviera, la doblegara. Soltó su mano y logró ponerse de pie, poniendo distancia con él.
—¿Realmente crees que puedes secuestrarme y salirte con la tuya? ¿Crees que vas a traerme aquí a la fuerza y ya está? ¿Qué esperas ahora? ¿Qué me lance a tus brazos?—escupió Samantha, su mirada centelleante de ira. Su corazón latía cada vez con más fuerza y ahora ella miraba hacia la puerta, como si pudiera escapar de allí, aquello era completamente impensable y absolutamente imposible.
Piero, imperturbable ante su furia, se acercó lentamente, disfrutando de cada chispa de desafío que veía en sus ojos.
—Eso estaría muy bien, pero no es lo que espero. Y no. No es una cuestión de si puedo o no. Ya lo he hecho. Estás aquí, en mi territorio.
Samantha se alejó de golpe, su cuerpo temblando de rabia por sus palabras
—No soy un objeto que puedes simplemente tomar cuando te plazca. Tengo mi propia vida, y no vas a controlarla solo porque digas que yo estoy en tu territorio. ¡¿Pero quién te crees que eres?! Igual y Milán pueda ser tuyo, pero yo no.
Piero sonrió, un gesto oscuro y peligroso.
—Me encanta esa chispa, Samantha. Esa fuerza y valentía. Pero deberías saber que aquí, en este lugar, yo soy el que manda.
—¿Y eso se supone que debería asustarme? —replicó Samantha, desafiante.
—No, no debería asustarte. Debería hacerte comprender tu situación. —Piero cerró la distancia entre ellos, su presencia imponente y su aroma envolvente. —Puedes luchar todo lo que quieras, pero al final, serás mía.
Samantha, aunque asustada por la intensidad en su voz, no retrocedió. Tampoco había más espacio a donde ir, él ya la había acorralado.
—Nunca seré tuya. No importa lo que hagas o digas, nunca me tendrás. ¿Crees que por su sonrisa envolvente o tu mirada seductora ya estoy cautivada? ¿Pero quién demonios te crees?
Piero, por un momento, pareció sorprendido por su valentía, pero rápidamente su expresión cambió a una de admiración y deseo.
—¿Entonces te gusta mi sonrisa? ¿Te has fijado en mi mirada? ¿Y crees que es seductora? Parece que me has prestado más atención de la que yo creí—acercó su rostro al de ella con claras intenciones de besarla, pero la cachetada propinada de parte de Samantha lo detuvo en seco—. Esa determinación... es lo que me hace desearte aún más.
—Pues deséame todo lo que quieras, no cambiará nada —espetó Samantha, su corazón latiendo con fuerza.
—Veremos, Samantha. Veremos.
Y con eso, Piero se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando a Samantha sola y temblorosa, pero con una determinación ardiente en su interior.
No iba a dejar que ese hombre la tocara solo porque así le daba la gana. No importaba cuánto poder tuviera, ella no sería una víctima.
Pero allí sola, encerrada, las paredes parecían hacerse más y más pequeñas.
A medida que las horas pasaban, Samantha comenzó a darse cuenta de la magnitud de su situación.
Estaba atrapada en la guarida de un hombre poderoso y peligroso, y no sabía cómo salir de allí.
Pero no iba a rendirse.
No iba a dejar que Piero Corsini la quebrara.
Ni siquiera sabía si hizo algo para meterse en problemas, pero el atractivo de ese hombre no era suficiente como para ella sucumbir como si nada.
No, no iba a ceder.
º|º Piero º|ºEn la quietud de mi oficina, una inusual inquietud me invade. Samantha, esa mujer, se encuentra ahora en una habitación de mi mansión, y lo único que me llega es un silencio perturbador. Normalmente, disfruto del silencio; es un signo de control, de poder. Pero este silencio es diferente; es un desafío, una provocación.¿Qué demonios hace? ¿Por qué no ha armado un alboroto para que la deje salir? Siento que este silencio no es bueno o… simplemente me encuentro impaciente.¿Por qué?Parece un día normal, pero no lo es.Hace mucho que no me sentía de esta manera.Me siento inquieto, como si tuviera algo pendiente, como si fuera algo importante.Me encuentro jugando con la idea de instalar una cámara en su habitación. No para vigilarla, sino para descifrarla. ¿Qué estará haciendo? ¿Planeará su siguiente jugada? Ella es un enigma, un rompecabezas que me provoca y desafía.Las preguntas juegan con mi mente y eso no es bueno.Samantha Taylor.Mis hombres han estado ocupados re
º|ºSamanthaº|ºMis manos apenas disimulan un temblor mientras sostengo el arma. Aunque mi interior se revuelve en un torbellino de miedo y ansiedad, mi exterior debe proyectar firmeza y decisión. No puedo dejar que él vea que me cago de miedo con esto en mi mano. La pistola, un objeto tan ajeno en mis manos, se siente a la vez pesada y peligrosamente liviana, de alguna manera me da poder, pero no se siente muy bien la sensación. Nunca había tenido que usar una, y mi conocimiento sobre ellas se limita a lo que he visto en películas y leído en libros. Me tortura no saber si tiene el seguro puesto o incluso cómo verificarlo. Pero no puedo mostrar ninguna duda; mi vida podría depender de ello. Mi libertad, porque este hombre realmente creía que podría retenerme aquí.Piero me observa con una tranquilidad desconcertante. ¿Cómo puede mantenerse tan sereno con un arma apuntándole directamente?Mi corazón late con fuerza en mi pecho, y cada latido parece retumbar en mis oídos.Mi mente corre
º|º Samantha º|ºAl llegar al hotel, siento las miradas del personal clavadas en mí. Corro a mi habitación y al abrir la puerta, descubro un caos absoluto. Mis pertenencias están esparcidas por doquier, como si un huracán hubiese pasado por el lugar.¡Han entrado a mi habitación! Pero no tengo ni que preguntarme quienes han sido.¡Maldito bastardo que cree que no existe la ley!¡Estúpido bruto!Agotada y sin fuerzas, me dejo caer sobre la cama, cerrando los ojos, pero las imágenes del día no dejan de atormentarme. El peso del arma en mi mano, el sonido ensordecedor del disparo, la mirada de Piero... todo se mezcla en un torbellino de emociones que no logro controlar.Pasé el miedo más grande de mi vida y yo que había creído que a lo que más le temía era a casarme con un hombre al que no amaba y fingir una felicidad que no poseía. Pero hoy…conocí realmente lo que es el miedo y luchar contra los nervios, pelear aún cuando crees que no puedes ganar."¿Qué demonios se cree ese hombre?" La
º|º Samantha º|ºAl abrir mis ojos, una punzada de dolor recorre mi cuello, pero al mismo tiempo, siento algo suave debajo de mi cabeza. Mis manos exploran a tientas y trato de acostumbrarme a la tenue luz que inunda la habitación. Poco a poco, tomo conciencia de que estoy en una cama. Mi mente se aclara y finalmente puedo ver con claridad.¿Qué hago en una cama?Me incorporo de golpe, confundida y alarmada.¿Dónde demonios estoy?Mi mente trabaja a toda velocidad. Anoche, recuerdo haberme quedado dormida en el sofá, pero ahora me encuentro en una habitación desconocida. Mi mirada nerviosa recorre la estancia hasta que algo en mí se tensa y siento miedo. No reconozco este lugar, definitivamente no es mi hotel. El pánico comienza a apoderarse de mí.¡¿Qué mierdas hice?!Mi corazón late con fuerza mientras me incorporo en la cama. La puerta se abre lentamente, y aparece un hombre que está ajustándose una corbata.Adriano.Me mira con interés, y eso solo aumenta mi confusión.¿Me llevó a
La tensión en el portal se podía cortar con un cuchillo. Samantha estaba atrapada en un forcejeo incómodo entre Piero Corsini y Adriano Moretti, dos hombres que representaban mundos completamente diferentes. Ella sabía que, en ese momento, estaba en medio de una tormenta de peligros que amenazaban con devorarla por completo.¿Cómo demonios llegaron a eso? Tan solo se quedó dormida, no esperaba que al salir estuviera aquel hombre allí.Los músculos de su cuerpo se tensaron mientras ambos hombres tiraban de ella en direcciones opuestas. Samantha era consciente de la peligrosidad que emanaba de Piero, un hombre acostumbrado a la oscuridad y la violencia, y no quería arrastrar a Adriano a su turbulento mundo, uno al que Samantha había entrado sin querer, sin querer ser parte de aquello, a donde Piero estaba más que convencido de querer llegar, arrastrarla consigo.Sabía que los hombres de Piero estaban armados y que él no dudaría en utilizarlos si se sentía amenazado. Adriano, por otro la
El lugar donde la había llevado era diferente a la casa donde ella estuvo encerrada la primera vez.Fueron más de cuatro horas de carretera, hasta llegar a una pequeña casa en las afueras de la ciudad, rodeada por un pequeño bosque que tuvieron que cruzar, donde no había nada.La primera casa que Samantha vio en todo el trayecto fue esa a la que llegaron.La puerta del coche fue abierta, sus ojos intentaban identificar algo para saber dónde estaba, pero de todos modos no conocía el lugar, ni aunque quisiera, los grandes árboles hacían sombra por todo el lugar.Uno de los hombres se acercó a Piero, dejando una llave en su mano.–Listo, señor. ¿Cuándo quiere que vengamos por ustedes?–Los llamaré–respondió sin mirar al hombre–. ¿Está preparada la casa?–Para todo lo que deseé. A una hora está la gasolinera más cercana, junto a ella hay algunos comercios, por si les hace falta algo. Está el número en la mesa de la cocina, suelen hacer entregas.–Pueden irse ya–dijo.Ahora, dirigiéndose h
º|º Samantha º|ºLos primeros dos minutos me resistí, tan solo para más adelante no arrepentirme de no haber hecho todo lo necesario, pero bastó poco para darme cuenta de que no podría hacer nada al respecto y que… si me estaba quieta, sería mejor para mí o con eso quería engañarme mi cerebro. Fue una buena táctica, porque al menos me mantuve tranquila.–Eres mi mujer–me dijo al oído mientras su polla viajaba hasta lo más profundo de mi interior, nombrándose dueño de mí tan solo por poder meterla.Siempre me había parecido ridículo el poder que los hombres creían tener sobre las mujeres, aunque no era agradable cuando ese hombre te hacía “entender” que no tenías la capacidad para resistirte o hacer lo contrario.De mi padre aprendí que las mujeres tenemos un valor que los demás podemos calcular. Por ejemplo, papá midió la valía de Sofía y la ofreció a los Leclerc, consideró que valía lo bastante como para ofrecerla a una familia tan importante como lo es la del presidente y al parecer
º|º Samantha º|ºMe siento como una marioneta mientras me dirijo hacia la mesa de Adriano. ¿A qué demonios es lo que quiere jugar Piero? ¿Sigue molesto por lo que cree que pasó o… trama algo más? Se supone que no le hará daño a Adriano o ya lo habría hecho. Camino hacia donde está Adriano, sintiendo el peso de las miradas de Piero y sus hombres sobre mí. Adriano me ve acercarme y su expresión es impenetrable.Su ceño fruncido al ver que me acerco, él desvía la mirada de mí y sigue con la charla en la mesa, pero yo ya estoy aquí, ya he llegado a su lado.—Hola, Adriano —digo con una voz que apenas reconozco. Estoy muy avergonzada y no sé qué más decir.Adriano me mira con frialdad y responde con una voz que destila indiferencia, lo que me deja aún más sorprendida y avergonzada de lo que ya estaba.—Lo siento, creo que te has equivocado. No te conozco.Siento cómo mi mundo se tambalea por un momento, los demás en su mesa me miran como si estuviera loca y él es el único que no me mira."