Para mi obedecer era tan fácil. Años después, no muchos, Milagros basó una de sus cachetadas en ese “defecto” mío. Me culpó de complaciente, de cobarde, de apática, ermitaña, falta de sangre e incapaz de sentir empatía hacia otras personas. Por supuesto que me defendí, pero no sirvió de nada.
Ahora, seguir adelante no resultó cosa fácil. Yo hice lo posible por ayudar a Auxiliadora y luego que estuvo bien, ambas colaboramos con la recuperación de Mariana, aunque no podíamos hacer mucho.
Ella habló. Por fin lo hizo una semana después. Ella pasaba mucho tiempo con su madre y eso me hizo pensar que de alguna forma no lo decía todo. Amigos de Eugenio pero no sabía sus nombres, ni siquiera recordaba sus aspectos, únicamente los cuadros en sus ropas y una esclava de oro.
– ¿Es cierto que Eugenio
La iglesia estaba a reventar. Mucha, mucha gente de lado y lado del pasillo. Yo caminaba entre ellos lentamente, sombría, mirando ambos lados.En el altar, de pié, con su mirada fija en mí, sin nada de felicidad estaba él. Por un momento sentí como un nudo se travesaba en mi garganta. ¿Qué hacía yo caminando hacia él? ¡Y vestida de novia!Mamá me miraba en primera fila, ¿qué les pasaba a todos con esas caras extrañas entre tristeza y rabia? ¿Santos y yo? ¡No, por supuesto que no! ¡No!Mi propio grito me despertó y me incorporé en la cama. Sudada, asustada. Miré a los lados, Milagros estaba en su cama, y yo sola en lamia, nada pasó. Fue una pesadilla.Papá soltó la correa sobre la cama, tiró también una bota tras la otra, se tronó el cuello. Hacía d&iacu
Consuelo. La señora Consuelo de Castro. A ella antes le simpatizábamos de niños. Pero ahora no. Nunca nos quiso para emparentarnos con sus hijos. Nos creyó poca cosa siempre, con pocas aspiraciones. Ella quería mujeres profesionales y emprendedoras para cada uno de ellos. Sin embargo, mamá educó hombres para el trabajo y mujeres para la casa. De hecho, ahora que vivía yo en su casa y todos los días contemplaba el panorama humano, le daba un poco la razón.–Quiero hablar contigo. –La esposa de Chico Castro atendría sus propios asuntos. Tenía una fábrica de bloques, de arcilla y cemento, solo de ella y en el centro, en la ciudad, por la Plaza Bolívar, un par de tiendas le pertenecían. Una de telas y otra de ropa femenina.Mamá siempre pasaba y éramos muy bien atendidos. La mayoría de las veces mi madre traía ve
Aproximadamente a las cinco de la tarde encontré a Astrid. Me dijo que hablaríamos en la tarde y la tarde comenzaba a partir de la una. La busqué en su habitación, luego en el jardín. Tuve oportunidad de ir a ver a Auxiliadora y pasar tiempo comiendo cerezas.Cuando regresé, que eran aproximadamente las cinco de la tarde la vi. Estaba sentada con tres de sus amigas en un lateral de la casa. Merendaban natilla y charlaban al más alto volumen.Seguramente Astrid le contaba lo maravillosa que era la vida ahora que era novia de un hombre tan atento como Santos, alguien que la respetaba y la cuidaba como nadie nunca. De tan buena familia y con tantas aspiraciones, un hombre de futuro.Solo Dios sabe lo muy volátil que estaba en estos días mi hermana con los preparativos de su boda y las restricciones de papá. Pr eso consideré seguir de largo. Sin embargo, cuando me vio sonrió a plenit
Cuando Flor vio a Gonzalo por primera vez, él tenía 15 años.Se estaba haciendo hombre, muy serio, casi mal encarado. Desde niños se frecuentaban pero él era más grande y jugaba con niños de su edad. Por eso el primer día que en realidad lo vio él tenía 15 y para la sorpresa femenina se detuvo a mirarla.No pasó nada. Solo se le detuvo el corazón a Flor. Un frío tomó poder en las yemas de sus dedos y al mismo tiempo el color rojo subió a sus mejillas.Después de ese día Gonzalo no volvió a mirarla y ella permaneció pensando en él durante días, soñadoras semanas, largos meses y eternos tres años.– ¿Qué pasa? ¿Qué me miras?Le preguntó él sonriéndole mientras conducía lentamente, no tenía apuro, ningún apuro en que s
¿Conocen el efecto que causa en el cuerpo el whisky una vez que se ingiere en grandes cantidades?Algunas personas vomitan, otros se transforman en seres belicosos y peleadores, pero otros, se rinden al sueño como bebés, tranquilos, balbuceantes, con las bocas abiertas inclusive. De este último grupo podrían dividirse en bebés con sueños hermosos y otros con terribles pesadillas. Porque el licor hace eso, eso y más. Nos hace hablar sin precaución, despiertos o dormidos, pero aun hablando sobre verdades que creemos, nada es peor que tener pesadillas, porque las pesadillas te hacen sudar hasta despiertos. Mirar a los lados a ver si ya se fue lo que sea que fuere. Yo lo he vivido. No solo tuve la pesadilla de mi boda con Santos ese día, se repitió luego un par de veces y desperté asustada. Muy asustada porque quería interpretar si como hablara con Carmen y Charito se trataba de un en
Bien temprano en la mañana, apenas cantó el gallo, mamá entró en la recámara de Astrid. Ambas estábamos dormidas, por supuesto. Fue una larga noche, llevaba el libro por la mitad y ya me faltaban diez páginas para terminarlo, así tuve de tiempo despierta.–¿Cómo está? –Me preguntó mamá, pero ella se encargó de ir a tocarla en la frente. –Está muy sudada.–Sí. La fiebre volvió a subir a eso de las cuatro después que parecía que no regresaría.–¿Y qué le diste?–Mucho más de la bebida caliente y la arropé muy bien, así logré que sudara como está ahora y se le bajara la fiebre.–Debiste llamarme.–Estabas cansada y creí que podía resolverlo sola.–¿Te ha dicho algo?&ndas
El tiempo no espera. El tiempo no espera a nadie. Creo que él es el verdadero dueño de nosotros, que vivimos pendiente de él sin saberlo y que una vez pasa sin haber hecho nada con nuestras vida, nos mira y se burla de nosotros, porque el tiempo que vivimos siendo felices nos permite sonreír con él, pero ese momento que dejamos pasar sin lograr nada, pues al tiempo le da mucha risa.La mayoría de nuestros días eran felices. A pesar de lo que ocurriera el día del compromiso de Astrid y Santos, logramos superar las mañanas tristes y las noches de angustias preguntándonos donde estarían en ese momento.Mamá mandó a averiguar con algunas amigas pero nadie supo darle respuesta. Papá trataba de ayudar a Pablo con sus rabias pero bien sabíamos que era inútil.Yo me hacía preguntas. En silencio siempre para no importunar a mis padres y agr
Pasaba por la sala viniendo de la cocina con un helado de parchita cuando vi a papá junto a los otros hombres caminar fuera de la casa.Gilberto se volteó y me miró algo preocupado o asustado, no sé, ¿qué era lo que papá les decía en esas reuniones? ¿Era papá el capitán perdido de los barcos de mi hermanito? Esta era tal vez la tercera vez que veía a papá con ellos y siempre parecía darles instrucciones, intenté sacarle algo a Gilberto pero no lo conseguí, así que volví a mis cosas, que en esos días no eran otras que preparar la boda de Astrid.Los novios se encontraban absortos al resto del mundo. Iban de compras para equipar la casa donde vivirían, daban toques para poder habitarla y el resto del tiempo socializaban. Sí, la mayoría del tiempo socializaban. Mi hermana, a pesar de lo feliz y enamorada que