¿Conocen el efecto que causa en el cuerpo el whisky una vez que se ingiere en grandes cantidades?
Algunas personas vomitan, otros se transforman en seres belicosos y peleadores, pero otros, se rinden al sueño como bebés, tranquilos, balbuceantes, con las bocas abiertas inclusive. De este último grupo podrían dividirse en bebés con sueños hermosos y otros con terribles pesadillas. Porque el licor hace eso, eso y más. Nos hace hablar sin precaución, despiertos o dormidos, pero aun hablando sobre verdades que creemos, nada es peor que tener pesadillas, porque las pesadillas te hacen sudar hasta despiertos. Mirar a los lados a ver si ya se fue lo que sea que fuere. Yo lo he vivido. No solo tuve la pesadilla de mi boda con Santos ese día, se repitió luego un par de veces y desperté asustada. Muy asustada porque quería interpretar si como hablara con Carmen y Charito se trataba de un en
Bien temprano en la mañana, apenas cantó el gallo, mamá entró en la recámara de Astrid. Ambas estábamos dormidas, por supuesto. Fue una larga noche, llevaba el libro por la mitad y ya me faltaban diez páginas para terminarlo, así tuve de tiempo despierta.–¿Cómo está? –Me preguntó mamá, pero ella se encargó de ir a tocarla en la frente. –Está muy sudada.–Sí. La fiebre volvió a subir a eso de las cuatro después que parecía que no regresaría.–¿Y qué le diste?–Mucho más de la bebida caliente y la arropé muy bien, así logré que sudara como está ahora y se le bajara la fiebre.–Debiste llamarme.–Estabas cansada y creí que podía resolverlo sola.–¿Te ha dicho algo?&ndas
El tiempo no espera. El tiempo no espera a nadie. Creo que él es el verdadero dueño de nosotros, que vivimos pendiente de él sin saberlo y que una vez pasa sin haber hecho nada con nuestras vida, nos mira y se burla de nosotros, porque el tiempo que vivimos siendo felices nos permite sonreír con él, pero ese momento que dejamos pasar sin lograr nada, pues al tiempo le da mucha risa.La mayoría de nuestros días eran felices. A pesar de lo que ocurriera el día del compromiso de Astrid y Santos, logramos superar las mañanas tristes y las noches de angustias preguntándonos donde estarían en ese momento.Mamá mandó a averiguar con algunas amigas pero nadie supo darle respuesta. Papá trataba de ayudar a Pablo con sus rabias pero bien sabíamos que era inútil.Yo me hacía preguntas. En silencio siempre para no importunar a mis padres y agr
Pasaba por la sala viniendo de la cocina con un helado de parchita cuando vi a papá junto a los otros hombres caminar fuera de la casa.Gilberto se volteó y me miró algo preocupado o asustado, no sé, ¿qué era lo que papá les decía en esas reuniones? ¿Era papá el capitán perdido de los barcos de mi hermanito? Esta era tal vez la tercera vez que veía a papá con ellos y siempre parecía darles instrucciones, intenté sacarle algo a Gilberto pero no lo conseguí, así que volví a mis cosas, que en esos días no eran otras que preparar la boda de Astrid.Los novios se encontraban absortos al resto del mundo. Iban de compras para equipar la casa donde vivirían, daban toques para poder habitarla y el resto del tiempo socializaban. Sí, la mayoría del tiempo socializaban. Mi hermana, a pesar de lo feliz y enamorada que
–No sabes lo que me molestan estas reuniones. –Chico se sorprendió y levantó la cabeza para ver a su esposa que se colocaba los aretes cortos frente al espejo. –O si lo sabes y por eso las propicias.–Me sorprende escucharte, pensé que a estas alturas ya estabas acostumbrada a los Rivero, te veo ir y venir con Trina, compran, almuerzan, comparten gusto.–¿Y qué quieres que haga ahora que es inminente el matrimonio de Santos con esa muchacha? No puedo dejarles todo a su elección. Sería una boda llena de servidumbre como amistades, con música en vivo campestre y ropa de domingo.Chico rió inevitablemente sorprendido de la respuesta de su mujer, se imaginó a todos nosotros vestidos como asistíamos los domingos a la iglesia. Ropa de lino cubierta hasta el cuello, la mayoría de las veces de blanco, sombreros discretos, miradas bajas.Se levant&oacu
–No sabes lo que me molestan estas reuniones. –Chico se sorprendió y levantó la cabeza para ver a su esposa que se colocaba los aretes cortos frente al espejo. –O si lo sabes y por eso las propicias.–Me sorprende escucharte, pensé que a estas alturas ya estabas acostumbrada a los Rivero, te veo ir y venir con Trina, compran, almuerzan, comparten gusto.–¿Y qué quieres que haga ahora que es inminente el matrimonio de Santos con esa muchacha? No puedo dejarles todo a su elección. Sería una boda llena de servidumbre como amistades, con música en vivo campestre y ropa de domingo.Chico rió inevitablemente sorprendido de la respuesta de su mujer, se imaginó a todos nosotros vestidos como asistíamos los domingos a la iglesia. Ropa de lino cubierta hasta el cuello, la mayoría de las veces de blanco, sombreros discretos, miradas bajas.Se levant&oacu
–Otra cosa que nadie sabe, es del talento que tiene Eugenio con el piano. –Chico no pareció inmutarse ante lo que dijera Milagros. Sonrió de oreja a oreja con la misma sinceridad con la que venía hablando. –¿Pasamos al salón?La cara de la señora Consuelo era de total desprecio. Miró a mi madre con desaprobación y yo permanecí atrás con Milagros.Sentía mis mejillas hirviendo, tenía mucha vergüenza a pesar de que no fui yo la que habló, pero igual estaban mis hermanos, enrojecidos, con los ojos abiertos, muy abiertos. Astrid nos dirigió una mirada de “no son más mis hermanas” y eso me dolió pero creo que a Milagros no, para nada.–¿Qué crees que haces? –Mamá pellizcó con fuerza el brazo de Milagros, habló muy bajito mientras el resto caminaba hacia el salón.
–Tenía tiempo sin recorrer tu casa, Chico. Me encantó como quedó ese salón de juegos donde está el piano, la lámpara es bellísima. El baño que está en el descanso de la subida de escaleras está compuesto con piezas muy modernas.–Sabía que por algo te tardabas tanto. –Rieron ambos encontrándose a solas en el despacho de Chico Castro.Los hombres siempre quieren tiempo a solas. Hablar de sus cosas de hombres, sentir que tienen el poder de la intimidad, alejados de las miradas femeninas y los hijos molestos. Significaba ser un hombre libre de compartir tiempo a solas.–Este despacho tuyo es el triple del mío, me gusta.–Tal vez puedas estrenar uno muy pronto Pedro, los negocios van muy bien ¿no?–Van bien. –Papá rechazó un trago de whisky que el anfitrión le ofrecía.–Eso
– ¿Quieres algo más Trina?Mamá y Consuelo también se alejaron del grupo. Fueron a un salón aparte que ella tenía, que casi no usaba, porque no era que pasara mucho tiempo en casa con amistades.–No, claro que no Consuelo, estoy más que satisfecha y muy feliz.–Sí, nuestros hijos crecen y se unen, la verdad no lo pensé cuando estaban pequeños.–Tampoco yo. –Siento que mamá siempre trató de igualar a Consuelo Castro. Me hubiese gustado expresarle mi sentido de negación. Consuelo Castro es una mujer peculiar. Podía ser muy intimidante con sus ojos verdes y sus pecas punzando en frente, con los gestos de sus manos además dejaban a las personas sin argumentos. Mamá nunca sería como ella, sonreía de oreja a oreja, comía a deshoras, jugaba con Gilberto y sus barcos. Sabía cómo agradar a