–Estamos reunidos todos aquí, esta tarde, hermosa tarde de noviembre, para celebrar la unión frente a Dios de estos dos jóvenes: Astrid y Santos. –Por fin en la iglesia, las últimas horas fueron eternas, por lo menos para mí. Después de que nos enteráramos que las personas de servicio, a los cuales mi padre había invitado a la boda de su hija mayor, no asistirían por orden de mamá, las cosas cambiaron. No sé cómo era para los demás, pero yo hasta ese momento me sentí muy feliz y afortunada de estar disfrutando de la celebración de la boda, sin embargo, después de ese momento, todo cambió. El fotógrafo no notó nada, Astrid estaba radiante, sus amigas que llegaron a la casa también, mis hermanos, y mamá y papá se mostraron amables y muy elegantes. Milagros no dejaba de quejarse y hacer gestos de negación. De estar
Llegamos a la casa de los Castro en una cola de autos. No tenía idea de donde salieron tantos y tan ruidosos. A la cabeza los novios.Las tres bajamos corriendo para alcanzar desde más cerca la caravana donde ya los novios descendían sonrientes, felices. No cabía duda que un evento como este es muy emocionante. La novia es el centro de atención durante todo el evento y una novia tan bonita como mi hermana mucho más.Las tres seguimos a prisa entre los autos cuando a Flor la haló por el brazo su madre.–¿Dónde estabas? ¿Por qué te subiste a ese auto? –La pelirroja quedó muda, con los ojos muy grandes como si se tratara de un enorme pecado del cual nosotras éramos cómplices. – ¡Respóndeme Flor! Tenías que subirte al auto con tus hermanos.–No vi nada de malo en venir con los Rivero mamá, la idea era
Flor entró nerviosa a su cuarto. Todo muy oscuro, la fiesta continuaba abajo, pero ella llevaba horas evitando a Gonzalo.Apenas con la luz de la luna se iluminaba el interior de su cuarto. Quedó pegada a la puerta con las manos contra la madera y la vista alerta.–Dudaba que entendieras mis señas.Lo escuchó y soltó el aire. Lo vio apenas en la penumbra.–Nos estamos arriesgando tanto Gonzalo. –Le dijo cuándo lo tuvo cerca, apenas mirándolo, oliéndolo, tratando de respirar con normalidad.–Seis horas afuera mirándote pasar, bailar con todos los invitados, reír, y para mí nada, casi nada,.–Tu disfrutaste presumir de tus habilidades ¿crees que no vi a las muchachas coquetas amigas de tu hermana?–¿Estas celosa y piensas en dejarme aquí como carne fresca mientras te regresas al norte?–Ya ha
Claro que en público Consuelo Castro no hizo ninguna escena. Tampoco mi madre dijo nada. Sé que tragó grueso, buscó los ojos de mi padre y este solamente encogió los hombros. La gente seguía ahí y mi hermana mayor estaba ya justo a subirse al auto con su esposo, se iban.Mamá la besó entonces una vez la alcanzara. Besó sus dos mejillas y le hizo una cruz en la frente. La miró con devoción y apretó sus manos. ¿A dónde iba Astrid? ¿A una condena?Papá besó su mejilla y le sonrió un poco triste, era su hijita y la había entregado a Santos, pero era una buena entrega pensaba yo, Santos era un caballero muy enamorado.El resto de nosotros dijimos nada más adiós. Ella apenas si nos miró, estaba ocupada claro, ansiosa y nerviosa.Las maletas ya tenían rato en la cajuela del auto y cond
Creo que me dormí recostada en la columna al final de la escalera. Papá y Gonzalo aún no llegaban y eran casi las nueve. El resto me imagino que dormía adentro, yo cabeceé hasta escuchar el ruido de los trabajadores y a lo lejos otra vez ver los hombros de Pablo.La visión de sus hombros me perseguía todavía desde la noche anterior. No podía lograr tener los ojos abiertos así que volví a cerrarlos.–Virginia, Virginia. –La voz de Charito, abrí los ojos. –Ve a dormir a la cama, prometo que te despertaré en cuanto lleguen tu padre y Gonzalo.–Está bien. –Accedí. –Tenle por favor una avena fría hecha a papá, seguro llega estragado.–Claro. –Me ayudó a levantar y sin zapatos caminé a su lado al interior de la casa.–Nos hicieron mucha falta anoche. –Confesé
Y si todo lo que uno ve pudiera ser cierto porque simplemente lo estamos viendo, y si lo vemos es completamente verdad, porque no lo ve otro sino nosotros mismos, entonces es cierto, la verdad es todo aquello que vemos con nuestros ojos, claro nuestra mente lo procesa de diferentes formas. Y eso lo aprendí tiempo después cuando estudiaba para enfermera. No todos ven la verdad en lo que ven sus ojos.Sin embargo, y debido a su innata pericia y manejo de sus hijos, Consuelo Castro si sabía lo que sus ojos había visto durante la noche de la boda. El muerto en su cuadra si la preocupaba, hasta llegó a estremecerla pero no más que imaginar que sus hijos se relacionaran con otros miembros de mi familia.No tuvo tiempo de hacer reclamos a Chico porque este estuvo siempre muy ocupado y luego ella tuvo que dar explicaciones a los invitados que restaban por irse. Tampoco vio con buenos ojos que mi madre saliera con nosotros, pero n
En casa papá tuvo una seria conversación con Gonzalo. Sabemos que fue algo serio porque Gonzalo salió tirándola puerta, tomando su sombrero, corriendo hacia Pillo y cabalgando como loco. Para muchas personas el amor puede olvidarse, suplantarse, el tiempo hará olvidar pero para otras, es solamente esa persona la que permite que estemos vivos.En su casa, Flor recibía advertencias desde el desayuno. Hablaban tan mal de nosotros que ella no entendía como pudimos emparentarnos. Pero de Gonzalo, sobre todo de él y su manera de mirarla.¿Qué tenía el de especial? Todo, se repetía mientras Consuelo Castro le hablaba. Cuando lo comparaba con los que conociera ahí y lejos de ahí. Su cabello, sus ojos, su sonrisa, sus besos mientras reía. Sus manos tomando su rostro, besando su cuello, su voz en sus oídos y si, su mirada, insistente, como si pudiera traspasarla, desnu
Desde la cama, Flor escuchó los rápidos pasos por el salón abierto hacia las habitaciones. No se trataba de su madre, no era su pisada, así que esperó con la uña del pulgar izquierdo en la boca hasta que tocaran. –¿Sí? – Señorita, soy Dora. –Dorita, pasa.–La puerta se abrió ni muy rápido ni muy lento y Dora asomó la cabeza.–Pasa. –Buenos días.–Entró y cerró, luego se plantó frente a ella al borde de la cama con una sonrisa en su agradable rostro moreno.–Su mamá pregunta por usted, que ya son las diez y o ha bajado, que tiene que comer para salir.&nbs
Todo eso que hacemos a diario, que cada uno de nosotros hace a diario y que por no presenciarlo, sencillamente desconocemos, es un secreto para otros.Hasta aquello que vemos, eso de lo que si somos testigos, muchas veces ocultan algo, hasta todo lo que adentro, muy dentro de nosotros, alma o mente guarda, por más que lo creamos verlo lo desconocemos.Después del entierro del joven de la esclava, cada uno de nosotros, inclusive muchos invitados que vivieron muy de cerca ese horrible momento, hicimos nuestra rutina habitual. Sin embargo, en nosotros estaba ese momento grabado, desconcertándonos y hasta haciéndonos desvelar. No creo que hablara por mí solamente, me costaba conciliar el sueño y una vez lo tomaba lo perdía rápidamente con algún mal suelo o imagen de esa noche, cuando Astrid se casara con Santos Castro.Gracias a ese insomnio, a que sabía que debía entretenerme en algo m&aac