Claro que en público Consuelo Castro no hizo ninguna escena. Tampoco mi madre dijo nada. Sé que tragó grueso, buscó los ojos de mi padre y este solamente encogió los hombros. La gente seguía ahí y mi hermana mayor estaba ya justo a subirse al auto con su esposo, se iban.
Mamá la besó entonces una vez la alcanzara. Besó sus dos mejillas y le hizo una cruz en la frente. La miró con devoción y apretó sus manos. ¿A dónde iba Astrid? ¿A una condena?
Papá besó su mejilla y le sonrió un poco triste, era su hijita y la había entregado a Santos, pero era una buena entrega pensaba yo, Santos era un caballero muy enamorado.
El resto de nosotros dijimos nada más adiós. Ella apenas si nos miró, estaba ocupada claro, ansiosa y nerviosa.
Las maletas ya tenían rato en la cajuela del auto y cond
Creo que me dormí recostada en la columna al final de la escalera. Papá y Gonzalo aún no llegaban y eran casi las nueve. El resto me imagino que dormía adentro, yo cabeceé hasta escuchar el ruido de los trabajadores y a lo lejos otra vez ver los hombros de Pablo.La visión de sus hombros me perseguía todavía desde la noche anterior. No podía lograr tener los ojos abiertos así que volví a cerrarlos.–Virginia, Virginia. –La voz de Charito, abrí los ojos. –Ve a dormir a la cama, prometo que te despertaré en cuanto lleguen tu padre y Gonzalo.–Está bien. –Accedí. –Tenle por favor una avena fría hecha a papá, seguro llega estragado.–Claro. –Me ayudó a levantar y sin zapatos caminé a su lado al interior de la casa.–Nos hicieron mucha falta anoche. –Confesé
Y si todo lo que uno ve pudiera ser cierto porque simplemente lo estamos viendo, y si lo vemos es completamente verdad, porque no lo ve otro sino nosotros mismos, entonces es cierto, la verdad es todo aquello que vemos con nuestros ojos, claro nuestra mente lo procesa de diferentes formas. Y eso lo aprendí tiempo después cuando estudiaba para enfermera. No todos ven la verdad en lo que ven sus ojos.Sin embargo, y debido a su innata pericia y manejo de sus hijos, Consuelo Castro si sabía lo que sus ojos había visto durante la noche de la boda. El muerto en su cuadra si la preocupaba, hasta llegó a estremecerla pero no más que imaginar que sus hijos se relacionaran con otros miembros de mi familia.No tuvo tiempo de hacer reclamos a Chico porque este estuvo siempre muy ocupado y luego ella tuvo que dar explicaciones a los invitados que restaban por irse. Tampoco vio con buenos ojos que mi madre saliera con nosotros, pero n
En casa papá tuvo una seria conversación con Gonzalo. Sabemos que fue algo serio porque Gonzalo salió tirándola puerta, tomando su sombrero, corriendo hacia Pillo y cabalgando como loco. Para muchas personas el amor puede olvidarse, suplantarse, el tiempo hará olvidar pero para otras, es solamente esa persona la que permite que estemos vivos.En su casa, Flor recibía advertencias desde el desayuno. Hablaban tan mal de nosotros que ella no entendía como pudimos emparentarnos. Pero de Gonzalo, sobre todo de él y su manera de mirarla.¿Qué tenía el de especial? Todo, se repetía mientras Consuelo Castro le hablaba. Cuando lo comparaba con los que conociera ahí y lejos de ahí. Su cabello, sus ojos, su sonrisa, sus besos mientras reía. Sus manos tomando su rostro, besando su cuello, su voz en sus oídos y si, su mirada, insistente, como si pudiera traspasarla, desnu
Desde la cama, Flor escuchó los rápidos pasos por el salón abierto hacia las habitaciones. No se trataba de su madre, no era su pisada, así que esperó con la uña del pulgar izquierdo en la boca hasta que tocaran. –¿Sí? – Señorita, soy Dora. –Dorita, pasa.–La puerta se abrió ni muy rápido ni muy lento y Dora asomó la cabeza.–Pasa. –Buenos días.–Entró y cerró, luego se plantó frente a ella al borde de la cama con una sonrisa en su agradable rostro moreno.–Su mamá pregunta por usted, que ya son las diez y o ha bajado, que tiene que comer para salir.&nbs
Todo eso que hacemos a diario, que cada uno de nosotros hace a diario y que por no presenciarlo, sencillamente desconocemos, es un secreto para otros.Hasta aquello que vemos, eso de lo que si somos testigos, muchas veces ocultan algo, hasta todo lo que adentro, muy dentro de nosotros, alma o mente guarda, por más que lo creamos verlo lo desconocemos.Después del entierro del joven de la esclava, cada uno de nosotros, inclusive muchos invitados que vivieron muy de cerca ese horrible momento, hicimos nuestra rutina habitual. Sin embargo, en nosotros estaba ese momento grabado, desconcertándonos y hasta haciéndonos desvelar. No creo que hablara por mí solamente, me costaba conciliar el sueño y una vez lo tomaba lo perdía rápidamente con algún mal suelo o imagen de esa noche, cuando Astrid se casara con Santos Castro.Gracias a ese insomnio, a que sabía que debía entretenerme en algo m&aac
–Yo creo que esta oportunidad que ha conseguido el presidente con la empresa constructora, en referencia a la modernización de la ciudad, es perfecta y muy acertada. –Dijo Chico en medio de una conversación en el centro de la sala de la casa de los Escalante.–Yo creo que debemos licitar la mano de obra nacional, está muy calificada. Lo acaban de demostrar con la Catedral, Las Mercedes.–Nadie ha dicho que la mano de obra se será nacional.–¿Pagándole cuánto? –Intervino papá apareciendo con una taza de chocolate caliente en las esquina de esa misma sala donde Chico con otro par de caballeros intercambiaban opiniones.–Les pagarán con la moneda verde.–No es suficiente Chico. –Insistió papá. –Tú y yo somos buenos jefes, apoyamos a nuestros trabajadores, quisiera pensar…–¿Qu&
–¿Cómo dijiste muchacho? –Pablo fue muy rápido y tomó al moreno de la camisa para levantarlo.–No puede ser cierto. – No solamente sentí frío, fue horror, miedo de enfrentar una noticia tan fatal como esa. Gonzalo salió cuando ya había anochecido, ¿A dónde fue? ¿A buscar a Flor? Tambalee.–Yooo no sé si sea así, solo corrí después que…–¿Después de qué? –Pablo seguía sosteniéndolo.–Después que le dispararon y cayó.–¡Nooo! –Grité aterrorizada, no, mi hermano no, Gonzalo no.–Virginia ve adentro, yo iré con él a la casa de los Castro.–No, no Pablo, yo también iré.Pablo lo soltó y se volteó para mirarme a mí, estaba tan asustado como yo.
De nosotros, solo papá fue al entierro de Flor Castro. Nos contó que parecía un ángel dormido dentro del cajón. Que las flores blancas que la rodeaban eran el lecho de muerte más hermoso que viera nunca y que lo hizo pensar mucho sobre sus días de vida.Cuando lo dijo Gilberto fue y lo abrazó con mucha fuerza. Todos estábamos abatidos por la falta de ella, nos parecía un sueño, o más bien una pesadilla.Flor murió a causa de un fuerte golpe en la cabeza cando cayó.Murió sin sufrir según nos dijo papá, fue instantáneamente.La enterraron tres días después del terrible suceso y mientras, nosotros acompañamos a Gonzalo en el hospital.Cuando Astrid lo fue a visitar, se sacó un guante color crema de la mano y con los ojos hinchados, me imagino que de llorar, le dijo:–Ya estarás s