En el cielo

Y así, la situación en nuestra casa cambió. Éramos los mismos, pero nuestros hábitos variaron, los horarios, las conversaciones. Los juegos y las risas pasaron a un segundo plano ahora que Flor se había ido y Gonzalo estaba en una cama.

A él se le acomodó lo mejor que se pudo la habitación que le pertenecía a Astrid. Yo misma ayudé a Carmen a cambiar cortinas  y mantener siempre la ventana abierta. Si él se incorporaba un poco, con una almohada en la espalda, podía ver hacia afuera.

Quizás ya no era de su interés, pero era una manera de hacer que no olvidara que seguía vivo, que había un afuera, a pesar de que en ese afuera no existía ya su Flor.

Mi rutina por supuesto cambió completamente. Desayunaba a prisa para ir con él. Temprano mamá le llevaba su comida y se encargaba de que si desayunara. A veces las insis

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