Chico Castro entró a su habitación antes de las once de la mañana. Tenía los ojos hundidos, se sentía afligido la mayoría del tiempo. Impotente ante los hechos que sucedieron en su casa. Un hombre como él, ¿Cómo era posible que le sucediera algo así? ¿Cómo no vio venir lo que sucedería? ¿Dónde estuvo toda la vigilancia? ¿Y por qué vigilarla y empujarla a lo que sucedió?
Debía reconocer que por primera vez sentía algo en su pecho muy parecido al odio. No había canalizado exactamente hacia quienes, pero el dolor lo hacía odiar. Lo hacía no poder dormir, lo hacía tomar, y mucho.
–¿No crees que es muy tarde para que sigas en la cama?
Le preguntó a Consuelo cuando la vio envuelta en las sabanas. El cabello enmarañado, los ojos desgastados.
–¿Y tu no crees
Todavía adormitada llegué a la cocina. En cuanto me vieron, Charito, Carmen y Auxiliadora me saludaron unas con un gesto de la mano y otra con un gesto de sus cabezas. Las veía rápidas, tratando de sacar el desayuno a toda velocidad.Desde la madrugada llovía. Me había costado mucho dormir. Inclusive cuando lo conseguí quise despertarme, pues ya volvía a tener esa pesadilla junto a Santos. Esta vez, él me esperaba en la entrada de la iglesia y yo retrocedía queriendo correr por toda la plaza Bolívar.–Buenos días, ¿las ayudo en algo?Negaron las tres al mismo tiempo con la cabeza.–¿Comerás aquí? –me preguntó Carmen.–No sé, sí, creo. Milagros sigue dormida, ¿por qué tanta prisa?–Gonzalo se irá hoy, sale en un rato con Pablo y Harold donde unos familiares de P
Nos fuimos a la cama temprano. Yo estaba cansada y pasadas las seis comenzó a llover. Mamá no habló en la cena, estaba aún llorando por Gonzalo y papá, él nos contó algo sobre la palabra Sacrificio.Todos hacemos Sacrificios alguna vez en nuestras vidas. Es una palabra bonita pero que encierra detalles dolorosos, muy tristes, porque quien se sacrifica, por la causa que sea, casi nunca es feliz.El sacrificio debe hacerse de manera sincera, desde el corazón. Se llama sacrificio por lo que cuesta decidirse hacerlo, eso pensé cuando papá nos explicaba lo importante que era estar consciente de lo que acarrea hacer un sacrificio, lo mucho que se gana por otro lado, ganan los que no se sacrifican. La palabra entonces abarcó nuestra cena bajo los oídos atentos de los hijos de este hombre que quizás se estaba sacrificando con su silencio para no causar un caos familiar.–No
–No, no, no, noooo– Mi propio grito me despertó. A mi lado Milagros saltó de la cama para verme sobresaltada también por mi estallido. –¿Qué te pasa? –Me preguntó completamente despierta. Miré a mi alrededor. Estaba sudada, Aun no aclaraba pero ya era de día. La miré a ella en mitad de la tenue oscuridad. Todavía podía sentir el velo rozar mi rostro. Era blanco, suave, casi me picaba y olía a flores. –Nada, estaba …tuve una pesadilla. –Si quieres puedes pasarte a mi casa. –Dijo y volvió a tirarse sobre la almohada.&nb
No sé si primero fue el golpe o mis ojos abiertos. Tal vez todo junto, al mismo tiempo medio segundo después el grito de mamá. Me moví fuera de la cama corriendo, todavía no amanecía, tuve que encender la luz para abrir y salir al pasillo.–¡Pedro! ¿Qué te pasa Pedro?Abrí la puerta de su cuarto, papá trataba de levantarse y no podía.–¡Papá! –Junto a mamá traté de levantarlo, pero papá era un bulto pesado.Gilberto llegó al cuarto y detrás de él Milagros.–¿Papá! –Mi hermano se tumbó junto a nosotros y levantó el rostro de papá. Me asusté. Estaba pálido, muy pálido y sus ojos eran otros ojos. –Déjame levantarte.No sé en qué momento lo solté y vi todo desde el piso.–Pedro l
–Papá ¿puedo pasar? –Me asomé a la puerta de su oficina y lo vi ordenando papeles.–Virginia, sí, pasa. –Vestía listo para salir, guayabera verde aceituna, pantalones grises. –Estuviste muy callada anoche en la visita de tu hermana ¿pasó algo allá?La cena. Astrid y su enorme barriga pegando de la mesa. Comiendo hasta más no poder. Su esposo, Santos, tan cariñoso con ella, como siempre. Comió a su lado.Él y papá hablaron del nuevo negocio de construcción donde Chico Castro y mi padre eran socios y por otro lado Astrid le contaba a mamá todos los planes que tenía para cuando naciera el niño o la niña.¿Qué podía haber dicho yo? Solo escuchar. Milagro sí habló.–Cuando salgas de esa barriga tendrás que luchar para deshacerte de la otra barriga
Los dolores, los más fuertes. La tos. Las más irritantes, así como las desgracias se acrecientan por la noche.La noche es protagonista de agonías, de luces bombardeantes, de amantes fugitivos y de eso, los partos, los fuertes dolores del parto.Dicen que toda tarea que se inicia con la lluvia trae excelentes resultados. Bueno, esa tarde no parecía que iba a llover. Pero en cuanto sonó el teléfono a media noche sonó un trueno. Uno que me hizo temblar, pues vino seguido de un rayo que iluminó nuestro cuarto.Astrid. Pensé. Esa llamada era de allá, de la casa de los Castro.Para cuando llegamos, vestido de cama con abrigos sobre esa ropa. yo un impermeable. Los gritos de mi hermana se escuchaban afuera.Domingo nos recibió.–Ya llegó la partera. –Dijo cubriendo a mamá y a mi con el paraguas negro. Papá corrió al techo de
Algunas cosas se guardan en la memoria en diferentes velocidades.El solo hecho de que Astrid yaciera muerta en la cama, era una situación espantosa que contrastaba con la delicadeza y la hermosura de la bebé que yo sostenía entre mis brazos.La vida y la muerte expuestas al mismo tiempo.Ese lazo que Gilberto tanto nombrara era sostenido por mí y se movía ahora apenas con incomodidad.Salí de la habitación a la sala justo cuando papá se echara a orillas de la cama para llorar desconsoladamente, mientras tomaba una pierna inerte y ensangrentada de mi hermana.El corazón, mi corazón se debatía confundido ante la alegría del nacimiento y la triste perdida de Astrid.Terrible para la pequeña saber que justo el día de su nacimiento, moría su madre. ¿Cómo explicarle eso en el futuro?Mamá trató de revivirla c
El golpe de la puerta me obligó a brincar de la silla mecedora junto a la cuna.–¿Dónde está mi hija? ¿Quiero verla!Santos. Borracho. Como llevaba ya varios días desde que Astrid muriera.Como una presa acorralada, miré en todas direcciones de la habitación. Decorada con tanta paz, con colores tenues y tiernos que se parecían mucho a la pequeña bebé que dormía a placer boca abajo, dentro de la cuna.–Astrid…¿dónde está mi hija? –Gritó desde no sé qué lugar y supe que se acercaba, porque arrastraba los pies. –¡Alguien responda!Decidí salir al pasillo. Lo encontré parado frente a la puerta de su cuarto, mirando la cama vacía. Su cuarto vacío, su casa solitaria y sin la persona que solía esperarlo cada tarde y despertar con él cada mañana. &