Veintisiete

Por pura suerte le comento al abogado que me tomaron las huellas dactilares, él irrumpe en gritos hacia los agentes y policías que están cerca y exige que sean destruidas porque no cometí ningún crimen ni me acusaron de ningún delito y que no hay derecho alguno en que me quitaran mi teléfono. Se arma tal escándalo, que al final toman mi ficha y la destruyen.

Al ver, que desechan mi información, un sentimiento de angustia aparece en mi pecho. Una vez que te acusan, no hay vuelta atrás, por muy inocente que seas, la mancha se quedará, así levanten cargos, la reputación se tuerce y si Sebastián no hizo nada malo, no merece que la vida se le acabe en un parpadeo.

Ventura se encarga de hablar con varias personas en la estación mientras el abogado atiende llamadas, es un hombre de voz fuerte, imponente, duro. Aún así, le agradezco que haya llegado a mi rescate, un par de segundos después y habría dicho cosas que seguramente me pondrían en una situación comprometedora. Más comprometedora.

Es
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