Llega un momento en que se nos unen más personas, entre ellos Regina quien se queja de la "poca clase" que tienen los compañeros de Marlene, dentro de los cuales entro yo, pero nos excluye a Giuli y a mí. "Menos ustedes, claro". Regina me halaga por hacerle frente a Tristán, comenta que son pocos los que le llevan la contraria, pues suele ser arisco e irritable cuando se empeña con un tema. Aun sin debatir es arisco e irritable. Se le termina su bebida y me toma del brazo para llevarme con ella en busca de más alcohol.―Vamos, Giuli.―Acá te espero ―al ver mi rostro de desconfianza, me toma de la mano―. Estaré bien, tranquila.No podría asegurar eso. Pero se ve tan esperanzada e ilusionada junto a Jaco, sin embargo, no quiero dejarla sola. Dile que se vaya contigo porque seguramente ese tipo no es de fiar. ¿Y por qué no es de fiar? Otra vez estoy haciéndome prejuicios. La chica con la que estuvo no ha aparecido. No la he visto, que es diferente, tal vez no pudo ir a la comida y tal ve
―¡Ventura! ―grito en un intento por detenerlo―. Espera, por favor.Seguirlo es sencillo porque la gente, al verlo, se hace a un lado, incluso los que parecen ebrios. Camino entre las personas quienes me miran curiosos, no son todos, pues muchos simplemente se hacen a un lado para seguir bebiendo, pero una chica alza su teléfono y toma una fotografía. Perra chismosa.Maldito sea Sebastián, el idiota vio a Ventura venir y se aprovechó de la ocasión. Joder, Ventura estuvo en la estación, Ventura seguramente ayudó en su caso, ¿por qué carajo sigue insistiendo en que es culpable? Y ahora logró que se abriera una brecha entre Ventura y yo, el cabrón lo hizo, ahora sí ya no podré "confabular" con el enemigo.Un mesero se atraviesa cuando llego al límite entre el vestíbulo y la sala, aparece repentinamente por lo que tengo que detenerme en seco para evitar una colisión. Me pide una disculpa, pues sin querer, una copa hasta la mitad casi cae encima de mi vestido.Para entonces pierdo a Ventura
Una profunda oscuridad me recibe cuando abro los ojos. El aroma a galletas recién horneadas se cuela por mis fosas nasales, pero lejos de ser agradable, me provoca un profundo temor que me incita a levantarme y correr; sin embargo, al intentar ponerme de pie, noto que estoy amarrada de los tobillos y las muñecas.Un pitido de alarma nace en mi mente, estoy atrapada, no logro salir. Me remuevo bruscamente en un intento por romper mis ataduras, pero lo único que logro es hacerme daño cuando los lazos rugosos rozan con mi piel. Mis respiraciones se aceleran tanto como los latidos de mi corazón, siento el palpitar duro contra mi pecho, en cualquier momento se me saldrá del tórax. Mis jadeos no se hacen de esperar, mi miedo me impide pensar con claridad. Ya no me importa si alguien me escucha, solo siento el deseo frenético de escapar.Al primer sollozo, me siento derrotada; mis esfuerzos son inútiles.Pasos pesados resuenan cada vez más cerca, acto seguido, escucho un sonido metálico y de
Rita baja las escaleras mientras habla por teléfono, grita instrucciones para que los "paquetes" se entreguen en tiempo y forma. Cuelga la llamada y finalmente ofende a la persona con la que hablaba. Llega hasta abajo y se encuentra conmigo, me mira interrogante, pero no dice nada, solo camina a la cocina. La sigo porque no se me ocurre otra cosa. Lo sorprendente es que este lugar está impecable.―Te fuiste temprano ¿no? ―pregunta Marlene cuando me ve―. Salí como a las tres y vi a Ventura solo, bebiendo.La imagen de él, desmotivado, me estruja el corazón.―Sí, yo...―¿A qué hora limpiarán? ―su voz provoca sentimientos encontrados―. ¿No pedimos que vinieran temprano?Me giro en un acto reflejo, pero me doy cuenta de que fue un error cuando Ventura se detiene en seco en su camino hacia acá, veo que trae un bloc en la mano. Nuestras miradas se encuentran durante un segundo, pero no lo soporto y me giro de nuevo.―Ya marco ―Marlene hace un gesto de irritación―. Hoy quedará limpio, tranqu
―Estoy en eso ―bufa Sebastián―. Está imposible. ―Dijo que las llaves estaban escondidas aquí ―lloriquea―. Era un hombre. Entre los dos buscamos las jodidas llaves con los gritos apremiantes de Dalia de fondo. Buscamos bajo mesas podridas, cajas volteada y cualquier rincón visible, pero es imposible, ni rastro de las llaves. Echo un vistazo de nuevo al hielo, lo veo más pequeño y ahora agua gotea por la caja. Estoy temblando del miedo y los nervios, pero no se me ocurre en donde podría estar. Subo al balcón, pero no hay nada, de hecho, está tan limpio como algo aquí podría estar. Desde aquí puedo observar mejor el hielo, un extraño brillo metálico en su interior me llama la atención, es como un reflejo o algo así...Hijo de puta, son las llaves. ―¡Las encontré! ―grito hacia abajo―. Están dentro del hielo. El rostro de Dalia palidece y Sebastián suelta mil maldiciones. Estamos jodidos y la más jodida es Dalia. Necesitamos una escalera o un banco o cualquier m****a alta que nos permi
Desde que somos niños nos enseñan que mentir es malo; si se basan algunas religiones, mentir es un pecado y para expiarlo, se deben seguir unas pautas que borren la mala huella. Sin embargo, eso es desde un punto de vista del pensamiento mágico-religioso, si lo analizamos desde una perspectiva más realista, una mentira esconde un suceso, una palabra, una acción.Algunas veces una mentira sirve para ahorrar dolor, a veces se usan con fines poco morales, pero lo importante es que, a partir de una mentira, puede surgir otra y otra y llega un punto en el que la mentira es tan grande que es difícil hilar las mentiras pequeñas que la conforman o lo que es peor, la mentira se convierte en verdad.Y no en el sentido literal, pero a veces te lo repites tanto, que en tu mente lo crees real. "Báñate en mentiras si quieres, inventa una nueva historia, un nuevo nombre, empápate de tu invento si quieres, pero jamás olvides que debajo de todo, hay una verdad". Mi tía siempre me aconsejó, nunca fue a
Sebastián me lanza una mirada exasperada, sobre todo, dolida y eso en sí me hiere porque el retazo de amistad que creí que había entre nosotros antes de la gran discusión, ya no existe.―Tengo los mensajes con la chica en donde acordamos la palabra de seguridad y el tipo de relaciones que llevaríamos ―me mira casi con desprecio―. Fue duro, tenía pruebas, pero acordamos que así sería.No sé mucho del sexo sadomasoquista, pero imagino que tal vez habría moretones o algún rastro de que no fue sexo vainilla. Aún así, Sebastián pudo usar eso a su favor para explicar el porqué la chica tenía moretones y demás. No lo conozco lo suficiente como para poder defenderlo, para creer que no forzó a la chica.―Yo te creí cuando dijiste que no tenías nada que ver con tu ex ―aprieta los puños con fuerza―. Te creí cuando dijiste que no sabías quién te llamó en la biblioteca, tal vez no debí hacerlo.Tiene un punto, te calló. La única persona que sabe la verdad es él y la chica que lo acusó y me temo qu
Después de que Pavel confesara lo mucho que sufrió a manos de sus padres, ya no puedo ver a los señores de la misma forma. Son amables y sonrientes, pero es imposible verlos como personas decentes. Ser homosexual ya no debería ser objeto de burla, discriminación y menos aún de odio, pero la realidad me pega de golpe; el que no me rodeé de gente homofóbica no significa que no la haya.Pavel no nos dijo el nombre de su novio, aunque a juzgar por la cantidad de alumnos en el campus, seguramente no lo conozco. Lo único que sé de el susodicho es que el día de la fiesta llevaba una gorra.―Yo sabía lo de Pavel ―Sebastián dice una vez que estamos en su automóvil―. En la carta...él tenía una carta que apareció en mi libro ―dice titubeante―. La leí porque pensé que era algo importante y sí era importante, pero no para mí.―¿La carta que aparece en su foto?Sebastián asiente ante la pregunta de Dalia. Siento que ha pasado una vida desde que el acosador guardó en nuestros teléfonos una fotografí