Daniel, sin embargo, seguía ignorando a Adriana, quien se sentía un tanto ansiosa: «¡Diablos! Daniel ya decidió ponerme en un aprieto».—No digas tonterías. Date prisa, ya te toca. —Daniel señaló las cartas, mientras exhalaba el humo lentamente. Para él era como si Adriana no existiera, aun cuando estaba a su lado.—Señor Daniel, puedo esperar —repuso Adriana con una gran sonrisa, tan terca como siempre—. Hablaré con usted, cuando tenga tiempo. Ninguno de los presentes había esperado que aquella muchacha se mantuviera tan firme. —¡Vaya, Daniel! ¡Cautivabas a tantas mujeres! ¿Nuestra cuñada lo sabía? —bromeó uno.La mirada de Daniel cambió por un instante, pero nadie se dio cuenta, por lo que el hombre continuó riéndose:—¿Cuñada? ¿Esa mujer es digna de tal título? No es más que una basura. Seguramente, Daniel la desprecia, ¿verdad?Aquellas personas no podían imaginar que la mujer que habían catalogado como basura, en ese momento, se encontraba junto a ellos y que, además,
Al volver la cabeza para mirarla de nuevo, Daniel vio que Adriana ya se había ido a la pista de baile con aquel hombre.Esta mujer sonreía extraordinariamente feliz. Los pasos de baile de los dos eran como si pisaran en el corazón de Daniel, y el cual se enojó mucho.Finalmente, Daniel no pudo soportar más, tiró el cigarrillo al cenicero, se levantó y se dirigió hacia la pista de baile con el rostro frío.Todos parecían confusos:—¿Qué le pasa a Daniel?Germán, al contrario, sabía claramente y se burló:—Alguien está causando problemas.—¿Cómo?—¡No hagan tantas preguntas! ¡Seguimos!Germán señaló las cartas y dejó de hablar. Después de todo, era asunto ajeno, no era adecuado chismear tanto.El protagonista de este chisme, Daniel, al llegar al lado de Adriana, la llevó sin decir nada.Esto fue lo que Adriana esperaba.Aunque Daniel no la amaba, como era tan sensible a su propia reputación, no permitía que su esposa le pusiera los cuernos en sí mismo en público.Por eso, Da
—¡Felicidades! Señora Adriana, ya tiene tres meses de embarazo y su bebé está muy bien…Después de escuchar las palabras del médico, Adriana Jiménez se sentía tan feliz que no podía dejar de sonreír. Había sido una hermosa sorpresa para ella y no podía esperar para contárselo a su marido, Daniel Kash.Por esto, emocionada, después de salir del hospital, se dirigió directamente a la empresa de Daniel.Una vez llegó al edificio, se montó en el ascensor, junto a un grupo de mujeres que charlaban entre ellas.—¿Adivinen qué? Diego, el asistente, me pidió que reservara todas las entradas porque el presidente Daniel requería todas localidades para Paula Lorenzo, ¡la famosa pianista! No solo enviaría diez mil rosas búlgaras, ¡sino que también estará presente allí para felicitarla en persona!—¡Qué romántico! Pero, por lo que dicen, que el señor Daniel ya está casado, ¿qué hay de eso?—¿Te refieres a su esposa? Vaya, parece que no es más que una figura decorativa. No la has visto ni una
Adriana se sentía demasiado triste y estaba a punto de llorar.La mujer que Daniel amaba, siempre era correcta, mientras que ella, que había estado casada con él por tantos años y lo trataba con cariño y respeto, la consideraba una metiche. —¡Vaya! La auténtica señora Kash mucho más digna que yo. Lo sé, no lo merezco. Pero, ¿sabes qué?, no quiero ser esa señora. ¡Ya no aguanto más!—Entonces, ¡vete! —dijo Daniel, riendo con desdén, sin tomarla en serio.—Perfecto, pienso lo mismo. Cuando estés libre, vamos al Registro Civil y nos divorciamos.Al ver el rostro tranquilo de Adriana, Daniel se quedó congelado por un segundo y luego se burló:—Adriana, sí que estás loca, vete al hospital. ¡No me molestes!Después de aquello, Daniel dio media vuelta y salió de la oficina.Adriana se quedó inmóvil y no supo qué hacer. Nunca se había imaginado que sería ella quien tomaría la iniciativa de pedirle el divorcio a Daniel. Sabía claramente que a Daniel le gustaba Paula, aunque esta lo hab
—No soy la mujer con la que Daniel quiere estar casado. Siempre ha creído que me casé con él por el poder de la Familia Kash —dijo Adriana con tono burlón. Lo que Daniel no sabía era que, en los tres años que llevaban casados, ella nunca había utilizado ni un céntimo del dinero de su familia. Incluso cuando la familia Jiménez cayó, ni siquiera le había pedido que ayudara a sus padres.Adriana se había casado con él para cumplir su propio sueño y nada más. En algunas ocasiones, se había encontrado pensando que, si Paula no se hubiera marchado al extranjero, dejando a Daniel sumido en la depresión, su abuelo, Javier Kash, no le habría permitido que se casara con él, con el fin de que lo ayudara a olvidar el dolor de aquella triste ruptura amorosa. Sin embargo, Javier se había equivocado.Al principio del matrimonio, Adriana era realmente apasionada, pero, ahora, toda su pasión por Daniel había desaparecido por completo. —Bueno, y, entonces, ¿qué vas a hacer? —preguntó Carmen, tra
Era comprensible que, la noche anterior, Paula lo hubiera llamado para agradecerle por las rosas.—Retira a esa ayudante —dijo Daniel con indiferencia.Diego se quedó atónito, antes de obedecer y marcharse, justo en el momento en el que celular de Daniel comenzaba a sonar. Daniel miró el nombre que figuraba en la pantalla, pero no contestó.Sin embargo, Adriana era demasiado terca, por lo que lo llamó una y otra vez, hasta que, por fin, Daniel, furioso, tomó la llamada.—¡Adriana Jiménez, ya basta, deja de molestarme!—¿Cómo? —preguntó Adriana, con suavidad, tras hacer una breve pausa—. Me fui, tal y como me pediste, ¿acaso no estás satisfecho?—Perfecto. Ya no eres la misma que hace tres meses. Me tendiste una trampa para que me acostara contigo, ¿y ahora me sales con que quieres divorciarte? ¿Me intentas tomar por idiota?—Daniel...—¿Qué? ¿Ya has preparado un nuevo truco para mí? —la interrumpió Daniel con desdén—. ¿Crees que podrás engañarme de nuevo? ¡Ni lo pienses!Tr
Daniel dijo aquello en un tono sumamente despreocupado, como si estuviera hablando de una nimiedad sin sentido. —¡Cállate! ¡No te he pedido tu opinión! —exclamó el abuelo.Adriana estaba indecisa. En el pasado, lo que Daniel acababa de decir la hubiera entristecido, pero ya no. Ahora solo le daba la fuerza para que dejarlo todo fuera más fácil. La actitud indiferente de Daniel solo fortaleció su determinación de obtener el divorcio. Viendo que Javier todavía quería reprocharle a Daniel, Adriana le detuvo:—¡Abuelo! Daniel tiene razón, realmente no es necesario. No habrá un tercer aniversario.Cuando terminó de hablar, el salón se sumió en un silencio sepulcral por un momento.—Adri, ¿de qué estás hablando? ¿Daniel hizo algo que te enfadaras?—Abuela, no me hizo enfadar. Lo que quiero decir es que… creo que no somos compatibles —respondió Adriana con seriedad—. Nos divorciaremos pronto, así que el banquete no es necesario.Había dudado de cómo comunicarles el divorcio a los
—¿Por qué debería confesar algo que no hice?Adriana apretó los puños para controlar su emoción. Desde que se había casado con Daniel, él la había considerado una mujer astuta y que buscaba aprovecharse de él, aunque nunca lo había hecho en esos años. No la tomaba en serio y no le tenía ni la más mínima confianza. Pese a que Adriana se sentía afligida, aguantaba el dolor de su corazón, de manera estoica, y se mantenía firme, como si nada pasara.Por un momento, Daniel pareció ver su tristeza, y pensó: «¿Una mujer como Adriana, también podrá estar triste? ¡Pura mentira!», pensó Daniel, al notar su tristeza, por lo que mostró desprecio.—¿Algo que no hiciste? ¡Qué sinvergüenza!—Piensa lo que quieras, no pretendo explicártelo —respondió ella con tono indiferente.Tras decir eso, Adriana abrió la puerta del coche y se marchó, sin más.No estaba segura si era producto de las emociones, pero, en cuanto se apeó del coche, le sobrevino un intenso y repentino dolor en el vientre.Adr