03 - ¿Mamá?

Finalmente, cuando colgó la llamada, la ventanilla del lujoso Ferrari estacionado frente a ella, bajó y hombre serio y a simple vista, elegante la observó.

— Señorita Guzmán, por favor suba al auto.

Brianna lo miró con desconfianza y preguntó, aún con el teléfono en la mano: — ¿Y usted quién es?

— Solo cumplo órdenes. No se preocupe, no le haré daño — respondió el hombre con una calma que era casi desconcertante.

Brianna debía estar loca para considerar subir a ese coche, pero algo en su mente insistía en que lo hiciera. Tal vez era la desesperación, la necesidad de escapar de todo lo que estaba pasando. Sin pensarlo mucho más, abrió la puerta y se subió al auto.

Se acercó con su maleta y arqueó las cejas, esperando que al menos la ayude con la cajuela o que la caballerosidad lo obligara a actuar para ayudarla a subir su maleta, pero estaba claro que esas costumbres no existían.

— Podrías abrir el portabultos — pidió.

Guardó su maleta, y con la rabia que ya tenía acumulado, cerró con fuerza, que incluso a ella le dolió.

— Mucha rabia contenida — masculló el sujeto, presionando con fuerza el volante, lo cual le dio satisfacción a Brianna.

— Demasiada, pero amerita este día de m****a — respondió —. ¿A dónde me llevas?

No respondió. No la miró. Nada. El Ferrari arrancó suavemente y la llevó a una zona de la ciudad que Brianna no reconocía. Después de unos minutos, el coche se detuvo frente a una villa que era tan lujosa que Brianna apenas podía creer lo que veía. La villa en la que había soñado vivir era bonita y elegante, pero esta mansión la hacía ver como una casa humilde.

Tan pronto como entró al vestíbulo, sus ojos se fijaron en una figura femenina de espaldas a ella. La mujer se dio la vuelta lentamente, y Brianna sintió que el mundo se detenía. No le salían las palabras, solo los recuerdos de la última vez que la vio. Las lágrimas se acumularon en sus ojos y desparramarse en sus mejillas sin poder detenerlas, y la verdad, no tenía intención de hacerlo. No en ese momento, que admiraba y odiaba al mismo tiempo a la mujer que le dio la vida.

— ¿Mamá? — preguntó con la voz entrecortada, dejando caer todo lo que tenía en las manos —. ¿Eres tú en verdad?

Las emociones se desbordaron en su interior, cuando la mujer que tenía rasgos similares a los suyos, asintió. Recordó claramente el día en que su madre descubrió la infidelidad de su padre y cómo, después de una gran pelea, desapareció de su vida. Desde entonces, Brianna había vivido con su madrastra y su hermanastra, quienes recibieron todo el amor y cariño que a ella le fue negado.

Sin pensarlo dos veces, corrió hacia su madre y la abrazó con fuerza. Había soñado con este momento durante años, y ahora que finalmente estaba sucediendo, no podía contener las lágrimas.

— Te he extrañado tanto, mamá — dijo entre sollozos.

— Yo también, mi niña. Yo también — respondió su madre, acariciándole el cabello con ternura.

— Tienes que contarme todo. ¿Dónde has estado todo este tiempo? — Se separó de ella y la miró —. ¿Por qué no volviste por mí?

En ese momento, un anciano en una silla de ruedas entró en la vista de Brianna. Su madre se separó un poco de ella y, con una sonrisa tan amorosa miró al hombre.

— Brianna, quiero que conozcas a alguien. Este es Ángelo Casanova, mi esposo y tu padrastro — explicó.

La mujer de veinticinco años se quedó boquiabierta. La noticia era tan inesperada que no sabía cómo reaccionar. Miró al anciano, quien le devolvió una sonrisa amable y cálida, y luego volvió a mirar a su madre.

— ¿Ángelo Casanova? — cuestionó.

Ese apellido era uno de los más importantes, ricos y escandalosos del país, y su madre estaba casado con el patriarca de esa familia.

La vida le había dado un giro inesperado, y ahora se encontraba en una mansión lujosa, reunida con su madre después de tantos años y conociendo a un padrastro que ni siquiera sabía que existía, de casi… ¿Cuántos? ¿Veinte o más años de diferencia?

— Es un placer conocerte, Brianna — dijo el anciano con una voz amable —. Tu madre me ha hablado mucho de ti.

Brianna aún estaba en shock, pero se obligó a reaccionar.

— Es un placer conocerlo también — respondió, tratando de asimilar todo lo que estaba pasando —. Esto es una sorpresa.

Su mente estaba llena de preguntas, pero por ahora, solo quería disfrutar del momento y del abrazo de su madre. Después de todo el dolor y la traición que había vivido, este reencuentro era como un rayo de luz en medio de la oscuridad; sin embargo, no podía evitarlo.

— ¿Cómo... cómo es posible? — preguntó finalmente, dirigiéndose a su madre en un susurro, que obviamente el anciano escuchó y solo sonreía; pues su nieto tuvo la misma reacción —. Es muy mayor… Es decir… Podría ser mi abuelo.

— Es una larga historia, querida. Pero lo más importante es que lo quiero y estamos juntas. Y no voy a dejar que nada ni nadie nos separe de nuevo — respondió su madre con firmeza.

Brianna sintió una oleada de alivio al escuchar esas palabras. Al menos lo quería. No estaba allí por interés ni poder…

“Estoy pensando demasiado.”

“Está pasando demasiadas cosas.”

— Mabel te guiará en tu habitación, Brianna. Yo las dejaré sola, para que te acomodes — El hombre se dio la vuelta, pero detuvo sus movimientos —. Estás en tu casa. Este es tu nuevo hogar si lo deseas.

El hombre parecía muy educado, era obvio si es el esposo de su madre, y la miraba con tanto cariño que sorprendentemente ella siente envidia, porque había creído por un tiempo que se encontraba viviendo una vida similar.

¡Patrañas!

— Sube y descansa un rato. Sé por lo que has pasado hoy — dijo su madre, señalándole a una señora quien de seguro era la tal Mabel —.

La cena es a las siete. Tengo un obsequio por tu premio.

— ¿Un premio?

— He seguido tu trabajo, cariño. Desde lejos obvio, pero pronto nos pondremos al corriente de todo — Le sonrió —. Eres tan parecida a mí. Más de lo que crees.

Su madre le dio un beso en la frente que ella sintió como una fuente vitamínica y se dirigió hacia la dirección donde se había ido el señor Ángelo, mientras ella se perdía escaleras arriba, rumbo a su habitación.

— ¿Crees que acepte? — preguntó el anciano, cuando su esposa llegó hasta él. Tomó su mano, mientras ella dejaba un beso en su cabello —. Ha sido un día muy duro para ella. Las noticias corren rápido.

— Ya es hora de que haga algo por ella. Esperemos que acepte.

Mientras tanto, Brianna observaba con ojos iluminados toda la habitación, admirando el tapiz, los muebles e incluso el orden en que estos están colocados. Todo se ve asombrosamente de acuerdo a sus gustos.

Hizo lo que su madre le ordenó porque realmente lo necesitaba, se dio un baño, se vistió y se acostó en esa cómoda cama, donde inmediatamente se quedó dormida.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo