Finalmente, cuando colgó la llamada, la ventanilla del lujoso Ferrari estacionado frente a ella, bajó y hombre serio y a simple vista, elegante la observó.
— Señorita Guzmán, por favor suba al auto.
Brianna lo miró con desconfianza y preguntó, aún con el teléfono en la mano: — ¿Y usted quién es?
— Solo cumplo órdenes. No se preocupe, no le haré daño — respondió el hombre con una calma que era casi desconcertante.
Brianna debía estar loca para considerar subir a ese coche, pero algo en su mente insistía en que lo hiciera. Tal vez era la desesperación, la necesidad de escapar de todo lo que estaba pasando. Sin pensarlo mucho más, abrió la puerta y se subió al auto.
Se acercó con su maleta y arqueó las cejas, esperando que al menos la ayude con la cajuela o que la caballerosidad lo obligara a actuar para ayudarla a subir su maleta, pero estaba claro que esas costumbres no existían.
— Podrías abrir el portabultos — pidió.
Guardó su maleta, y con la rabia que ya tenía acumulado, cerró con fuerza, que incluso a ella le dolió.
— Mucha rabia contenida — masculló el sujeto, presionando con fuerza el volante, lo cual le dio satisfacción a Brianna.
— Demasiada, pero amerita este día de m****a — respondió —. ¿A dónde me llevas?
No respondió. No la miró. Nada. El Ferrari arrancó suavemente y la llevó a una zona de la ciudad que Brianna no reconocía. Después de unos minutos, el coche se detuvo frente a una villa que era tan lujosa que Brianna apenas podía creer lo que veía. La villa en la que había soñado vivir era bonita y elegante, pero esta mansión la hacía ver como una casa humilde.
Tan pronto como entró al vestíbulo, sus ojos se fijaron en una figura femenina de espaldas a ella. La mujer se dio la vuelta lentamente, y Brianna sintió que el mundo se detenía. No le salían las palabras, solo los recuerdos de la última vez que la vio. Las lágrimas se acumularon en sus ojos y desparramarse en sus mejillas sin poder detenerlas, y la verdad, no tenía intención de hacerlo. No en ese momento, que admiraba y odiaba al mismo tiempo a la mujer que le dio la vida.
— ¿Mamá? — preguntó con la voz entrecortada, dejando caer todo lo que tenía en las manos —. ¿Eres tú en verdad?
Las emociones se desbordaron en su interior, cuando la mujer que tenía rasgos similares a los suyos, asintió. Recordó claramente el día en que su madre descubrió la infidelidad de su padre y cómo, después de una gran pelea, desapareció de su vida. Desde entonces, Brianna había vivido con su madrastra y su hermanastra, quienes recibieron todo el amor y cariño que a ella le fue negado.
Sin pensarlo dos veces, corrió hacia su madre y la abrazó con fuerza. Había soñado con este momento durante años, y ahora que finalmente estaba sucediendo, no podía contener las lágrimas.
— Te he extrañado tanto, mamá — dijo entre sollozos.
— Yo también, mi niña. Yo también — respondió su madre, acariciándole el cabello con ternura.
— Tienes que contarme todo. ¿Dónde has estado todo este tiempo? — Se separó de ella y la miró —. ¿Por qué no volviste por mí?
En ese momento, un anciano en una silla de ruedas entró en la vista de Brianna. Su madre se separó un poco de ella y, con una sonrisa tan amorosa miró al hombre.
— Brianna, quiero que conozcas a alguien. Este es Ángelo Casanova, mi esposo y tu padrastro — explicó.
La mujer de veinticinco años se quedó boquiabierta. La noticia era tan inesperada que no sabía cómo reaccionar. Miró al anciano, quien le devolvió una sonrisa amable y cálida, y luego volvió a mirar a su madre.
— ¿Ángelo Casanova? — cuestionó.
Ese apellido era uno de los más importantes, ricos y escandalosos del país, y su madre estaba casado con el patriarca de esa familia.
La vida le había dado un giro inesperado, y ahora se encontraba en una mansión lujosa, reunida con su madre después de tantos años y conociendo a un padrastro que ni siquiera sabía que existía, de casi… ¿Cuántos? ¿Veinte o más años de diferencia?
— Es un placer conocerte, Brianna — dijo el anciano con una voz amable —. Tu madre me ha hablado mucho de ti.
Brianna aún estaba en shock, pero se obligó a reaccionar.
— Es un placer conocerlo también — respondió, tratando de asimilar todo lo que estaba pasando —. Esto es una sorpresa.
Su mente estaba llena de preguntas, pero por ahora, solo quería disfrutar del momento y del abrazo de su madre. Después de todo el dolor y la traición que había vivido, este reencuentro era como un rayo de luz en medio de la oscuridad; sin embargo, no podía evitarlo.
— ¿Cómo... cómo es posible? — preguntó finalmente, dirigiéndose a su madre en un susurro, que obviamente el anciano escuchó y solo sonreía; pues su nieto tuvo la misma reacción —. Es muy mayor… Es decir… Podría ser mi abuelo.
— Es una larga historia, querida. Pero lo más importante es que lo quiero y estamos juntas. Y no voy a dejar que nada ni nadie nos separe de nuevo — respondió su madre con firmeza.
Brianna sintió una oleada de alivio al escuchar esas palabras. Al menos lo quería. No estaba allí por interés ni poder…
“Estoy pensando demasiado.”
“Está pasando demasiadas cosas.”
— Mabel te guiará en tu habitación, Brianna. Yo las dejaré sola, para que te acomodes — El hombre se dio la vuelta, pero detuvo sus movimientos —. Estás en tu casa. Este es tu nuevo hogar si lo deseas.
El hombre parecía muy educado, era obvio si es el esposo de su madre, y la miraba con tanto cariño que sorprendentemente ella siente envidia, porque había creído por un tiempo que se encontraba viviendo una vida similar.
¡Patrañas!
— Sube y descansa un rato. Sé por lo que has pasado hoy — dijo su madre, señalándole a una señora quien de seguro era la tal Mabel —.
La cena es a las siete. Tengo un obsequio por tu premio.— ¿Un premio?
— He seguido tu trabajo, cariño. Desde lejos obvio, pero pronto nos pondremos al corriente de todo — Le sonrió —. Eres tan parecida a mí. Más de lo que crees.
Su madre le dio un beso en la frente que ella sintió como una fuente vitamínica y se dirigió hacia la dirección donde se había ido el señor Ángelo, mientras ella se perdía escaleras arriba, rumbo a su habitación.
— ¿Crees que acepte? — preguntó el anciano, cuando su esposa llegó hasta él. Tomó su mano, mientras ella dejaba un beso en su cabello —. Ha sido un día muy duro para ella. Las noticias corren rápido.
— Ya es hora de que haga algo por ella. Esperemos que acepte.
Mientras tanto, Brianna observaba con ojos iluminados toda la habitación, admirando el tapiz, los muebles e incluso el orden en que estos están colocados. Todo se ve asombrosamente de acuerdo a sus gustos.
Hizo lo que su madre le ordenó porque realmente lo necesitaba, se dio un baño, se vistió y se acostó en esa cómoda cama, donde inmediatamente se quedó dormida.
Brianna se encontraba en la lujosa habitación que le habían asignado, sintiéndose abrumada por la cantidad de emociones y pensamientos que la asaltaban. Había pasado de la tristeza y la incertidumbre a un reencuentro inesperado con su madre, para luego enfrentarse a la realidad de que su madre se había casado con un anciano veinte años mayor que ella.¡Casanova!"Mi madre está casada con un anciano que es veinte años mayor que ella," pensó Brianna, tratando de procesar lo que había descubierto. Le resultaba difícil entender cómo su madre, una mujer vibrante y llena de vida, había terminado unida en matrimonio con Ángelo Casanova, el hombre más rico del país, pero también mucho mayor que ella.— ¿Cómo pudo pasar esto? — se preguntaba en susurro Brianna en la soledad de la habitación —. Mi madre está casada con un anciano que es veinte años mayor que ella...En ese momento, la puerta se abrió suavemente y su madre, entró en la habitación. Detrás de ella, un mayordomo empujaba una maleta
El comedor quedó sumido en el silencio después de que Brianna salió a caminar para calmar sus nervios. Maximiliam seguía satisfecho con su deseo de casarse con esa mujer desarreglada. Extendió sus brazos para tomar su copa de vino nuevamente y entonces se percató de que tanto su abuelo como su esposa tenían la vista en él. A Maximiliam no le importaba lo que su abuelo dijera, pero que la mujer de él lo mirara interrogante lo molestaba. Ella no tenía derecho a intervenir, no después de abandonarla a su suerte con esa familia de sinvergüenzas.— ¿Sucede algo? — preguntó, irritado de convertirse en el centro de atención de dos adultos.— ¿Es esta chica la que quieres como esposa? — El anciano le preguntó a su nieto después de que Brianna se fuera.— Así es. Es ella, abuelo — respondió Maximiliam, sin una pizca de duda en su voz.Casualmente, unos meses antes, Maximiliam vio accidentalmente una foto de su madrastra con Brianna. Sus grandes anteojos y su vestir exagerado no ocultaban esos
—¿Saber qué? — preguntó Brianna —. No podría perderme la boda de mi hermana y… de Fidel.Entonces, sintió las manos de Maximiliam tomar las suyas, y sus dedos unirse con los suyos.— Así Que, él es el famoso, Fidel — masculló Max —. Tú nombre proviene de la palabra, ¿fidelidad?La mujer miró a Maximiliam sorprendida, pero no le dijo nada, al contrario, le sonrió mostrándole todos sus dientes y cautivándolo en el proceso.— Liz, Fidel, les presento a…— ¿Es tu nuevo enamorado? No sabía que eras tan rápida, hermanita — dijo elevando la voz —. Ahora que Fidel está casado conmigo, no pierdes el tiempo en buscar otro hombre para que te mantenga. Brianna sabía que eso iba a pasar, pero esta vez no se iba a dejar intimidar. Arqueó una ceja mientras observaba a la novia.— ¿Estás diciendo que Fidel me mantenía? — cuestionó. El susodicho levantó la mirada con altanería.— ¿Es este hombre tu nueva billetera? No me sorprendería que quisiera descubrir debajo de tu asquerosa forma de vestir.Maxi
Con esa excusa, Maximiliam tomó a Brianna de la mano y la guio a través de la multitud hasta llegar a su coche. El vehículo, un elegante sedán negro, los esperaba con las puertas abiertas y el chofer listo para partir. Una vez dentro, el silencio entre ellos era palpable. Brianna observó el anillo en su dedo, un diamante brillante que reflejaba la luz de manera casi hipnótica, y se lo quitó cuidadosamente.— Gracias por tu actuación. Realmente estuviste increíble — dijo Brianna con gratitud amarga, entregándole el anillo a Maximiliam.Maximiliam la miró fijamente, sorprendido. No podía negar que proponerle matrimonio allí no estaba en sus planes, pero en definitiva no se sentía arrepentido de haberlo hecho. Al contrario, lo había disfrutado, especialmente cuando la besó. Todo su cuerpo tembló al sentir la suavidad de sus labios, su mente quedó en blanco y solo quedaban ellos dos en ese nido de víboras. Y ahora, ella estaba sentada a su lado devolviéndole un anillo que se había tarda
La paz no dura para siempre, y para Brianna, esa verdad se hizo evidente al primer rayo de sol del día siguiente. Amaneció con determinación, lista para buscar un nuevo trabajo y continuar con su vida a pesar de su compromiso reciente. Aquella promesa de matrimonio con Maximiliam Casanova había sido una sorpresa, pero no iba a permitir que eso la frenara en su búsqueda de independencia y estabilidad.Después de un desayuno rápido, salió de la mansión con su portafolio lleno de currículos. Caminó por la ciudad con la esperanza de encontrar una oportunidad laboral que le permitiera retomar el control de su vida. Se detuvo en todas las empresas importantes, dejando su currículo y esperando obtener una respuesta positiva.Horas después, exhausta y sin éxito, decidió tomar asiento en un banco del parque. Sacó una botella de agua de su bolso y bebió lentamente mientras observaba a la gente pasar. La frustración comenzaba a apoderarse de ella; había presentado su currículo en todas las emp
Era la hora del almuerzo en la mansión Casanova, y Maximiliam se encontraba caminando hacia el gran comedor con una leve preocupación en su pecho. Aunque no lo demostrara, sentía una conexión especial con Brianna y, por algún motivo que aún no comprendía del todo, la quería como esposa. Sin embargo, la noticia del periódico había complicado las cosas más de lo que esperaba.Al entrar al gran comedor, vio a todos sentados en la mesa, incluida Brianna. Ella no levantaba la cabeza de su plato, parecía muy concentrada y... ¿enojada? Maximiliam observó a su abuelo, Ángelo, y luego a la madre de la mujer, quien extendió el periódico hacia él, mostrándole la otra cara de la noticia: a él, pidiendo matrimonio.— ¿Tienes algo que decir, Maximiliam? — preguntó su abuelo, invitándolo a sentarse.Maximiliam obedeció, manteniendo una calma que a Brianna le parecía más una bofetada en la cara.— ¿Por qué? — preguntó Ángelo, su voz llena de autoridad —. Esas noticias ya son algo comunes en mi vida.
Brianna resopló, dejando que su guardia bajara un poco.— No es solo lo que dijiste, Max. Es todo. Esta situación es ridícula. Estamos fingiendo un compromiso y, mientras tanto, tú estás en los titulares por estar con otra mujer.— Pareces celosa.— ¿Tengo cara de estar celosa? — ¡Sí! Estoy celosa, carajo… —. Porque definitivamente no son celos.Maximiliam asintió, sintiendo la verdad en sus palabras.— Lo sé, y te prometo que no tenía ni idea de quién era esa mujer. Fue una trampa. Siempre hacen eso para que puedan tener una nota al día siguiente.— Si lo que se muestran en las noticias no son ciertas, ¿por qué simplemente no los mandas a eliminar?— Lo he hecho antes, pero con el tiempo dejé de prestarle atención.— ¿Tienes idea? — Max se encogió de hombros, sintiendo la frustración crecer.— No lo sé. Pero investigaré y encontraré la verdad. Ahora tengo motivos para hacerlo — respondió —. Mientras tanto, quiero que sepas que no tengo intención de hacerte daño. Quiero que este compr
Liz pasó toda la mañana en su oficina, caminando de un lado a otro, su mente trabajando febrilmente en un plan que esperaba ejecutarse a la perfección. Los planos, esos malditos papeles que representaban su oportunidad de brillar, pero también la amenaza de su hermanastra, Brianna. Ella siempre había sido mejor que ella en todo, y la había salvado innumerables de veces, pero ahora no tenía ni su mente ni sus manos para crear unos planos nuevos. Necesitaba una idea para no hacerlos. Mientras la luz del sol se filtraba a través de las cortinas, Liz finalmente tuvo una idea, una que era lo suficientemente descabellada como para funcionar.Con una sonrisa que no auguraba nada bueno, Liz sacó su teléfono y envió un mensaje a Brianna, invitándola a tomar un café. Sabía que Brianna no confiaría en ella, pero también sabía que la curiosidad podía más que la desconfianza. Brianna, por su parte, estaba en el salón de la gran mansión, buscando algo con qué distraerse cuando leyó el mensaje. Fru