Brianna se encontraba en la lujosa habitación que le habían asignado, sintiéndose abrumada por la cantidad de emociones y pensamientos que la asaltaban. Había pasado de la tristeza y la incertidumbre a un reencuentro inesperado con su madre, para luego enfrentarse a la realidad de que su madre se había casado con un anciano veinte años mayor que ella.
¡Casanova!
"Mi madre está casada con un anciano que es veinte años mayor que ella," pensó Brianna, tratando de procesar lo que había descubierto. Le resultaba difícil entender cómo su madre, una mujer vibrante y llena de vida, había terminado unida en matrimonio con Ángelo Casanova, el hombre más rico del país, pero también mucho mayor que ella.
— ¿Cómo pudo pasar esto? — se preguntaba en susurro Brianna en la soledad de la habitación —. Mi madre está casada con un anciano que es veinte años mayor que ella...
En ese momento, la puerta se abrió suavemente y su madre, entró en la habitación. Detrás de ella, un mayordomo empujaba una maleta, la de ella misma.
— Cariño, han traído tu maleta — dijo su madre con una sonrisa cálida.
Brianna asintió y le devolvió la sonrisa. Sin embargo, por dentro, una tormenta de emociones se desataba en su interior.
Una vez que quedaron solas, su madre se acercó a ella con una mirada expectante, como si supiera que Brianna tenía algo que decir. Y ella no desaprovechó la oportunidad.
— Entonces, te casaste con la familia Casanova, ¿eh? — dijo Brianna, intentando mantener un tono neutral —. La familia más rica del país.
Su madre sonrió con complicidad.
— Pensé que no te darías cuenta. Parecías más preocupada por la edad de Ángelo que por eso — respondió Grecia, con una risa sutil.
Brianna bajó la cabeza, un poco avergonzada. No era habitual que ella se sintiera insegura, pero esta situación era diferente.
— Lo siento por eso — dijo, su voz apenas un susurro —. Pero, por las dudas, ¿no tenías otra opción?
Grecia soltó una risa elegante, sin rastro de ofensa.
— No tienes que preocuparte por eso. Puede que haya una gran diferencia en cuanto a la edad, pero te juro que soy muy feliz — respondió su madre, con una sonrisa que parecía sincera.
Brianna la miró por un momento antes de acercarse y abrazarla. Grecia la sostuvo con fuerza, acariciándole suavemente el cabello.
— Entonces, yo seré feliz contigo — susurró Brianna, sintiendo un pequeño alivio al pronunciar esas palabras.
Más tarde, a las siete en punto de la noche, la joven bajó al comedor, donde la esperaban para la cena. El gran comedor estaba iluminado con arañas de cristal que reflejaban la luz de manera deslumbrante sobre la mesa de mármol. Ángelo Casanova ya estaba sentado en la cabecera, con su madre a la derecha y, a la izquierda, estaba el joven que la había traído a la casa esa tarde. Brianna lo observó con más detenimiento. Tenía ciertos rasgos similares a Ángelo, lo que le hizo suponer que era su nieto, el famoso Maximilian Casanova.
Maximilian era un hombre extremadamente atractivo, pero también irradiaba una arrogancia fría que la desconcertaba. Recordaba cómo la había mirado esa tarde, como si fuera una simple molestia en su día.
— Buenas noches — saludó Brianna, intentando sonar natural.
— Buenas noches, Brianna — respondió el anciano Ángelo, con una sonrisa afable —. Permíteme presentarte formalmente a mi nieto, Maximilian Casanova. Creo que ya se habían conocido hoy cuando te trajo, pero conociéndolo. — Ángelo miró a su nieto con una sonrisa —, estoy seguro de que no se presentó como es debido.
Brianna sonrió cortésmente al anciano antes de enfocar su atención en Maximilian. Él no se levantó de su asiento, ni hizo un gesto de cortesía; simplemente bebió de su copa de vino, mirándola con la misma indiferencia que horas atrás.
— Tienes razón — dijo Brianna, manteniendo la compostura —. Pero he aprendido que la educación no siempre viene de la mano con el dinero. Un placer conocerlo, señor Casanova.
Maximilian la miró con una leve sonrisa, que ocultó tras su copa de vino. Parecía divertido por la actitud de Brianna, algo que ella notó con un leve enfado interno.
Mientras cenaban, Ángelo tomó su copa y dio golpecitos con el tenedor para llamar la atención, como si la mesa estuviera llena de personas, aunque solo eran cuatro. De esas cuatro, solo tres habían interactuado. Maximilian, por su parte, seguía sumido en un silencio arrogante.
De repente, Ángelo habló, rompiendo la quietud de la cena con una propuesta inesperada.
— Brianna, me gustaría que te casaras con mi nieto, Maximilian — dijo, como si fuera la cosa más natural del mundo.
Brianna dejó su copa a medio camino y por un momento, dejó de respirar. ¿Había escuchado bien? Colocó la copa sobre la mesa, ocultando sus manos nerviosas bajo la misma, alisando su vestido perfectamente planchado sobre sus piernas.
— Perdón, señor Casanova. ¿Está proponiendo que me case con su nieto? — preguntó, tratando de no mostrar su nerviosismo.
Maximilian, por su parte, la observaba con atención, analizando cada una de sus reacciones. Parecía disfrutar del nerviosismo de Brianna, como si fuera un juego para él.
— Así es, querida. Me gustaría que te casaras con Maximilian — repitió Ángelo con firmeza.
Brianna estaba impactada.
— ¡Oh! Esto es realmente inesperado — susurró, buscando desesperadamente una salida —. ¿Qué piensa el señor Max?
Era la primera vez que alguien lo llamaba con un diminutivo, y eso es porque Maximiliam a nadie se lo permitía. Sin embargo, con ella haría la excepción, porque le gustaba como sonaba su nombre en sus labios.
— Sabes que no tengo problema, abuelo. Si crees que es la correcta, lo acepto — respondió, mirándola fijamente. Su voz era profunda y seductora, y por un momento, Brianna se preguntó si alguien podía enamorarse del sonido de una voz.
La madre de Brianna, al ver su evidente nerviosismo, le tomó las manos con suavidad.
— Maximilian, es un buen chico, cariño; además, con nuestro apellido, ya nadie podrá pasar por encima de ti — agregó su madre, como si fuera un argumento que resolvería todos los problemas de Brianna.
— ¡Vaya consuelo! — bufó Brianna, mirando su plato.
Ya se sentía agraviada en ese momento. Simplemente había saltado de un pozo de fuego para entrar en el siguiente. ¿Que Maximiliam es un "buen chico"? ¡Patrañas!
Entre las generaciones de la familia Casanova, justamente el hombre con quien querían casarla era el que tenía la peor reputación y los constantes escándalos. ¿Se podía considerar esto "bueno"?
Brianna sabía que Maximilian Casanova tenía la peor reputación entre las generaciones de su familia. Era conocido por sus constantes escándalos y su vida desordenada. ¿Cómo se suponía que debía sentirse segura con alguien así?
— Aún no me he divorciado — dijo finalmente Brianna, intentando ganar tiempo.
— Por eso no te preocupes. Ya he arreglado ese asunto con nuestro abogado — respondió Ángelo, con una sonrisa que a Brianna le resultó casi siniestra.
La joven asintió, sintiendo que no tenía control alguno sobre su vida en ese momento. Se levantó de la mesa, deseando escapar de esa situación sofocante.
— Saldré a caminar un rato — dijo, sin preguntar si podía o debía. Simplemente lo haría porque lo necesitaba.
— Ten cuidado en el camino, futura esposa — dijo Maximilian, incluso sonriendo de una manera que hizo que Brianna se estremeciera.
Salió del comedor sin mirar atrás, sintiendo que acababa de entrar en un juego peligroso del que no sabía si podría salir indemne. La propuesta de matrimonio había sido un golpe inesperado, y ahora, se encontraba atrapada en una red de poder, dinero y manipulación.
El comedor quedó sumido en el silencio después de que Brianna salió a caminar para calmar sus nervios. Maximiliam seguía satisfecho con su deseo de casarse con esa mujer desarreglada. Extendió sus brazos para tomar su copa de vino nuevamente y entonces se percató de que tanto su abuelo como su esposa tenían la vista en él. A Maximiliam no le importaba lo que su abuelo dijera, pero que la mujer de él lo mirara interrogante lo molestaba. Ella no tenía derecho a intervenir, no después de abandonarla a su suerte con esa familia de sinvergüenzas.— ¿Sucede algo? — preguntó, irritado de convertirse en el centro de atención de dos adultos.— ¿Es esta chica la que quieres como esposa? — El anciano le preguntó a su nieto después de que Brianna se fuera.— Así es. Es ella, abuelo — respondió Maximiliam, sin una pizca de duda en su voz.Casualmente, unos meses antes, Maximiliam vio accidentalmente una foto de su madrastra con Brianna. Sus grandes anteojos y su vestir exagerado no ocultaban esos
—¿Saber qué? — preguntó Brianna —. No podría perderme la boda de mi hermana y… de Fidel.Entonces, sintió las manos de Maximiliam tomar las suyas, y sus dedos unirse con los suyos.— Así Que, él es el famoso, Fidel — masculló Max —. Tú nombre proviene de la palabra, ¿fidelidad?La mujer miró a Maximiliam sorprendida, pero no le dijo nada, al contrario, le sonrió mostrándole todos sus dientes y cautivándolo en el proceso.— Liz, Fidel, les presento a…— ¿Es tu nuevo enamorado? No sabía que eras tan rápida, hermanita — dijo elevando la voz —. Ahora que Fidel está casado conmigo, no pierdes el tiempo en buscar otro hombre para que te mantenga. Brianna sabía que eso iba a pasar, pero esta vez no se iba a dejar intimidar. Arqueó una ceja mientras observaba a la novia.— ¿Estás diciendo que Fidel me mantenía? — cuestionó. El susodicho levantó la mirada con altanería.— ¿Es este hombre tu nueva billetera? No me sorprendería que quisiera descubrir debajo de tu asquerosa forma de vestir.Maxi
Con esa excusa, Maximiliam tomó a Brianna de la mano y la guio a través de la multitud hasta llegar a su coche. El vehículo, un elegante sedán negro, los esperaba con las puertas abiertas y el chofer listo para partir. Una vez dentro, el silencio entre ellos era palpable. Brianna observó el anillo en su dedo, un diamante brillante que reflejaba la luz de manera casi hipnótica, y se lo quitó cuidadosamente.— Gracias por tu actuación. Realmente estuviste increíble — dijo Brianna con gratitud amarga, entregándole el anillo a Maximiliam.Maximiliam la miró fijamente, sorprendido. No podía negar que proponerle matrimonio allí no estaba en sus planes, pero en definitiva no se sentía arrepentido de haberlo hecho. Al contrario, lo había disfrutado, especialmente cuando la besó. Todo su cuerpo tembló al sentir la suavidad de sus labios, su mente quedó en blanco y solo quedaban ellos dos en ese nido de víboras. Y ahora, ella estaba sentada a su lado devolviéndole un anillo que se había tarda
La paz no dura para siempre, y para Brianna, esa verdad se hizo evidente al primer rayo de sol del día siguiente. Amaneció con determinación, lista para buscar un nuevo trabajo y continuar con su vida a pesar de su compromiso reciente. Aquella promesa de matrimonio con Maximiliam Casanova había sido una sorpresa, pero no iba a permitir que eso la frenara en su búsqueda de independencia y estabilidad.Después de un desayuno rápido, salió de la mansión con su portafolio lleno de currículos. Caminó por la ciudad con la esperanza de encontrar una oportunidad laboral que le permitiera retomar el control de su vida. Se detuvo en todas las empresas importantes, dejando su currículo y esperando obtener una respuesta positiva.Horas después, exhausta y sin éxito, decidió tomar asiento en un banco del parque. Sacó una botella de agua de su bolso y bebió lentamente mientras observaba a la gente pasar. La frustración comenzaba a apoderarse de ella; había presentado su currículo en todas las emp
Era la hora del almuerzo en la mansión Casanova, y Maximiliam se encontraba caminando hacia el gran comedor con una leve preocupación en su pecho. Aunque no lo demostrara, sentía una conexión especial con Brianna y, por algún motivo que aún no comprendía del todo, la quería como esposa. Sin embargo, la noticia del periódico había complicado las cosas más de lo que esperaba.Al entrar al gran comedor, vio a todos sentados en la mesa, incluida Brianna. Ella no levantaba la cabeza de su plato, parecía muy concentrada y... ¿enojada? Maximiliam observó a su abuelo, Ángelo, y luego a la madre de la mujer, quien extendió el periódico hacia él, mostrándole la otra cara de la noticia: a él, pidiendo matrimonio.— ¿Tienes algo que decir, Maximiliam? — preguntó su abuelo, invitándolo a sentarse.Maximiliam obedeció, manteniendo una calma que a Brianna le parecía más una bofetada en la cara.— ¿Por qué? — preguntó Ángelo, su voz llena de autoridad —. Esas noticias ya son algo comunes en mi vida.
Brianna resopló, dejando que su guardia bajara un poco.— No es solo lo que dijiste, Max. Es todo. Esta situación es ridícula. Estamos fingiendo un compromiso y, mientras tanto, tú estás en los titulares por estar con otra mujer.— Pareces celosa.— ¿Tengo cara de estar celosa? — ¡Sí! Estoy celosa, carajo… —. Porque definitivamente no son celos.Maximiliam asintió, sintiendo la verdad en sus palabras.— Lo sé, y te prometo que no tenía ni idea de quién era esa mujer. Fue una trampa. Siempre hacen eso para que puedan tener una nota al día siguiente.— Si lo que se muestran en las noticias no son ciertas, ¿por qué simplemente no los mandas a eliminar?— Lo he hecho antes, pero con el tiempo dejé de prestarle atención.— ¿Tienes idea? — Max se encogió de hombros, sintiendo la frustración crecer.— No lo sé. Pero investigaré y encontraré la verdad. Ahora tengo motivos para hacerlo — respondió —. Mientras tanto, quiero que sepas que no tengo intención de hacerte daño. Quiero que este compr
Liz pasó toda la mañana en su oficina, caminando de un lado a otro, su mente trabajando febrilmente en un plan que esperaba ejecutarse a la perfección. Los planos, esos malditos papeles que representaban su oportunidad de brillar, pero también la amenaza de su hermanastra, Brianna. Ella siempre había sido mejor que ella en todo, y la había salvado innumerables de veces, pero ahora no tenía ni su mente ni sus manos para crear unos planos nuevos. Necesitaba una idea para no hacerlos. Mientras la luz del sol se filtraba a través de las cortinas, Liz finalmente tuvo una idea, una que era lo suficientemente descabellada como para funcionar.Con una sonrisa que no auguraba nada bueno, Liz sacó su teléfono y envió un mensaje a Brianna, invitándola a tomar un café. Sabía que Brianna no confiaría en ella, pero también sabía que la curiosidad podía más que la desconfianza. Brianna, por su parte, estaba en el salón de la gran mansión, buscando algo con qué distraerse cuando leyó el mensaje. Fru
En el elegante salón privado del restaurante, la tensión era palpable. Fidel estaba de rodillas, con las manos temblorosas y la mirada fija en el suelo, mientras el Señor Maximiliam Casanova lo observaba con una mezcla de frialdad y autoridad que helaba el ambiente. A su alrededor, un murmullo creciente resonaba entre los invitados que se habían congregado, atraídos por el escándalo que acababa de estallar.Maximiliam había llegado al restaurante impulsado por una sensación inexplicable de que algo no iba bien. Había instalado las cámaras de seguridad en la habitación privada a petición de su abuelo, pero la inquietud lo había llevado a verificar personalmente la situación. Lo que encontró al entrar fue a Fidel intentando golpear a su mujer. Obviamente se interpuso, y fue él quien recibió el golpe, antes que ella.— Señor Casanova, lo siento. En verdad lamento tanto. Es solo un accidente — suplicó Fidel desde el suelo, su voz quebrada por el remordimiento.Maximiliam lo miró con un