En el elegante salón privado del restaurante, la tensión era palpable. Fidel estaba de rodillas, con las manos temblorosas y la mirada fija en el suelo, mientras el Señor Maximiliam Casanova lo observaba con una mezcla de frialdad y autoridad que helaba el ambiente. A su alrededor, un murmullo creciente resonaba entre los invitados que se habían congregado, atraídos por el escándalo que acababa de estallar.Maximiliam había llegado al restaurante impulsado por una sensación inexplicable de que algo no iba bien. Había instalado las cámaras de seguridad en la habitación privada a petición de su abuelo, pero la inquietud lo había llevado a verificar personalmente la situación. Lo que encontró al entrar fue a Fidel intentando golpear a su mujer. Obviamente se interpuso, y fue él quien recibió el golpe, antes que ella.— Señor Casanova, lo siento. En verdad lamento tanto. Es solo un accidente — suplicó Fidel desde el suelo, su voz quebrada por el remordimiento.Maximiliam lo miró con un
Maximiliam abrió la puerta del coche para Brianna con un gesto elegante y pausado, como si cada movimiento estuviera calculado para transmitir seguridad y cuidado. Antes de que ella subiera, él se inclinó ligeramente y dejó un beso suave en su frente. Brianna frunció el ceño, sorprendida por el gesto, pero antes de poder procesarlo completamente, se dio cuenta de que los paparazzi estaban capturando cada momento con sus cámaras. Forzó una sonrisa en su rostro, mientras se repetía mentalmente: "Solo está actuando. Solo está fingiendo."Maximiliam le devolvió la mirada con una sonrisa que parecía genuina, lo que la confundió aún más. Una vez dentro del coche, Brianna se sumergió en una esquina del asiento, mientras Maximiliam sacaba su celular y se concentraba en la pantalla con una expresión tensa. Ella lo observaba de reojo, consciente de la incomodidad que llenaba el aire entre ellos.En realidad, Maximiliam estaba molesto. Le dolía que Brianna hubiera aceptado la invitación de su an
Luciano regresó a la oficina de Maximiliam llevando una carpeta en la mano. Al entrar, le entregó los documentos a su amigo con un gesto amistoso, pero al notar la mirada seria de su él, levantó las manos en un gesto de rendición.— Ya entendí. Los dejo solitos, par de enamorados — bromeó Luciano, antes de salir de la habitación.Brianna se sonrojó visiblemente, una reacción que a Maximiliam le pareció encantadora. Aunque no la había traído allí solo para admirarla, no podía negar que había algo en ella que le resultaba irresistible. Pero ahora tenía un propósito claro.— Esto es para ti — dijo Maximiliam, señalando la carpeta que había dejado sobre la mesa.Brianna frunció el ceño, confundida, y tomó la carpeta. Al abrirla, descubrió documentos de transferencia de propiedad de un edificio. Miró a Maximiliam, perpleja.— No entiendo. Este es...— Es el edificio de enfrente — interrumpió Maximiliam —. Es para ti sin restricciones, sin trucos ni nada de lo que pueda estar pasando por es
Al llegar, su abuelo lo recibió con una mirada inquisitiva mientras Maximiliam tomaba asiento en el despacho.— ¿Qué tal? — preguntó el anciano, observando a su nieto con curiosidad.— Bien. Llevaré a Ann a cenar, así la gente podrá ver que estamos bien — respondió Maximiliam con seguridad.Su abuelo arqueó una ceja, una expresión que Maximiliam conocía bien.— ¿Seguro que solo la sacas a cenar por eso? — cuestionó, fijando su mirada en él.Maximiliam se encogió de hombros, intentando sonar despreocupado.— Sí, abuelo, ¿por qué más sería? — El anciano sonrió, una sonrisa que contenía una sabiduría adquirida a lo largo de los años.— Quizás porque en verdad te gusta. Recuerdo cuando eras niño que la buscaste por mucho tiempo en la escuela. Incluso después continuaste esperando por ella. Podrías darte una oportunidad real con la señorita Brianna — aconsejó, recordándole aquel pasado.Maximiliam soltó un suspiro, sintiendo el peso de las expectativas de su abuelo.— Ella al parecer no re
La mansión estaba en silencio, un contraste con el bullicio que había dominado la noche. Maximiliam y Brianna caminaban por los pasillos, la luz de las lámparas doradas iluminando sus pasos. La opulencia que rodeaba cada rincón del lugar no impresionaba a Brianna. Ya estaba acostumbrada a la riqueza que Max exhibía con naturalidad, pero lo que sí la desconcertaba era la cercanía que él había comenzado a mostrar.Subieron las escaleras con calma, el eco de sus pasos resonando en el mármol. Cuando llegaron a la puerta de la habitación, Max hizo algo inesperado; tomó su mano. El gesto era tan íntimo que Brianna sintió un leve escalofrío recorrerle la columna.— Gracias por no alterarte esta noche con lo de Francesca — dijo Max, su voz baja y suave, pero cargada de un peso que Brianna no entendía del todo —. Es una mujer un poco insistente. Nunca tuve nada con ella.Brianna sintió un nudo en la garganta. No esperaba una confesión como esa. No tenía derecho a preguntar, a sentir algo, pero
— Es el día — susurró con voz fría y calculadora la ex de Maximiliam.Paula se despertó temprano al día siguiente, con una mezcla de excitación y ansiedad que le impedía quedarse quieta. Había decidido, después de mucho pensar, que era hora de hacerle una visita a Maximiliam, su antiguo amor. Aunque no habían quedado en los mejores términos, Paula siempre sintió que había algo no resuelto entre ellos, una chispa que nunca se apagó del todo. Se vistió con esmero, escogiendo un conjunto que resaltara su figura sin ser demasiado obvio. Quería sorprender a Maximiliam, mostrarle lo que había perdido, pero aún era suyo.Tomó un taxi hacia la empresa de Maximiliam, recordando las palabras de Francesca el día anterior. Según la chismosa, Maximiliam estaba comprometido con una mujer que describió como "un espantapájaros". Paula no podía creerlo. ¿Maximiliam, comprometido con alguien así? Era difícil de imaginar, pero Francesca insistía en que era verdad.Al llegar cerca del edificio de la empr
Paula entonces miró a Brianna, y luego de nuevo a Maximiliam. Parecía tan enamorada de él, tan esperanzada.— ¿Qué haces aquí? — preguntó Maximiliam con brusquedad, rompiendo el incómodo silencio.— Me he mudado a la ciudad, Maximiliam. He vuelto. Espero me des la oportunidad de hablar — respondió Paula, sus ojos buscando desesperadamente los de él.Brianna, sintiéndose como una intrusa, tomó los papeles que había estado mostrando a Paula y miró a Maximiliam.— Puedo dejarlos solos un rato — susurró, intentando disimular la tensión que sentía.Maximiliam, aún furioso por lo que había pasado la noche anterior con Brianna y ahora enfrentando a Paula de repente, frunció el ceño, apretando más sus puños. No quería estar en esa situación, pero sabía que no podía evitarla.Paula, sintiendo la tensión en el aire, no pudo evitar preguntar:— ¿Se conocen? — su tono era de una inocencia fingida, pero sus ojos destilaban curiosidad.Brianna la miró, notando la malicia oculta en sus palabras.— S
La noche había caído, y la brisa fría envolvía la mansión con una capa de silencio. Brianna, cansada y emocionalmente agotada, finalmente llegó a casa después de un largo día. Había pasado la tarde en compañía de Cristian, el joven aspirante a asistente, quien había demostrado ser una agradable sorpresa en medio del caos emocional que la envolvía.Al bajar del taxi, respiró hondo, preparándose para enfrentar lo que sabía sería una conversación difícil. No esperaba que las luces de la mansión estuvieran aún encendidas, ni que la figura imponente de Maximiliam la esperara en la entrada. Apenas puso un pie dentro, sintió su mano firme tomarla del brazo, deteniéndola en seco.— ¿Dónde estabas? — preguntó él, su voz cargada de una mezcla de preocupación y enojo. Sus ojos la escudriñaban, buscando respuestas que él mismo no podía formular —. ¿Sabes cuántos hombres he movilizado para que te encuentren? Eres mi prometida, Brianna. Eres...— Tu socia — interrumpió ella, zafándose de su agarre