El día comenzaba lentamente a perder su claridad cuando Brianna despertó, aún acunada por los brazos de su esposo Maximilian, quien la había envuelto en una apasionada noche de bodas que aún ardía en su piel. El aire fresco de la habitación palaciega en la que se encontraban tenía un toque de nostalgia y satisfacción, pero también un filo de incertidumbre. La luna de miel había comenzado, pero la amenaza latente de su pasado seguía acechando.Maximilian se levantó con suavidad, besando el cabello de Brianna antes de murmurarle que iría a preparar el desayuno para ella, un gesto que denotaba su devoción. La dejó envuelta en las sábanas de seda mientras él salía de la habitación. Con un suspiro, Brianna se levantó y se deslizó hasta el balcón, observando la vasta propiedad que ahora compartían como marido y mujer. A pesar de la calma exterior, dentro de ella sentía una tensión que no podía sacudir. Sabía que no todo estaba resuelto; Cristina, la mujer que había jurado hacerle pagar por
El sonido de las sirenas del hospital cortaba el aire nocturno mientras el auto de emergencia que llevaba Brianna llegaba a toda velocidad. Maximilian saltó del vehículo antes de que se detuviera por completo, su rostro marcado por la angustia y el miedo, emociones que rara vez se permitía mostrar. Llevaba el cuerpo inconsciente de su esposa entre sus brazos, y con cada segundo que pasaba, el peso de la situación le aplastaba el alma. La sangre en su camisa era un recordatorio constante del peligro en el que estaban su esposa y su bebé.El equipo médico lo recibió de inmediato, con el doctor principal tomando el mando mientras evaluaban a Brianna.— ¿Qué ha pasado? — preguntó el doctor con gravedad, examinando a la paciente.— Recibió un disparo — informó Maximilian, con voz baja pero controlada. Estaba al borde de la desesperación, pero aún luchaba por mantenerse firme.El doctor frunció el ceño, claramente preocupado por la gravedad de la situación, pero no dijo nada más. Solo consi
El aire en la sala de espera se volvió denso y opresivo. Maximilian observaba al oficial frente a él, un hombre cuya expresión endurecida y tensa dejaba claro que no tenía intenciones de ceder. Las acusaciones que habían traído a Maximilian hasta este punto no eran más que mentiras y manipulaciones, ¡bueno! No todas eran falsas, pero estaba seguro de que no llegarían al poder de los policías; pero el oficial parecía estar cegado por algo que no tenía nada que ver con la justicia. Y Paula, aquella figura débil y traicionera, miraba con una satisfacción cruel, claramente disfrutando cada segundo de la tensión.Luciano, el abogado de confianza de Maximilian, dio un paso al frente, con su portafolio de pruebas en la mano, o las copias de ellas. El resto estaba en camino.— Oficial, tengo aquí las pruebas necesarias que demostrarán la inocencia de mi cliente — dijo con firmeza, sosteniendo los documentos y las grabaciones que habían preparado —. Lo que esta mujer alega no es más que una ser
La espera parecía eterna. Maximilian caminaba de un lado a otro en la sala, se sentaba un par de minutos y luego, volvía a caminar, sus ojos fijos en la puerta que lo separaba de la vida de su esposa e hijo. Su mente divagaba por caminos oscuros, atrapado entre el miedo y la esperanza, incapaz de librarse de la sensación de impotencia que le oprimía el pecho. Su familia, que seguían allí en silencio, lo miraban de reojo, respetando el momento, sabiendo que cualquier palabra podría empeorar las cosas.Finalmente, la puerta se abrió, y el médico salió. Su rostro estaba tenso, severo, con una expresión que envió una punzada de terror al corazón de Maximilian. Sin pensarlo dos veces, se puso de pie como un resorte, sus ojos clavados en el médico.— ¿Cómo están mi esposa y mi hijo? — preguntó, su voz casi un susurro.El médico soltó un suspiro pesado, y Maximilian sintió que el aire se detenía a su alrededor. Su mente comenzó a negar, incapaz de aceptar la idea de que lo peor pudiera haber
Los días en el hospital fueron una mezcla de esperanza y agotamiento para Brianna y Maximilian. Cada día que pasaba, la pequeña Bianca ganaba un poco más de fuerza, y Brianna contaba cada hora hasta el momento en que por fin podría tenerla en sus brazos sin intermediarios. Maximilian pasaba las noches en vela, cuidando de Brianna y esperando a que la enfermera viniera con el último parte médico. Después de lo que habían vivido, cada minuto en el hospital parecía eterno, pero la recuperación de Brianna y Bianca avanzaba con éxito.Finalmente, el día de la tan esperada alta llegó. Cuando la enfermera colocó a Bianca en los brazos de Brianna, sintió el mundo entero comprimirse en esa frágil y diminuta figura. Con ojos llenos de lágrimas, Brianna la observó en silencio, admirando cada rasgo, desde sus pequeñas manitos hasta el brillo de vida en sus ojos entreabiertos.— Es tan pequeñita… — murmuró Brianna, mirando a Bianca con un amor incondicional que la desbordaba —. Pero es tan fuerte,
Los días transcurrían en la mansión Casanova con una calma y felicidad que parecían impensables tras todo lo que habían atravesado. Brianna y Maximilian se dedicaban a disfrutar de cada instante junto a su hija, Bianca, cuyo pequeño mundo estaba lleno de amor y paz. El tiempo compartido en familia era un refugio para Brianna, y ella se sentía completa, como si por fin el universo le hubiera dado una segunda oportunidad.Una noche, en una ocasión especial, Maximilian la sorprendió invitándola a cenar en uno de sus restaurantes más lujosos. La pequeña Bianca quedó al cuidado de una niñera de confianza, permitiéndoles disfrutar de una velada a solas. El restaurante era un lugar de ensueño; los grandes ventanales ofrecían una vista panorámica de la ciudad iluminada, y las luces tenues del lugar creaban un ambiente romántico y acogedor.Durante la cena, Brianna y Maximilian conversaron animadamente, compartiendo anécdotas, risas y recuerdos. El ambiente de bienestar los envolvía, y Brianna
La gala estaba en pleno apogeo, con risas y voces entremezclándose bajo las luces resplandecientes del salón. Brianna caminó por el lujoso lugar con la pequeña Bianca en brazos y una seguridad que irradiaba en cada paso. Vestía un traje que acentuaba su figura maternal, dejando claro a todos que su belleza y fuerza sólo habían crecido con el tiempo. Los murmullos admirados la rodeaban como una sinfonía.“¿Es Brianna Casanova? Está radiante…”“Mira su porte… es como si el tiempo no pasara para ella”Cuando llegó al lado de Maximiliam, él no dudó en tomar a Bianca en sus brazos, y luego, inclinándose, besó a Brianna.— Estás hermosa, radiante… — le susurró con una sonrisa orgullosa. Ella le devolvió la sonrisa, disfrutando del afecto y la admiración en su mirada.Pero mientras avanzaban hacia su mesa, Brianna escuchó un murmullo que heló su serenidad. Apenas perceptible, pero imposible de ignorar:“¿Ese no es…? Claro que es él… Fidel Enrique, el exesposo de Brianna”.La curiosidad pudo m
La tarde era cálida y tranquila, y Brianna no podía evitar sonreír mientras ayudaba a Vivianne con los detalles finales de su boda. La despedida de soltera estaba a la vuelta de la esquina, y el salón comenzaba a llenarse de adornos y detalles que Brianna había elegido con cariño para su mejor amiga. Vivianne la miró de reojo mientras sujetaba un ramo de flores y bromeó:— ¿Segura que no te vas a arrepentir de haberme dado carta blanca con esto? ¿Y si termino escogiendo un vestido naranja fosforescente?Brianna rió, con la serenidad de quien ya había recorrido un largo camino.— Confío en ti, Vivianne — respondió, su voz suave, como si en cada palabra se le escapara un poco de la paz que por fin había alcanzado —. Además, es tu boda.Justo en ese momento, una de las empleadas del salón se acercó a Brianna con un sobre en la mano, lo cual le hizo fruncir el ceño. Era raro recibir correspondencia en un momento así, y más aún en aquel lugar. La empleada le explicó que acababa de llegar,