Era la hora del almuerzo en la mansión Casanova, y Maximiliam se encontraba caminando hacia el gran comedor con una leve preocupación en su pecho. Aunque no lo demostrara, sentía una conexión especial con Brianna y, por algún motivo que aún no comprendía del todo, la quería como esposa. Sin embargo, la noticia del periódico había complicado las cosas más de lo que esperaba.Al entrar al gran comedor, vio a todos sentados en la mesa, incluida Brianna. Ella no levantaba la cabeza de su plato, parecía muy concentrada y... ¿enojada? Maximiliam observó a su abuelo, Ángelo, y luego a la madre de la mujer, quien extendió el periódico hacia él, mostrándole la otra cara de la noticia: a él, pidiendo matrimonio.— ¿Tienes algo que decir, Maximiliam? — preguntó su abuelo, invitándolo a sentarse.Maximiliam obedeció, manteniendo una calma que a Brianna le parecía más una bofetada en la cara.— ¿Por qué? — preguntó Ángelo, su voz llena de autoridad —. Esas noticias ya son algo comunes en mi vida.
Brianna resopló, dejando que su guardia bajara un poco.— No es solo lo que dijiste, Max. Es todo. Esta situación es ridícula. Estamos fingiendo un compromiso y, mientras tanto, tú estás en los titulares por estar con otra mujer.— Pareces celosa.— ¿Tengo cara de estar celosa? — ¡Sí! Estoy celosa, carajo… —. Porque definitivamente no son celos.Maximiliam asintió, sintiendo la verdad en sus palabras.— Lo sé, y te prometo que no tenía ni idea de quién era esa mujer. Fue una trampa. Siempre hacen eso para que puedan tener una nota al día siguiente.— Si lo que se muestran en las noticias no son ciertas, ¿por qué simplemente no los mandas a eliminar?— Lo he hecho antes, pero con el tiempo dejé de prestarle atención.— ¿Tienes idea? — Max se encogió de hombros, sintiendo la frustración crecer.— No lo sé. Pero investigaré y encontraré la verdad. Ahora tengo motivos para hacerlo — respondió —. Mientras tanto, quiero que sepas que no tengo intención de hacerte daño. Quiero que este compr
Liz pasó toda la mañana en su oficina, caminando de un lado a otro, su mente trabajando febrilmente en un plan que esperaba ejecutarse a la perfección. Los planos, esos malditos papeles que representaban su oportunidad de brillar, pero también la amenaza de su hermanastra, Brianna. Ella siempre había sido mejor que ella en todo, y la había salvado innumerables de veces, pero ahora no tenía ni su mente ni sus manos para crear unos planos nuevos. Necesitaba una idea para no hacerlos. Mientras la luz del sol se filtraba a través de las cortinas, Liz finalmente tuvo una idea, una que era lo suficientemente descabellada como para funcionar.Con una sonrisa que no auguraba nada bueno, Liz sacó su teléfono y envió un mensaje a Brianna, invitándola a tomar un café. Sabía que Brianna no confiaría en ella, pero también sabía que la curiosidad podía más que la desconfianza. Brianna, por su parte, estaba en el salón de la gran mansión, buscando algo con qué distraerse cuando leyó el mensaje. Fru
En el elegante salón privado del restaurante, la tensión era palpable. Fidel estaba de rodillas, con las manos temblorosas y la mirada fija en el suelo, mientras el Señor Maximiliam Casanova lo observaba con una mezcla de frialdad y autoridad que helaba el ambiente. A su alrededor, un murmullo creciente resonaba entre los invitados que se habían congregado, atraídos por el escándalo que acababa de estallar.Maximiliam había llegado al restaurante impulsado por una sensación inexplicable de que algo no iba bien. Había instalado las cámaras de seguridad en la habitación privada a petición de su abuelo, pero la inquietud lo había llevado a verificar personalmente la situación. Lo que encontró al entrar fue a Fidel intentando golpear a su mujer. Obviamente se interpuso, y fue él quien recibió el golpe, antes que ella.— Señor Casanova, lo siento. En verdad lamento tanto. Es solo un accidente — suplicó Fidel desde el suelo, su voz quebrada por el remordimiento.Maximiliam lo miró con un
Maximiliam abrió la puerta del coche para Brianna con un gesto elegante y pausado, como si cada movimiento estuviera calculado para transmitir seguridad y cuidado. Antes de que ella subiera, él se inclinó ligeramente y dejó un beso suave en su frente. Brianna frunció el ceño, sorprendida por el gesto, pero antes de poder procesarlo completamente, se dio cuenta de que los paparazzi estaban capturando cada momento con sus cámaras. Forzó una sonrisa en su rostro, mientras se repetía mentalmente: "Solo está actuando. Solo está fingiendo."Maximiliam le devolvió la mirada con una sonrisa que parecía genuina, lo que la confundió aún más. Una vez dentro del coche, Brianna se sumergió en una esquina del asiento, mientras Maximiliam sacaba su celular y se concentraba en la pantalla con una expresión tensa. Ella lo observaba de reojo, consciente de la incomodidad que llenaba el aire entre ellos.En realidad, Maximiliam estaba molesto. Le dolía que Brianna hubiera aceptado la invitación de su an
Luciano regresó a la oficina de Maximiliam llevando una carpeta en la mano. Al entrar, le entregó los documentos a su amigo con un gesto amistoso, pero al notar la mirada seria de su él, levantó las manos en un gesto de rendición.— Ya entendí. Los dejo solitos, par de enamorados — bromeó Luciano, antes de salir de la habitación.Brianna se sonrojó visiblemente, una reacción que a Maximiliam le pareció encantadora. Aunque no la había traído allí solo para admirarla, no podía negar que había algo en ella que le resultaba irresistible. Pero ahora tenía un propósito claro.— Esto es para ti — dijo Maximiliam, señalando la carpeta que había dejado sobre la mesa.Brianna frunció el ceño, confundida, y tomó la carpeta. Al abrirla, descubrió documentos de transferencia de propiedad de un edificio. Miró a Maximiliam, perpleja.— No entiendo. Este es...— Es el edificio de enfrente — interrumpió Maximiliam —. Es para ti sin restricciones, sin trucos ni nada de lo que pueda estar pasando por es
Al llegar, su abuelo lo recibió con una mirada inquisitiva mientras Maximiliam tomaba asiento en el despacho.— ¿Qué tal? — preguntó el anciano, observando a su nieto con curiosidad.— Bien. Llevaré a Ann a cenar, así la gente podrá ver que estamos bien — respondió Maximiliam con seguridad.Su abuelo arqueó una ceja, una expresión que Maximiliam conocía bien.— ¿Seguro que solo la sacas a cenar por eso? — cuestionó, fijando su mirada en él.Maximiliam se encogió de hombros, intentando sonar despreocupado.— Sí, abuelo, ¿por qué más sería? — El anciano sonrió, una sonrisa que contenía una sabiduría adquirida a lo largo de los años.— Quizás porque en verdad te gusta. Recuerdo cuando eras niño que la buscaste por mucho tiempo en la escuela. Incluso después continuaste esperando por ella. Podrías darte una oportunidad real con la señorita Brianna — aconsejó, recordándole aquel pasado.Maximiliam soltó un suspiro, sintiendo el peso de las expectativas de su abuelo.— Ella al parecer no re
La mansión estaba en silencio, un contraste con el bullicio que había dominado la noche. Maximiliam y Brianna caminaban por los pasillos, la luz de las lámparas doradas iluminando sus pasos. La opulencia que rodeaba cada rincón del lugar no impresionaba a Brianna. Ya estaba acostumbrada a la riqueza que Max exhibía con naturalidad, pero lo que sí la desconcertaba era la cercanía que él había comenzado a mostrar.Subieron las escaleras con calma, el eco de sus pasos resonando en el mármol. Cuando llegaron a la puerta de la habitación, Max hizo algo inesperado; tomó su mano. El gesto era tan íntimo que Brianna sintió un leve escalofrío recorrerle la columna.— Gracias por no alterarte esta noche con lo de Francesca — dijo Max, su voz baja y suave, pero cargada de un peso que Brianna no entendía del todo —. Es una mujer un poco insistente. Nunca tuve nada con ella.Brianna sintió un nudo en la garganta. No esperaba una confesión como esa. No tenía derecho a preguntar, a sentir algo, pero