El comedor quedó sumido en el silencio después de que Brianna salió a caminar para calmar sus nervios. Maximiliam seguía satisfecho con su deseo de casarse con esa mujer desarreglada. Extendió sus brazos para tomar su copa de vino nuevamente y entonces se percató de que tanto su abuelo como su esposa tenían la vista en él. A Maximiliam no le importaba lo que su abuelo dijera, pero que la mujer de él lo mirara interrogante lo molestaba. Ella no tenía derecho a intervenir, no después de abandonarla a su suerte con esa familia de sinvergüenzas.
— ¿Sucede algo? — preguntó, irritado de convertirse en el centro de atención de dos adultos.
— ¿Es esta chica la que quieres como esposa? — El anciano le preguntó a su nieto después de que Brianna se fuera.
— Así es. Es ella, abuelo — respondió Maximiliam, sin una pizca de duda en su voz.
Casualmente, unos meses antes, Maximiliam vio accidentalmente una foto de su madrastra con Brianna. Sus grandes anteojos y su vestir exagerado no ocultaban esos hermosos ojos que alguna vez lo miraron con tanto cariño y no como si él fuese un monstruo. En ese momento, había descubierto el paradero de su heroína, y no porque la estaba buscando, más bien, porque siempre, en cualquier momento, ella aparecía en su mente. Brianna era la chica que le salvó la vida a Maximiliam. Sin embargo, pese a que él nunca había olvidado aquel evento, Brianna por su parte, parece no recordar esa experiencia, por su comportamiento al tomarlo como un desconocido.
Constantemente se preguntaba desde que descubrió de quien era hija, que fue lo que le pasó. Siempre se mostraba segura de sí misma, pese a su peculiar forma de vestir. Pero ahora, pareciera que le habían pasada una tormenta de camiones encima. Sus ojos apagados e indecisos, aunque intentara mantenerse segura. Es como si quisiera ocultarse de la vida, cuando eso es imposible.
— ¿Estás seguro de que la protegerás y respetarás? — preguntó la madre de Brianna, trayéndolo al mundo real —. Ella ha sufrido mucho...
Maximiliam arqueó una ceja.
— Está claro que no te debo explicaciones, pero para tu tranquilidad, la protegeré más de lo que tú nunca has hecho.
Los días fueron pasando, y milagrosamente para Brianna, no se había encontrado con el hombre que se supone sería su esposo. Lo único bueno que ha sacado de toda la situación es que está oficialmente divorciada de Fidel. Aunque, ciertamente, debía buscar un trabajo pronto, continuar con su vida y su profesión. No deseaba convertirse en la típica esposa trofeo, menos aún... Se miró a sí misma y sonrió. Ni siquiera tiene la pinta para ser eso.
Mientras pensaba en dónde empezar, su celular timbró con un nuevo mensaje. Lo revisó y vio que se trataba de un correo electrónico de su hermanastra. Quería ignorarlo, pero el asunto decía "Urgente". Cuando lo revisó, se llevó la sorpresa de que se trataba de la invitación para una boda.
— ¿Una boda a días de mi divorcio? — pensó —. ¡Vaya que están ansiosos por humillarme! — masculló.
Realmente no le molestaba que se casaran; más que nada, le molestaba que se burlaran de ella, que la humillaran y se metieran con su aspecto. Nadie tenía derecho a hacerlo. Por otra parte, la intención de Liz Guzmán había enviado esa invitación en el correo de su hermana por dos simples razones: la primera, porque no tenía idea de dónde vivía en esos momentos y segundo y más importante, deseaba humillarla en público.
Como resultado, Brianna decidió ir a la boda, pero sin duda, no iría sola y mucho menos, con ese aspecto, se prepararía para sorprenderlos. Brianna sonreía con una malicia que pocas veces se dibujaba en su rostro e ingresó a la casa con la intención de pedir a su madre el número de Maximiliam, pero sorprendentemente, él se encontraba entrando a la casa.
— Buenos días, futura esposa... — saludó, con un atisbo de sonrisa, al disfrutar del sonrojo de Brianna.
Ella carraspeó, llenándose de valor.
— Qué bueno que te veo; necesito pedirte un favor. — Maximiliam arqueó una ceja un poco sorprendido, se cruzó de brazos divertido y esperó a que continuara —. Quiero que... olvídalo.
— ¡Vamos! No puedes rendirte tan fácilmente ante mí — dijo él, con su típico tono arrogante, creyéndose más.
— ¿Siempre eres así? — preguntó ella.
— ¿Así de perfecto? — cuestionó él.
Brianna bufó.
— Aparte de arrogante, también narcisista. ¿Qué vida me espera con un esposo así? — cuestionó, haciendo que Maximiliam sonriera.
Sí, el hombre estaba sonriendo.
— Así que, ya has aceptado ser mi esposa. Es evidente que llevarás mejor vida de la que tenías. Los narcisistas tendemos a tener lo mejor. No soy la excepción.
Las mejillas de Brianna se volvieron rojas nuevamente. Ese hombre tenía la capacidad de ponerla nerviosa.
— A ver, futura esposa, dime ¿qué puedo hacer por ti?
Brianna frunció el ceño.
— ¿No eres tan frío como cuentan? — cuestionó.
— No me conoces lo suficiente. A ver, dime, pequeña avecilla, ¿qué necesitas? No tengo todo el día.
La mujer soltó un suspiro.
— Necesito que me acompañes a una boda... — Maximiliam frunció el ceño —. ¿De mi ex esposo? — completó Brianna.
— ¿Quieres que vaya a la boda de esos...? — Señaló con indiferencia al aire, refiriéndose a su hermanastra y ex esposo como bajo nivel. Brianna quería soltar una carcajada.
— Sí, estoy segura de que querrá humillarme, pero quiero demostrar que no me afecta en absoluto lo que me hicieron, pero no quiero ir sola. Tú tienes el poder de intimidar.
Maximiliam asintió.
— Si quieres ir... — Se acercó y puso en sus manos una tarjeta black —. Asegúrate de ir mejor de lo que ya estás. Con esa ropa pareces predicadora de la iglesia. Nos vemos ese día...
Brianna no tuvo tiempo de replicar, de defenderse, de nada, antes que él desapareciera por la puerta.
Finalmente, el día llegó. Brianna se arregló con ayuda de su madre, se maquilló y se enfundó en un vestido en color rojo, un color vivo para llamar la atención. Se miró al espejo y se sorprendió de la mujer que veía. Ella era bonita y se sentía satisfecha con el resultado.
— Maximiliam se volverá loco al verte. Eres tan hermosa — dijo su madre.
Brianna miró a su madre a través del espejo.
— Max está rodeado de mujeres más hermosas que yo... esto es solo un disfraz para mí — respondió.
Su madre la acompañó hasta el vestíbulo, donde el hombre estaba conversando con el mayordomo. Cuando la sintió, se giró, y no pasó desapercibido ni para su abuelo, quien estaba en una esquina, ni para la misma Brianna, cómo su manzana de Adán se movía y sus ojos la recorrían de pies a cabeza.
— ¿Satisfecho? — cuestionó ella. No sabía, pero necesitaba su aprobación.
Él se acercó a ella y le susurró: — No necesitas mi aprobación para ser bella, avecilla.
Las mejillas de Brianna nuevamente se volvieron rojas, y entonces se marcharon. Ninguno de los dos emitió palabra alguna durante el trayecto, y cuando llegaron, la mujer pretendía abrir la puerta, pero Maximiliam la detuvo.
— ¿Qué? — cuestionó ella confundida.
— Déjame hacer mi parte — respondió él, guiñándole un ojo, y así como le guiñó un ojo, en menos de un segundo, su rostro se volvió una máscara fría al bajar, rodear y abrir la puerta para ella, como un caballero de blanca armadura.
— Podría haberlo hecho yo —susurró ella, tomando su mano y sintiendo una corriente recorrerle todo el cuerpo.
— ¿Y dejar que hablen de mi falta de caballerosidad con una hermosa mujer a mi lado? — Él no se daba cuenta, pero que le dijera que estaba hermosa, hacía sentirla más segura de sí misma.
Fidel se había olvidado de recordarle. Ella se había olvidado de recordarse.
Caminaron por la alfombra roja, hacia el interior. Brianna debía admitir que la decoración era exquisita.
— Apuesto a que estás concentrada en la decoración y no en los novios que se acercan — escuchó a Maximiliam, pero cuando iba a reaccionar ya su hermanastra estaba a su lado. Obviamente, mirándola de pies a cabeza con un odio bien disimulado y luego a su pareja.
— ¡Hermanita! Estoy feliz de que hayas podido venir, creí que no te atreverías, ya sabes...
—¿Saber qué? — preguntó Brianna —. No podría perderme la boda de mi hermana y… de Fidel.Entonces, sintió las manos de Maximiliam tomar las suyas, y sus dedos unirse con los suyos.— Así Que, él es el famoso, Fidel — masculló Max —. Tú nombre proviene de la palabra, ¿fidelidad?La mujer miró a Maximiliam sorprendida, pero no le dijo nada, al contrario, le sonrió mostrándole todos sus dientes y cautivándolo en el proceso.— Liz, Fidel, les presento a…— ¿Es tu nuevo enamorado? No sabía que eras tan rápida, hermanita — dijo elevando la voz —. Ahora que Fidel está casado conmigo, no pierdes el tiempo en buscar otro hombre para que te mantenga. Brianna sabía que eso iba a pasar, pero esta vez no se iba a dejar intimidar. Arqueó una ceja mientras observaba a la novia.— ¿Estás diciendo que Fidel me mantenía? — cuestionó. El susodicho levantó la mirada con altanería.— ¿Es este hombre tu nueva billetera? No me sorprendería que quisiera descubrir debajo de tu asquerosa forma de vestir.Maxi
Con esa excusa, Maximiliam tomó a Brianna de la mano y la guio a través de la multitud hasta llegar a su coche. El vehículo, un elegante sedán negro, los esperaba con las puertas abiertas y el chofer listo para partir. Una vez dentro, el silencio entre ellos era palpable. Brianna observó el anillo en su dedo, un diamante brillante que reflejaba la luz de manera casi hipnótica, y se lo quitó cuidadosamente.— Gracias por tu actuación. Realmente estuviste increíble — dijo Brianna con gratitud amarga, entregándole el anillo a Maximiliam.Maximiliam la miró fijamente, sorprendido. No podía negar que proponerle matrimonio allí no estaba en sus planes, pero en definitiva no se sentía arrepentido de haberlo hecho. Al contrario, lo había disfrutado, especialmente cuando la besó. Todo su cuerpo tembló al sentir la suavidad de sus labios, su mente quedó en blanco y solo quedaban ellos dos en ese nido de víboras. Y ahora, ella estaba sentada a su lado devolviéndole un anillo que se había tarda
La paz no dura para siempre, y para Brianna, esa verdad se hizo evidente al primer rayo de sol del día siguiente. Amaneció con determinación, lista para buscar un nuevo trabajo y continuar con su vida a pesar de su compromiso reciente. Aquella promesa de matrimonio con Maximiliam Casanova había sido una sorpresa, pero no iba a permitir que eso la frenara en su búsqueda de independencia y estabilidad.Después de un desayuno rápido, salió de la mansión con su portafolio lleno de currículos. Caminó por la ciudad con la esperanza de encontrar una oportunidad laboral que le permitiera retomar el control de su vida. Se detuvo en todas las empresas importantes, dejando su currículo y esperando obtener una respuesta positiva.Horas después, exhausta y sin éxito, decidió tomar asiento en un banco del parque. Sacó una botella de agua de su bolso y bebió lentamente mientras observaba a la gente pasar. La frustración comenzaba a apoderarse de ella; había presentado su currículo en todas las emp
Era la hora del almuerzo en la mansión Casanova, y Maximiliam se encontraba caminando hacia el gran comedor con una leve preocupación en su pecho. Aunque no lo demostrara, sentía una conexión especial con Brianna y, por algún motivo que aún no comprendía del todo, la quería como esposa. Sin embargo, la noticia del periódico había complicado las cosas más de lo que esperaba.Al entrar al gran comedor, vio a todos sentados en la mesa, incluida Brianna. Ella no levantaba la cabeza de su plato, parecía muy concentrada y... ¿enojada? Maximiliam observó a su abuelo, Ángelo, y luego a la madre de la mujer, quien extendió el periódico hacia él, mostrándole la otra cara de la noticia: a él, pidiendo matrimonio.— ¿Tienes algo que decir, Maximiliam? — preguntó su abuelo, invitándolo a sentarse.Maximiliam obedeció, manteniendo una calma que a Brianna le parecía más una bofetada en la cara.— ¿Por qué? — preguntó Ángelo, su voz llena de autoridad —. Esas noticias ya son algo comunes en mi vida.
Brianna resopló, dejando que su guardia bajara un poco.— No es solo lo que dijiste, Max. Es todo. Esta situación es ridícula. Estamos fingiendo un compromiso y, mientras tanto, tú estás en los titulares por estar con otra mujer.— Pareces celosa.— ¿Tengo cara de estar celosa? — ¡Sí! Estoy celosa, carajo… —. Porque definitivamente no son celos.Maximiliam asintió, sintiendo la verdad en sus palabras.— Lo sé, y te prometo que no tenía ni idea de quién era esa mujer. Fue una trampa. Siempre hacen eso para que puedan tener una nota al día siguiente.— Si lo que se muestran en las noticias no son ciertas, ¿por qué simplemente no los mandas a eliminar?— Lo he hecho antes, pero con el tiempo dejé de prestarle atención.— ¿Tienes idea? — Max se encogió de hombros, sintiendo la frustración crecer.— No lo sé. Pero investigaré y encontraré la verdad. Ahora tengo motivos para hacerlo — respondió —. Mientras tanto, quiero que sepas que no tengo intención de hacerte daño. Quiero que este compr
Liz pasó toda la mañana en su oficina, caminando de un lado a otro, su mente trabajando febrilmente en un plan que esperaba ejecutarse a la perfección. Los planos, esos malditos papeles que representaban su oportunidad de brillar, pero también la amenaza de su hermanastra, Brianna. Ella siempre había sido mejor que ella en todo, y la había salvado innumerables de veces, pero ahora no tenía ni su mente ni sus manos para crear unos planos nuevos. Necesitaba una idea para no hacerlos. Mientras la luz del sol se filtraba a través de las cortinas, Liz finalmente tuvo una idea, una que era lo suficientemente descabellada como para funcionar.Con una sonrisa que no auguraba nada bueno, Liz sacó su teléfono y envió un mensaje a Brianna, invitándola a tomar un café. Sabía que Brianna no confiaría en ella, pero también sabía que la curiosidad podía más que la desconfianza. Brianna, por su parte, estaba en el salón de la gran mansión, buscando algo con qué distraerse cuando leyó el mensaje. Fru
En el elegante salón privado del restaurante, la tensión era palpable. Fidel estaba de rodillas, con las manos temblorosas y la mirada fija en el suelo, mientras el Señor Maximiliam Casanova lo observaba con una mezcla de frialdad y autoridad que helaba el ambiente. A su alrededor, un murmullo creciente resonaba entre los invitados que se habían congregado, atraídos por el escándalo que acababa de estallar.Maximiliam había llegado al restaurante impulsado por una sensación inexplicable de que algo no iba bien. Había instalado las cámaras de seguridad en la habitación privada a petición de su abuelo, pero la inquietud lo había llevado a verificar personalmente la situación. Lo que encontró al entrar fue a Fidel intentando golpear a su mujer. Obviamente se interpuso, y fue él quien recibió el golpe, antes que ella.— Señor Casanova, lo siento. En verdad lamento tanto. Es solo un accidente — suplicó Fidel desde el suelo, su voz quebrada por el remordimiento.Maximiliam lo miró con un
Maximiliam abrió la puerta del coche para Brianna con un gesto elegante y pausado, como si cada movimiento estuviera calculado para transmitir seguridad y cuidado. Antes de que ella subiera, él se inclinó ligeramente y dejó un beso suave en su frente. Brianna frunció el ceño, sorprendida por el gesto, pero antes de poder procesarlo completamente, se dio cuenta de que los paparazzi estaban capturando cada momento con sus cámaras. Forzó una sonrisa en su rostro, mientras se repetía mentalmente: "Solo está actuando. Solo está fingiendo."Maximiliam le devolvió la mirada con una sonrisa que parecía genuina, lo que la confundió aún más. Una vez dentro del coche, Brianna se sumergió en una esquina del asiento, mientras Maximiliam sacaba su celular y se concentraba en la pantalla con una expresión tensa. Ella lo observaba de reojo, consciente de la incomodidad que llenaba el aire entre ellos.En realidad, Maximiliam estaba molesto. Le dolía que Brianna hubiera aceptado la invitación de su an