Brianna se dejó caer en el sillón de su sala, exhausta pero llena de una dicha indescriptible. Con una mano acariciaba el trofeo que había recibido esa mañana, el premio a la mejor interiorista del año. Era la culminación de años de esfuerzo, noches en vela y un amor inquebrantable por su trabajo. Miró alrededor de su recién reformada casa, admirando cada detalle, cada rincón que ella misma había diseñado con pasión y dedicación.
Cada mueble, cada textura en las paredes, cada elección de color y material había sido fruto de su creatividad y arduo trabajo. La casa era un reflejo de su alma, de su estilo único y atrevido, que la hacía destacar en el mundo del diseño de interiores. Brianna aún llevaba puesto el vestido con el que había asistido a la ceremonia, un elegante conjunto que contrastaba con su usual atuendo de trabajo más práctico y cómodo. Pero hoy era un día especial, y ella se había permitido este pequeño lujo.
A veces, Brianna se quedaba despierta hasta altas horas de la noche haciendo bocetos y desarrollando nuevas ideas para sus proyectos. Esa pasión y dedicación habían dado frutos, pero también le habían pasado factura. Aquella noche, se sentía agotada. No le prestó mucha atención al dolor que sentía en la parte inferior de su cuerpo, pensando que era solo el cansancio acumulado.
Sin embargo, al día siguiente, el dolor y el sangrado no podían ser ignorados. Brianna fue al hospital y, con el corazón roto, recibió la noticia de que había tenido un aborto espontáneo. La tristeza la invadió, pero intentó mantenerse fuerte. Pensó en su amado esposo y en el hogar que habían construido juntos. Pronto podrían compartir ese espacio que ella había diseñado con tanto amor y entusiasmo.
— Sé que se pondrá feliz por mí — musitó con entusiasmo.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta abriéndose.
Curiosa, pero también con la intención de sorprender a su marido, Brianna se escondió detrás de una puerta en la sala de estar. Quería ver la expresión de su esposo cuando le contara sobre el premio y, a pesar de la tristeza reciente, permitir que la felicidad del momento los envolviera a ambos. Sin embargo, lo que vio la dejó helada.
Fidel, su esposo, entraba con otra mujer en brazos. Se besaban apasionadamente, y la voz melosa de la mujer resonó en la sala:
— ¿Cuándo te divorciarás de ella? Ya no aguanto las ganas de tenerte solo para mí, bebé.
Brianna sintió un nudo en el estómago. La voz de la mujer le resultaba extrañamente familiar, pero no podía arriesgarse a ser vista por ellos. Escuchó con atención, tratando de comprender lo que estaba ocurriendo.
— No te preocupes, querida. Esa mujer horrible todavía es útil para nosotros. Al menos puede ayudarnos a diseñar esta casa. Mira, qué hermosa ha quedado y tú lo disfrutarás — respondió Fidel, con una frialdad que desgarró el corazón de Brianna —. Dejemos que lo termine completamente para que puedas convertirte en la gran señora.
— Pero, ¿y si ella quiere esta casa? — insistió la mujer.
Fidel levantó a la mujer en brazos y la colocó sobre el mueble que Brianna había elegido con tanto cariño. Estaba de espalda a ella, por lo que no podía verla ni reconocerla.
— No te preocupes. Realmente no tienes nada de qué preocuparte — respondió el hombre —. Ella no pagó ni un centavo. Y no puede pagar esta casa, incluso después de trabajar toda su vida. Ya me he asegurado de eso.
Brianna sintió que el suelo se abría bajo sus pies. El hombre que amaba, en quien confiaba ciegamente, la había traicionado de la manera más cruel. Observó, con lágrimas en los ojos, cómo Fidel acariciaba el cuerpo de la mujer con tanto cariño, de una forma que nunca le había tocado a ella, entregándose el uno al otro en una pasión desenfrenada. El sonido de sus gemidos y susurros llenaba la casa, cada uno de ellos una puñalada en el corazón de Brianna.
Se quedó allí, sin emitir un solo sonido, mientras los dos amantes se saciaban el uno al otro. Su dolor se convirtió en furia, una furia que la consumía desde dentro. No iba a dejar que se salieran con la suya. No después de todo lo que había pasado, no después de perderlo todo. Cuando finalmente los dos se marcharon, Brianna emergió de su escondite, con los ojos llenos de lágrimas, pero con una determinación feroz.
Se dirigió al cuarto de herramientas, donde guardaba todos los implementos que había utilizado para reformar su hogar. Tomó con manos temblorosas cada uno de ellos con la decisión dibujada en su rostro. Si no podía tener ese hogar, entonces nadie lo tendría.
Comenzó por el salón, destrozando los muebles que había elegido con tanto cuidado. Cada golpe del martillo era un grito de desesperación y furia, cada agujero que perforaba con el taladro era una herida abierta en su corazón. Las lágrimas corrían por su rostro, mezclándose con el sudor y el polvo. Rompió las ventanas, arrancó las cortinas, destrozó las lámparas. La casa, que había sido su orgullo y su refugio, se convirtió en un campo de batalla.
No se detuvo hasta que no quedó nada intacto. Exhausta, cayó de rodillas en medio de los escombros, sollozando incontrolablemente. Había perdido todo: su hijo, su marido, su hogar. Pero en medio de la destrucción, sintió una extraña calma. Había liberado su dolor, su rabia. No le iba a dejar nada de su trabajo a Fidel. No después de lo que había hecho.
— No te perdonaré — siseó con una sorprendente energía negativa llena de odio —. Pagarás por burlarte de mí.
Se levantó lentamente, limpiándose las lágrimas. Sabía que su vida nunca sería la misma, pero también sabía que era fuerte. Había sobrevivido a la traición y la pérdida. Podría volver a empezar, reconstruir su vida desde las cenizas. Y lo haría, con la misma pasión y dedicación que había puesto en su hogar. Porque ella era Brianna, y nada ni nadie la destruiría.
Brianna salió de la casa que creía sería su refugio de amor y felicidad. Las paredes que ella había diseñado con tanto esmero ahora parecían frías y vacías, reflejo de su propio corazón. Sintió que se vaciaba de toda emoción, pero extrañamente, eso la fortalecía. Decidió que nunca más derramaría una lágrima por Fidel. No valía la pena.En cuanto cerró la puerta, sacó su teléfono y marcó el número de Fidel. Su voz sonaba distante, cargada de una frialdad que Brianna no reconocía. Sin embargo, estaba decidida.— Fidel, quiero el divorcio — dijo, con una voz firme y clara.Fidel, lejos de mostrarse avergonzado o arrepentido, reaccionó con una frialdad que la dejó atónita.— ¿Divorcio? ¿Quién te crees que eres para pedirme eso? Seguro que tú también me has estado engañando. ¿No es así, Brianna? — la acusó con desprecio —. No me sorprendería que tuvieras a otro hombre, aunque con ese aspecto tuyo, dudo que alguien se atreva a mirarte.“¿Tan fea la creían?” Pensó, mientras se limpiaba una l
Finalmente, cuando colgó la llamada, la ventanilla del lujoso Ferrari estacionado frente a ella, bajó y hombre serio y a simple vista, elegante la observó.— Señorita Guzmán, por favor suba al auto.Brianna lo miró con desconfianza y preguntó, aún con el teléfono en la mano: — ¿Y usted quién es?— Solo cumplo órdenes. No se preocupe, no le haré daño — respondió el hombre con una calma que era casi desconcertante.Brianna debía estar loca para considerar subir a ese coche, pero algo en su mente insistía en que lo hiciera. Tal vez era la desesperación, la necesidad de escapar de todo lo que estaba pasando. Sin pensarlo mucho más, abrió la puerta y se subió al auto.Se acercó con su maleta y arqueó las cejas, esperando que al menos la ayude con la cajuela o que la caballerosidad lo obligara a actuar para ayudarla a subir su maleta, pero estaba claro que esas costumbres no existían.— Podrías abrir el portabultos — pidió.Guardó su maleta, y con la rabia que ya tenía acumulado, cerró con
Brianna se encontraba en la lujosa habitación que le habían asignado, sintiéndose abrumada por la cantidad de emociones y pensamientos que la asaltaban. Había pasado de la tristeza y la incertidumbre a un reencuentro inesperado con su madre, para luego enfrentarse a la realidad de que su madre se había casado con un anciano veinte años mayor que ella.¡Casanova!"Mi madre está casada con un anciano que es veinte años mayor que ella," pensó Brianna, tratando de procesar lo que había descubierto. Le resultaba difícil entender cómo su madre, una mujer vibrante y llena de vida, había terminado unida en matrimonio con Ángelo Casanova, el hombre más rico del país, pero también mucho mayor que ella.— ¿Cómo pudo pasar esto? — se preguntaba en susurro Brianna en la soledad de la habitación —. Mi madre está casada con un anciano que es veinte años mayor que ella...En ese momento, la puerta se abrió suavemente y su madre, entró en la habitación. Detrás de ella, un mayordomo empujaba una maleta
El comedor quedó sumido en el silencio después de que Brianna salió a caminar para calmar sus nervios. Maximiliam seguía satisfecho con su deseo de casarse con esa mujer desarreglada. Extendió sus brazos para tomar su copa de vino nuevamente y entonces se percató de que tanto su abuelo como su esposa tenían la vista en él. A Maximiliam no le importaba lo que su abuelo dijera, pero que la mujer de él lo mirara interrogante lo molestaba. Ella no tenía derecho a intervenir, no después de abandonarla a su suerte con esa familia de sinvergüenzas.— ¿Sucede algo? — preguntó, irritado de convertirse en el centro de atención de dos adultos.— ¿Es esta chica la que quieres como esposa? — El anciano le preguntó a su nieto después de que Brianna se fuera.— Así es. Es ella, abuelo — respondió Maximiliam, sin una pizca de duda en su voz.Casualmente, unos meses antes, Maximiliam vio accidentalmente una foto de su madrastra con Brianna. Sus grandes anteojos y su vestir exagerado no ocultaban esos
—¿Saber qué? — preguntó Brianna —. No podría perderme la boda de mi hermana y… de Fidel.Entonces, sintió las manos de Maximiliam tomar las suyas, y sus dedos unirse con los suyos.— Así Que, él es el famoso, Fidel — masculló Max —. Tú nombre proviene de la palabra, ¿fidelidad?La mujer miró a Maximiliam sorprendida, pero no le dijo nada, al contrario, le sonrió mostrándole todos sus dientes y cautivándolo en el proceso.— Liz, Fidel, les presento a…— ¿Es tu nuevo enamorado? No sabía que eras tan rápida, hermanita — dijo elevando la voz —. Ahora que Fidel está casado conmigo, no pierdes el tiempo en buscar otro hombre para que te mantenga. Brianna sabía que eso iba a pasar, pero esta vez no se iba a dejar intimidar. Arqueó una ceja mientras observaba a la novia.— ¿Estás diciendo que Fidel me mantenía? — cuestionó. El susodicho levantó la mirada con altanería.— ¿Es este hombre tu nueva billetera? No me sorprendería que quisiera descubrir debajo de tu asquerosa forma de vestir.Maxi
Con esa excusa, Maximiliam tomó a Brianna de la mano y la guio a través de la multitud hasta llegar a su coche. El vehículo, un elegante sedán negro, los esperaba con las puertas abiertas y el chofer listo para partir. Una vez dentro, el silencio entre ellos era palpable. Brianna observó el anillo en su dedo, un diamante brillante que reflejaba la luz de manera casi hipnótica, y se lo quitó cuidadosamente.— Gracias por tu actuación. Realmente estuviste increíble — dijo Brianna con gratitud amarga, entregándole el anillo a Maximiliam.Maximiliam la miró fijamente, sorprendido. No podía negar que proponerle matrimonio allí no estaba en sus planes, pero en definitiva no se sentía arrepentido de haberlo hecho. Al contrario, lo había disfrutado, especialmente cuando la besó. Todo su cuerpo tembló al sentir la suavidad de sus labios, su mente quedó en blanco y solo quedaban ellos dos en ese nido de víboras. Y ahora, ella estaba sentada a su lado devolviéndole un anillo que se había tarda
La paz no dura para siempre, y para Brianna, esa verdad se hizo evidente al primer rayo de sol del día siguiente. Amaneció con determinación, lista para buscar un nuevo trabajo y continuar con su vida a pesar de su compromiso reciente. Aquella promesa de matrimonio con Maximiliam Casanova había sido una sorpresa, pero no iba a permitir que eso la frenara en su búsqueda de independencia y estabilidad.Después de un desayuno rápido, salió de la mansión con su portafolio lleno de currículos. Caminó por la ciudad con la esperanza de encontrar una oportunidad laboral que le permitiera retomar el control de su vida. Se detuvo en todas las empresas importantes, dejando su currículo y esperando obtener una respuesta positiva.Horas después, exhausta y sin éxito, decidió tomar asiento en un banco del parque. Sacó una botella de agua de su bolso y bebió lentamente mientras observaba a la gente pasar. La frustración comenzaba a apoderarse de ella; había presentado su currículo en todas las emp
Era la hora del almuerzo en la mansión Casanova, y Maximiliam se encontraba caminando hacia el gran comedor con una leve preocupación en su pecho. Aunque no lo demostrara, sentía una conexión especial con Brianna y, por algún motivo que aún no comprendía del todo, la quería como esposa. Sin embargo, la noticia del periódico había complicado las cosas más de lo que esperaba.Al entrar al gran comedor, vio a todos sentados en la mesa, incluida Brianna. Ella no levantaba la cabeza de su plato, parecía muy concentrada y... ¿enojada? Maximiliam observó a su abuelo, Ángelo, y luego a la madre de la mujer, quien extendió el periódico hacia él, mostrándole la otra cara de la noticia: a él, pidiendo matrimonio.— ¿Tienes algo que decir, Maximiliam? — preguntó su abuelo, invitándolo a sentarse.Maximiliam obedeció, manteniendo una calma que a Brianna le parecía más una bofetada en la cara.— ¿Por qué? — preguntó Ángelo, su voz llena de autoridad —. Esas noticias ya son algo comunes en mi vida.