La cara de Kathlyn era una explosión de sorpresas. Al oír las palabras de su amigo, el abogado Peña, le buscaba la mirada para poder comprender lo que acababa de oír.—¿Disculpa escuché que dijiste que mi papá...?—Sí, eso es, lo que te quería decir y que mi colega Dámaso se empeñó en evadir pero él lo sabe todo, es asi como escuchaste, tu papá está aquí en el país y su principal interés era hacer ese testamento, porque quiere estar en paz con esa hija que abandonó.Kathlyn se llena de más amargura y ahora la odia muchísimo más...—¡Desgraciada hasta cuando me amargas la vida!, yo que pensé... —¿Qué pensaste?— exclama Peña.—Es una larga historia, y sí, es cierto, mi papá tiene una hija que abandonó pequeña y por cosas de la vida la conocí...¡en mala hora!. Y precisamente ella es mi gran dolor de cabeza... Por muchos motivos, ¿sabes?...—¡¿Ahora que piensas hacer?!—¡Claro que no voy a dejar que mi padre, cometa esa estupidez, todo lo de mi padre es de Román y mío, de nadie mas!...
Juan José no conocía todavía quién era Reishel, el solo sabía o conocía ese lado sensible que ella tenía como profesional; era un brillante médico veterinario, que por cierto admiraba mucho, pero no tenía idea de lo intrépida que realmente ella era. Habían practicado con ella, una que otra tarde, y con sus hermanos, el Taichí, con sus movimientos lentos y suaves, pero no tenía idea de que Reishel era un arrebol de energía que nada ni nadie puede detener. —¡Heeyyy ...heyyyy... Reisheeel, esperaaaa!, ¡no es tan fácil, te puedes lastimar, amiga! —gritaba Juan José lleno de asombro—¡Reisheeeel oyeee ese potro mecánico es peligroso! Reishel estaba sorda, ella solo veía como caían uno tras otro, todos los que retaban al potro. Pero todos se peleaban por tratar de durar más, eran puros hombres; ninguna mujer, y en el fondo se oía una música country evocando los sonidos del lejano oeste. Reishel estaba vestida acorde, porque casualmente estaba usando sus botas, sus pantalones vaqueros que
—¡No te imaginas Kathlyn como te soñaba!Al abogado Raúl Peña todo le está saliendo de perlas, está hundido en medio de las piernas de Kathlyn Santillano, que ella enlaza sobre su espalda con verdadero deleite; el la está haciendo gozar, se oyen los suspiros y el olor a licor ondea alrededor de los amantes que se entregan sin escrúpulos a sus inspiraciones carnales.—¡Eres deliciosa, que divina!Las lenguas tenían una contienda en medio de la gran fiesta, se saboreaban, los dos sentían que tenían mucho que ofrecer, y mucho que darse. Raúl giraba para tener a Kathlyn sobre el, totalmente como una Eva abandonada, apretaba sus contornos con ardor y morbo y a la vez se hundía en ella con desenfreno, aquella dureza que penetraba a Kathlyn le volaba las neuronas; el no era como Mauricio, que lo supera unos buenos centímetros, pero no podía negar que lo hacía bien.Raúl no escatimó en darle placer a su compañera, entre suspiros y quejidos, se resbaló varias veces dentro de su abertura ín
El sol llegó como persiguiendo con su delgado y tenue halo de luz los rostros de unos amantes dormidos, pero golpeados por la contienda; la contienda de la ansiedad y de la pasión furtiva e impetuosa que ocupó sus mentes y sus cuerpos casi toda, o toda la noche. Raúl al entrar poco a poco a la conciencia plena, mira a su lado un cuerpo volteado, arropado solo por una sábana fría y delgada. Una espalda sexy y un trozo de la tela de esa sábana, lucía el arco que levantaba el exhuberante trasero de Kathlyn, esa es la vista panorámica que lo recibe esa mañana robada a su ínterin cotidiano. A esta hora deben estar reventándose las redes sociales para saber de el. Clientes que dejó embarcados, y una cantidad de diligencias pendientes. Kathlyn ronronea e igualmente se incorpora lentamente y al abrir los ojos, se acuerda de algo reciente, que la asombra, pero disimula; se voltea y mira a su nuevo proveedor de buenos ratos. Sonríendo. —¡Te ves hermosa!—la voz de Raúl se manifiesta dulce y con
¡Truena fuerte!, aguas abajo, está lloviendo a cántaros y parece que no escampará, sin embargo, nada puede detener el torrencial aguacero; como tampoco la campal discusión tan estruendosa como la tormenta, que azota la casa humilde de una abnegada mujer compungida por la batalla emocional que tiene con el que fue y ha sido el amor de su vida; en estos momentos la acaba de sorprender la vida…no puede ser posible…no puede ser posible lo que está viviendo…. Fred Limver mira hacia atrás por última vez, con los ojos llenos de pesar. Su hija, Reishel, lo observaba con lágrimas en los ojos, sin comprender por qué su padre se iba. Fred gira, retrocede para acercarse a ella y acarició su cabello pelirrojo con ternura. —¡Papito!...¿Estás enojado?...¿Porque dices que te vas? —Reishel, cariño, ¡no llores!. Papá tiene que irse, porque tengo mucho trabajo, pero te prometo que volveré para leerte tus cuentos favoritos antes de dormir!,— susurró Fred, sintiéndose cobarde más que nunca, hablando
Mauricio Villacastín al entrar en contacto con Reishel olvidó muchas cosas, no solo el mal momento que acababa de pasar, sino muchas otras situaciones que lo agobiaban y de las que escapa con facilidad. Está casado con una persona realmente difícil pero a la que le tiene mucho que agradecer. Alguien que es mejor no permita Dios nunca se le cruce alguno, en ningún camino. Reishel está en peligro, pero está acostumbrada a el, pero no tiene idea de la amenaza que corre precisamente hoy, que acaba de conocer a Mauricio. Un hombre no solo bello de físico, sino interesante y terriblemente atractivo y que no pierde ninguna oportunidad de pasarla bien. Así vive la vida, sin desaprovechar las buenas oportunidades, como ahora que tuvo la gran suerte que alguien saliera en su defensa, una mujer joven, guapa y realmente hermosa…. El camino se hizo muy ameno, Mauricio ponía música de los artistas que él estaba patrocinando y Reishel se sorprendía de saber que por él, ese artista ahora era famoso.
Mauricio está frente a Reishel mirándola y enternecido con la expresión que le devolvió su mirada, cuando salió de sus labios que el quería que trabajara para el, y que podría ser una guardaespaldas; Reishel retira su mano con suavidad pero se mantiene incorporada y firme… —¿Una guardaespaldas? —¡Tu Reishel eres ideal! Reishel bajo el efecto de la sorpresa y tratando de asimilar tal proposición… —¡Pero yo soy médico veterinario! —¡Y que!...para todo hay tiempo, eres muy inteligente y sabes organizarte, y me lo demostraste, tienes una agenda! —¡No, no puedes estar hablando en serio!...¡ un momento! —¡Y te pagaré muy bien! Eres una maestra de las artes marciales, peleas como una fiera, ¡tienes unas piernas de acero! y me encantaría tener una modelo estilo agente 007, garantizando mi seguridad. —¡Gracias por el halago!...Entonces es en serio! —¡Lo dije como me nació, estoy siempre muy asediado, y si, te conocí hoy, pero no sé, ahora siento que te conozco de toda la vid
Mauricio Villacastín está llegando a su apartamento, dónde comparte con su esposa Úrsula, una empresaria que conoció cuando era más joven y que con sus buenas relaciones lo ayudó a escalar y a trabajar con destreza en el mundo del espectáculo. —¡Ah,!... ¡buenas noches mi amor! no te veía bien en la oscuridad!...¿Cómo te sientes hoy? —¡No lo sé!, ¡no quiero ni mirarme al espejo!, por eso apagué todas las luces, y…entonces,… ¡estoy esperando tu respuesta!, no me has dicho nada…¿dónde estuviste hoy?, ¡si se puede saber! —¡¡Tu quieres saber!!, —Mauricio alza la voz—bueno no solo te diré cómo me fué, sino que te voy a contar, "cómo la pasé", y la respuesta es… ¡mitad y mitad! —¿Qué? ¿Cómo es eso, que mitad y mitad? —¡No te altera Úrsula, deja ese mal humor; eso no es recomendable, acuérdate de las indicaciones del médico! —¡Bueno!... ¡dime!…¡no me parece ni tu respuesta ni tu actitud! dime… —Ursula eso quiere decir,…¡mitad mal y mitad bien!, ¡eso quiere decir!—Mauricio prosiguió— Úr