Enredo del CorazónEl sol apenas despuntaba en el horizonte cuando Reishel se levantó de la cama. Tenía que apurarse para ir a su trabajo otro día más en la finca de los Montero, pero este sería diferente. Se miró al espejo, sus cabellos pelirrojos brillaban con la luz matutina, pero su corazón seguía cargando el peso de un amor no correspondido.—¿Reishel, ya estás lista? —preguntó Amapola, su madre, desde la cocina, mientras preparaba el desayuno.—Casi, mamá, solo me falta peinarme —respondió Reishel, con una sonrisa forzada.Cuando finalmente se sentó a la mesa, la comadre entró con un plato humeante de huevos revueltos.—¡Buenos días, Reishel! —saludó la comadre—. Espero que estés lista para un día largo en la finca.—Lo estoy, solo necesito un café primero —dijo Reishel, tratando de ocultar su nerviosismo.Amapola y la comadre intercambiaron miradas, ambas sabían que algo estaba ocurriendo. Pero el silencio reinaba en la mesa, hasta que Marisol, la madrina de Reishel, decidió
Una bella dama De repente, Juan José se sorprendió al recibir una tarjeta digital que lo invitaba al aniversario de bodas de los dueños de un harás vecino: los esposos Villamontes. Su madre, Eloísa, observó la cara de felicidad de su hijo y, con curiosidad, le preguntó:—¿Qué pasa, Juan? ¿Por qué estás tan emocionado?Juan José, con una sonrisa contagiosa, le explicó:—¡Son unas bodas de plata, mamá! ¡Veinte y cinco años de casados de nuestros vecinos los Villamontes!Eloísa tomó impulso para seguir indagando, su voz un susurro lleno de inquietud:—¿Bodas de plata de los Villamontes? ¡Es increíble!¿Y tú... que planes para esa fiesta?—Eloisa pregunta para tener la oportunidad de saber que ocurre con su hijo y Reishel.Juan José, con una chispa en los ojos, iluminó su rostro por completo y exclamó:—¡Ya te imaginas quién irá de mi brazo!Eloísa se sonrojó, sintiendo un torbellino de emociones. Se acercó a él, intentando mantener la discreción a pesar de la desesperación que la invadía
Reishel siente una mezcla de muchas emociones. A medida que se internaba en medio de la gente y del brazo de Juan José, el bullicio de risas y conversaciones llenaba el aire, y el aroma de deliciosos platillos se deslizaban, todos los aromas se mezclaban perfumes parisinos y revuelos gastronómicos que se convertían en suspiros esperando gratificar.La familia Villamontes era conocida por su calidez y alegría, y esa noche no era la excepción. Celebraban 25 años de amor y unión, y el ambiente estaba impregnado de felicidad.Mientras los hijos de los Villamontes reían y corrían, de un lado a otro.Reishel nunca pensó que algo en ese lugar la haría estremecer, sintió una oleada de ternura al ver al sacerdote, el querido párroco de la comunidad, que estaba llegando muy feliz, preparado para renovar los votos matrimoniales de los abuelos y padres de la familia. El altar estaba decorado con flores frescas y luces suaves, brillaba como un faro de amor. Reishel no pudo evitar que una oleada
Marcela se sentó en su sillón favorito, un lugar que siempre había sido su refugio, pero que en ese momento le resultaba extraño. Miró por la ventana, el cielo gris parecía reflejar su estado de ánimo. Su hijo, Mauricio, había estado distante, casi como un extraño en casa. La preocupación en su pecho crecía con cada día que pasaba sin que él le dirigiera la palabra.—Regina —dijo, rompiendo el silencio en la habitación—, estoy realmente preocupada por Mauricio. No sé qué le pasa, no habla, no comparte nada. Regina, su ama de llaves y confidente de años, se acercó con una escoba en mano, deteniéndose a un lado de ella.—Tal vez sea momento de que hable con él, señora. La próxima vez que lo vea, llámelo. Marcela asintió. Antes era Carolina, su hija, la que le daba dolores de cabeza, ahora por fin está felizmente casada en los Estados Unidos. Esa parte de su vida le daba paz, pero el sufrimiento de Mauricio la mantenía inquieta.—En el caso de Carolina, estoy tranquila. Ella ha hecho s
Rogelio y Mauricio estaban sentados en la taberna, el ambiente a su alrededor vibraba con el murmullo de conversaciones y risas de otros clientes. La decisión de Mauricio de buscar a Reishel había dejado a Rogelio con un dilema, porque aquella mujer le gustó a Rogelio desde que la vió, pero también tenía un sentido de lealtad hacia su primo como buen Villacastín.—Está bien, primo —dijo Rogelio, rompiendo el silencio—. Te ayudaré a encontrarla, creo saber dónde puede estar. Pero tenemos que ser astutos. Si vamos a ir, lo haremos con el pretexto de que tu estás interesado en comprar unos caballos de paso para una feria, así será más fácil que nos atiendan con más confianza.Mauricio asintió suspirando, sintiendo que un rayo de esperanza iluminaba su corazón.—Eso suena bien. No quiero que el dueño sospeche de mis verdaderas intenciones. Además solo quiero hablar con ella para aclarar mejor ese asunto oscuro de la carta de Rubén. —Bueno, después me explicas y perfecto—respondió Rogeli
Había pasado más de un año desde que Reishel se fue aquel viernes de la vida de Mauricio. Ahora está frente a el, sintiendo el fuego de una encrucijada emocional. Juan José, trata de conquistar su corazón pero en él aún resonaba el amor de Mauricio. Reishel parada mirando a Mauricio sin perder detalle se quedó sin audio, Juan José tuvo que alzar más la voz para hacer que reaccionara y parece que la logra despertar… —¡Reishel!..—ella responde… —¡Sí sí…! —¡Ven aquí, por favor! —llamó Juan José, con un tono que denotaba tanto autoridad como cariño. Reishel se volvió hacia él, intentando ocultar la tormenta de sentimientos que la invadía. En el instante en que su mirada se encontró con Mauricio, una chispa indomable se quería revelar . Ella sintió una oleada indetenible de recuerdos; Mauricio miraba sus pupilas que le contaban todo, y ella volvió a sentir el desvanecer de sus piernas, era su hombre, el que estaba frente a ella, el aroma de su piel, la forma en que la miraba, t
El establo, los bellos animales, y el heno empacado terminó por recibir el cuerpo de Reishel, en una estocada inesperada de la vida. No podía negarse a sentir lo que sentía; abría los ojos y no podía creer que estuviera permitiendo lo que le estaba ocurriendo en ese lugar y con Mauricio.Rogelio, por su lado, trataba de retener a Juan José, buscándole conversaciones que ni siquiera tenían relación con el objetivo por el cual invitó a Juan José a su oficina administrativa. Juan José estaba ansioso; no sabía cómo interrumpir a Rogelio, y no quería que Rogelio se diera cuenta de su inseguridad. Sí, en ese momento estaba celoso de su primo. No tenía la seguridad de que se tratara de Mauricio, el interesado en comprar animales de carrera o de paso. O se trataba de Mauricio Villacastín, el amor del pasado de Reishel, y ella no le reveló nada para evitar algo incómodo.—¿Y tu primo, Mauricio, nunca había venido a visitarte? Tantos años de vecinos y no recuerdo a tu primo —preguntó Juan José,
Reishel se encontraba rodeada del murmullo de los caballos y el aroma a heno fresco y su mente estaba lejos, atrapada en recuerdos que la atormentaban. Mientras acariciaba la crin de uno de los caballos, divagaba hacia aquel encuentro con Mauricio, un momento que había encendido algo en su interior, pero también había dejado una marca de confusión y rabia.No podía evitar recordar aquel episodio inesperado que habían tenido, el brillo en sus ojos y la pasión que había surgido entre ellos. Pero, al mismo tiempo, la sombra de su pasado la acechaba. La rabia se acumulaba en su pecho al pensar en el engaño que había vivido en torno a su padre. La verdad que había estado oculta durante tanto tiempo parecía un peso que no podía soportar. Reishel se preguntaba si alguna vez podría liberarse de esas cadenas.El dilema se complicaba aún más con Juan José. Su propuesta de matrimonio había hecho que su corazón se acelerara, pero había una distancia inquebrantable entre ellos. A pesar de que él