Marcela se sentó en su sillón favorito, un lugar que siempre había sido su refugio, pero que en ese momento le resultaba extraño. Miró por la ventana, el cielo gris parecía reflejar su estado de ánimo. Su hijo, Mauricio, había estado distante, casi como un extraño en casa. La preocupación en su pecho crecía con cada día que pasaba sin que él le dirigiera la palabra.—Regina —dijo, rompiendo el silencio en la habitación—, estoy realmente preocupada por Mauricio. No sé qué le pasa, no habla, no comparte nada. Regina, su ama de llaves y confidente de años, se acercó con una escoba en mano, deteniéndose a un lado de ella.—Tal vez sea momento de que hable con él, señora. La próxima vez que lo vea, llámelo. Marcela asintió. Antes era Carolina, su hija, la que le daba dolores de cabeza, ahora por fin está felizmente casada en los Estados Unidos. Esa parte de su vida le daba paz, pero el sufrimiento de Mauricio la mantenía inquieta.—En el caso de Carolina, estoy tranquila. Ella ha hecho s
Rogelio y Mauricio estaban sentados en la taberna, el ambiente a su alrededor vibraba con el murmullo de conversaciones y risas de otros clientes. La decisión de Mauricio de buscar a Reishel había dejado a Rogelio con un dilema, porque aquella mujer le gustó a Rogelio desde que la vió, pero también tenía un sentido de lealtad hacia su primo como buen Villacastín.—Está bien, primo —dijo Rogelio, rompiendo el silencio—. Te ayudaré a encontrarla, creo saber dónde puede estar. Pero tenemos que ser astutos. Si vamos a ir, lo haremos con el pretexto de que tu estás interesado en comprar unos caballos de paso para una feria, así será más fácil que nos atiendan con más confianza.Mauricio asintió suspirando, sintiendo que un rayo de esperanza iluminaba su corazón.—Eso suena bien. No quiero que el dueño sospeche de mis verdaderas intenciones. Además solo quiero hablar con ella para aclarar mejor ese asunto oscuro de la carta de Rubén. —Bueno, después me explicas y perfecto—respondió Rogeli
Había pasado más de un año desde que Reishel se fue aquel viernes de la vida de Mauricio. Ahora está frente a el, sintiendo el fuego de una encrucijada emocional. Juan José, trata de conquistar su corazón pero en él aún resonaba el amor de Mauricio. Reishel parada mirando a Mauricio sin perder detalle se quedó sin audio, Juan José tuvo que alzar más la voz para hacer que reaccionara y parece que la logra despertar… —¡Reishel!..—ella responde… —¡Sí sí…! —¡Ven aquí, por favor! —llamó Juan José, con un tono que denotaba tanto autoridad como cariño. Reishel se volvió hacia él, intentando ocultar la tormenta de sentimientos que la invadía. En el instante en que su mirada se encontró con Mauricio, una chispa indomable se quería revelar . Ella sintió una oleada indetenible de recuerdos; Mauricio miraba sus pupilas que le contaban todo, y ella volvió a sentir el desvanecer de sus piernas, era su hombre, el que estaba frente a ella, el aroma de su piel, la forma en que la miraba, t
El establo, los bellos animales, y el heno empacado terminó por recibir el cuerpo de Reishel, en una estocada inesperada de la vida. No podía negarse a sentir lo que sentía; abría los ojos y no podía creer que estuviera permitiendo lo que le estaba ocurriendo en ese lugar y con Mauricio.Rogelio, por su lado, trataba de retener a Juan José, buscándole conversaciones que ni siquiera tenían relación con el objetivo por el cual invitó a Juan José a su oficina administrativa. Juan José estaba ansioso; no sabía cómo interrumpir a Rogelio, y no quería que Rogelio se diera cuenta de su inseguridad. Sí, en ese momento estaba celoso de su primo. No tenía la seguridad de que se tratara de Mauricio, el interesado en comprar animales de carrera o de paso. O se trataba de Mauricio Villacastín, el amor del pasado de Reishel, y ella no le reveló nada para evitar algo incómodo.—¿Y tu primo, Mauricio, nunca había venido a visitarte? Tantos años de vecinos y no recuerdo a tu primo —preguntó Juan José,
Reishel se encontraba rodeada del murmullo de los caballos y el aroma a heno fresco y su mente estaba lejos, atrapada en recuerdos que la atormentaban. Mientras acariciaba la crin de uno de los caballos, divagaba hacia aquel encuentro con Mauricio, un momento que había encendido algo en su interior, pero también había dejado una marca de confusión y rabia.No podía evitar recordar aquel episodio inesperado que habían tenido, el brillo en sus ojos y la pasión que había surgido entre ellos. Pero, al mismo tiempo, la sombra de su pasado la acechaba. La rabia se acumulaba en su pecho al pensar en el engaño que había vivido en torno a su padre. La verdad que había estado oculta durante tanto tiempo parecía un peso que no podía soportar. Reishel se preguntaba si alguna vez podría liberarse de esas cadenas.El dilema se complicaba aún más con Juan José. Su propuesta de matrimonio había hecho que su corazón se acelerara, pero había una distancia inquebrantable entre ellos. A pesar de que él
Reishel mientras se sentaba en la cocina con una taza de café humeante, su mente divagaba entre los recuerdos…suspira… los labios de Mauricio y sus palabras de amor de querer regresar la inundan…la invaden…Amapola está con ella sin dejar de estar ansiosa…—Mamá, ¿crees que alguna vez me vuelva a enamorar y pueda tener una relación normal ? —preguntó, con la voz entrecortada.Amapola, se detuvo y se volvió hacia su hija. Su mirada era un espejo de preocupación y amor. —El amor llega y de muchas maneras, se que has querido sacar a Mauricio de tu corazón y no lo has logrado, el camino de la felicidad es un camino con lecciones, Reishel, no un destino. A veces, debemos enfrentar nuestro pasado para poder entender el futuro —respondió, tratando de consolarla—¡Mauricio sigue allí…el tiempo no ha podido romper sus lazos, ni la distancia, es el signo de un gran amor, así lo veo yo!Reishel sintió el peso de esas palabras. Había estado lidiando con su confuso corazón y con los ecos de su pas
Kathlyn Santillano se encontraba en su oficina, rodeada de los lujos que siempre había disfrutado, pero que nunca parecían suficientes. Los muebles de caoba pulida y la decoración minimalista no llenaban el vacío que sentía. Saco una polvera y se miró en su espejo, tenía trazado un plan, y aunque el reflejo era el de una mujer joven y hermosa, en su interior había una tormenta. Su mente estaba ocupada con pensamientos sobre su padre, Rubén Santillano, y la pelirroja que llegó para quitarle todo: Reishel. Esa pelirroja se había convertido en una espina en su costado, un recordatorio constante de que ella le cambió la vida y le arrebató todos los sueños.Pero en ese momento, tenía un destello de inspiración que le iluminó el rostro. Ya sabía que su padre había hecho el testamento, y que favorecía a Reishel, y eso, jamás, nunca, no podía permitirlo. Necesitaba saber más, dónde está su padre y dónde está ese testamento y estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para conseguirlo.
El sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, tiñendo el cielo de un anaranjado intenso que se reflejaba en la plaza frente a la iglesia del pueblo Amapola observaba el atardecer desde una distancia prudente, su corazón palpitaba con una mezcla de tristeza y esperanza. La vida le había enseñado a lidiar con las pérdidas, pero en ese momento ella estaba viviendo algo que jamás imaginó ni representó nunca en su mente: la segunda e inminente despedida de Rubén Santillano, aquel hombre que había amado y que había regresado a su vida después de tantos años, la llenaba de una melancolía abrumadora.Rubén, había vuelto a ser Fred en su mente, se acercó a ella con un paso lento, casi vacilante. La artrosis en su rodilla lo obligaba a apoyarse en un bastón que le daba un aire de fragilidad que contrastaba con la imagen del hombre fuerte que una vez había sido. Amapola sintió un nudo en la garganta al verlo, pero se mantuvo firme. No podía permitir que las emociones la dominaran en ese momento