Una bella dama De repente, Juan José se sorprendió al recibir una tarjeta digital que lo invitaba al aniversario de bodas de los dueños de un harás vecino: los esposos Villamontes. Su madre, Eloísa, observó la cara de felicidad de su hijo y, con curiosidad, le preguntó:—¿Qué pasa, Juan? ¿Por qué estás tan emocionado?Juan José, con una sonrisa contagiosa, le explicó:—¡Son unas bodas de plata, mamá! ¡Veinte y cinco años de casados de nuestros vecinos los Villamontes!Eloísa tomó impulso para seguir indagando, su voz un susurro lleno de inquietud:—¿Bodas de plata de los Villamontes? ¡Es increíble!¿Y tú... que planes para esa fiesta?—Eloisa pregunta para tener la oportunidad de saber que ocurre con su hijo y Reishel.Juan José, con una chispa en los ojos, iluminó su rostro por completo y exclamó:—¡Ya te imaginas quién irá de mi brazo!Eloísa se sonrojó, sintiendo un torbellino de emociones. Se acercó a él, intentando mantener la discreción a pesar de la desesperación que la invadía
Reishel siente una mezcla de muchas emociones. A medida que se internaba en medio de la gente y del brazo de Juan José, el bullicio de risas y conversaciones llenaba el aire, y el aroma de deliciosos platillos se deslizaban, todos los aromas se mezclaban perfumes parisinos y revuelos gastronómicos que se convertían en suspiros esperando gratificar.La familia Villamontes era conocida por su calidez y alegría, y esa noche no era la excepción. Celebraban 25 años de amor y unión, y el ambiente estaba impregnado de felicidad.Mientras los hijos de los Villamontes reían y corrían, de un lado a otro.Reishel nunca pensó que algo en ese lugar la haría estremecer, sintió una oleada de ternura al ver al sacerdote, el querido párroco de la comunidad, que estaba llegando muy feliz, preparado para renovar los votos matrimoniales de los abuelos y padres de la familia. El altar estaba decorado con flores frescas y luces suaves, brillaba como un faro de amor. Reishel no pudo evitar que una oleada
Marcela se sentó en su sillón favorito, un lugar que siempre había sido su refugio, pero que en ese momento le resultaba extraño. Miró por la ventana, el cielo gris parecía reflejar su estado de ánimo. Su hijo, Mauricio, había estado distante, casi como un extraño en casa. La preocupación en su pecho crecía con cada día que pasaba sin que él le dirigiera la palabra.—Regina —dijo, rompiendo el silencio en la habitación—, estoy realmente preocupada por Mauricio. No sé qué le pasa, no habla, no comparte nada. Regina, su ama de llaves y confidente de años, se acercó con una escoba en mano, deteniéndose a un lado de ella.—Tal vez sea momento de que hable con él, señora. La próxima vez que lo vea, llámelo. Marcela asintió. Antes era Carolina, su hija, la que le daba dolores de cabeza, ahora por fin está felizmente casada en los Estados Unidos. Esa parte de su vida le daba paz, pero el sufrimiento de Mauricio la mantenía inquieta.—En el caso de Carolina, estoy tranquila. Ella ha hecho s
Rogelio y Mauricio estaban sentados en la taberna, el ambiente a su alrededor vibraba con el murmullo de conversaciones y risas de otros clientes. La decisión de Mauricio de buscar a Reishel había dejado a Rogelio con un dilema, porque aquella mujer le gustó a Rogelio desde que la vió, pero también tenía un sentido de lealtad hacia su primo como buen Villacastín.—Está bien, primo —dijo Rogelio, rompiendo el silencio—. Te ayudaré a encontrarla, creo saber dónde puede estar. Pero tenemos que ser astutos. Si vamos a ir, lo haremos con el pretexto de que tu estás interesado en comprar unos caballos de paso para una feria, así será más fácil que nos atiendan con más confianza.Mauricio asintió suspirando, sintiendo que un rayo de esperanza iluminaba su corazón.—Eso suena bien. No quiero que el dueño sospeche de mis verdaderas intenciones. Además solo quiero hablar con ella para aclarar mejor ese asunto oscuro de la carta de Rubén. —Bueno, después me explicas y perfecto—respondió Rogeli
¡Truena fuerte!, aguas abajo, está lloviendo a cántaros y parece que no escampará, sin embargo, nada puede detener el torrencial aguacero; como tampoco la campal discusión tan estruendosa como la tormenta, que azota la casa humilde de una abnegada mujer compungida por la batalla emocional que tiene con el que fue y ha sido el amor de su vida; en estos momentos la acaba de sorprender la vida…no puede ser posible…no puede ser posible lo que está viviendo…. Fred Limver mira hacia atrás por última vez, con los ojos llenos de pesar. Su hija, Reishel, lo observaba con lágrimas en los ojos, sin comprender por qué su padre se iba. Fred gira, retrocede para acercarse a ella y acarició su cabello pelirrojo con ternura. —¡Papito!...¿Estás enojado?...¿Porque dices que te vas? —Reishel, cariño, ¡no llores!. Papá tiene que irse, porque tengo mucho trabajo, pero te prometo que volveré para leerte tus cuentos favoritos antes de dormir!,— susurró Fred, sintiéndose cobarde más que nunca, hablando
Mauricio Villacastín al entrar en contacto con Reishel olvidó muchas cosas, no solo el mal momento que acababa de pasar, sino muchas otras situaciones que lo agobiaban y de las que escapa con facilidad. Está casado con una persona realmente difícil pero a la que le tiene mucho que agradecer. Alguien que es mejor no permita Dios nunca se le cruce alguno, en ningún camino. Reishel está en peligro, pero está acostumbrada a el, pero no tiene idea de la amenaza que corre precisamente hoy, que acaba de conocer a Mauricio. Un hombre no solo bello de físico, sino interesante y terriblemente atractivo y que no pierde ninguna oportunidad de pasarla bien. Así vive la vida, sin desaprovechar las buenas oportunidades, como ahora que tuvo la gran suerte que alguien saliera en su defensa, una mujer joven, guapa y realmente hermosa…. El camino se hizo muy ameno, Mauricio ponía música de los artistas que él estaba patrocinando y Reishel se sorprendía de saber que por él, ese artista ahora era famoso.
Mauricio está frente a Reishel mirándola y enternecido con la expresión que le devolvió su mirada, cuando salió de sus labios que el quería que trabajara para el, y que podría ser una guardaespaldas; Reishel retira su mano con suavidad pero se mantiene incorporada y firme… —¿Una guardaespaldas? —¡Tu Reishel eres ideal! Reishel bajo el efecto de la sorpresa y tratando de asimilar tal proposición… —¡Pero yo soy médico veterinario! —¡Y que!...para todo hay tiempo, eres muy inteligente y sabes organizarte, y me lo demostraste, tienes una agenda! —¡No, no puedes estar hablando en serio!...¡ un momento! —¡Y te pagaré muy bien! Eres una maestra de las artes marciales, peleas como una fiera, ¡tienes unas piernas de acero! y me encantaría tener una modelo estilo agente 007, garantizando mi seguridad. —¡Gracias por el halago!...Entonces es en serio! —¡Lo dije como me nació, estoy siempre muy asediado, y si, te conocí hoy, pero no sé, ahora siento que te conozco de toda la vid
Mauricio Villacastín está llegando a su apartamento, dónde comparte con su esposa Úrsula, una empresaria que conoció cuando era más joven y que con sus buenas relaciones lo ayudó a escalar y a trabajar con destreza en el mundo del espectáculo. —¡Ah,!... ¡buenas noches mi amor! no te veía bien en la oscuridad!...¿Cómo te sientes hoy? —¡No lo sé!, ¡no quiero ni mirarme al espejo!, por eso apagué todas las luces, y…entonces,… ¡estoy esperando tu respuesta!, no me has dicho nada…¿dónde estuviste hoy?, ¡si se puede saber! —¡¡Tu quieres saber!!, —Mauricio alza la voz—bueno no solo te diré cómo me fué, sino que te voy a contar, "cómo la pasé", y la respuesta es… ¡mitad y mitad! —¿Qué? ¿Cómo es eso, que mitad y mitad? —¡No te altera Úrsula, deja ese mal humor; eso no es recomendable, acuérdate de las indicaciones del médico! —¡Bueno!... ¡dime!…¡no me parece ni tu respuesta ni tu actitud! dime… —Ursula eso quiere decir,…¡mitad mal y mitad bien!, ¡eso quiere decir!—Mauricio prosiguió— Úr