alborotado le da un aspecto adorable, lo que me hace imposible tomarla en serio, en brazos, sostiene a nuestro pequeñín, Henry, como mi hermano mayor — dijiste que estarías aquí para entonces, y mira todo el desastre que tenemos ahora
— oye, te lo compensaré — aseguro, besando su frente — lo prometo
— más te vale — se queja — las quintillizas aún no saben que estás de regreso
— iré a recogerlas a la escuela — prometo, estirándome.
La noche anterior había salido de una misión difícil, a dos ciudades de distancia y esperando mi paga en unas horas, había decidido regresar a casa, hacerle el amor a mi mujer y dormir unas diez horas mínimo para luego jugar con mis hijas el resto del fin de semana. Luego, de vuelta a los negocios. Un caso más y me retiraría, solo tenía que matar a Constantine para asegurar la vida de mi familia
Aunque mis planes no resultaron perfectos, llegué a casa a media noche, y había caído en coma hasta hace veinte minutos, mi mujer había preparado todos mis platos favoritos y aquí estaba yo, en boxers y atragantándome en la cocina, con la encantadora vista de mi mujer, una preciosa castaña de ojos grises, la madre de mis hijos.
— Luke, necesitamos hablar — dice, Henry se sacude de sus brazos y empieza a corretear, buscando sus juguetes y cantando alguna tontería que escuchó en televisión.
—¿qué olvidé? — pregunto, sintiéndome atrapado, ella se ríe, pero luce nerviosa — faltan dos meses para nuestro aniversario y las niñas cumplen el jueves
— Olvidaste...usar condón la última vez que viniste a escondidas en medio de un caso — dice levantando las cejas, y estoy congelado, con una sonrisa estúpida en mi rostro.
Aparto la silla de golpe y tomo a mi mujer por la cintura, era una mujer alta, pero me llegaba hasta la barbilla. La levanto y la beso con fuerza
— Maldita sea, te amo — digo acariciando su barbilla, Sharon había estado conmigo desde el principio, aún recuerdo el día que nos conocimos, mis hermanos y yo estábamos corriendo por la base (el viejo nos había castigado por jugarle una broma a Eleanor) ella nos había rebasado en su bicicleta, pero por hacer el tonto, acabó en el suelo. Los chicos siguieron corriendo. Yo me detuve.
— Papá! — sacudiéndome, abro los ojos, solo para encontrarme frente a mi niña, mi Talia, la única de mis hijas que sigue con vida, mirándome aterrada, con lágrimas en las mejillas y un bate de baseball apuntándome.
Maldita sea.
— Talia...— murmuro, parpadeando y entrando en razón. Las pesadillas. Las malditas pesadillas me volverían loco — lo siento, hija.
— ¿papi? — pregunta, su labio inferior temblando ligeramente, suelta el bate y se lanza sobre mí, abrazándome y llorando
— Dios, Talia ¿te hice daño? — pregunto, abrazándola y revisándola en busca de heridas, mi mano está marcada a rojo vivo en su brazo — Dios... — me aparto, sintiendo asco de mi mismo. De nuevo. Había vuelto a lastimar a Talia.
— No, papá...no pasa nada — me asegura ella, ahora mi hija tenía dieciocho años, y era la viva imagen de su madre, mi hija era pelirroja, pero se había teñido el cabello de negro hace dos años, a su manera, llevaba el luto de sus hermanas incluso en su piel, pero ahora está pálida y asustada — no es nada, de verdad.
— Si es algo Talia — me quejo, tomando el bate y caminando hacia la sala, vivíamos en una casa segura, a solo unas cuadras de mi hermana Anne — tengo que reforzar las cerraduras en mi habitación
— las rompiste — dice mi hija con voz temblorosa, y yo la miro con sorpresa, al mirar mis manos, veo con sorpresa que están llenas de cortes y sangre, pero a duras penas las sentía — papá, de verdad me asustaste...
— lo siento — digo impotente — desde lo de Eleanor...estoy tenso
— Oye, es normal — dice ella, intentando restarle importancia. Mi hija es jodidamente fuerte, una Connors hecha y derecha. Desde muy pequeña, Talia ha estado conmigo, o con sus tíos, le he enseñado miles de tácticas de defensa personal, y sabe tanto de armas que es la única de los chicos que puede discutir con Ethan acerca de rifles de asalto.
— ¿Como te fue en la fiesta? — pregunto, intentando cambiar de tema y sacudiendo los trozos de madera astillada de mis manos, ella no responde de inmediato, trae un botiquín y se sienta frente a mi
— era una cita — me recuerda, yo asiento. Citas. Nunca fui bueno con las chicas, usualmente Kyle se encargaba de atraerlas para nosotros, pero cuando se trata de mi hija, me he visto obligado a leer revistas de adolescentes.
— vale, cita. Entiendo — digo asintiendo, el ardor del alcohol es familiar, pero el desinfectante es incómodo — ¿qué tal?
— Él no apareció — admite, avergonzada, no conozco al chico, pero mi nena rara vez luce avergonzada, así que sé de inmediato que el mocoso le gustaba — me envió un mensaje...no soy tan femenina como le gustaría
— oye — digo, levantando su rostro y apartando el cabello recortado de su frente — puedo asegurarte que cualquier chico que te considere "demasiado masculina" es un gallina
— lo sé — dice encogiéndose de hombros — pero...igual le dije a la tía Anne que me diera consejos — se muerde el labio, es un gesto que le da cierto parecido a mi hermana, pero la mirada en sus ojos, es igual a la de su madre — quiero aprender a maquillarme.
— entonces Eleanor te enseñara — digo besando su frente — ¿comiste algo?
Mi chica asiente distraídamente mientras recoge las cosas del botiquín. Nunca quise una vida de sufrimiento para ninguna de mis hijas, y el pequeño podría haber sido un hombre de coches, pero Scott Constantine me había obligado a mantener a mi Talia de forma que estuviera preparada para lo peor.
Y especialmente ahora. Había descubierto algo que ponía en duda todas mia creencias. El esposo de la mejor amiga de mi hermana, esa perra rusa, era el hombre que había matado a mi familia.
Mi sobrina Anastasia es definitivamente igual a mi madre, sin contar el cabello negro y que solía murmurar en ruso (como todos en la familia de mi cuñado) pero el tenerla en brazos me recordaba a mis hijas.
Tenían solo siete años cuando murieron, dos días antes de su cumpleaños número ocho, hace tres semanas que se cumplieron diez años de su muerte, y hace dos meses que mi hermana había dado a luz a otro par de quintillizos.
Anastasia era la única que parecía notar como pasaba el tiempo. Ella misma miraba a sus nuevos hermanos con ceño fruncido y luego a su madre
— Anthony — levanto la cabeza cuando veo a David llamarme desde la cocina, el hombre luce cansado y abatido, pero desde que recuperamos a mi hermana, luce rejuvenecido.
Me acerco a él, entregando a Anastasia un par de juguetes, el hombre se asegura de que nadie esté alrededor antes de hablar
— ¿qué sucede? — pregunto, cruzándome de brazos, el ruso se sienta y me mira
— Alena me contó lo de...ti esposa e hijos — admite, y la tensión me recorre de inmediato, pero no digo nada, me limito a mirarlo — llamó ayer
— ¿dijo algo? — cuestiono con cuidado, Alena Petrova había asesinado a mi mentor, y su marido a mi familia, pero durante una corta visita a Eleanor en el hospital, me había encontrado con la mujer.
— Scott está empeorando — me había asegurado — cuando no tenga otra opción, tu mismo podrás matarlo.
Desde entonces, estoy esperando su llamada.
— dijo que es hora ¿tienes alguna idea? ¿Ella tiene algo que ver? — David es buen hombre, lo admito, y hace feliz a Eleanor, es lo importante. Pero no lo quiero involucrado en esto.
— No, no es nada — admito, hace años dejé de perseguir a Constantine, cuando casi pierdo a Talia la primera vez me di cuenta de que había cosas peores.
En ese momento. Mi teléfono suena
Estaba en el sótano cuando escuché el disparo. Lo recuerdo como si fuera ayer. El sonido del disparo, el terror de haber tenido que esperar a que Otto viniera por mí, pero en lugar de eso, escuché un cuerpo caer en el piso de la cocina, pasos corriendo alrededor y todo siendo destrozado. Sabía que Otto estaba muerto incluso antes de que llegaran los hombres en trajes de camuflaje irrumpieran en el sótano, dejé caer los platos de mi madre que había ido a buscar y salí corriendo en cuanto vi la primera bota oscura en las escaleras, Otto había instalado una vía de escape hace años, pero el pánico me embarga de inmediato, no soy una mujer violenta, así que corro de cualquier manera y les arrojo un par de cajas. El sótano es un laberinto, y lo agradezco, pero correr en contra de dos hombres armados con mi vientre hinchado es demasiado para mí, en especial cuando el zumbido de las balas atraviesa el espacio, el cemento y la madera explotan a mi alrededor. P
El teléfono suena, y miro el identificador de llamadas con ceño fruncido, es un número de Vienna, solo conozco a un par de personas allí, pero este era mi número personal. Solo mi familia tiene mi número personal. — ¿pasa algo? — pregunta David, tomando una cesta con biberones y mirándome, le hago una señal para que permanezca en silencio. — Connors — saludo, del otro lado de la línea, escucho un débil suspiro, es femenino, y envía un escalofrío por mi espalda — Anthony —
La primera noche, no consigo dormir. Hice todo lo que Anthony ordenó, al pie de la letra. Pero la sensación de soledad y el terror me embargaban por completo, ¿quiénes eran esos hombres? ¿Que querían? Temblando, me atrevo a mirar las noticias, nerviosa por lo que pueda aparecer en ellas, Otto es un héroe de guerra, él y Anthony habían sido foco de atención luego de rescatar a todo un grupo de rehenes y soldados heridos. Pero no hay noticias de la muerte de mi esposo o de mi desaparición. Probablemente no pase nada luego de un par de días. Nunca se sabe. Mis niños patean en mi vientre, hago una mueca cuando uno de ellos se encarama en mis costillas, enviando una punzada de dolor en el costado. — Tranquilos — murmuro, levantándome con dificultad, ni mis hijos ni mis pies estaban contentos por haber corrido el día anterior, y pasar en vela la mayor parte de la noche. Muero de hambre, estoy en esa etapa del embarazo donde solo soy capaz de
Embarazada.Adeline estaba embarazada.Y yo no había tenido las pelotas para buscarla hasta hace exactamente nueve horas. Había decidido escuchar a mi hija, Otto era un blanco importante, era probable que la dejaran sola en cuestión de horas.Pero querían a sus hijos,hijos,en plural.— ¿te hirieron? — pregunto, intentando no dejarle ver mi confusión. Adeline es una mujer menuda, no más de metro sesenta y tres. con cabello del color del cobre y piel bl
Anthony está molesto.No es necesario que lo diga, la forma en que aprieta la mandíbula desde el momento en que el doctor nos dice que no puedo volar. Me lleva en brazos de regreso al auto, maldiciendo en voz baja.— Tenemos que hablar — dice con voz ronca — ¿Dónde está el padre? puedo llevarte con él.— No quiero hablar de eso ahora — pido, temblando a causa del frío — ¿por favor? Otto está muerto, algún lunático quiere a mis hijos, no he dormido bien en días, muero de frío, estoy dolorida...— limpio las lágrimas que se escapan de mis ojos, demasiado sensible como para seguir— Como quieras — se queja, dando una palmada al volante, tan fuerte que consigue asustarme — te conseguiré la maldita comida, un maldito abrigo y así tal vez consigamos salir de esta mierda.&
Constantine.Por primera vez en toda mi vida, bajo la guardia en cuanto veo al hijo de puta que mató a mi familia, pierdo los estribos.Me alejo de Adeline, siguiendo al hombre que arruinó mi vida y se pasea campantemente por el centro comercial como si el maldito lugar le perteneciera. Pero me detengo cuando el hombre se gira y me mira con diversión.No es él.Pero él sabe quién soy yo. Veo el reconocimiento en su mirada. Y de inmediato reconozco mi error, soy un jodido idiota.
En cuanto el hombre detrás de mi cae, corro hacia Anthony y lo abrazo con fuerza, hecha un manojo de nervios. — Vamos — me insta, dándome una palmadita en la espalda antes de cargarme y maldecir de dolor — Anthony — me quejo, le habían disparado en el brazo, perdía sangre y estaba golpeado — estás herido, bájame, no debes... — Shhh — aprieto los labios, ya lo reñiría luego, pero comprendía que debíamos salir de aquí. Me lleva a un lugar apartado del estacionamiento y me mete a toda prisa en el asiento del conductor de un auto — no...no creo poder conducir — dice, casi disculpándose. — Ya pasó — asegura Adeline, su mirada es tan dulce y reconfortante, que por un segundo recuerdo cuando era pequeño, cuando mamá me arrullaba luego de una pesadilla o cuando por andar de bromista terminaba con las rodillas raspadas y llorando — Todo está bien — me asegura Adeline, limpiando el sudor de mi frente.Cierro los ojos de nuevo, las imágenes de mis niñas muertas en medio de los escombros, el cuerpo de mi esposa embarazada sosteniendo a nuestro pequeño en brazos, esas imágenes estaban grabadas con fuego en mi cerebro, y dudaba que desaparecieran alguna vez.Había soñado con la explosión, había visto a mis niñas correr hacia mi desde la entrada, yo me arrodillé para esperar a que se arrojaran sobre mí, incluso Henry daba torpes pasos detrás de sus hermanas, Sharon sonreía desde la entrada.Luego había9. Anthony