RICK
—¡¿Qué sucede?! —indagué un tanto espantado por su reacción.
Al separarme de su cuerpo, la sentí relajarse y una leve sonrisa se asomó en su boca.
—Ya… no… soporto que me tortures de ese modo —musitó extasiada.
Entorné los ojos, sorprendido.
Suspiré hondo y negué con la cabeza, divertido y, para qué negar, tranquilo de que no fuera señal de arrepentimiento aquel grito arrebatado que emitió hace segundos.
Me deshice de mi ropa interior y me recosté sobre ella. Aparté un mechón de pelo de su rostro sonrojado.
—¿Acaso nunca te han besado como yo? —increpé en un susurro. Ella negó—. ¿Te gusta?
—Sí, aunque me desespera y siento que explotaré si no se libera algo den
SAMANTACuando subí al coche en el que Rick me enviaría a casa, largué la respiración contenida y esbocé una estúpida sonrisa. A pesar de sus palabras luego de darle a comprender que lo amaba, la noche fue mágica. Por primera vez en mi vida me lancé a mis propios deseos y me sentía extrañamente en paz conmigo misma pese a estar traicionando la confianza de mi tío y el amor de Frank, a quien, por cierto, aún no le había mencionado que el martes saldría rumbo a España con Rick.Ladeé la cabeza y miré a través del cristal de la ventana. Suspiré y me llevé los dedos a la boca mientras cerraba los ojos. Todo lo que sentí cuando estuvo dentro de mí no se comparaba a nada de lo que ya había conocido. Era diferente, como si cada partícula de mi cuerpo hubiera sido cre
RICK—No te atrevas a sobrepasarte con ella, Miguel —advertí a aquel muchacho que conocía desde hace un tiempo, luego de que Samanta diera media vuelta y se marchara en dirección al elevador.—Solo la quiero conocer, Jones. No entiendo por qué te sulfuras tanto con una simple invitación a cenar —respondió con descaro y encogió sus hombros.—Se casará en pocos meses…—¿Y eso qué? Su prometido no está aquí. Además, solo quiero conocerla mejor. No tengo otras intenciones.—Más te vale. Espero que no la incomodes con tus comentarios.—Pareciera que el novio eres tú y te estuvieras muriendo de celos —bromeó.Me tensé. Dejaba en demasiada evidencia mi interés por Samanta.—Es la sobrina de John, Migu
SAMANTACuando sus manos presionaron más mi cuerpo al suyo y susurró aquellas palabras que acariciaron mi rostro con su cálido aliento embriagante, no pude evitar confesar que lo necesitaba y lanzarme a sus brazos sin que ninguna excusa o realidad importara.Me dejé llevar por el infinito sentimiento que brotaba desde lo profundo de mi ser y emanaba mi piel ya sin poder ocultarlo. Desde el momento en que me sentí viva entre sus brazos, uniendo nuestras carnes entre aquellas sábanas de seda blanca, supe que separarme de él, llegado el momento, mataría a mi corazón y me obligaría a vivir en una oscuridad de la que no podría escapar.Era mi destino quererlo; desde muy pequeña, la vida trazó mi futuro de ese modo, pero dibujando caminos distintos que separaban nuestras almas y las unirían a otras personas. Sin embargo, evitar
RICKVerla triste y dubitativa luego de hablar con aquel muchacho, me llevó a cometer el error de pedirle que lo dejara. Sin embargo, su convicción al respecto solo me hizo dar un paso atrás y contener las ganas de decir palabras que tal vez no pudiera cumplir. En mi afán de enredarla en este tonto juego, no me había dado cuenta de que la sombra de Samanta fue envolviendo lentamente todo el espacio a mi alrededor. Me había empecinado tanto en hacerla caer en mis brazos que, cuando la tuve, no sopesé la posibilidad de experimentar sentimientos encontrados que no esperaba y para los que, sin duda, no estaba listo.Desde el primer instante en que conocí a Frank, percibí su antipatía hacia mí como bien comenzó a nacer un sentimiento mutuo y detestable hacia él por no darse cuenta de que la mujer que tenía a su lado, no lo quer&iacut
SAMANTACuando llegué a la oficina, me encontré con que Rick no había ido.Las entrañas me quemaban por todo lo que había dicho anoche. Mientras tanto, a mi lado se encontraba Frank, indiferente, pensando que era Linda quien llamó. Mis mejillas ardieron y la vergüenza me embargó con sus palabras, pese a que era notorio que estaba ebrio.Luego de que Frank se marchara, marqué su número varias veces, pero no respondió.Volví a marcar a la oficina de Linda para saber si tenía alguna razón de su parte, sin embargo, su respuesta me dejó intranquila: ella también lo había llamado por unos pendientes y no pudo localizarlo.Sin pensarlo demasiado, tomé mis cosas y salí de la oficina con la intención de ir a buscarlo. Tomé un taxi y le pasé su dirección al
SAMANTA—¡Por Dios! —Rick de inmediato se incorporó para cubrir mi cuerpo y yo me encargué de acomodar mi blusa. Oí aquella risa familiar que me puso en alerta—. Sabía que algo se traían entre manos.Me puse a temblar y Rick se volteó a mirarla mientras a mí me invadían unas intensas ganas de llorar.—¿Qué haces aquí? —le increpó con brusquedad.Stella sonrió y cerró despacio la puerta.—Cuando vi a Sam en tu casa, supe que algo pasaba entre ustedes dos. Vine aquí a corroborar que estaba en lo cierto. —Suspiró, ladeó su rostro y negó; una sonrisa diabólica se formó en su boca—. Sí que eres una mosquita muerta. ¿Quién iba a pensar que, estando comprometida con Francesco, tendrías las aga
RICKDespués del desastre en el que resultó el fatídico encuentro con Stella, me marché de la oficina de Samanta decidido a alejarme de ella.La cordura me fallaba y los estúpidos sentimientos me jugaban en contra.«¿Cómo iba yo a saber que sería un completo desastre para mi vida meter a Samanta en mi cama?».Esa chiquilla… esa maldita chiquilla que parecía ajena a la realidad que nos envolvía, me volvió completamente loco y ni siquiera yo mismo sabía lo que quería con ella… o, más bien, no estaba seguro de admitir lo que en verdad me estaba pasando. Lo peor de todo era que ambos no deseábamos reconocer mis propios sentimientos: yo no estaba dispuesto a aceptar frente a ella que los latidos de mi pecho se aceleraban cuando la tenía cerca y más aún cuand
RICK—Debes estar bromeando. No… no juegues de esta manera con mis sentimientos, Rick —farfulló con la voz quebrada.Negué con la cabeza.—Bajo ningún punto lo estoy haciendo. —Dejé la cajita con el anillo sobre la mesa y tomé su mano, llevando su palma sobre mi pecho izquierdo—. Apiádate de mi corazón… antes de que reviente por la incertidumbre de tu respuesta.—Pero… pero siempre has dicho que solo era algo fugaz…—Es verdad, Samanta, pero, para ser sincero, no sé qué sucedió con mi propia voluntad. Te apoderaste de todo mi ser, hasta de mis más remotos pensamientos. Aunque me marché como un maldito cobarde con la intención de olvidarte, al subir en el avión comprendí que no podía, no quería hacerlo. Casi en