RICK
Después del desastre en el que resultó el fatídico encuentro con Stella, me marché de la oficina de Samanta decidido a alejarme de ella.
La cordura me fallaba y los estúpidos sentimientos me jugaban en contra.
«¿Cómo iba yo a saber que sería un completo desastre para mi vida meter a Samanta en mi cama?».
Esa chiquilla… esa maldita chiquilla que parecía ajena a la realidad que nos envolvía, me volvió completamente loco y ni siquiera yo mismo sabía lo que quería con ella… o, más bien, no estaba seguro de admitir lo que en verdad me estaba pasando. Lo peor de todo era que ambos no deseábamos reconocer mis propios sentimientos: yo no estaba dispuesto a aceptar frente a ella que los latidos de mi pecho se aceleraban cuando la tenía cerca y más aún cuand
RICK—Debes estar bromeando. No… no juegues de esta manera con mis sentimientos, Rick —farfulló con la voz quebrada.Negué con la cabeza.—Bajo ningún punto lo estoy haciendo. —Dejé la cajita con el anillo sobre la mesa y tomé su mano, llevando su palma sobre mi pecho izquierdo—. Apiádate de mi corazón… antes de que reviente por la incertidumbre de tu respuesta.—Pero… pero siempre has dicho que solo era algo fugaz…—Es verdad, Samanta, pero, para ser sincero, no sé qué sucedió con mi propia voluntad. Te apoderaste de todo mi ser, hasta de mis más remotos pensamientos. Aunque me marché como un maldito cobarde con la intención de olvidarte, al subir en el avión comprendí que no podía, no quería hacerlo. Casi en
SAMANTATodo lo que había oído de su boca parecía un sueño… un sueño que probablemente jamás se haría realidad, pero mi pecho tiritaba de alegría al percibir en sus palabras una absoluta sinceridad. Sin embargo, estaba aterrada; tenía pavor al momento preciso de mirar a la cara a las personas que decepcionaría con aquella decisión, además de temer lamentarme, porque, al final de todo, Rick no cumpliera su palabra. Sentí sus manos recorrer mi cuerpo de un modo distinto, como si se quemaran al tocar mi piel y, al mismo tiempo, tuviera miedo de lastimarme. Removiendo mi cuerpo bajo el suyo, había advertido cómo la luna llena nos regalaba su tenue claridad a través de los cristales. Elevé mi rostro en dirección a su cara para constatar que el hombre que me torturaba en sueños había cobrado f
SAMANTA—Tío… yo…Se acercó bruscamente a mí, tomándome del brazo y obligándome a caminar hasta el salón para dejarme caer sobre uno de los sillones.—¿Qué está pasando, Samanta? ¿Alguien te está manipulando? —preguntó con desesperación mientras arrastraba hasta delante de mí la mesa de centro y se sentaba en ella—. No quieras mentirme a mí como le has mentido a Frank. ¡Dime quién es ese hombre para ir a matarlo con mis propias manos!Negué con la cabeza; lágrimas salían de mis ojos.—No quiero casarme con Frank —dije en un hilo de voz y me vio decepcionado—. No lo amo.—¡Pero qué disparates estás diciendo, niña! —dio un potente grito y se puso de pie. Se pasó
SAMANTACuando llegamos a la empresa, el coche que nos seguía también se detuvo y un grupo de hombres vestidos de negro descendieron de él para seguirnos hasta la entrada de la compañía.—Louis —se dirigió a un hombre de un físico extraordinario, pero con canas que anunciaban que debía rondar los cincuenta—. Ella es Samanta, mi sobrina, y por quien debes preocuparte principalmente.—Buenos días, señorita —saludó el hombre.Por el enfado no devolví el gesto y solo caminé con prisa hasta entrar al edificio.Subimos al elevador.Al llegar a nuestro piso quise caminar en dirección a mi oficina, pero la voz de John me detuvo.—Trabajarás conmigo en mi oficina.—Pero… mis cosas…—Tus cosas ya las he mandado a mudar jun
SAMANTAAl día siguiente, luego de la oficina, Linda fue llegando a casa como si nada.—No pensé que tu tío esta vez se excediera tanto; el tipo de la entrada parece una montaña viviente —masculló mientras entrábamos a mi cuarto.—Está muy molesto. Será difícil salir de aquí sin que sepa a dónde voy.—Solo tengo que decirle algunas palabras y verás que nos dejará salir —se lanzó de espaldas a mi cama susurrando a modo de lamento aquellas palabras.Me recosté a su lado, curiosa.—¿Qué pasa entre ustedes, Linda? —Ella entrecerró los ojos y tragó con fuerza—. Dime que no te está lastimando…—Él… él no me ha lastimado, Sam. Yo misma soy quien se martiriza sintiendo lo que sien
SAMANTAPoco a poco fue aflojando aquel agarre firme y posesivo que empleó en mi espalda. Podía oír los latidos en su pecho como si un tambor amenizara una marcha. Su respiración lograba que su aliento llegara hasta mi garganta, haciéndome temblar por todo lo que para mí ese hombre significaba. Sabía que lo que sentía ya no tenía remedio y que por el resto de mi poco interesante vida lo único que se quedaría para siempre en mis recuerdos como lo más audaz y peligroso que he hecho serán estos momentos que le he robado al tiempo para compartir un momento de intimidad con mi hombre amado.No habría forma ni día de evitar que él estuviera pululando en mi mente con aquellas palabras salvajes y suaves que me dedicó en este corto tiempo. Lo mejor de todo es que presentía en mi corazón que Rick pensaba
SAMANTAEl mes pasó volando, como le había dicho a Rick, y me encontraba ansiosa porque John cumpliera su promesa. Faltaban apenas tres meses para el matrimonio y no deseaba alimentar más ilusiones en nadie. Durante las cuatro semanas tuve que rechazar a Frank de modo sutil las pocas veces que nos veíamos porque él se encontraba con muchas responsabilidades encima, ya que antes de la fecha fijada para nuestra boda su padre lo nombraría presidente de Müller Enterprise. Sin embargo, el corazón se me estrujaba cuando en su mirada vislumbraba la decepción y la tristeza por mi actitud. Con Rick conversaba a diario antes de dormir para que John no escuchara ni por casualidad la conversación y se diera por enterado de que portaba un móvil pese a que me arrebató el anterior. Al menos dos o tres veces por semana me escabullía de la casa de Linda para po
Cuando llegué a casa, John se encontraba sumamente concentrado en su ordenador con una sudadera y un pantalón deportivo. Se veía jovial. Reí en mi interior deseando que Linda pudiera verlo de este modo.Me acerqué hasta el sillón donde estaba hundido y tomé asiento a su lado.—Hola, pequeña. No te oí llegar. —Levantó la vista y se quitó las gafas—. ¿Estás bien?—Sí, tío, pero quería pedirte un favor. —Tomé aire mientras John se cruzaba de brazos aguardando a que le dijera lo que necesitaba—. Invité a cenar al hombre que amo y me haría muy feliz que lo recibieras de buena gana.Infló su boca con aire y se sacudió el pelo. Largó la respiración y asintió poco convencido. Aun así, una gran sonrisa se formó en mis labios y me lancé sobre &