RICK
Verla triste y dubitativa luego de hablar con aquel muchacho, me llevó a cometer el error de pedirle que lo dejara. Sin embargo, su convicción al respecto solo me hizo dar un paso atrás y contener las ganas de decir palabras que tal vez no pudiera cumplir. En mi afán de enredarla en este tonto juego, no me había dado cuenta de que la sombra de Samanta fue envolviendo lentamente todo el espacio a mi alrededor. Me había empecinado tanto en hacerla caer en mis brazos que, cuando la tuve, no sopesé la posibilidad de experimentar sentimientos encontrados que no esperaba y para los que, sin duda, no estaba listo.
Desde el primer instante en que conocí a Frank, percibí su antipatía hacia mí como bien comenzó a nacer un sentimiento mutuo y detestable hacia él por no darse cuenta de que la mujer que tenía a su lado, no lo quer&iacut
SAMANTACuando llegué a la oficina, me encontré con que Rick no había ido.Las entrañas me quemaban por todo lo que había dicho anoche. Mientras tanto, a mi lado se encontraba Frank, indiferente, pensando que era Linda quien llamó. Mis mejillas ardieron y la vergüenza me embargó con sus palabras, pese a que era notorio que estaba ebrio.Luego de que Frank se marchara, marqué su número varias veces, pero no respondió.Volví a marcar a la oficina de Linda para saber si tenía alguna razón de su parte, sin embargo, su respuesta me dejó intranquila: ella también lo había llamado por unos pendientes y no pudo localizarlo.Sin pensarlo demasiado, tomé mis cosas y salí de la oficina con la intención de ir a buscarlo. Tomé un taxi y le pasé su dirección al
SAMANTA—¡Por Dios! —Rick de inmediato se incorporó para cubrir mi cuerpo y yo me encargué de acomodar mi blusa. Oí aquella risa familiar que me puso en alerta—. Sabía que algo se traían entre manos.Me puse a temblar y Rick se volteó a mirarla mientras a mí me invadían unas intensas ganas de llorar.—¿Qué haces aquí? —le increpó con brusquedad.Stella sonrió y cerró despacio la puerta.—Cuando vi a Sam en tu casa, supe que algo pasaba entre ustedes dos. Vine aquí a corroborar que estaba en lo cierto. —Suspiró, ladeó su rostro y negó; una sonrisa diabólica se formó en su boca—. Sí que eres una mosquita muerta. ¿Quién iba a pensar que, estando comprometida con Francesco, tendrías las aga
RICKDespués del desastre en el que resultó el fatídico encuentro con Stella, me marché de la oficina de Samanta decidido a alejarme de ella.La cordura me fallaba y los estúpidos sentimientos me jugaban en contra.«¿Cómo iba yo a saber que sería un completo desastre para mi vida meter a Samanta en mi cama?».Esa chiquilla… esa maldita chiquilla que parecía ajena a la realidad que nos envolvía, me volvió completamente loco y ni siquiera yo mismo sabía lo que quería con ella… o, más bien, no estaba seguro de admitir lo que en verdad me estaba pasando. Lo peor de todo era que ambos no deseábamos reconocer mis propios sentimientos: yo no estaba dispuesto a aceptar frente a ella que los latidos de mi pecho se aceleraban cuando la tenía cerca y más aún cuand
RICK—Debes estar bromeando. No… no juegues de esta manera con mis sentimientos, Rick —farfulló con la voz quebrada.Negué con la cabeza.—Bajo ningún punto lo estoy haciendo. —Dejé la cajita con el anillo sobre la mesa y tomé su mano, llevando su palma sobre mi pecho izquierdo—. Apiádate de mi corazón… antes de que reviente por la incertidumbre de tu respuesta.—Pero… pero siempre has dicho que solo era algo fugaz…—Es verdad, Samanta, pero, para ser sincero, no sé qué sucedió con mi propia voluntad. Te apoderaste de todo mi ser, hasta de mis más remotos pensamientos. Aunque me marché como un maldito cobarde con la intención de olvidarte, al subir en el avión comprendí que no podía, no quería hacerlo. Casi en
SAMANTATodo lo que había oído de su boca parecía un sueño… un sueño que probablemente jamás se haría realidad, pero mi pecho tiritaba de alegría al percibir en sus palabras una absoluta sinceridad. Sin embargo, estaba aterrada; tenía pavor al momento preciso de mirar a la cara a las personas que decepcionaría con aquella decisión, además de temer lamentarme, porque, al final de todo, Rick no cumpliera su palabra. Sentí sus manos recorrer mi cuerpo de un modo distinto, como si se quemaran al tocar mi piel y, al mismo tiempo, tuviera miedo de lastimarme. Removiendo mi cuerpo bajo el suyo, había advertido cómo la luna llena nos regalaba su tenue claridad a través de los cristales. Elevé mi rostro en dirección a su cara para constatar que el hombre que me torturaba en sueños había cobrado f
SAMANTA—Tío… yo…Se acercó bruscamente a mí, tomándome del brazo y obligándome a caminar hasta el salón para dejarme caer sobre uno de los sillones.—¿Qué está pasando, Samanta? ¿Alguien te está manipulando? —preguntó con desesperación mientras arrastraba hasta delante de mí la mesa de centro y se sentaba en ella—. No quieras mentirme a mí como le has mentido a Frank. ¡Dime quién es ese hombre para ir a matarlo con mis propias manos!Negué con la cabeza; lágrimas salían de mis ojos.—No quiero casarme con Frank —dije en un hilo de voz y me vio decepcionado—. No lo amo.—¡Pero qué disparates estás diciendo, niña! —dio un potente grito y se puso de pie. Se pasó
SAMANTACuando llegamos a la empresa, el coche que nos seguía también se detuvo y un grupo de hombres vestidos de negro descendieron de él para seguirnos hasta la entrada de la compañía.—Louis —se dirigió a un hombre de un físico extraordinario, pero con canas que anunciaban que debía rondar los cincuenta—. Ella es Samanta, mi sobrina, y por quien debes preocuparte principalmente.—Buenos días, señorita —saludó el hombre.Por el enfado no devolví el gesto y solo caminé con prisa hasta entrar al edificio.Subimos al elevador.Al llegar a nuestro piso quise caminar en dirección a mi oficina, pero la voz de John me detuvo.—Trabajarás conmigo en mi oficina.—Pero… mis cosas…—Tus cosas ya las he mandado a mudar jun
SAMANTAAl día siguiente, luego de la oficina, Linda fue llegando a casa como si nada.—No pensé que tu tío esta vez se excediera tanto; el tipo de la entrada parece una montaña viviente —masculló mientras entrábamos a mi cuarto.—Está muy molesto. Será difícil salir de aquí sin que sepa a dónde voy.—Solo tengo que decirle algunas palabras y verás que nos dejará salir —se lanzó de espaldas a mi cama susurrando a modo de lamento aquellas palabras.Me recosté a su lado, curiosa.—¿Qué pasa entre ustedes, Linda? —Ella entrecerró los ojos y tragó con fuerza—. Dime que no te está lastimando…—Él… él no me ha lastimado, Sam. Yo misma soy quien se martiriza sintiendo lo que sien