¿oí quejas?–pregunto con ojos de demonio nuevamente Emily tronando sus dedos y haciendo palidecer desde a sus hijos hasta a los hermanos rubios quienes tragaron grueso y hacer sonreír nerviosa a la hombre— N—no–respondieron al unisonó todos los hermanos negando fuertemente con la cabeza, solo que Armand paro volviéndose a sobar la nariz al encontrarse con que le seguía doliendo— Sana, sana, ya sano–dijo Blanca con una divertida expresión habiendo, con dos dedos, sobado la nariz del pelirrojo con cuidado— Blanca, eso sirve con los niños de kínder–se quejo con ojos entrecerrados Armand mirando como sonreía divertida la hombre, aun cuando eran novios, el complejo de niña inocente de esta todavía le desconcertaba de cierta manera, ya que a pesar de tener ahora 10 años, seguía comportándose de 5 años la mayoría del tiempo— Entonces así–pronuncio la hombre quien luego se acerco al rostro del pelirrojo dándole un beso en la nariz, dejándolo con los ojos abiertos de par en par y las mejil
Nuevamente sus ojitos negros estaban abiertos esperando ver a su padre, mas esta vez pudo observar a una mujer de cabello rojo y de lentes a la cual reconocía muy vagamente, lamentablemente, aunque ella fuera su madre, jamás le había sido muy cercana por lo que no le reconoció del todo. Sintió como esa mujer le tomaba en brazos con poca delicadeza, no como el pelinegro que recordaba, si no que esta era algo más brusca y por, sobre todo, la mueca de sonrisa que traía en su rostro era bastante falsa.—Hola mi Gabriel –hablo con sarcástica ternura la morena quien tenía al pequeño de tan solo seis meses en sus brazos mirándole con suma inocencia. —Pa… pa –balbuceo apenas el pequeño quien miro apenas al resto del cuarto buscando aquellos ojos negros que el ya reconocía y quería demasiado. —No Gabriel, no veras a tu padre hoy… ni nunca más… —expreso la morena con una sonrisa maliciosa agarrando una pequeña mochila y saliendo del cuarto del bebe con él en brazos. Ya era tarde, el sol come
Han pasado años, aunque no podria nadie decir que eran muchos, para Frank, habian sido largos años. Tiempo Aquel en el que el jamás ha desistido de encontrar a su hijo, cada cumpleaños el compra un regalo acorde a la edad que debería cumplir y lo deja en el armario donde los recuerdos de su pequeño aún se conservan como si él estuviera allí. Su vida a parte de buscarle, es el trabajo, se niega a estar con otra mujer por temor a nuevamente perderlo todo. Aquella mañana sería un día común para todos, menos para el destino el cual tenía preparada la primera de sus bromas. Eran apenas las ocho de la mañana, mucho trabajo como todos los días, estaba muy tranquilo y absorto en sus labores hasta que algo interrumpió aquel apacible omento. Unos ojos azules con cabellera rubia interrumpieron, como siempre, su mente no de la mejor manera. —¡Frank! –Escucho gritar a cierto personaje que conocía muy bien mientras este entraba por la puerta, una de las pocas personas en las que confiaba y que
—¡Armand te dije que no corrieras! –Grito la voz de la mujer quien por fin alcanzaba a su hijo el cual era tomado de los hombros por aquel hombre de mirada penetrante.—Lo… lo siento –expreso con algo de miedo el muchacho sin aun zafarse del agarre de ese hombre quien le seguía tomando por los hombros.—¿no crees que sería mejor soltarle Frank? –pregunto algo burlón el sujeto que le acompañaba, al cual pudieron reconocer por su cabello rubio y ojos azules los cuales miraban al azabache quien solo respondió con su monosílabo colocándose de pie.—¿le conoce? –Pregunto el azabache mirando directamente a la rubia quien como acto involuntario se le sonrojaron las mejillas con nerviosismo por la situación.—Lamento mucho el accidente, espero que Armand no les haya causado problemas –expreso la rubia con algo de pena y las mejillas levemente sonrojadas mientras tomaba la mano del pequeño— te dije que no corrieras niñito desobediente, pídele disculpas a este señor –ordeno la rubia con autorid
Ya eran las 12:30 del mediodía, el recorrido fue muy breve ya que sabían exactamente dónde ir. Aquella oficina lo desesperaba, no aguantaba más, necesitaba saber bien las cosas.Papeleo y papeleo, mucho papeleo, más de lo que estaba dispuesto a aguantar. Se paro golpeando el escritorio con las palmas abiertas y su ceño fruncido, eso era el colmo, y su paciencia había llegado al límite.—¿Cuánto más tendré que esperar? –Pregunto con el ceño fruncido al máximo el azabache mirando a aquel sujeto que se encontraba buscando entre un montón de archivos——¿sabe cuántos niños llegan aquí cada mes de cada año? –pregunto con molestia el director de aquel lugar, si bien tenía paciencia ese sujeto de cabello negro le estaba desesperando como pocas personas lo habían logrado.—Tranquilízate Frank, con apresurarte nada logras, esperaste cuatro años, esperar unos minutos no es nada –expreso con cierta seriedad el Douglas, él no era así, pero podía ponerse en ese plano cuando de calmar a su amigo del
Destino…Casualidad…Son dos cosas que se llevan muy bien a veces, sobre todo cuando quieren burlarse un poco de la gente haciéndola vivir cosas más importantes de las que creen.Como con cierto azabache.Casualmente, en el mismo mercado vemos a un pelinegro caminando entre las tiendas, buscando sus proviciones despues de una busqueda infructuosa, pero este no iba solo, la razón de su estancia en aquel lugar era acompañar a su rubio amigo.Conocían aquella cabellera rubia combinando a esos jades ojos brillantes de alegría, era inconfundible, sobre todo porque a su lado estaba la razón del porque le conocieron. El pequeño pelirrojo tenía una mirada algo fastidiada y sus brazos cruzados, se notaba que tenía poca paciencia y que su madre gozaba viendo sus berrinches.—Oye… yo los conozco –expreso con asombro el azabache mirando a la mujer de cabellos rubios y al pequeño quienes le miraron con asombro también.—¿nos conocemos? –preguntaba el pequeño tratando de hacer memoria, le parecía c
Aquel lugar estaba lleno de familias, era un restaurant común y corriente, Emily y Armand, habían sido arrastrados hacia él, quizás, en la mente de Jhon esa buena mujer y su colega hacían una buena pareja, y realmente esperaba que quisiera conocerla, pues no le caería nada mal a Frank tener una hermosa luz en medio de sus tormentosas tinieblas, y algo le decía, que Emily era perfecta para ello. Cada uno pidió su propio plato y por obviedad el rubio con su sagrado ramen, más lo que asombro al mismo rubio fue que al igual que su amigo azabache, el pequeño pelirrojo prefería comer arroz blanco con algún acompañamiento. La conversación era muy amena y una vez terminada la comida, los adultos se quedaron en aquella mesa mientras que el pequeño fue a unos juegos que había en el patio del lugar, donde estaba lleno de muchos niños.—Así que vienes del sur de Inglaterra — expreso con interés el azabache, después de todo, la había conocido junto al pequeño en el aeropuerto de esa ciudad, era al
—¡Armand te he dicho que no te comportes así! ¡Es muy irrespetuoso hablarle a dos adultos de esa manera! — expreso con molestia la rubia como reprimenda al pequeño y sacándole otra gota más a sus acompañantes. —Está bien mami — sonrió feliz el pelirrojo abrazando a su mamá como quien chiquito de 5 años soborna así a sus padres para no ser regañado. —Ya vámonos — suspiro derrotada la rubia, tomando la mano del niño comenzando a caminar mientras el pequeño pelirrojo sonreía de lo más feliz, él sabía perfectamente cómo hacer que su mamá le tuviera en la categoría de “niño bueno”, aunque esa apariencia dulce solo la mostraría con ella, con los demás, no le importaba ser un demonio si era necesario. —Es muy bonita, ¿no hombre? –Sonrió pícaramente con mucha diversión el rubio pegándole leves codazos a su amigo azabache quien suspiro tratando de no golpear nuevamente a su amigo. Asintió pensativo el rubio, el 50% de su cerebro aún estaba procesando lo que ahora pasaba en su vida, el encu